Enrique Bienzobas
Una de
las consecuencias de la Revolución industrial fue el crecimiento y masificación
de las ciudades, en donde al lado de barrios lujosos aparecieron otros con
sucias e insanas fábricas, casas miserables (sin luz ni agua), barro o polvo en
las calles y trabajadores con jornadas de hasta once horas. En estas
circunstancias no es extraño que hubiera riñas y protestas. Así que otra
consecuencia de la Revolución industrial sería la aparición de las primeras
policías urbanas y, con ellas, sus propias historias, las de ladrones y
policías, que enriquecen los comentarios que se venían haciendo de hechos
legales, generalmente de famosos criminales, las Causas célebres que
aparecieron en la segunda mitad del siglo XVIII y se prolongan hasta el siglo
XXI. Con ello, el Romanticismo y el declinar de la novela gótica, está el
ambiente preparado para la aparición de las novelas
criminales.
De sobra
es conocida la primera aparición de la novela criminal moderna con la creación del
detective Auguste Dupin, personaje de inteligencia muy fina que muestra
diferentes motivos para encontrar la solución a un problema dejando en ridículo
a la policía oficial. Dupin surgió en 1841 en la historia narrada por Poe
titulada Los crímenes de la calle Morgue. A partir de ahí surgirán otros
muchos detectives, entre los que podemos mencionar Sherlock Holmes (Arthur
Conan Doyle), Hércules Poirot (Agatha Christie), etc. Posteriormente, a
principios del siglo XX, surgió la novela negra.
Normalmente
se ubica a la novela negra dentro del realismo literario, pero eso no es del
todo cierto. Si por realismo se entiende la "referencia o vinculación con
la realidad, imitada o representada en ella" [1] podríamos pensar que
ciertamente en la realidad existen crímenes, por eso al leer una historia en la
que existe uno o más crímenes y uno o más investigadores y todo lo que rodea a
los hechos narrados, nos lo creemos como real. Y nos lo creemos porque nos parece
"verosímil"[2]. Pero lo verosímil entra en lo verdadero sólo como
aparente, lo demás es casi un acto de fe, de credibilidad. Sin embargo la
lectora de novela negra generalmente nada tienen que ver
con las
creencias (en el más allá o en el cercano acá), al menos juzgo por mí. Yo me fio
mucho de Óscar Urra cuando explica el sentido de realismo en Chandler: cuando
el autor de El largo adiós habla de "realismo" en su artículo
titulado "El simple arte de matar" [3] se refiere, según Urra, a
"auténtico" y su concepto de "realista" no lo emplea
como opuesto a "idealista", ni "realismo" tampoco es
opuesto a "fantástico", sino a "falso" [4] y lo
"fantástico" en muchas ocasiones nada tiene que ver con la realidad,
como ejemplo podemos mencionar la obra de John Connolly donde la magia y el esoterismo
guían sus historias. Otra cosa sería el Naturalismo, el cual entiende la
realidad como determinante en la vida de las personas y eso, desde luego, no es
lo que pretende la Novela negra.
¿Es el
anarquismo idealista? Si entendemos por idealismo a la corriente filosófica, al
margen de las vertientes dentro de ella, que cree en la existencia de las ideas
previas a la materia, el anarquismo no es idealista. Para Bakunin, por poner un
ejemplo, la base del conocimiento está en la observación de la naturaleza, a la
vez que entiende por metafísico a toda aquella persona que convierte a la
ciencia en una diosa [5].
Tenemos
pues un género, la novela negra, que es verosímil en cuanto opuesto a falso y
una corriente vitalista, la anarquía, que es materialista en cuanto que opuesta
a idealista, es decir, que parte de la animalidad (la naturaleza) para llegar a
la humanidad: "la negación acumulativa del principio animal" en el
ser humano[6]. No es de extrañar que estas dos líneas de conocimiento, que
tienen que ver con la naturaleza, puedan llegar a converger. Así pues, puede haber
anarquistas a las que les guste la novela criminal, negra, de detectives... o como
se quiera llamar. Y ese atractivo es, además de por la estética, por el
ambiente recreado. Un ambiente que no es falso sino verosímil, donde aparecen
personas semejantes a nosotras: fracasadas, triunfadoras, delincuentes,
drogadictas, estudiantes, profesoras, oficinistas, paradas, trabajadoras del
hogar, jubiladas, mendigas y un largo etcétera. Los delitos que aparecen en
ellas son pura disculpa para referirse a la sociedad, a veces hasta son
intrascendentes, lo importante es la denuncia. Por eso poco importa que
aparezcan policías, es decir, funcionarios del Estado cuya misión, aunque
algunos la olviden, es defender al propio Estado.
Y es aquí
donde la novela negra produce su atractivo entre gentes muy dispares: ese hombre,
esa mujer explotados en la fábrica, en la oficina, en la tienda, en la
academia... Y en casa. Que leen novelas policíacas, y de otros géneros, no sólo
para evadirse de sus miserias, sino para encontrarse en las historias. Hombres
y mujeres que coinciden en sus gustos con reputados intelectuales: desde
Wittgenstein [7] a Serguéi Eisenstein y Antonio Gramsci [8], desde el
trotskista Ernest Mandel [9] hasta Walter Benjamin[10] y un largo etcétera.
Todas se quieren reconocer en las historias, todas quieren entretenerse, todas
sienten un cierto atractivo por la intriga, por los temas, por la denuncia
social. Todas quieren cambiar de vida, transformar su entorno. Esa es la gran
belleza de la novela criminal, aquello que nos une a todas las lectoras del género.
Ciertamente
no es sólo el género criminal el que gusta a las anarquistas. Ahí tenemos, por
ejemplo, la obra de Zola, sobre todo Germinal, obra que ha prestado la
cabecera para una revista libertaria en el Estado español de periodicidad
semestral desde 2006, y que ya tuvo una hermana dirigida por Joaquín Dicenta
(1862-1917) en cuyo número
uno colaboró Gustavo Doré con un dibujo de La Libertad guiando al pueblo Armado
y donde colaboraron artistas utópicos y anticlericales (Gente nueva como Alejandro
Sawa, Nicolás Salmerón, etc.).También la obra de Victor Hugo, Los miserables,con
todo su bagaje de realismo e injusticias, ha gustado a generaciones de libertarias
entre otras.
Desde su
nacimiento la novela negra ha buscado reflejar la hipocresía de las clases poderosas,
sus conexiones con el crimen, la compra de voluntades a nivel político,
judicial, policial, periodístico, universitario...
Así lo vemos en Hammett, en McCoy, Cain, Chandler, Himes, McDonald, Thompson... [11]. Pero también en épocas posteriores, incluso en la España de la dictadura franquista, cuando la censura obligaba a esconder la denuncia social y política bajo una capa de misterios en donde la lectura entre líneas era fundamental para comprender lo narrado. No muy distinto de la época presente democrática donde ser humorista o titiritero o enzarzarte en una pelea de bar... es causa más que suficiente para ser etiquetado de "terrorista" y pasarte días, semanas, meses, años, en prisión. De aquella época primera podemos mencionar El inocente , de Mario Lacruz, novela calificada de "precursora" pero que, al igual que Tiempo de silencio, Luis Martín Santos, a mi me parecen muy cercanas al fluir de la conciencia, oscurecidas ambas por la corriente de moda entonces del "realismo social". De la época democrática hay tantas que mencionarlas a todas sería demasiado largo.
Ahora
bien, ¿gusta la novela negra a la clase obrera? Yo creo que sí. Primero porque
es un género en el que la técnica es sencilla, sin complicaciones ni en el
lenguaje ni en el estilo. Segundo porque la lectora se reconoce en muchos
ambientes. Tercero porque a la lectora le permite identificarse con la
justicia, aunque ésta sea otra muydiferente a la administrada por los
departamentos oficiales. Cuarto porque la aparición de un héroe o heroína le
permite proyectar sus deseos hacia un mundo mejor que, en la novela al menos,
es posible. Puede que en quinto lugar se sitúe la necesidad de evadirse durante
un tiempo de esa realidad opresiva, lo cual es ya un deseo de cambiarla
o, al menos, de no reconocerla como legítima.
Llegados
aquí conviene referirnos a algún título, tema o autor libertario. Empecemos por
una novela titulada Las cosas como son; o Las aventuras de Caleb Williams
(1794) [12], cuyo autor fue el anarquista William Godwin (1756-1836), padre de
Mary Shelly, la autora de Frankenstein (1818). Con esa obra, Godwin pretende
llevar a la práctica su obra filosófica Investigación acerca de la Justicia
Política, poniendo de relieve la enorme injusticia que castiga a los pobres
frente a los ricos y las condiciones horribles de las cárceles británicas nunca
visitadas por los poderosos.
Cercana a
la anarquía es la historia narrada en Una nihilista [13] de Sofía
Kovalévskaya (1850-1891), que sin pertenecer al género negro tiene cierta
relación en cuanto al sufrimiento absolutamente injusto de un grupo de
nihilistas. La obra nos narra el enorme sacrificio realizado por Vera, la
protagonista, de familia bien y con una gran educación, cuando llega a Petersburgo
con el fin de luchar al lado de los revolucionarios, aquellos que soñaban con
"ir hacia el pueblo", pero se siente decepcionada por el ambiente que
encuentra y decide seguir a una cuerda de presos que son enviados a Siberia.
Vera deja todo y se va con ellos con el único deseo de aliviar las duras
condiciones del presidio de los deportados.
Georges
Simenon no fue anarquista pero escribió una bonita historia de un grupo de jóvenes
que quisieron serlo, se trata de Los Compañeros del Apocalipsis cuyo
pensamiento se resumía en "¡El verdadero genio es destructor!",
narrada en uno de los episodios con los que se encuentra el comisario Maigret
titulado “El ahorcado de la iglesia”[14]. Es la historia de unos jóvenes artistas
que deciden, influenciados por la protesta llevada a cabo en Sevilla y el
atentado fallido sufrido por Aníbal González, el arquitecto que construía en
1920 la monumental Plaza de España.
J. P.
Manchette inicia su novela Nada [15] con estas palabras del policía
George Poustacrouille dirigidas a su madre: "... hay que contemplar sin
debilidad cuando llega el día en que hemos de recurrir a la fuerza para
defender al Estado. Queda muy bien eso de ofrecer la otra mejilla; pero, dime,
a ver ¿qué puedes hacer tú cuando te las has de ver con gente que desea
arrasarlo todo?" He aquí un defensor del "orden" frente a los jóvenes
artistas de Simenon. Manchette, además de revolucionar la novela criminal que
él llamó neo-polar, fue un militante libertario cercano a los situacionistas.
En esta historia nos narra el secuestro del embajador norteamericano por un
grupo de anarquistas.
Ya antes había publicado Balada de la costa Oeste [16], una
fuerte semblanza sobre el hastío de los ejecutivos.
Otro
autor francés del neo-polar es Leo Malet. Se dice que Niebla sobre el puente
Tolbiac [17] es su mejor obra, de hecho Juan Pedro Quiñonero la califica
como "libro mítico" y compara a Nestor Burma con
Philip Marlowe y con el comisario Maigret [18]. Leo Malet fue un anarquista, entre
otras cosas (poeta surrealista, militante trotskista, escritor de panfletos
pacifistas...), partidario de la "acción directa". También dicen que
Burma es un alter ego de Malet y ... el puente Tolbiac una obra autobiográfica.
La historia se centra en la investigación de Burma tras la muerte de un viejo
anarquista, algo que al personaje le hace recordar su juventud libertaria.
Ya en el
Estado español y recordando al primer Azorín, Pi y Margall, José Prat, Joaquin
Dicenta, Julio Camba, Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella..., de todos ellos, y
muchos más, Lily Lirvak nos ofreció hace algunos
años una magnífica antología [19], cabe mencionar en los tiempos presentes Cabaret
Pompeya de Andreu Martín [20]. Épica historia de un grupo de amigos, Fernando,
Miguel y Víctor, que en los años del Trienio Bolchevique crean un grupo anarquista
de acción directa violenta aunque no lleven a cabo ninguna acción. Desde esos
años hasta los primeros de la "transición", nos muestra un dinámico y
crítico cuadro de la historia social y política reciente española, cuyo eje
central es la amistad. Hay un episodio muy clarificador cuando Víctor siendo
niño acude a un mitin de la mano de su padre. El niño le dice al padre:
"no entiendo lo que dicen", la respuesta del padre está cargada de
buenas intenciones si bien no exenta de un ácido cinismo: "no están
hablando contigo. Ni conmigo. Hablan entre ellos. Nosotros sólo somos el tema
de conversación".
Mucho
antes un militante de la CNT durante la Revolución y la Guerra civil española, Manuel
de Pedrolo, ya publicaba sus novelas criminales a pesar, o en contra, de la censura
que sufrió un día sí y otro también en tiempos del terror franquista. Fuera de Cataluña
no ha sido demasiado tenido en cuenta a pesar de que más allá de las fronteras
del Estado español, Reino Unido, Francia... [21], sus obras han sido traducidas
y leídas por un amplio público. La originalidad de De Pedrolo "estriba no
sólo en ser uno de los introductores de la moderna novela negra española, sino
también en escribir, por primera vez en la historia, todas sus novelas
criminales en catalán" [22]. De Pedrolo no tiene ninguna necesidad de
disimular sus historias dentro del realismo social, aunque sus obras se sitúen
en dicho aspecto. Historias de ritmo rápido, al mismo tiempo que su lenguaje,
pero sin acercarse
al lenguaje duro de los creadores estadounidenses de la novela negra. Fue el creador
y director, entre 1963 y 1970, de la famosa colección de novelas criminales La cua
del palla donde se dio a conocer, en unas traducciones muy dignas, a los clásicos
norteamericanos del género. Entre sus obras, casi todas traducidas al
castellano, caben destacar Sangre a bajo precio [23], la historia de una
traición después de un asalto a una sucursal bancaria. Acto de violencia
[24], en donde una ciudad pacífica, solidaria y defensora de su libertad se ve oscurecida
por una intromisión violenta. Juego sucio [25], la que posiblemente sea su
mejor novela, la historia de un joven tímido que vive con su madre en una vivienda
miserable, que se enamora de una chica joven y se ven en secreto. Llegado un momento
de confiaza ella le pide que le demuestre su amor de una manera peculiar, y
comienzan los problemas. De Pedrolo tiene una buena cantidad de novelas.
Una
historia muy digna es la que escribe Montero Glez (Roberto Montero González) en
Pólvora negra [26], es la narración del episodio más importante de la
vida de Mateo Morral que sirve de escenario para mostrarnos a un Madrid y a sus
gentes de principios del siglo XX. Por sus páginas desfilan modistillas,
anarquistas, cantaores, golfos, policías, soplones. Un Madrid donde el olor a
cloaca no desaparece ni en los ministerios, sobre todo en el de Gobernación, en
donde lo nauseabundo es una metáfora del horror de sus madrigueras. Lugares
como la Puerta del Sol que exhala "un aliento a tripas podridas de perro
moribundo". El trasfondo de la historia está en el atentado que lleva a
cabo Mateo Morral, pero tras ello se esconde la historia
de un torturador y asesino que, siendo joven y "por sacar la tripa de mal año,
a finales del siglo XIX (...), se alistó en la Guardia Civil. Dónde iba a estar
mejor, si allí podía mentir, estafar, asesinar y encima, por todo ello,
premiaban". Ahí está la verdadera historia, la del teniente Beltrán,
encargado de la vigilancia y represión del anarquismo en Madrid. Misión que desempeña
a la manera de un depredador sin escrúpulos. Con un estilo muy peculiar y un
retorcer continuamente el tiempo, tiempo marcado por ese reloj "que
siempre atrasa", una fidedigna metáfora de esa España que fue, y aún hoy
va, detrás de la historia.
Notas
1. Voz
"Realismo" en DEMETRIO ESTÁBANEZ CALDERÓN: Diccionario de términos
literarios. Editorial Alianza, Madrid, 1996.
2.
"Comentarios informales sobre la novela de misterio". En RAYMOND
CHANDLER: Obras completas. Segundo tomo. Editorial Debate. Madrid 1995.
3.
"El simple arte de matar". En RAYMOND CHANDLER: Obras completas.
Segundo tomo . Editorial Debate. Madrid 1995. Esto de la realidad y su
imitación viene de Aristóteles, de su obra Poética, cuando se refiere a
la mímesis o imitación de la naturaleza.
4. ÓSCAR
URRA: Cómo escribir una novela negra. Editorial Fragua. Madrid,
2013.
5. FERNÁNDEZ
PANIAGUA, J.Mª: "El materialismo de Bakunin o el verdadero idealismo",
en Tierra
y libertad, núm. 250, mayo 2008.
6. Ibídem
.
7. MATÍAS
SERRA BRADFORD: "Variaciones Wittgenstein. El arte de apuntar". Boletín del Centro de Estudios de Teoría y
Crítica Literaria, diciembre 2007-abril 2008.
8. Se
pueden leer artículos de los dos (sin título) en VARIAS AUTORES: La novela criminal.
Tustques, colección Cuadernos Ínfimos, núm. 10. Barcelona 1982, 2ª ed.
9.
MANDEL, ERNEST: Crimen delicioso. Historia social del relato policíaco.
Ed. RyR. Bs.As., Argentina, 2011
10.
CAROLA INES PIVETTA: "Walter Benjamin, reflexiones en torno al género policial",
en Recordando a Walter Benjamin
:
11. Una
muy buena obra para adentrarse en ese momento es JAVIER COMA: Diccionario de
la novela negra norteamericana.
Ed.
Anagrama. Barcelona, 1986.
12.
Traducción de Francisco Torres Oliver, editorial Valdemar. Madrid, 1996.
13.
Traducción de Jorge Segovia y Violetta Beck. Ediciones Maldoror, VG, 2004.
14.
SIMENON, GEORGES: Traducción de Joaquín Jordá. Editorial Tusquest. Barcelona,
1994. De paso su lectura nos hará recordar al libertario Joaquín Jordá
(1935-2006), al que en vida la cinematografía oficial apenas le prestó atención
y cuando falleció le concedieron el Premio Nacional de Cinematografía. Todo su
cine es extraordinario, de él podemos destacar el documental “Numax presenta”
sobre la huelga llevada a cabo por los trabajadores de Numax y producida por la
caja de resistencia de los obreros en huelga (la segunda parte lleva el título
de Veinte años no es nada) y su experiencia autogestionaria.
15.
Traducción de Pepe Manuel Aurrecoechea. Editorial Júcar. Gijón, 1988. Hay una
edición anterior en castellano realizada por Ramón Margalef en la editorial
Mascarón. Barcelona, 1981. De Manchette es la frase "La buena novela negra
es una novela social, una novela de crítica social, que toma como anécdota
histórias de crímenes".
16.
Traducción de Ramón de España. Editorial RBA. Barcelona, 2013.
17.
Traducción de Luisa Feliu. Editorial Libros del Asteroide. Barcelona, 2008.
Hubo una edición anterior en Ediciones B. Barcelona, 1988 con prólogo de Andreu
Martín.
19. El cuento
anarquista, 1880-1911. Antología, Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2003.
20.
Editorial Alevosía. Madrid, 2012.
21. HART, PATRICIA: The Spanish Sleuth.
The Detective in Spanish Fiction. Associated University Press. London and
Toronto, 1987.
22. JOSÉ
R. VALLES CALATRABA: La novela criminal española. Universidad de
Granada. Granada, 1991.
23.
Traducción al castellano de Ascensión Cuesta. Editorial B. Barcelona, 1988.
[Tomado
de http://www.trasversales.net/t43bienzobas.pdf.]
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