Juventud Libertaria de La Rioja (Península Ibérica)
¿POR QUÉ RECHAZAMOS EL SISTEMA EDUCATIVO ACTUAL?
Hace años que vemos cómo desde diferentes gobiernos se nos imponen unas reformas educativas orientadas tanto a perjudicar a la educación pública en pro de la privada como para hacer de la educación estatal, en general, una herramienta cada vez más dogmática, clasista y elitista, con la única finalidad de producir una mano de obra que acepte la precariedad laboral y el sistema político y económico sin rechistar.
La más reciente y salvaje en secundaria es la famosa LOMCE. Mejor que detenernos en cifras veamos hacia qué modelo de educación nos lleva: reválidas y exámenes que dan más importancia a la capacidad de memorizar que a la de razonar; aulas abarrotadas que impiden el debate y la crítica fomentando a su vez la competitividad y la homogeneización en vez de la diversidad y la cooperación; recortes a la educación pública, cada vez más precaria, en beneficio de la privada; privilegios a las alumnas que escojan la “asignatura” de religión hasta hacerla casi obligatoria mientras se suprimen asignaturas como filosofía… Todo esto, sumado a una forma totalmente caótica de implantarla, ha provocado que en bachillerato hasta bien entrado el curso se tuviera una total incertidumbre sobre el tipo de pruebas de acceso a la universidad y el contenido de éstas. Algo que desde luego no ocurriría si fuésemos nosotras quienes decidiésemos la educación que queremos.
Al mismo tiempo, en FP nos encontramos con las prácticas no remuneradas que convierten lo que en teoría era una posibilidad de aprender un oficio en una oportunidad de lujo para las empresas. Por si fuera poco, el hecho de tener a estudiantes trabajando gratis y con nulos derechos laborales (al no ser consideradas trabajadoras de la empresa) hace que estas entidades reciban jugosas subvenciones por ello y se aprovechen para reducir la plantilla oficial a base de despidos.
Pasando a la universidad, estamos ya sufriendo las reformas del Plan Bolonia y del 3+2. Estas reformas entregan a empresas privadas el control de las universidades públicas, lo que ha terminado de dinamitar la ya escasa democracia interna que había en las universidades. Así se crea una educación superior elitista que impide a las trabajadoras con menos recursos acceder a ella debido a los sucesivos aumentos de tasas. Pero no es una cuestión solo del número de personas que pueden acceder a ella, también se modifica el contenido de los estudios. La formación es cada vez más mercantilista ya que los criterios que regulan qué se estudia y cómo son únicamente los del mercado laboral, dando la formación justa y necesaria para poder ocupar un determinado puesto de trabajo y evitando todo aquello que pueda servir para desarrollar la capacidad crítica, el debate colectivo, la cooperación…
Todas estas reformas están claramente encaminadas a la formación en vista únicamente al mercado laboral, la elitización y el adoctrinamiento, obviando totalmente el desarrollo personal y social de las estudiantes: los centros de estudio son fábricas y nosotras, herramientas. Pero que denunciemos todo esto y defendamos la educación pública no significa que nos resignemos a aceptar un sistema educativo estatal como el anterior a los primeros recortes, que también mostraba muchas de las anteriores características a las que nos oponemos: jerarquías que reproducen los esquemas del poder político en la escuela basadas en la obediencia, el castigo y la “mentalidad empresarial” para que las asimilemos desde la niñez; la invisibilización de las mujeres en los libros de texto; la nula educación sexual; la permisividad con los casos de bullying y acoso sexual; la existencia de currículums cerrados y de un sistema de evaluación basado en exámenes que fomenta la competitividad en lugar de la cooperación, la memorización en lugar del pensamiento crítico y que generan estrés y ansiedad; el adoctrinamiento encaminado a que aceptemos nuestra posición en el sistema capitalista de producción y consumo sin cuestionarlo; la reproducción de comportamientos machistas, racistas y homófobos; el menosprecio y la marginación de las humanidades, las artes y el trabajo manual. Y un largo etcétera.
Sin embargo, de poco sirve decir que todo está mal si no proponemos una alternativa y luchamos por llevarla a cabo.
¿QUÉ PROPONEMOS?
Si algo tenemos claro es que un sistema educativo servirá a los intereses de quien lo controle. Por tanto, aunque la educación pública pueda tener ciertas ventajas al permitirnos acceder a algunos conocimientos que serían inaccesibles de otra forma, sería muy ingenuo pensar que los propios poderosos van a ofrecer un sistema educativo que ponga en peligro su poder. Así, un sistema educativo estatal no servirá a otros intereses y necesidades que no sean los de las élites políticas y económicas (el Estado, grandes empresas, bancos, etc), dándonos únicamente los conocimientos técnicos suficientes para utilizarlos como mano de obra y dejando de lado todo aquello que tenga que ver con el desarrollo personal y social.
Por tanto, el primer paso hacia una educación libre debe ser la gestión comunitaria de la enseñanza por parte de los implicados en ella, profesoras y alumnas, en pie de igualdad, de forma asamblearia. De esta forma seríamos capaces de construir una educación laica, gratuita, universal y feminista que atienda a nuestras necesidades personales y colectivas y no a las del mercado. En cualquier caso, sabemos que esto no es algo que interese a las élites políticas y económicas que ostentan el poder, por lo que solo es posible alcanzar la gestión comunitaria de la enseñanza por medio de las luchas colectivas con un movimiento estudiantil fuerte, autónomo, de base y en conexión con las luchas del resto de personal de los centros (profesoras, limpieza, padres en las primeras etapas de la educación…) que consiga imponer sus reivindicaciones a través de la movilización y que impida que las medidas diseñadas por las instituciones políticas sean impuestas sin su consentimiento. Por tanto, cuando hablamos de gestión comunitaria no hablamos de que queramos participar en las instituciones que controlan la educación, ni de un proceso de “democratización”, ya que éstas, por la propia naturaleza de su forma de gobierno, son antidemocráticas, si no de que colectivamente consigamos construir un contrapoder que se haga con la legitimidad que ahora éstas ostentan.
Sin embargo, el mero hecho de gestionar la enseñanza de manera comunitaria no solucionará nada si se siguen reproduciendo los mismos contenidos y métodos de enseñanza que criticábamos antes. No queremos una educación que enseñe a obedecer sino que permita desarrollar el pensamiento crítico; no queremos una educación que perpetúe esta sociedad sino una que sirva para transformarla. Por tanto, lo que necesitamos, frente a la pedagogía tradicional (con sus lecciones magistrales, sus exámenes, su competitividad y sus castigos), son unas formas pedagógicas alternativas que fomenten la cooperación, la acción colectiva y la integración en lugar de la competición, el individualismo y la segregación que respeten la libertad de las alumnas, como la de asistir a las clases o elegir qué quieren aprender.
Aunque estas ideas puedan parecer utópicas, de hecho, se han llevado a la práctica en muchas ocasiones con muy buenos resultados, formando a personas más cooperativas y críticas. Hay todo un movimiento de escuelas libres de diferentes tendencias, pero algunos ejemplos históricos de ello son la Beacon Hill School y la Escuela Moderna fundada por Ferrer i Guardia, y otros actualmente en funcionamiento como Summerhill School y la Escuela Libre Paideia de Mérida.
Con todo esto, está claro que la existencia de escuelas de este tipo choca con los intereses de las élites políticas y económicas y, por tanto, se encuentran con su oposición; y también somos conscientes de que una enseñanza libre en una sociedad capitalista y patriarcal no es posible, ya que consideramos que no se puede aislar el sistema educativo del resto de la sociedad. Además, en el mejor de los casos, un sistema educativo así sería como la sala de lectura de una cárcel, por lo que la lucha por conseguirla debe estar unida a una lucha revolucionaria más amplia contra el capitalismo y el patriarcado, generadores de opresión, desigualdad, violencia y miseria, y en pro de la construcción de una sociedad más libre y equitativa.
Por una educación pública, laica, gratuita, universal, inclusiva, feminista y crítica
Por una educación libre en una sociedad sin clases
[Tomado de https://juventudeslibertariasdelarioja.noblogs.org/post/2017/02/16/por-que-rechazamos-el-sistema-educativo-actual-que-preponemos.]
¿POR QUÉ RECHAZAMOS EL SISTEMA EDUCATIVO ACTUAL?
Hace años que vemos cómo desde diferentes gobiernos se nos imponen unas reformas educativas orientadas tanto a perjudicar a la educación pública en pro de la privada como para hacer de la educación estatal, en general, una herramienta cada vez más dogmática, clasista y elitista, con la única finalidad de producir una mano de obra que acepte la precariedad laboral y el sistema político y económico sin rechistar.
La más reciente y salvaje en secundaria es la famosa LOMCE. Mejor que detenernos en cifras veamos hacia qué modelo de educación nos lleva: reválidas y exámenes que dan más importancia a la capacidad de memorizar que a la de razonar; aulas abarrotadas que impiden el debate y la crítica fomentando a su vez la competitividad y la homogeneización en vez de la diversidad y la cooperación; recortes a la educación pública, cada vez más precaria, en beneficio de la privada; privilegios a las alumnas que escojan la “asignatura” de religión hasta hacerla casi obligatoria mientras se suprimen asignaturas como filosofía… Todo esto, sumado a una forma totalmente caótica de implantarla, ha provocado que en bachillerato hasta bien entrado el curso se tuviera una total incertidumbre sobre el tipo de pruebas de acceso a la universidad y el contenido de éstas. Algo que desde luego no ocurriría si fuésemos nosotras quienes decidiésemos la educación que queremos.
Al mismo tiempo, en FP nos encontramos con las prácticas no remuneradas que convierten lo que en teoría era una posibilidad de aprender un oficio en una oportunidad de lujo para las empresas. Por si fuera poco, el hecho de tener a estudiantes trabajando gratis y con nulos derechos laborales (al no ser consideradas trabajadoras de la empresa) hace que estas entidades reciban jugosas subvenciones por ello y se aprovechen para reducir la plantilla oficial a base de despidos.
Pasando a la universidad, estamos ya sufriendo las reformas del Plan Bolonia y del 3+2. Estas reformas entregan a empresas privadas el control de las universidades públicas, lo que ha terminado de dinamitar la ya escasa democracia interna que había en las universidades. Así se crea una educación superior elitista que impide a las trabajadoras con menos recursos acceder a ella debido a los sucesivos aumentos de tasas. Pero no es una cuestión solo del número de personas que pueden acceder a ella, también se modifica el contenido de los estudios. La formación es cada vez más mercantilista ya que los criterios que regulan qué se estudia y cómo son únicamente los del mercado laboral, dando la formación justa y necesaria para poder ocupar un determinado puesto de trabajo y evitando todo aquello que pueda servir para desarrollar la capacidad crítica, el debate colectivo, la cooperación…
Todas estas reformas están claramente encaminadas a la formación en vista únicamente al mercado laboral, la elitización y el adoctrinamiento, obviando totalmente el desarrollo personal y social de las estudiantes: los centros de estudio son fábricas y nosotras, herramientas. Pero que denunciemos todo esto y defendamos la educación pública no significa que nos resignemos a aceptar un sistema educativo estatal como el anterior a los primeros recortes, que también mostraba muchas de las anteriores características a las que nos oponemos: jerarquías que reproducen los esquemas del poder político en la escuela basadas en la obediencia, el castigo y la “mentalidad empresarial” para que las asimilemos desde la niñez; la invisibilización de las mujeres en los libros de texto; la nula educación sexual; la permisividad con los casos de bullying y acoso sexual; la existencia de currículums cerrados y de un sistema de evaluación basado en exámenes que fomenta la competitividad en lugar de la cooperación, la memorización en lugar del pensamiento crítico y que generan estrés y ansiedad; el adoctrinamiento encaminado a que aceptemos nuestra posición en el sistema capitalista de producción y consumo sin cuestionarlo; la reproducción de comportamientos machistas, racistas y homófobos; el menosprecio y la marginación de las humanidades, las artes y el trabajo manual. Y un largo etcétera.
Sin embargo, de poco sirve decir que todo está mal si no proponemos una alternativa y luchamos por llevarla a cabo.
¿QUÉ PROPONEMOS?
Si algo tenemos claro es que un sistema educativo servirá a los intereses de quien lo controle. Por tanto, aunque la educación pública pueda tener ciertas ventajas al permitirnos acceder a algunos conocimientos que serían inaccesibles de otra forma, sería muy ingenuo pensar que los propios poderosos van a ofrecer un sistema educativo que ponga en peligro su poder. Así, un sistema educativo estatal no servirá a otros intereses y necesidades que no sean los de las élites políticas y económicas (el Estado, grandes empresas, bancos, etc), dándonos únicamente los conocimientos técnicos suficientes para utilizarlos como mano de obra y dejando de lado todo aquello que tenga que ver con el desarrollo personal y social.
Por tanto, el primer paso hacia una educación libre debe ser la gestión comunitaria de la enseñanza por parte de los implicados en ella, profesoras y alumnas, en pie de igualdad, de forma asamblearia. De esta forma seríamos capaces de construir una educación laica, gratuita, universal y feminista que atienda a nuestras necesidades personales y colectivas y no a las del mercado. En cualquier caso, sabemos que esto no es algo que interese a las élites políticas y económicas que ostentan el poder, por lo que solo es posible alcanzar la gestión comunitaria de la enseñanza por medio de las luchas colectivas con un movimiento estudiantil fuerte, autónomo, de base y en conexión con las luchas del resto de personal de los centros (profesoras, limpieza, padres en las primeras etapas de la educación…) que consiga imponer sus reivindicaciones a través de la movilización y que impida que las medidas diseñadas por las instituciones políticas sean impuestas sin su consentimiento. Por tanto, cuando hablamos de gestión comunitaria no hablamos de que queramos participar en las instituciones que controlan la educación, ni de un proceso de “democratización”, ya que éstas, por la propia naturaleza de su forma de gobierno, son antidemocráticas, si no de que colectivamente consigamos construir un contrapoder que se haga con la legitimidad que ahora éstas ostentan.
Sin embargo, el mero hecho de gestionar la enseñanza de manera comunitaria no solucionará nada si se siguen reproduciendo los mismos contenidos y métodos de enseñanza que criticábamos antes. No queremos una educación que enseñe a obedecer sino que permita desarrollar el pensamiento crítico; no queremos una educación que perpetúe esta sociedad sino una que sirva para transformarla. Por tanto, lo que necesitamos, frente a la pedagogía tradicional (con sus lecciones magistrales, sus exámenes, su competitividad y sus castigos), son unas formas pedagógicas alternativas que fomenten la cooperación, la acción colectiva y la integración en lugar de la competición, el individualismo y la segregación que respeten la libertad de las alumnas, como la de asistir a las clases o elegir qué quieren aprender.
Aunque estas ideas puedan parecer utópicas, de hecho, se han llevado a la práctica en muchas ocasiones con muy buenos resultados, formando a personas más cooperativas y críticas. Hay todo un movimiento de escuelas libres de diferentes tendencias, pero algunos ejemplos históricos de ello son la Beacon Hill School y la Escuela Moderna fundada por Ferrer i Guardia, y otros actualmente en funcionamiento como Summerhill School y la Escuela Libre Paideia de Mérida.
Con todo esto, está claro que la existencia de escuelas de este tipo choca con los intereses de las élites políticas y económicas y, por tanto, se encuentran con su oposición; y también somos conscientes de que una enseñanza libre en una sociedad capitalista y patriarcal no es posible, ya que consideramos que no se puede aislar el sistema educativo del resto de la sociedad. Además, en el mejor de los casos, un sistema educativo así sería como la sala de lectura de una cárcel, por lo que la lucha por conseguirla debe estar unida a una lucha revolucionaria más amplia contra el capitalismo y el patriarcado, generadores de opresión, desigualdad, violencia y miseria, y en pro de la construcción de una sociedad más libre y equitativa.
Por una educación pública, laica, gratuita, universal, inclusiva, feminista y crítica
Por una educación libre en una sociedad sin clases
[Tomado de https://juventudeslibertariasdelarioja.noblogs.org/post/2017/02/16/por-que-rechazamos-el-sistema-educativo-actual-que-preponemos.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.