Albert Libereco
El sistema capitalista con la democracia como estandarte y forma de gobierno se afianza en las condiciones materiales por las que aglutina a la sociedad entera, el progreso y los avances tecnológicos y científicos son sus grandes valedores. Fue la seducción y la sacralización por la mercancía la que hizo de ella un fetiche. La máquina se consagró como la servidora del hombre moderno y conquistó en buena medida su espíritu.
El sistema capitalista con la democracia como estandarte y forma de gobierno se afianza en las condiciones materiales por las que aglutina a la sociedad entera, el progreso y los avances tecnológicos y científicos son sus grandes valedores. Fue la seducción y la sacralización por la mercancía la que hizo de ella un fetiche. La máquina se consagró como la servidora del hombre moderno y conquistó en buena medida su espíritu.
El fenómeno técnico incidió en la producción de mercancías para dotarlas cada vez más de eficiencia en su uso. Primaba la eficacia por encima de otros aspectos. La técnica se propagó por medio de la industrialización como la salvadora de la escasez de mercancías, sin embargo, causó un grave daño a la Naturaleza y al medio ambiente al fomentar el consumo a gran escala y la acumulación de dinero y capital derivado del comercio internacional, provocando la concentración del mismo y causando graves desequilibrios entre la sociedad, fomentando la división y por lo tanto la jerarquización.
Los avances científicos en el campo de la medicina también han seducido a la sociedad, prometiendo una vida más longeva y hasta de una mayor calidad, sin embargo, esto no ha sido así. En muchos casos, la vida es más larga pero de peor calidad, en el aspecto espiritual vemos una degradación que conduce a más enfermedades de todo tipo. La estimulación a partir del consumo de drogas legales e ilegales para tratar de remediar una vida decadente es un síntoma de una sociedad enferma y fallida.
No obstante, la seducción por una vida placentera y cómoda sin demasiados contratiempos que da al hombre moderno cierta seguridad, lo acaba atrapando en una vorágine de consumo. El desasosiego y el aburrimiento son reemplazados por el espectáculo y el entretenimiento.
En esta coyuntura el sistema de dominación no es percibido como tal porque hay una falta de estímulos naturales que provengan del individuo y que lo atenazan permanentemente. La incapacidad y la impotencia son percibidas como estados anímicos que conducen a la desesperación y éstos deben ser sustituidos por la propaganda; la televisión, la radio, internet, la música y el cine entre otros medios actúan como catalizadores y ayudan a olvidar los estados de sufrimiento y angustia en la que nos vemos inmersos de una forma u otra durante nuestras vidas.
El capitalismo nos ofrece el remedio a nuestro mal. Es causa y efecto tanto de la enfermedad como de la cura que nos oprime y sujeta constantemente.
El primer estadio de dominación del sistema capitalista es espiritual, por lo que se vale de las debilidades psicológicas del individuo moderno para manipularlo a través de la propaganda.
Investigar sobre las fuentes del conflicto psicológico en las que estamos inmersos en mayor o menor grado debe ser el primer objetivo que debemos conquistar para desentrañar los medios por los cuales somos atraídos una vez y otra al circulo vicioso que nos seduce y propone constantemente el sistema dictatorial.
[Tomado de https://matapuces.blogspot.com.es/2017/11/la-dictadura-invisible.html.]
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