Salvador Pérez
Los innumerables
adjetivos que ponemos al término economía, buscando con ello encontrar y
definir modelos alternativos que abran nuevas líneas de comprensión de este
concepto y que den algo de luz al negro túnel en el que el capitalismo
neoliberal nos ha metido a todas, son un síntoma más de la necesidad del encuentro
de nuevos espacios de vida, que se presenten como alternativas a este insostenible
sistema.
La mera
acumulación de riquezas, haciendo caso omiso a las señales de alarma por
sobreexplotación que el planeta nos envía, y el hecho de ignorar la parte reproductiva
de la vida en sus principios de funcionamiento, forman parte de las múltiples realidades
en base a las cuales se concluye, sin miedo a equivocarse, que el capitalismo
no funciona, la vida es otra cosa. Pese a la claridad con la que muchas
personas observamos la podredumbre social y ambiental con la que el capitalismo
impregna todos los espacios que ocupa, esta visión no es la mayoritaria y
dificulta un cambio, imprescindible, hacia otro modo de comprender la economía.
Afortunadamente,
existen alternativas que plantean la creación de una sociedad más justa y
resiliente. Cada una de ellas tiene su propia estrategia de desarrollo, de diseminación
de sus procesos y modelos, sus modos de enfrentamiento al capital. Una de estas
propuestas es la economía solidaria. Un sistema que considera a la economía
como una herramienta de transformación social, no como un fin en sí misma. Un sistema
que pone en el centro del escenario a las personas, a la vida, construido al
abrigo de principios y valores inclusivos compartidos, e incluso complementados
por otras propuestas alternativas, bajo los cuales se impulsan iniciativas económicas
que aportan los elementos necesarios para la configuración de un ecosistema de vida
diferente, humano, sostenible y reproducible.
La
defensa de la equidad, el trabajo, la sostenibilidad ambiental, la cooperación,
la no lucratividad y el compromiso con el entorno son los principios que recoge
la Carta Solidaria impulsada por la Red de Economía Alternativa y Solidaria (www.economiasolidaria.org) Red de Redes, y constituyen los cimientos de construcción de diversas
iniciativas tanto individuales como colectivas.
Uno de
estos proyectos colectivos, en los que se centra la mayor parte del trabajo que
se desarrolla desde esta propuesta organizativa en el País Valenciano, es la
construcción de un Mercado Social (MES). Un modelo de mercado que se aleja de
las leyes del mercado capitalista y que incluye en su ADN la aplicación de principios sociales y ambientales
en todo el proceso de vida de sus productos y servicios. Un mercado que
pretende ser un polo de atracción, dinamización y visualización de propuestas
alternativas, que llegan con diferentes apellidos y que comparten un objetivo transformador.
Una de
las bases de crecimiento de esta propuesta es la intercooperación de las diferentes
iniciativas que en ella se reúnen, impulsando así un crecimiento endogámico que
viabiliza muchas de estas propuestas y da soporte e impulsa la aparición de
nuevas. La generación de excedentes monetarios con el funcionamiento del MES y
su posterior reinversión en la promoción de nuevas iniciativas utilizando
soluciones financieras éticas cierran, conjuntamente con el compromiso de participación
de todos los actores presentes en él, un movimiento a modo de espiral creciente
que, poco a poco, transforma territorios y personas.
Es
necesario dar luz a la necesidad, por parte de este nuevo paradigma social, de
la inclusión de los principios y valores aportados por el feminismo, en todas
sus dinámicas, para reconocer, entender y visibilizar la economía de los
cuidados. Este es el camino para avanzar así en una revertebración social que
dé paso a la transformación colectiva que posibilite la recuperación de la
dignidad en la vida. Una dignidad de la que el capitalismo nos ha ido
desposeyendo paulatinamente.
Si bien
existen proyectos, perfectamente planteados, que se construyen lejos de la frontera
con el capitalismo, la economía solidaria desarrolla algunas de sus propuestas
en fricción con este sistema, ganando poco a poco terreno.
En esta
línea, la ocupación de espacios reservados tradicionalmente a propuestas
capitalistas como son la banca, los seguros, las comunicaciones, la energía, incluso
la información, son muestras de la viabilidad de otro sistema económico.
La
inteligencia en la construcción de relaciones entre las diferentes propuestas
que trabajan en la misma línea de transformación, con diferentes formas y
modelos pero con un objetivo común, será clave en la dimensión final que este
alcance. Va a ser clave en todo este proceso el reconocimiento de las capacidades
individuales y la voluntad de participar en dinámicas colectivas que den pie a
proyectos construidos por estructuras en red.
Una economía
más humana, local, respetuosa con la naturaleza, que empodere a las personas y
las dote de capacidades para aumentar su resiliencia, no únicamente es posible
sino también necesaria de cara al previsible escenario de escasez al que el neoliberalismo
conduce a la sociedad y al que hemos de enfrentarnos en un futuro no lejano.
Para su construcción, hace falta que todos esos apellidos que ponemos al término
economía sean capaces de entenderse como familia, como colectivo aun manteniendo
la soberanía individual, pero compartiendo sinergias, buscando lo común.
[Artículo
publicado originalmente en la revista Al
Margen # 104, Valencia (Esp.), invierno 2017. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/revista104_revista72.qxd__0.pdf.]
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