Eloy Garza
Por formación profesional fui hasta bien entrados los 20 años de edad un partidario de la injerencia del Estado en la vida personal. Estudié en la UNAM un posgrado en letras, pero mi función en la administración gubernamental fue la hechura de políticas públicas (así se dice) con énfasis en la participación ciudadana dentro del aparato público. Conocí bien las entrañas de ese “monstruo frío” que para Nietzsche es el Estado y eso me sirvió para desmontar algunas de sus mentiras y falacias legitimadoras.
El problema es que desde niños nos han inculcado, o más bien nos han bombardeado, con ideas estatólatras, de desprecio a la propiedad privada, que ya de mayores nos resulta difícil, cuando no imposible, salirnos de la caja o asumir el pensamiento lateral. Eso lo explica muy bien un gran novelista humillado por el estalinismo, hoy sumido en el olvido: Mijaíl Bulgákov. Su novela Corazón de perro trata sobre una mascota a la que le injertan ganglios humanos y se convierte en el más espantoso camarada comunista, una forma de adoctrinamiento fast track. Con los mexicanos el lavado de cerebro estatista es más lento, pero no menos eficaz: vivimos en un Matrix hecho en México.
Por formación profesional fui hasta bien entrados los 20 años de edad un partidario de la injerencia del Estado en la vida personal. Estudié en la UNAM un posgrado en letras, pero mi función en la administración gubernamental fue la hechura de políticas públicas (así se dice) con énfasis en la participación ciudadana dentro del aparato público. Conocí bien las entrañas de ese “monstruo frío” que para Nietzsche es el Estado y eso me sirvió para desmontar algunas de sus mentiras y falacias legitimadoras.
El problema es que desde niños nos han inculcado, o más bien nos han bombardeado, con ideas estatólatras, de desprecio a la propiedad privada, que ya de mayores nos resulta difícil, cuando no imposible, salirnos de la caja o asumir el pensamiento lateral. Eso lo explica muy bien un gran novelista humillado por el estalinismo, hoy sumido en el olvido: Mijaíl Bulgákov. Su novela Corazón de perro trata sobre una mascota a la que le injertan ganglios humanos y se convierte en el más espantoso camarada comunista, una forma de adoctrinamiento fast track. Con los mexicanos el lavado de cerebro estatista es más lento, pero no menos eficaz: vivimos en un Matrix hecho en México.
Victor Serge, que se decía bolchevique y vivió dando tumbos por diferentes países hasta morir en la Ciudad de México en 1947 escribió la novela El caso Tuláyev criticando el oscurantismo de Stalin. Sin embargo, al condenar el régimen policiaco comunista, Serge se convirtió sin querer en un defensor del anarquismo. Serge no era un anarquista ignorante de serlo, pero él mismo escribió lo siguiente: "Jamás renunciaré a defender al hombre contra los sistemas que planifican el aniquilamiento del individuo".
El Estado es coercitivo, es decir represivo, inhibitorio y fuerza la voluntad de los demás. Y es coercitivo en tres sentidos: el autista, binario y triangular. La coerción autista se refiere a la violencia con la que el Estado impide el uso de nuestro cuerpo, que es el primer bien que tenemos cada uno de nosotros. La autoridad pública quiere regularme mi cuerpo por la fuerza, cuando me prohíbe “por mi propio bien” el uso de drogas, fumar, prostituirme o morir cuando yo quiera por medio de la eutanasia o muerte asistida, el Estado es coercitivo de forma autista. Un libro como Antes que anochezca, del narrador cubano Reinaldo Arenas, más un libro de memorias que una novela, demuestra esta violencia del Estado que nos prohíbe hacer uso como nos plazca de nuestro propio cuerpo.
La coerción binaria, en cambio, es la intromisión del Estado en nuestros bienes y en la obligación que nos impone la autoridad pública para que le demos un tipo de prestación sin que el gobierno nos regrese a cambio una contraprestación, como por ejemplo, rendirle tributo, lo que ahora se conoce como pagar impuestos.
Esta intromisión del Estado en la vida privada se refleja en la novela 1984, de George Orwell, que muchos hemos leído con alarma, por la aparición del Big Brother. Su antecedente es la novela Nosotros del escritor ruso Yevgueni Zamiatin, donde el Big Brotheres el equivalente a El Gran Bienhechor. Cuando el gobierno nos cobra el impuesto predial, cuando nos exige a nuestro negocio privado el permiso de edificación, de construcción, de uso de suelo, 35% de Impuesto sobre la Renta, impuesto de nómina, etcétera, el Estado quiere decirnos: “no te la creas tanto, yo soy el verdadero dueño de tu propiedad, de tu vehículo, de tu casa, de tu Sociedad Anónima. Tú dejas de ser una persona para convertirte en contribuyente fiscal, en un simple número como los personajes de la novela de Zamiatin y trabajas para mi, para la casta de burócratas, para la clase política que vive a expensas tuyas, que se enriquece con lo que tú produces, los Pedros Páramos chiquitos que nos reciben con el cuchillo afilado en las oficinas del SAT”.
Finalmente la coerción del Estado también es triangular: el gobierno se entromete a la fuerza en los acuerdos voluntarios entre particulares. Si tú me quieres vender tu casa directamente, tu propiedad, un terreno escriturado a tu nombre, tendremos que pagarle, no entiendo por qué, un tributo al Estado: no existe prácticamente ninguna transacción en donde no meta sus narices el gobierno para entorpecer los contratos privados. Un ejemplo de esta intromisión estatal aparece en la reciente novela de Salman Rushdie, La decadencia de Nerón Golden (en inglés The Golden House), donde se parodia la ambición predatoria tanto de Barack Obama como de Donald Trump, ambos representantes del poder político.
[Tomado de http://panycirco.com/editorial/zona-publica/novelas-contra-el-estado-una-vision-anarquista.]
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