Sociedad de Resistencia de Oficios Varios Capital (Adherida a la
F.O.R.A.)
“No imploréis nunca justicia a los potentados por que hacen de
vuestro dolor un escarnio y de vuestro cuerpo carne de prostitución”
“Hermanitas”, Mis
proclamas, 1924. Juana Rouco Buela
Este texto surge a partir de la charla “Capitalismo y
patriarcado: la prostitución y las relaciones de poder” realizada el 14 de
Abril del 2018 como iniciativa de la Comisión de Género de la Sociedad de
Resistencia de Oficios Varios Capital. Como trabajadoras que ponemos en
cuestionamiento las relaciones patriarcales que nos atraviesan y las relaciones
económicas desiguales que nos interpelan, nos vimos en la necesidad de discutir
esta problemática que viene haciéndose notar en diferentes ámbitos sociales.
Vemos que en el movimiento de mujeres y géneros disidentes este debate crea
muchas rispideces por lo que no nos vimos ajenas a sus cuestionamientos.
La charla contó con la presencia de la Asociación de Mujeres por
los Derechos Humanos (AMADH). Organización abolicionista integrada por
sobrevivientes del sistema de prostitución, explotación sexual y trata de
personas. Su organización nace en 1995 organizándose en la CTA para parar con
la represión policial y termina desvinculándose de ella por diferencias
prácticas e ideológicas en torno a la problemática.
Lejos de teóricxs que desean justificar el lobby proxeneta con el
discurso de la libre elección ellas nos muestran otra cara: la de una vida
llena de opresiones y violencias. No nos interesa reproducir textos de la
academia, partimos de la vivencia de sus sobrevivientes y a partir de ello
armamos nuestras ideas.
Empezaremos explicando un poco las tres posturas delimitadas entre
sí que subyacen sobre este tema:
• Reglamentarismo: Pugna porque se reconozca la
prostitución como cualquier otro trabajo, regulándose como tal con todos los
derechos y obligaciones que aseguran a cualquier persona asalariada.
• Abolicionismo: Considera que la prostitución atenta
contra la dignidad humana de un grupo determinado de personas que está
destinado a satisfacer las supuestas necesidades sexuales de otrxs. Critica la
cosificación hacia mujeres e identidades disidentes buscando erradicar el
proxenetismo.
• Prohibicionismo: Prohíbe la práctica de prostituirse, la
vuelve clandestina y penaliza a las mujeres que se prostituyen.
Trata y prostitución: Un negocio que se da la mano
Vamos a partir de una primera gran confusión, muchas veces
simplificada también desde el abolicionismo mismo: el hecho de afirmar que
trata y prostitución son lo mismo. Hay un error en afirmar que un mismo sistema
productivo y una industria de la sexualidad son iguales. No se trata de lo mismo.
Hay algo llamado sistema prostituyente que las articula, y
aunque no son lo mismo, son instancias diferentes de una misma industria
perversa que naturaliza el consumo máximo de cuerpos humanos.
Tenemos una perspectiva de clase y desde ahí entendemos que la
producción, distribución, circulación y consumo de algo son parte de un mismo
proceso capitalista. Por ejemplo el maíz que de la cosecha va al granero, de
ahí a la molienda para hacer harina, de ahí el viaje a la fábrica de pan, a la
panadería, hasta la mesa con mate de un hogar. De principio a fin, desde que
se planta la semilla el negocio todo está contemplado: se planta la semilla
para que los humanos consumamos ese alimento ya sea pan, fideo, torta, etc.
Aquí, el cuerpo de las mujeres o identidades disidentes que se
extrae por voluntad propia o por engaño y secuestro, se traslada hasta su
consumo que culmina en un cuerpo disponible para el sexo que se cambia por
dinero entre paredes o a las sombras. La trata con fines de explotación sexual ya
se define a sí misma. El fin es para un mismo tipo de consumo: sexo por
plata. La trata es para la prostitución, no es para vender chipá en estación
constitución. Sin esa finalidad no hay trata, porque el negocio de los
proxenetas está en la prostitución. No tiene sentido disociar algo que es parte
de un negocio mismo, pierde la lógica.
Por su parte, al cliente -también llamado putero o prostituyente-
no le importa mucho de dónde salió esa mujer bio/trans. Ya sea porque le
pusieron un arma en la cabeza, la golpearon y la drogaron, porque era pobre o
porque tomó la decisión de entrar en la prostitución porque la consideró una
salida viable de supervivencia. El putero consume ese producto final sin
interesarle el proceso previo.
La trata con fines de prostitución es el segundo negocio ilegal
más redituable del mundo, y esto es así en parte porque la prostitución en sí
misma es altamente rentable y no sólo es un negocio para los proxenetas y
prostíbulos. También lo es para la industria hotelera, los transportes, el
llamado turismo sexual y toda una red de complicidades que van desde la policía
a profesionales de la salud, abogadxs, juecxs y políticxs. El hecho es que el
dinero que genera la prostitución ha levantado la economía de muchos países y
no suele verse reflejado en las protagonistas que ponen el cuerpo noche a
noche. A nivel internacional el 90% de las mujeres en situación de
prostitución resultan de las redes de trata, es decir, que no están por
voluntad propia. En los países donde la prostitución está legalizada, es decir,
cuando se la considera como si fuera cualquier otro trabajo de explotación capitalista,
la trata aumenta. Por ejemplo Holanda: Del 50% al 90% de las mujeres en
prostitución con licencia “trabajan” contra su voluntad. Un informe hecho por
el Ministerio de Justicia de Holanda en el año 2011 muestra que de hecho gran
parte del sector legal de la industria sexual perpetúa la explotación y el
tráfico de seres humanos y está asociada al crimen organizado. El 80% de las mujeres de los prostíbulos en los Países
Bajos son traficadas desde otros países.
El hecho
es que en países donde la prostitución se ha reglamentado como trabajo
(Holanda, Canadá, Alemania o Australia por mencionar los más conocidos) el
tráfico de mujeres y niñxs ha aumentado cuatro veces más. Cuando un negocio
se legaliza puede legalizarse toda la industria incluso en su fase extractiva.
Para sostener el mercado, entonces, se establece la industria. Ahora, ¿qué
pasa cuando la industria es del sexo? ¿De dónde salen los cuerpos para la
prostitución? ¿de una semilla plantada en la tierra? Si nadie nació para puta,
¿de dónde salen las putas? ¿como este sistema crea los cuerpos de consumo?
¿Y los
puteros/prostituyentes?
Responder
a esto nos lleva directamente a hablar con las víctimas de este sistema
perverso. Reiteramos que nuestros argumentos no son de teóricxs iluminadxs.
Nuestro posicionamiento se basa en escuchar a las víctimas. Son de las
vivencias de cada mujer mujer, niñx o identidad disidente en situación de
prostitución. Partiendo de este punto quisimos cambiar el foco de atención e
indagar un poco al putero.
En este momento de la historia donde la moral sobre la sexualidad
ha cambiado y las relaciones sexuales son parte de nuestro cotidiano nos llama
poderosamente la atención que aún existan hombres que pagan por sexo ¿A qué se
debe? Básicamente a que los hombres aun no tienen intención de vivir en
igualdad con las mujeres e identidades disidentes y colonizan los cuerpos de
lxs más pobres. Su pago es para tener el control, para humillar y reforzar estereotipos
tradicionales que puede ver en peligro. Debe ser el hombre en esta sociedad
patriarcal le enseñó: poseer cuerpos, penetrarlos y humillarlos según su
deseo. El pago garantiza que el deseo de la persona consumida quede siempre en
suspenso. Aun en aquellos casos en los que se aspira a que la prostituta
llegue al orgasmo como evidencia del placer recibido para exclusivo beneficio
del narcisismo del cliente.
El capitalismo, sobre todo en estos tiempos donde el
neoliberalismo vuelve a movilizarse, convierte todos los aspectos de nuestras
vidas en mercancía. El patriarcado donde prima el dominio de los varones y la
utilización del cuerpo de las mujeres e identidades disidentes, se refugia en
este discurso para usarnos como puro objeto de consumo.
Cómo se convirtió la prostitución en la profesión más moderna del
mundo
El discurso del “trabajo sexual” ha hecho posible que el privilegio
más antiguo se convierta en la profesión más moderna del mundo. La prostitución
ya no es considerada como un vestigio medieval patriarcal, sino subversiva,
liberadora, incluso feminista. A los movimientos feministas se les vendió la
prostitución como el derecho de la mujer a su propio cuerpo; a lxs
neoliberales, como un símbolo del libre mercado; a la izquierda y al
anarquismo, como “trabajo sexual” que necesita sindicatos y derechos laborales;
a los conservadores, como un acuerdo privado convenido entre dos personas al
margen de toda intervención social; al movimiento LGTTBIQ, como sexualidad que
exige su derecho a expresarse.
El gobierno holandés promocionó con miras a preparar el terreno a
la re-legalización de la industria del sexo. Pero si la prostitución tenía que
ser considerada una profesión era fundamental que hubiera sindicatos, y así fue
cómo la organización De Rode Draad (El Hilo Rojo) se convirtió en el primer
sindicato de este tipo en el mundo.
De Rode Draad fue fundado por el gobierno holandés y presentado
como el sindicato de las “trabajadoras del sexo”, pero fue financiado con
dinero público desde el momento de su creación y su dirección siempre estuvo en
manos de sociólogos y sociólogas, no de personas en situación de prostitución.
De Rode Draad nunca llegó a tener más de cien miembros, jamás intervino en un
solo conflicto laboral en un burdel y sus representantes, como el sociólogo Jan
Visser y la investigadora y escritora Sietske Altink , no tenían ninguna
experiencia en prostitución.
Hace cien años, la lucha contra la prostitución era un asunto
crucial tanto para el movimiento obrero como para el movimiento de las mujeres.
Recordemos aquellos carteles del sindicato británico de estibadores que se
hicieron tan populares y en los que se leía “No pararemos hasta barrer toda la
miseria, la prostitución y el capitalismo” y “An injury to one is an injury to
all”, que las feministas convirtieron en la consigna “Nos tocan a una, nos
tocan a todas”.
Los sindicatos en general hablan de problemas profesionales, de
las largas jornadas de trabajo, de los riesgos y de la lucha por los beneficios
que genera la actividad profesional. Pero lo más extraño de los
auto-denominados sindicatos de “trabajadores-as del sexo” -aparte de no contar
con afiliación y de su total fracaso en llevar adelante denuncias laborales
contra proxenetas y propietarios de burdeles- es su insistencia en que el
“trabajo sexual” es estupendo perpetuando un falso discurso capitalista de la
“libre elección”.
Y, sin embargo, la prostitución presenta unos índices de riesgos
laborales que pocos trabajos tienen: un 82% de las personas en situación de
prostitución han sido físicamente agredidas, el 83% han sido amenazadas con un
arma y el 68% han sufrido violación. ¿Un sindicato que de verdad representara a
las personas en situación de prostitución no debería hablar de estas cosas?
Pues muchas de las organizaciones “pro sexo” hacen justo lo contrario y
enmascaran los problemas. Sólo dicen lo mucho que empodera estar en la prostitución,
que es una verdadera liberación del patriarcado y una excelente manera de
desafiar sus límites.
¿Qué elementos legales se
encuentran en estos momentos en la región argentina?
En Argentina, la prostitución no
está prohibida por la ley, el Estado no es prohibicionista sino abolicionista.
A nadie puede impedírsele vivir de prostituirse, lo que no está permitido es
vivir de la prostitución ajena.
Los regímenes legales generales de
trabajo en principio son: En relación de dependencia o autónomo. Este último
puede darse de manera individual o en forma colectiva, donde el último caso
encuentra su marco jurídico por ejemplo, a través de las cooperativas, entre
otros. La forma laboral en relación de dependencia conforma la obligación de
proveer por parte de la empleadora la protección de la seguridad social a sus
empleados/as; en la modalidad autónoma quien trabaja a través de la inscripción
legal cubre con sus ganancias cuestiones tales como jubilación, obra social,
entre otras cuestiones.
De esta manera cuando decimos que
alguien debe reconocer los derechos laborales de otrx necesariamente se nos
representan dos partes: la trabajadora y la empleadora. Allí se arma la
relación laboral: una parte trabaja “para” la otra, así la parte empleadora
debe garantizar condiciones de salubridad y seguridad porque necesariamente se
ve beneficiada por el trabajo de aquella. En el caso de trabajadorxs autónomxs
el Estado debe generar el marco legal de adscripción que garanticen dichas
condiciones. Vale aclarar que esto ya existe en Argentina.
En este sentido cabe preguntarse:
Cuando se exige que a las “trabajadoras sexuales”, se les reconozcan sus
derechos laborales: ¿Estamos reconociendo la existencia de una parte
empleadora? En este caso ¿Estamos reconociendo la figura de quien vive de la
prostitución ajena?
Si hablamos de “trabajadoras
sexuales autónomas” ningún tipo de legislación les impide encuadrarse en el
régimen establecido para el trabajo autónomo. A lo sumo restará sumar un ítem
específico al trabajo autónomo, cuestión no prevista en los proyectos
reglamentaristas. Un principio legal dice que aquello que no está expresamente
prohibido por la ley, está permitido.
En este orden de ideas, hay
personas que prostituyéndose se encuentran hoy por hoy inscriptas como
autónomas. ¿Quiénes no? Pues las mujeres/bio/trans más vulnerables.
Podemos ir más allá y plantear lo improbable de un contrato de
prostitución. Ese contrato sería en principio con el proxeneta: ¿Cómo cuida que
el prostituyente cumpla con lo pautado antes del acto? Parece impracticable
¿Cuántos proxenetas o “clientes” estarían dispuestos a recibir cédulas de
notificación, e incluso a pasar por un proceso legal motivado por un contrato
de prostitución? Nada de esto está contemplado en las legislaciones impulsadas
por los grupos reglamentaristas, ni por supuesto, en el deseo del proxenetismo.
Los proyectos sólo buscan legalizar la explotación de la prostitución ajena.
¿Por qué como trabajadorxs
rechazamos esta explotación?
Habiendo presentado todos esos
análisis previamente queremos remarcar que creemos que cualquier actividad a
cambio de dinero no tiene porque ser considerada un trabajo. Y es preciso
discernir entre trabajadorx, la mercancía y la fuerza de trabajo.
El albañil no es albañil porque
el patrón le agarra las manos y lo hace martillar, y el patrón no es tal por
usar, manipular, el cuerpo del albañil. Este compra su energía - la del
trabajador - y su habilidad para producir algo material: compra su fuerza de
trabajo.
El empleador, llámele burgués,
llámele patrón, llámele empresario, tampoco pretende usar el cuerpo del albañil
para golpearlo, insultarlo, estrangularlo, mearlo y hacerle cuánta cosa se nos
pueda ocurrir, que es parte de lo que sucede en la industria sexual.
Ahora bien, el albañil vende su
energía produciendo algo a cambio de un salario. Ese producto, ese trabajo, le
es enajenado. Pero, ¿cuál es el trabajo enajenado en la relación prostituyente
- prostituida? ¿Cuál es la fuerza de trabajo en la prostitución? No existe ¿O
si existe? Porque siguiendo esta lógica podemos decir que son los orificios del
cuerpo.
Fuera de las lógicas capitalistas
donde el trabajo (asalariado) es trabajo dada la situación de explotación, la
prostitución tampoco constituye un trabajo (ni un servicio) porque de ninguna
manera se constituye imprescindible para la reproducción de las condiciones de
vida. Sí lo es para satisfacer las “necesidades” y perversiones sexuales de los
varones.
Haciendo un análisis más
profundo, observamos su funcionalidad con los lobbys empresariales, los
políticos y demás consumidores de prostitución, quienes vieron en la
reglamentación la salida redonda al segundo negocio mundial que más millones
mueve a nivel global, junto con el tráfico de armas y drogas.
Detrás de una pantalla que
promete dinero fácil y liberación sexual -como si el feminismo, o aún mejor, el
abolicionismo no bregara por un sexualidad libre y placentera-, el
reglamentarismo gana lugar en los medios, y como dice Lydia Cacho en su libro
“Esclavas del Poder” ‘….ya no había que drogarlas, golpearlas ni mantenerlas
profundamente aterrorizadas, sólo había que fortalecer la cultura del sexismo,
maquillada de sofisticación y riqueza aparente’.
Sobradas razones como las expuestas anteriormente hablan de un
negocio millonario, donde una vez más las mujeres e identidades disidentes
somos quienes llevamos la peor parte. Somos obreras y feministas, y por eso no
podemos concebir nuestra lucha sin una construcción colectiva. Esta situación
se ve en contraposición al discurso reglamentarista que pone énfasis en las
decisiones individuales de cada persona.
Gail Dines, profesora en
sociología y especialista en estudios de la mujer, llama a esto “el desarme del
feminismo” en relación al triunfo del discurso neoliberal sobre esta ideología.
Éstos, desprovistos de cualquier tipo de crítica social y de clase afirman que
“el feminismo es algo individual para cada feminista”. Una frase repetida y practicada
de diversas maneras en el ámbito reglamentarista y feminista actual ¿Pero qué
pasa cuando trasladamos estos discursos al movimiento obrero? “el movimiento
obrero es algo individual para cada obrerx”, resulta irrisorio ¿verdad?. Las
luchas deben ser colectivas y abogar por la emancipación de la sociedad de la
que somos parte. En otras palabras, libertad sin socialismo es privilegio e
injusticia; socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad.
Existen muchos mitos en relación al abolicionismo que debemos
erradicar. Queremos dejar bien en claro que nuestra lucha es contra la
explotación, perpetuada por milenios hacia nosotrxs por nuestra condición de
mujeres o por nuestra disidencia al binarismo, y contra lxs proxenetas que
pretenden llenar sus arcas a costa de la violación sistemática de nuestros
cuerpos. Parar esta cultura de la violación no es estar en contra de las putas,
sino cambiar este sistema que nos domina en pos de una sociedad verdaderamente
igualitaria.
[Publicado originalmente en dos partes en el periódico Organización Obrera # 75 y # 76, Buenos
Aires, 2018.]
de donde sacaste esas estadistics? me pasas las fuentes?
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