Jacinto Ceacero
Mediante
la percepción, los seres humanos interpretamos, damos sentido a la información
que nos aporta el exterior a través de las sensaciones que captan nuestros
sentidos, y que transmitimos al cerebro como procesador central.
Con este
proceso de la percepción, juntoa otros como la atención, la motivación, la memoria,
el aprendizaje, el pensamiento, el lenguaje...,
vamos construyendo el conocimiento, la ideología, las actitudes, los valores,
las creencias, la personalidad... en definitiva, vamos construyendo la
realidad, más exactamente, nuestra realidad individual, dicho de otro modo,
nuestra propia verdad. Gracias a este proceso de la percepción nos convertimos
en seres individuales con pensamientos, sentimientos y actuaciones divergentes.
Afortunadamente,
nuestra realidad no es una copia literal de la realidad exterior aportada por
los sentidos (lo que supondría que todas y todos “pensamos, sentimos y actuamos
igual”), sino que es una interpretación de la misma, de ahí que podamos afirmar
que cada ser humano tenemos nuestra propia realidad. Pensemos, por ejemplo, en
cómo una misma película, un mismo discurso, exposición, obra de teatro, conferencia,
libro, noticia, mensaje, consigna, es decir, una misma realidad exterior, es
interpretada, comprendida... de forma diferente por cada espectador/a, dado que
nos fijamos, atendemos, valoramos planos distintos y ello implica que la
integramos de forma diferente.
Sin
embargo, las pretensiones del poder siempre han sido, con independencia de los colores
políticos, intentar minimizar, cuando no anular, estas potencialidades psicológicas
superiores humanas que nos hacen ser personas diversas.
Así, el
poder lo que pretende, a través del tipo de estímulos y mensajes que emite, de la
manipulación de la información, del control emocional, condicionar nuestras respuestas,
influir en lo que somos, determinar nuestra personalidad. Quieren homologarnos,
homogeneizarnos, uniformarnos, robotizarnos, adoctrinarnos, domesticarnos, someternos,
esclavizarnos mental y físicamente. Compramos, bebemos, vestimos, andamos,
pensamos, hablamos, actuamos, sentimos... casi de forma homogénea, lo que nos
convierte en masa y nos aleja de la individualidad y es bien sabido que “en una
sociedad en la que todos, todas, pensamos igual, se piensa poco”. Pero, ¿cuál
es la información que nos llega?, ¿a través de qué medios nos llega? Hasta hace
muy poco tiempo, los grandes medios de comunicación de masas como periódicos,
radios y fundamentalmente televisión, eran los responsables, prácticamente
únicos, de informar. Desde hace bastante tiempo estos grandes medios se
caracterizan por la falta de transparencia y objetividad, su previsibilidad y
su servidumbre ideológica hacia quien los paga, o el partido que esté en el poder,
si se trata de medios públicos. Como dice Noam Chomsky, vivimos en un mundo en
el que el exceso de información paradójicamente desinforma. Los objetivos al
controlar y manipular la información no son otros que el control de nuestra
mente, de nuestros valores, actitudes, comportamiento... procurando
convertirnos en sujetos pasivos, inanimados, sumisos, acríticos, reproductores
inconscientes del sistema social, político, económico.
Observemos,
por ejemplo, en los contenidos de cualquier informativo de las grandes cadenas
de televisión, que las noticias de contenido político solo son tratadas a nivel
de titulares, o se desarrollan a niveles mínimos cuando se trata de noticias
sobre conflictos laborales, sociales, colectivos, en los que la sociedad civil
es la protagonista. Todas las noticias relacionado con el cambio, la transformación
social, el pensamiento crítico, lo alternativo, son presentadas de forma
negativa, o ninguneadas o directamente manipuladas para culpabilizar a la clase
trabajadora, incluso en los medios de comunicación públicos, como sucede con el
tratamiento informativo de las huelgas en el que siempre se intenta enfrentar a
las y los huelguistas con el resto de la población usuaria. Por el contrario,
las noticias que adquieren un desarrollo mayor, que trasciende el mero titular,
son noticias de sociedad de la clase dominante, de la élite social, de
propaganda de la clase política, de la patronal, de la banca, de las
multinacionales, del mercado,de los negocios.
Esto no
es ninguna novedad, pero es especialmente llamativo el tratamiento, agrupadas
en un mismo bloque, que desde hace un tiempo se viene dando a las noticias que tienen
que ver con los sucesos, las catástrofes, accidentes, la violencia, la
delincuencia, la droga, la prostitución, la inmigración, la violencia machista,
especialmente si son sangrientas. Esta agrupación es muy determinante ya que
nos predispone negativamente como consumidores de televisión ante noticias que
no tienen nada que ver unas con otras pero que agrupadas simulan semejanza. Son
noticias que tienen además un tratamiento privilegiado por la cantidad y la
calidad con que se abordan (abundancia de medios técnicos, recursos, tiempo) y que
entre otras cosas tienen como objetivo fundamental potenciar e infundir la morbosidad,
el miedo, la ansiedad y, por tanto, la parálisis, el aislamiento, el individualismo,
la insolidaridad, la desconfianza, la inseguridad, la creación y desarrollo de fronteras
físicas y mentales, la potenciación de la ideología neoliberal, en definitiva. Son
muchas las personas que reaccionan conforme a lo que pretenden, llegando a verbalizar
públicamente “el exterior es peligroso, caótico, dañino, inseguro”; “nuestra patria
es la mejor, en la que me siento bien”; “como en la casa de uno no se está en
ningún sitio”; “las fuerzas de seguridad del Estado velan por mi seguridad y la
de mi familia”, etc. A este panorama, hay que sumar los reality show y lo zafio
como modelo cultural, sin olvidar, como dice García Montero, la extraordinaria
contradicción que supone el tremendo éxito de los programas de MasterChef
cuando porcentajes importantes de población, especialmente infantil, está mal
nutrida o simplemente pasa hambre.
Estamos
en la época, de un nuevo amarillismo informativo, del sensacionalismo, de buscar
incrementar los niveles de audiencia a cualquier precio, con imágenes de impacto,
resaltando lo excéntrico, la maldad de la noticia. No en vano, la práctica totalidad
de los informativos abren con una mala noticia.
Pero volvamos
a nuestro concepto de realidad. ¿Cuál es la realidad? Lo que nos cuentan es lo
que pretenden que sea la realidad, que todas y todos percibamos la misma
realidad, que hablemos de lo mismo, que analicemos los acontecimientos lo
mismo, que pensemos y actuemos lo mismo, pero ¿realmente es esa la realidad, la
del miedo, violencia, inseguridad, insolidaridad... o la vida logra desbordar
su realidad?
La
realidad es individual, nos la construimos nosotros y nosotras gracias a las
potencialidades de los procesos psicológicos superiores de nuestro cerebro y
podemos concluir que es mucho más compleja, más abierta, más plural que lo que
nos cuentan, que trasciende las coordenadas en las que quieren cuadricular,
encasillar, nuestro pensamiento, nuestra libertad. Eres libre, nos dicen, pero
la realidad es que solo admiten que seas libre como consumidor, libre para
consumir lo que se te diga, a la hora que se te diga y hasta que se te diga. No
van a lograr sus objetivos, la creatividad, la individualidad, el pensamiento
crítico, la vida libre se siguen abriendo paso al margen de las ataduras
mentales que nos han tejido.
Por otra
parte, si en lugar de abordar lo que pretenden los tradicionales medios de comunicación,
tratamos del impacto que están teniendo las redes sociales en construirnos la
realidad al margen de nuestra individualidad, sencillamente el panorama es
espeluznante. Este tema requiere ser abordado con mucha mayor atención dada su
importancia y actualidad pero como aperitivo decir que países como Estados Unidos
ya han aprobado derogar la neutralidad
de la red de manera que cada persona vamos a tener acceso solo a las noticias o
publicidad que el sistema considera que nos merecemos, nos corresponde, nos
interesa, estemos preparados o, dicho más prosaicamente, seamos capaces de
pagar. Realmente, el nivel de sofisticación que se está alcanzando en el
control mental de la población es dramático y terrorífico. Actualmente, el control
de la población es tremendo con las redes sociales, llegando hasta la total
intimidad de nuestra vida, de nuestro tiempo y espacio y es tan inconsciente
que les ofrecemos abiertamente a estas empresas privadas, sin que nos lo pidan,
toda la información sobre lo que hacemos, pensamos, creemos, disfrutamos. Hemos
caído en la trampa de que el placer del Smartphone nos hace libres.
Forzando
la discusión, con las redes sociales “no neutras” intentan crearnos una realidad
diferenciada, previsiblemente, por clases sociales. Desde el anarquismo, Bill Budington
plantea la necesidad de construir redes alternativas, un internet de las personas,
en que el acceso libre a internet y a su neutralidad esté garantizado fuera de
todo control empresarial corporativo o del Estado, en el que siga existiendo la
libertad de expresión y creación. Desde el anarquismo debemos estar
especialmente sensibles a que el adoctrinamiento uniformizador no venza sobre
la individualidad y que los derechos humanos se sigan aplicando.
La realidad
verdadera es la que vivimos cada día. Las gentes con las que convivimos son
solidarias, no roban, no asesinan, no violan, no son violentas, no odian, no excluyen
por etnia, país de origen, sexualidad, política, cultura, religión; las
personas migrantes con las que nos relacionamos muestran una calidad humana
vibrante en las relaciones; la juventud estudia, se esfuerza, está implicada en
su comunidad; las relaciones entre las personas no están reguladas por el miedo,
la inseguridad, la ansiedad, la competitividad; el autoritarismo no es nuestra
norma de conducta, ni el miedo, ni la huida.
El vivir
día a día hay que hacerlo conforme a los principios y ética en los que uno cree
y no en los quieren hacernos creer. Nadie hará la revolución por nosotros o nosotras,
no podemos esperar a vivir conforme a lo que pensamos en espera de que la
revolución se haya hecho. Como dicen Nelson Méndez o Peter Gerderloos, la anarquía
se hace día a día, con el aire fresco y sanador de las luchas de las y los
trabajadores; con mujeres en lucha por sus reivindicaciones; con los centros
sociales autogestionarios; defendiendo los derechos de las minorías; rompiendo
el miedo, asumiendo responsabilidades y compromisos que nos activen y sanen
mentalmente, volviendo a tomar las riendas de la propia vida.
No me
creo lo que me cuentan. Hemos llegado hasta aquí porque no hemos renunciado a nuestra
realidad, nos hemos revelado a la imposición de su realidad. Y así vamos a
seguir.
[Publicado
originalmente en el periódico Rojo y
Negro # 326, Madrid, septiembre
2018. Número completo accesible en http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20326%20septiembre.pdf.]
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