Ángel Malatesta
No somos conscientes en muchas ocasiones de la manera en que ponemos a prueba nuestra salud mental, llevándola hasta límites ciertamente peligrosos. El activismo político y social conlleva un conjunto de dinámicas análogas en muchos ámbitos, los vínculos personales que establecemos en estos grupos están cargados de emociones muy intensas. Muchas de las consecuencias derivadas son transversales, aunque depende de la idiosincrasia personal y del bagaje que llevemos acumulado, nos sentimos identificadas al escucharnos unas y otras tras expresar lo que tantas veces hemos analizado y sentido en nosotras mismas. Esta militancia nos genera unos resultados, algunos de ellos negativos, y más si a ello le sumamos los efectos que en muchas ocasiones suponen los procesos represivos a los que nos tendremos que enfrentar directa o indirectamente.
A pesar de haberse realizado puntualmente algunas interesantes jornadas sobre este tema o disponer de algunas guías en base a la experiencia de diferentes activistas, me parece interesante recoger en este artículo algunas de las conclusiones personales que recogí tras haber asistido a la charla del XIII Encuentro del Libro Anarquista del 2015, celebrado en el Centro Social Okupado La 13-14, en Vallekas.
¿CÓMO ENFRENTAR EL DESGASTE DE LA MILITANCIA?
Es imprescindible conocerse a sí misma, conocer bien nuestra propia individualidad, y saber cuál es nuestro compromiso verdaderamente de corazón que queremos adquirir con los movimientos políticos que se enfrentan a una realidad que, en principio pretendemos cambiar porque nos hace sentir incómodas o aprisionadas. Debemos pensar previamente en dónde participar y con quién coordinarse para ejercer esta militancia.
Es fundamental establecer unos objetivos realizables en un contexto más amplio y global, puesto que caer en la frustración por no alcanzar metas suele ser una consecuencia habitual. Debemos construir el camino lo más asequible posible, una organización y un espacio en el que nos sintamos seguras y podamos crecer junto a otras compañeras. Se hace necesario, por lo tanto fijar algunas bases alcanzables y celebrar con compañeras pequeños hechos buscando una desconexión. No existe mejor manera de hacer confluir nuestros principios políticos y necesidad de ocio, mediante la creación común de espacios propios de fiesta, construidos en base a valores compartidos con nuestros grupos de afinidad.
Las luchas internas en grupos activistas provocan demasiado estrés y decepciones, casi más que la realidad externa, a veces caemos en la desidia al chocarnos contra un muro que parece infranqueable. Debemos comprender que los problemas no son individuales, sino que los problemas se resuelven colectivamente. Se nos aboca siempre a buscar soluciones individuales, es necesario crear vínculos comunitarios. Es útil partir de síntomas individuales para crear análisis colectivos que enriquezcan a todas.
Las consecuencias más frecuentes del estrés en la militancia son la irritabilidad, la falta de energía, el insomnio, la falta de apetito, la inseguridad o el miedo. Estas sensaciones nos conducen a desarrollar roles muy nocivos dentro de la militancia que debemos identificar cuanto antes mejor por el bien de todo el grupo. Antes de dormir cada noche, es aconsejable hacer algo entretenido, no relacionado con la militancia, debemos preparar a nuestro cerebro, que se dispone a descansar. De la misma manera que establecemos unos filtros de crítica con la información que recibimos, e intentamos acudir a medios alternativos para conocer otras realidades, también hay que fijarse filtros de intensidad de la información que deseamos recibir.
La militante política habitualmente sabe ayudar, es parte del potencial que le mueve a ser una activista, pero le cuesta dejarse ayudar dado el afán que sentimos de emanciparnos y lograr autonomía. Solicitar ayuda a nuestros familiares y amigas no supondrá que seamos menos autónomas o independientes, al contrario, saber cuándo pedir ayuda significa que nos conocemos bien a nosotras mismas y actuamos con responsabilidad con nuestra salud mental. Debemos separar decididamente los tiempos de escuchar activamente, y los tiempos que necesitamos ser escuchadas.
En nuestra cotidianeidad, en la realidad a la que nos vemos sometidos, no reaccionar nos resulta imposible, pero reaccionar siempre a todos los estímulos sociales a lo largo de nuestro día no es factible. Hay que superar el cortoplacismo, es decir, necesitamos anteponernos y construir a largo plazo, es la única manera de encontrar equilibrio y estabilidad frente a una vorágine social que nos sume en lo efímero e inmediato, no ofreciendo un tiempo razonable para enraizar nuestros valores. En el ámbito libertario es necesario tener bien claro que el anarquismo es una realidad ahora, un compromiso presente, no un ideal del mañana.
Es necesario centrarse en un solo trabajo, no tomar demasiadas responsabilidades, porque corremos riesgo de caer en la frustración por el trabajo incompleto. No ponerse un alto nivel de exigencia individual pensando que esto nos llevará a que nos perciban más útiles, cada una de nosotras aporta su granito de arena a las organizaciones sociales.
La tetralogía fundamental de cualquier activista se resumen en las siguientes cuestiones clave: piensa, actúa, revisa y experimenta.
[Tomado de http://lapeste.org/2017/10/autogestion-de-nuestra-salud-mental.]
No somos conscientes en muchas ocasiones de la manera en que ponemos a prueba nuestra salud mental, llevándola hasta límites ciertamente peligrosos. El activismo político y social conlleva un conjunto de dinámicas análogas en muchos ámbitos, los vínculos personales que establecemos en estos grupos están cargados de emociones muy intensas. Muchas de las consecuencias derivadas son transversales, aunque depende de la idiosincrasia personal y del bagaje que llevemos acumulado, nos sentimos identificadas al escucharnos unas y otras tras expresar lo que tantas veces hemos analizado y sentido en nosotras mismas. Esta militancia nos genera unos resultados, algunos de ellos negativos, y más si a ello le sumamos los efectos que en muchas ocasiones suponen los procesos represivos a los que nos tendremos que enfrentar directa o indirectamente.
A pesar de haberse realizado puntualmente algunas interesantes jornadas sobre este tema o disponer de algunas guías en base a la experiencia de diferentes activistas, me parece interesante recoger en este artículo algunas de las conclusiones personales que recogí tras haber asistido a la charla del XIII Encuentro del Libro Anarquista del 2015, celebrado en el Centro Social Okupado La 13-14, en Vallekas.
¿CÓMO ENFRENTAR EL DESGASTE DE LA MILITANCIA?
Es imprescindible conocerse a sí misma, conocer bien nuestra propia individualidad, y saber cuál es nuestro compromiso verdaderamente de corazón que queremos adquirir con los movimientos políticos que se enfrentan a una realidad que, en principio pretendemos cambiar porque nos hace sentir incómodas o aprisionadas. Debemos pensar previamente en dónde participar y con quién coordinarse para ejercer esta militancia.
Es fundamental establecer unos objetivos realizables en un contexto más amplio y global, puesto que caer en la frustración por no alcanzar metas suele ser una consecuencia habitual. Debemos construir el camino lo más asequible posible, una organización y un espacio en el que nos sintamos seguras y podamos crecer junto a otras compañeras. Se hace necesario, por lo tanto fijar algunas bases alcanzables y celebrar con compañeras pequeños hechos buscando una desconexión. No existe mejor manera de hacer confluir nuestros principios políticos y necesidad de ocio, mediante la creación común de espacios propios de fiesta, construidos en base a valores compartidos con nuestros grupos de afinidad.
Las luchas internas en grupos activistas provocan demasiado estrés y decepciones, casi más que la realidad externa, a veces caemos en la desidia al chocarnos contra un muro que parece infranqueable. Debemos comprender que los problemas no son individuales, sino que los problemas se resuelven colectivamente. Se nos aboca siempre a buscar soluciones individuales, es necesario crear vínculos comunitarios. Es útil partir de síntomas individuales para crear análisis colectivos que enriquezcan a todas.
Las consecuencias más frecuentes del estrés en la militancia son la irritabilidad, la falta de energía, el insomnio, la falta de apetito, la inseguridad o el miedo. Estas sensaciones nos conducen a desarrollar roles muy nocivos dentro de la militancia que debemos identificar cuanto antes mejor por el bien de todo el grupo. Antes de dormir cada noche, es aconsejable hacer algo entretenido, no relacionado con la militancia, debemos preparar a nuestro cerebro, que se dispone a descansar. De la misma manera que establecemos unos filtros de crítica con la información que recibimos, e intentamos acudir a medios alternativos para conocer otras realidades, también hay que fijarse filtros de intensidad de la información que deseamos recibir.
La militante política habitualmente sabe ayudar, es parte del potencial que le mueve a ser una activista, pero le cuesta dejarse ayudar dado el afán que sentimos de emanciparnos y lograr autonomía. Solicitar ayuda a nuestros familiares y amigas no supondrá que seamos menos autónomas o independientes, al contrario, saber cuándo pedir ayuda significa que nos conocemos bien a nosotras mismas y actuamos con responsabilidad con nuestra salud mental. Debemos separar decididamente los tiempos de escuchar activamente, y los tiempos que necesitamos ser escuchadas.
En nuestra cotidianeidad, en la realidad a la que nos vemos sometidos, no reaccionar nos resulta imposible, pero reaccionar siempre a todos los estímulos sociales a lo largo de nuestro día no es factible. Hay que superar el cortoplacismo, es decir, necesitamos anteponernos y construir a largo plazo, es la única manera de encontrar equilibrio y estabilidad frente a una vorágine social que nos sume en lo efímero e inmediato, no ofreciendo un tiempo razonable para enraizar nuestros valores. En el ámbito libertario es necesario tener bien claro que el anarquismo es una realidad ahora, un compromiso presente, no un ideal del mañana.
Es necesario centrarse en un solo trabajo, no tomar demasiadas responsabilidades, porque corremos riesgo de caer en la frustración por el trabajo incompleto. No ponerse un alto nivel de exigencia individual pensando que esto nos llevará a que nos perciban más útiles, cada una de nosotras aporta su granito de arena a las organizaciones sociales.
La tetralogía fundamental de cualquier activista se resumen en las siguientes cuestiones clave: piensa, actúa, revisa y experimenta.
[Tomado de http://lapeste.org/2017/10/autogestion-de-nuestra-salud-mental.]
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