Salud Antiautoritaria - SDA
La mayoría de los anarquistas argumenta que un sistema sanitario privatizado solo puede cubrir los requerimientos de aquellas personas que pueden pagar por esos servicios y, por tanto, es injusto. La necesidad de atención medica no depende del ingreso y una sociedad civilizada debería reconocer este hecho. En el capitalismo, los seguros médicos que buscan maximizar sus beneficios tienen primas en función de las probabilidades de que los asegurados contraigan enfermedades o sufran lesiones. Los clientes más “peligrosos” no pueden contratar un seguro a ningún precio. Este esquema no resulta muy alentador para una sociedad libre ni es compatible con la igualdad y el respeto mutuo.
Los anarquistas llaman la atención sobre lo que acontece en el capitalismo cuando se discuten los benecios de un sistema socializado de salud en una sociedad anarquista. Argumentan que la competencia perjudica a los servicios médicos. Según Alfie Kohn, «Muchos hospitales y clínicas están siendo gestionados por corporaciones con Ánimo de lucro; muchas instituciones, obligadas a pelear por conseguir ‘clientes’, parecen valorar más a un director de marketing que a un enfermero habilidoso. Como en cualquier otro sector económico, la carrera por los benecios se traduce en presiones para reducir los costes, y la forma más fácil de hacer esto es recortar servicios a pacientes que no son rentables, es decir, aquellos que son más enfermos que ricos...» (No Contest, p. 240).
La mayoría de los anarquistas argumenta que un sistema sanitario privatizado solo puede cubrir los requerimientos de aquellas personas que pueden pagar por esos servicios y, por tanto, es injusto. La necesidad de atención medica no depende del ingreso y una sociedad civilizada debería reconocer este hecho. En el capitalismo, los seguros médicos que buscan maximizar sus beneficios tienen primas en función de las probabilidades de que los asegurados contraigan enfermedades o sufran lesiones. Los clientes más “peligrosos” no pueden contratar un seguro a ningún precio. Este esquema no resulta muy alentador para una sociedad libre ni es compatible con la igualdad y el respeto mutuo.
Los anarquistas llaman la atención sobre lo que acontece en el capitalismo cuando se discuten los benecios de un sistema socializado de salud en una sociedad anarquista. Argumentan que la competencia perjudica a los servicios médicos. Según Alfie Kohn, «Muchos hospitales y clínicas están siendo gestionados por corporaciones con Ánimo de lucro; muchas instituciones, obligadas a pelear por conseguir ‘clientes’, parecen valorar más a un director de marketing que a un enfermero habilidoso. Como en cualquier otro sector económico, la carrera por los benecios se traduce en presiones para reducir los costes, y la forma más fácil de hacer esto es recortar servicios a pacientes que no son rentables, es decir, aquellos que son más enfermos que ricos...» (No Contest, p. 240).
Como ha observado Robert Kuttner:
«Por su naturaleza, los sistemas universales gastan menos dinero en gastos generales superfluos y más en prevención básica. Los gastos generales de los seguros médicos en Estados Unidos consumen en torno al 1 por ciento del PIB, comparado con el 0,1 por ciento de Canadá . . Es de destacar que Estados Unidos gasta más dinero en atención médica, pero tiene menos camas hospitalarias por cada mil habitantes, la tasa de admisión más baja y la tasa de ocupación también más baja, junto con el coste diario más elevado, la tecnología más puntera y el mayor número de empleados por cama» (Everything for Sale, pp. 155 -156).
Por consiguiente, la mayoría de los anarquistas están a favor de un sistema de salud universal y socializado, tanto por razones éticas como de eficiencia. No hace falta decir que un sistema de salud socializado y anarquista sería diferente en muchos aspectos de los actuales sistemas de salud universales ofrecidos por el estado.
Este sistema de salud socializado se construiría de abajo hacia arriba y se basaría en comunidades locales (comunidades autogestionadas o cooperativas). En una sociedad anarquista, dice James Guillaume, “los servicios médicos no actuarán como los capitalistas, no intentaran extraer el máximo beneficio a sus desafortunados pacientes. Serán empleados de la comunidad y se espera que traten a todos los que necesiten sus servicios”. Además, la prevención jugará un papel destacado. Puesto que “el tratamiento médico es solo el lado curativo de la ciencia de la salud, no basta con tratar al enfermo, es también necesario prevenir la enfermedad” (Bakunin on Anarchism).
¿Cómo funcionaría un servicio anarquista de salud? Evidentemente, estaría basado en la autogestión, con estrechas relaciones con las comunidades locales y sus federaciones. Cada hospital o centro de salud sería autónomo, pero estaría relacionado con otros en el marco de una federación, permitiendo que los recursos sean compartidos cuando así se necesite, mientras se favorece que los servicios de salud se adapten a las necesidades y requerimientos locales lo más rápidamente posible.
El sistema de salud anarquista en la práctica
La revolución española de los años 30 del siglo pasado nos proporciona un ejemplo de un sistema anarquista de salud en la práctica. En las áreas rurales, los médicos locales se unían a menudo en colectivos y ofrecían sus servicios como cualquier otro trabajador. Cuando no había médicos locales, “los colectivos se organizaban para que sus miembros fueran atendidos en los hospitales de las localidades cercanas. En algunos casos, los colectivos construyeron hospitales y, a menudo, compraron equipos y otras cosas que necesitaban sus médicos locales”.
Por ejemplo, la federación de colectivos de Monzón, en Aragón, mantuvo un hospital en Binéfar, la Casa de Salud Durruti. En abril de 1937, el hospital tenía 40 camas y secciones de medicina general, prolaxis y ginecología. Atendía a unos 25 pacientes externos al día y estaba abierto a todos los habitantes de los 32 pueblos de la comarca (Robert Alexander, The Anarchists in the Spanish Civil War, vol. 1, p. 331 y pp. 366- 367).
La socialización de la atención médica se produjo de una forma ligeramente diferente en Cataluña, pero se organizó sobre los mismos principios libertarios. Las personas no tenían que pagar por los servicios médicos. Cada colectivo pagaba, si podía, una contribución a su centro de salud. Los edificios y las instalaciones fueron mejoradas y se compraron equipos modernos. Al igual que otras industrias autogestionadas, el sistema de salud era gestionado en todos los niveles por asambleas generales de trabajadores que elegían delegados y una administración hospitalaria. Así, en toda España, los trabajadores del sistema de salud reorganizaron este según criterios libertarios y en asociación con colectivos locales, municipios y sindicatos de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
[Nota de los editores: Algunos ejemplos de sistemas de salud anarquistas en Estados Unidos son los siguientes: el Jane Collective de Chicago, que ofreció abortos seguros a las mujeres entre 1969 y 1973, cuando los abortos estuvieron prohibidos; el Common Ground Collective (sus eslóganes eran: Solidaridad, no Caridad; la justicia social es la base de la salud comunitaria), que surgió para proporcionar atención médica tras el huracán Katrina (véase, "Military in New Orleans Requests Help from Anarchist Relief Project", PeaceWork, octubre, 2005), y la Anarchist Black Cross, que ofrece atención médica a los manifestantes (véase "How to Deal with Pepper Spray at Protests", PeaceWork, marzo, 2008).]
Por la autogestión de la salud
En una futura sociedad anarquista, los trabajadores del sistema de salud organizarán sus centros de trabajo, se federarán con otros para compartir re-cursos e información y elabora planes para mejorar la calidad del servicio. Los municipios y sus federaciones, los sindicatos (centros de trabajo autogestionados) y las federaciones sindicales, ofrecer recursos y gestionar el sistema de salud, garantizando el acceso para todos.
En última instancia, los servicios públicos que existan en una sociedad anarquista depender de lo que deseen los miembros de esa sociedad. Si un municipio o federación de municipios quiere tener un sistema de salud comunitario, asignarán recursos para establecerlo. Podrían, por ejemplo, designar una comisión especial formada por voluntarios de las partes interesadas, tales como sindicatos, asociaciones profesionales, grupos de consumidores, etcétera, encargada de su creación. La gestión del sistema estaría basada, como cualquier otra industria, en los que trabajan en él. La norma sería la autogestión funcional. Los médicos gestionarían su trabajo, los enfermeros el suyo, etc., mientras que la administración general del hospital estaría basada en la asamblea general de todos los trabajadores, quienes elegirían delegados a los que encargarían desarrollar las políticas que seguiría el hospital. Los no-trabajadores que tomaran parte en el sistema (pacientes, por ejemplo) no serían ignorados y tendrían un papel que jugar en la intercomunicación, con el n de asegurar un control de calidad de los servicios y que estos sean sensibles a las necesidades de los usuarios. Los recursos necesarios para mantener y ampliar el sistema serían proporcionados por los municipios, los sindicatos y sus respectivas federaciones. Por primera vez, los servicios públicos serían realmente públicos, no un sistema estatista (o corporatista) impuesto a los ciudadanos desde arriba.
Ningún sistema de servicios públicos debería ser impuesto a aquellos que no lo desean. Dichos sistemas se organizarían por y para los miembros de las comunidades. Por consiguiente, las personas que no formaran parte de una comunidad o sindicato local tendrían que pagar para acceder a los recursos comunitarios. Sin embargo, es poco probable que una sociedad anarquista fuera tan bárbara como una capitalista y se negara a atender a personas enfermas que no pudieran pagar.
Así como otros trabajadores no están obligados a unirse a un sindicato o comunidad, los médicos podrían practicar su oficio al margen del sistema comunitario, bien de forma individual o formando parte de una cooperativa. Sin embargo, dada la disponibilidad de servicios médicos gratuitos, es dudoso que pudieran enriquecerse haciendo eso. La medicina volvería a ser aquello que inicialmente motiva a las personas a ejercer esta profesión: el deseo de ayudar a otros y de mejorar la vida de la gente.
[Texto correspondiente a una sección de la obra Salud Antiautoritaria. Propuesta anarquista contra el sistema sanitario dominante, Santiago de Chile, 2016,que en versión completa está disponible en http://www.mediafire.com/file/888rey7je7ojis7/SALUD+ANTIAUTORITARIA+Propuesta+anarquista+contra+el+sistema+sanitario.pdf.]
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