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domingo, 6 de mayo de 2018

Opinión de un economista marxista y ex-chavomadurista: ¿A qué se debe la ruina de Venezuela?



Manuel Sutherland

* Más que una transformación socialista (o desarrollista), la economía venezolana vivió una masiva transferencia de renta hacia el capital importador y hacia una casta burocrático-militar que vive a costa de las arcas públicas mediante la sobrevaluación del bolívar y las importaciones fraudulentas para captar divisas a precios preferenciales. El proceso bolivariano ha sido más bien una variante del rentismo petrolero que ya se había registrado durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). Antes que a las revoluciones socialistas clásicas, el proyecto bolivariano se parece a un nacional-populismo militarista.

Para pocas personas es un secreto que Venezuela sufre la crisis más profunda de su historia. Por cuarto año consecutivo, el país presentará la inflación más alta del mundo (estimada en cerca de 2.616% para 2017 [1]). En enero de 2018, la inflación alcanzó el 95% y la inflación anualizada fue de 4.520% (5.605% en alimentos, según la firma Econométrica) [2]. De este modo, el país ha entrado de lleno en la hiperinflación y ve con estupor cómo los precios suben a diario.

Venezuela posee además un déficit fiscal de dos dígitos (al menos por sexto año consecutivo), el riesgo país más alto del mundo, las reservas internacionales más bajas de los últimos 20 años (menos de 9.300 millones de dólares) y una tremebunda escasez de bienes y servicios esenciales (alimentos y medicinas). El valor del dólar paralelo (que sirve para fijar casi todos los precios de la economía) se ha incrementado en más de 2.500% en 2017, lo cual ha desintegrado por completo el poder adquisitivo de la población [3]. En ese infausto panorama, Venezuela constituye el mejor «argumento» para las derechas más retrógradas. En cualquier ámbito mediático, aprovechan la situación para asustar a sus compatriotas con preguntas como: «¿Quieren socialismo? ¡Vayan a Venezuela y miren la miseria!». «¿Anhelan un cambio? ¡Miren cómo otra revolución destruye un país próspero!». Sesudos analistas aseveran que las políticas socialistas arruinaron el país y que la solución es una reversión ultraliberal de la revolución.

En estas líneas, quisiéramos mostrar que la política económica bolivariana dista mucho de ser «socialista», e incluso «desarrollista». Lo que a las claras se observa es un proceso de desindustrialización severo en favor de una casta importadora-financiera que, con un discurso enardecido y un clientelismo popular vigoroso, ha acelerado de manera drástica la fase depresiva del ciclo económico capitalista de un proceso nacional de acumulación de capital basado en la apropiación de la renta hidrocarburífera.

El ciclo económico y el auge de las materias primas

El ciclo económico en Venezuela se puede observar en su manifestación más inmediata: las variaciones interanuales del PIB. En el gráfico 1 se observan fuertes alteraciones en el ritmo de crecimiento de la economía, con enérgicos ciclos de auge y caída que determinan la volatilidad extrema de la producción, que a su vez refleja la fuerte variabilidad de los precios del petróleo. El «oro negro» constituye alrededor de 95% de las exportaciones en los años de auge de los precios (2012) y cerca de 65% en los años en que el precio del petróleo es «bajo» (1998) [4], es decir, cuando la renta es exigua y los hidrocarburos ofrecen una ganancia similar a la de una producción industrial «normal».



 En el gráfico 1 también puede verse que los ciclos recesivos en la economía empiezan a sucederse a partir de la década de 1980. Los primeros años de ese periodo mostraron la vigorosa influencia de la llamada «crisis de la deuda», que ahogó a muchos países y se manifestó con una intensa caída en los índices de precios de los commodities. En el primer año del periodo bolivariano, el PIB exhibió una fuerte caída atribuida al bajo precio del petróleo (alrededor de 9 dólares por barril) y, quizás, la incertidumbre explicada por el advenimiento de un gobierno nuevo que prometía grandes cambios. Posteriormente, los moderados precios del petróleo se entretejen con un golpe de Estado que derroca por casi dos días al entonces presidente Hugo Chávez el 11 de abril de 2002. El coup d’État fue acompañado por un macizo paro patronal al que adhirió casi todo el empresariado local. Lo excepcionalmente bajo del PIB del año 2003 obedece más a factores extraeconómicos (diríase políticos) que a razones de índole económica. Lo anterior condujo a un enorme salto en el crecimiento del año 2004 (18%), que pareció más bien un rebote de la economía.

El gráfico 1 revela también que la economía en 2005-2008 creció a tasas elevadísimas (alrededor de 8% interanual), impulsada por un fabuloso auge de la renta petrolera que multiplicó el ingreso por exportaciones más de tres veces. La «edad de oro» económica coincide con los momentos en que el movimiento político bolivariano se muestra más agresivo, empieza a hablar del «socialismo del siglo XXI» (2005), lanza planes de integración comercial (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, alba) y emprende un proceso de estatizaciones de algunas grandes empresas industriales y de servicios, en rubros como cemento, acero, telecomunicaciones, banca y minería. Pero la abrupta caída de los precios del petróleo a finales de 2008 y a lo largo de 2009, que reflejó los embates de la crisis mundial de 2007-2008, frenó en seco ambiciones políticas más elevadas. En 2011 se observa una recuperación de la senda de crecimiento económico derivada de un nuevo incremento en los precios del petróleo, que pasan de 35 dólares por barril (2009) a 120 dólares entre 2011-2013. Pero en 2014-2015 el precio del petróleo empieza a caer. Solo el ritmo anualmente incrementado de gastos del gobierno y la hipertrofia en las importaciones hace que precios del petróleo cinco o seis veces más altos que los observados a inicios de la década de 2000 luzcan ahora como «bajos». En esos últimos años empieza la contracción de las importaciones y la caída en la oferta de bienes y servicios, y se hacen visibles los resultados de un proceso de desindustrialización que, en favor de un fervor importador, llegó a subsidiar (con la sobrevaluación del tipo de cambio) 99,9% de las importaciones de productos como leche líquida, cemento o gasolina, además de obreros (chinos) para construir viviendas.

La expansión rentística duró un tiempo excepcionalmente largo y en ella se profundizaron los males que traen aparejados los estallidos repentinos en el ingreso petrolero. La industria y el agro se redujeron con la hoz de un tipo de cambio groseramente sobrevaluado [5]. Lo importado resultó extremadamente barato y se desincentivó cualquier esfuerzo productivo industrial o agrícola. Esta política nada tiene que ver con el «socialismo real» ni tampoco con el desarrollo de fuerzas productivas pregonado por Karl Marx. Estado y empresarios se volcaron a la faena de exportar la renta petrolera sobre la base de importaciones recrecidas y fuertemente subsidiadas, la fuga de capitales se disparó y se expandió un endeudamiento externo a onerosas tasas de interés (para exportar la renta futura).

Cómo se licuó la renta petrolera en importaciones

La carestía de bienes básicos también fue consecuencia de una vigorosa exportación de capitales que restó capacidad de inversión productiva, gracias a una enorme sobrevaluación de la moneda. Esta política monetaria no es más que una inconcebible transferencia de renta petrolera desde el Estado «socialista» hacia los importadores, quienes reciben muchos más dólares de los que deberían absorber por los bolívares que desembolsan. Eso significa que cada vez que el gobierno vendía 10 dólares les estaba regalando (al menos) 9,5 dólares. Esta lucrativa transferencia de renta al sector privado es el negocio más oneroso y lesivo a la nación que se pueda imaginar. Pero peor aún ha sido que las supuestas mercancías compradas con ese dólar de «regalo» han sido en gran parte fraudes masivos, ya que la mayoría de ellas nunca entró en el país.


 
En el gráfico 2, se ve con más detalle que el enorme auge exportador de Venezuela, facilitado por la multiplicación del precio del petróleo por más de diez, se ha visto acompañado por un voraz auge importador. Las importaciones, que en 2003 apenas rozaban los 14.000 millones de dólares (valor CIF), alcanzaron en 2012 los 80.000 millones [6], y aunque 70% de estas importaciones está supuestamente orientado a la inversión productiva, esto no se vio reflejado en un aumento correlativo de la producción. El aumento de 457% en las importaciones (valor CIF) para el periodo 2003-2012 refleja que el ritmo en la importación fue a todas luces exagerado y sin ninguna perspectiva de ahorro ante una posible declinación del ciclo económico derivado de una esperada caída en los precios del petróleo. De hecho, el aumento de las exportaciones para ese mismo periodo fue de 257%, mucho menor al aumento de las importaciones.

Si se observan los términos de intercambio aplicados a las exportaciones no petroleras venezolanas, se puede apreciar que el precio pagado por cada kilogramo exportado de mercancías ha subido en apenas 11% (1998-2014), lo cual no justifica un aumento tan fuerte en los precios de las importaciones [7]. Lejos de favorecer a la industria nacional –estatal o privada–, el gobierno se ha volcado a resolver necesidades diversas a fuerza de importaciones masivas. Por ejemplo, el sector público ha aumentado en 1.033% las importaciones entre 2003 y 2013, con incrementos interanuales que llegaron a alcanzar el 51% (2007), en lugar de invertir en la creación de empresas propias.

El fraude en la importación


Las importaciones fraudulentas son una parte importante de la exportación de la renta petrolera. En otro trabajo hemos explicado ese mecanismo [8], aquí solo haremos una sinopsis enfocada en un rubro esencial: la carne. El aumento de la importación (valor FOB) de carnes para el periodo que va entre 2003 (inicio del control de cambio) y 2013 fue de 17.810%. Sí, más de 17.000%. Lo «asombroso» es que el consumo nacional promedio de carne disminuyó 22% para ese mismo periodo, como ya lo explicamos en un trabajo que dedicamos exclusivamente a la importación de productos cárnicos [9]. De solo importar 10 millones de dólares anuales, se pasó a importar más de 1.700 millones de dólares. Ni hablar de que hace meses que no se halla carne de manera regular en los supermercados [10]. Como complemento de ello, se puede ver que entre 1998 y 2013 el incremento en la importación (valor FOB) de animales vivos fue de 2.280%. Para ese mismo año, el valor fob de la exportación de animales vivos descendió 99,78% (solo 4.300 dólares) [11].Son famosas las denuncias de importaciones de «fabulosas» máquinas de cortar césped de 12.000 dólares y de armatostes para procesar pollos de 2 millones de dólares: cuando la gendarmería aduanal revisó el contenedor, solo encontró herramientas oxidadas [12]. La reconocida empresa de consultoría Ecoanalítica calculó que de 2003 a 2012 se robaron 69.500 millones de dólares mediante importaciones fraudulentas. Exportadores de la zona de libre comercio de Panamá «facturaron» 1.400 millones de dólares en envíos a Venezuela; sin embargo, funcionarios panameños aseguran que, de esa cantidad, 937 millones fueron fraudulentos: las compañías facturaban productos inexistentes. En otro de los casos documentados, una compañía que importaba equipos agrícolas declaró el costo de una máquina para desgranar mazorcas en 477.750 dólares, cuando su verdadero precio es 2.900 dólares [13].

Para sintetizar (aún más) las políticas económicas lejanas al socialismo


De forma muy breve, se podría aseverar que:

1. Las estatizaciones han sido, por lo general, provechosos negocios para la burguesía local. En la gran mayoría de ellas se ha pagado mucho por empresas técnicamente obsoletas. Un ejemplo significativo es la nacionalización del Banco de Venezuela: por el 51% de las acciones que compró, el Estado pagó 1.050 millones de dólares, a pesar de que el banco había sido adquirido por el Grupo Santander (93% del paquete accionario) en menos de 300 millones de dólares.

2. La muy necesaria «reforma tributaria» sigue pendiente. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), los países que mostraron los mayores incrementos desde 1990 en sus promedios de ingresos fiscales sobre el PIB fueron Bolivia (20,6 puntos porcentuales) y Argentina (18,8), mientras que Venezuela registró un descenso de 4,5 puntos porcentuales [14].

3. Menos «socialista» ha sido la fragmentación del capital en decenas de instituciones financieras de escaso capital y notable ineficiencia. El fraccionamiento de la banca estatal ha sido acompañado por una política de créditos baratos, que choca con la delirante idea de la «guerra económica». Decimos esto porque si el gobierno asevera que los empresarios sabotean la economía produciendo menos, vendiendo caro y escondiendo sus productos, es absurdo y contradictorio que el gobierno financie a esos empresarios con millonarios créditos a tasa de interés negativa. ¿Cómo justificar la dádiva munificente a quienes supuestamente llevan adelante la «guerra económica»?

Ejemplos de esos «obsequios» (además del tipo de cambio preferencial) hay muchos. Recientemente, el vicepresidente Tareck El Aissami detalló: «La meta es inyectarle en el primer semestre de 2018 al sector privado 10 billones de bolívares en créditos, lo que representará casi un tercio del presupuesto nacional» [15]. También le prestan dólares a la burguesía: por ejemplo, la empresa Nestlé recibió un crédito de 9 millones de dólares y Ron Santa Teresa, 4 millones de dólares [16]. Hace poco, Maduro aprobó en el cierre de la Expo Venezuela Potencia otro crédito por 25 millones de dólares a distintas empresas venezolanas.

4. El PIB industrial registró un notable incremento (2004-2008), para luego decrecer a niveles por debajo del de 1997, situación preocupante y que se podría considerar paradójica a simple vista, ya que en los años de crecimiento elevado (2004-2008) la importación de maquinaria y equipos industriales (formación bruta de capital fijo) se quintuplicó. Un proceso de industrialización estatal masivo y a gran escala es la base de todo gobierno que se precie como desarrollista o socialista, pero en Venezuela se hizo lo contrario.

Muchas de las series de datos oficiales de producción industrial física disponibles (a febrero de 2018) terminan en 2011. Si se analiza con cifras recientes la producción de automóviles, se ve que el retroceso ha sido extraordinario. Entre 2007 y 2015, esta producción se ha desplomado en un impresionante 89%; el guarismo de 2015 es casi tan bajo como el registro de 1962, cuando nació formalmente la industria automotriz y se ensamblaron 10.000 vehículos. Desde 2007, año en que se ensamblaron 172.418 unidades, la industria automotriz ha caído en picada: en 2015 se contrajo a su peor nivel en 53 años y ensambló apenas 18.300 unidades [17]. Según datos de la Cámara Automotriz de Venezuela y de la Federación Venezolana de Autopartes, el ensamblaje de vehículos cayó hasta 2.694 unidades, 83% menos que en los mismos 11 meses de 2015 [18].

Salarios, depauperación y perspectivas

En apretado sumario, se ha visto que no se trata del fracaso de medidas económicas que emanan de los textos de Marx o de la Revolución Rusa. En algunos elementos puntuales, se ha observado que la política económica bolivariana no tiene nada que ver con un cambio revolucionario anticapitalista ni con una metamorfosis de las relaciones sociales de producción. El proceso bolivariano ha sido más bien una variante de las políticas económicas que derivan del llamado «rentismo petrolero», que ya se habían experimentado en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). El componente ideológico y algunos discursos de talante antiimperialista y antiempresarial confunden a la mayoría de los analistas que estudian las alocuciones de los presidentes y no sus políticas concretas.

Aunque el gobierno bolivariano expandió el gasto social, estatizó empresas, desarrolló políticas de transferencias directas a los más pobres y otorgó subsidios enormes en los servicios públicos, la centralidad de su política económica no fue más que la continuación de la apropiación radicícola de la renta petrolera y de su derroche, con el agravamiento de la consolidación de políticas de «control» que solo aceleraron los procesos de destrucción del agro, la industria y el comercio en favor del enriquecimiento del capital importador-financiero y el engorde de una casta militar-burocrática hipercorrupta que saquea a manos llenas a la nación, hasta empobrecerla a niveles nunca antes vistos en estas latitudes.

 
El último gráfico que se presenta revela el resultado directo de la política de expolio de la renta a través de la sobrevaluación de la moneda, la emisión de dinero inorgánico (el gobierno incrementó la base monetaria en más de 2.500.000% entre 1999 y 2018) como política útil para sostener un gasto público utilizado de manera clientelar y anarquizada. El gráfico 3 refleja la caída en 83%, entre 2006-2017, de la remuneración mínima mensual (salario más bono de alimentación) que recibe la clase trabajadora.La izquierda mundial no tiene por qué acallar sus críticas ni forzar defensas estrafalarias y atávicas en aras de «no mimetizarse con la derecha» en un análisis riguroso del proceso nacional de acumulación de capital en Venezuela. La izquierda debe criticar a los «progresismos» con la misma sagacidad y agudeza que aplica a regímenes abiertamente antiobreros y derechistas. No tiene por qué ignorar la centralidad de los problemas que acaecen en esos países, sino que debe colaborar con ágiles propuestas sin hesitar, y ello pasa por analizarlos objetivamente y criticarlos con conocimiento dialéctico, no con catilinarias. Si se hundió el Titanic, no hay que negar el hecho concreto del naufragio en aras de ser solidarios y antiimperialistas.

Notas

1. «AN: Inflación acumulada de 2017 cerró en 2.616%» en El Nacional, 8/1/2018.

2. Andreína Vargas: «Econométrica: la inflación de enero alcanzó el 95,3%» en El Tiempo, 1/2/2018.

3. M. Sutherland: «El desastre monetario en Venezuela, billetes de Bs. 100, inflación y una alternativa» en Alemcifo, 22/2/2017.

4. Información estadística, Banco Central de Venezuela (BCV), disponible en www.bcv.org.ve/c2/indicadores.asp.

5. Juan Kornblihtt: «El creciente peso del Estado en el comercio exterior venezolano como expresión de la contracción de la renta petrolera y la agudización de la disputa por la misma», ceics, 2015, inédito; M. Sutherland: «Venezuela sin fondo… y sin alternativas» en Nueva Sociedad edición digital, 2/2017, disponible en www.nuso.org.

6. Comercio exterior, Instituto Nacional de Estadísticas (INE), 2014.

7. Ibíd.

8. M. Sutherland: «La enorme escasez de medicinas y la gran estafa en su importación: Farmafraude» en Aporrea, 11/3/2015.

9. M. Sutherland: «Aumento del 21.693,21% en la importación de carne, caída del consumo y escasez de la misma» en Aporrea, 28/8/2014.

10. Martha Mejías: «Advierten escasez de carne consecuencia de los bajos precios que fijó la Sundde» en El Venezolano News, 22/2/2015.

11. M. Sutherland: «Aumento del 21.693,21% en la importación de carne, caída del consumo y escasez de la misma», CIT.

12. William Newman y Patricia Torres: «Importadores malversan millones en Venezuela y hunden la economía» en The New York Times, 6/5/2015.

13. Ibíd.

14. Rocío Montes: «La presión fiscal en América Latina sigue lejos de la media de la ocde» en El País, 10/3/2015.

15. «(Video) Empresarios reciben hoy de manos del gobierno 3,7 billones de bolívares en crédito» en Punto de Corte, http://puntodecorte.com/empresarios-reciben-37-billones-en-credito/.

16. «Estas son las nuevas empresas que recibieron millonarios créditos del Gobierno» en Notitotal, 23/3/2017.

17. Kon Zapata y Roberto Deniz: «La industria automotriz de Venezuela retrocede a cotas de 1962» en América Económica, 26/1/2016.
   
18. Favenpa: «Boletín Estadístico No 57/2016. Resumen de ventas de vehículos. Octubre 2016», 8/11/2016.

[Tomado de http://nuso.org/articulo/la-ruina-de-venezuela-no-se-debe-al-socialismo-ni-la-revolucion.]


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