Gustavo Godoy
El mundo de hoy está obsesionado con la rapidez. En esta época que nos tocó vivir, cada segundo es oro. Escuchamos la frase - El tiempo es dinero- en todos partes. El hombre moderno vive atrapado en una carrera feroz en contra del tiempo. Hoy, no hay tiempo para nada. Bueno, no hay tiempo para otra cosa que no sea trabajo y dinero. Esta frenética carrera nos ha distraído y nos ha hecho olvidar el verdadero sentido de las cosas. ¿Porque corremos? ¿Para dónde vamos con tanta prisa?
Antes de la Revolución Industrial, o mejor decir, antes de la Reforma, el tiempo no era lineal sino cíclico. En algún punto, apareció la historia. Antes existían historias, pero no –Historia- como algo progresivo. El pasado se volvía futuro y el futuro pasado. Predominaba la creencia que el tiempo era una constante repetición.
El concepto lineal del tiempo implica que el tiempo es un recurso finito e irrecuperable. En Europa, sobre todo en los países de norte, la vida cotidiana, en la medida que fue adaptando el capitalismo, se fue convirtiendo en algo mucho más metódico y controlado. La gente trabajo más. Las grandes ciudades ahora tenían grandes relojes en los edificios públicos como en las iglesias donde se dictaba el ritmo del día con una precisión cada vez mayor. A los relojeros se les incrementaron los pedidos y la puntualidad se transformó en una virtud.
Anteriormente, la tradición impedía los cambios. Entonces, las personas vivían una vida muy similar a la vivida por sus abuelos. Ahora, no. Los jóvenes siempre viven algo nuevo. Ahora el pasado es un tiempo oscuro y remoto. El pasado es lo viejo y debemos dejarlo atrás. Nuestra mirada se posó en el futuro. Lo bueno está en el futuro. Quien se atreva a voltear al pasado se convertirá en una estatua de sal. El presente es simplemente un instrumento del futuro. Un puente, nunca un destino. Realmente, todo gira en torno al futuro. Y de cómo llegar a él lo más rápido posible. El presente ya no es el presente sino un estorbo hacia el anhelado porvenir.
En la modernidad, todo debe ser rápido y todos deben estar ocupados. La comida, el sexo, la diversión deben realizarse rápidamente.
Las librerías están repletas de libros que enseñan a la gente a ser feliz en cincos pasos, bajar de peso en siete días, aprender un idioma en tres semanas y cocinar en dos minutos. La tecnología moderna nos permite viajar velozmente, comunicarnos velozmente y trabajar velozmente. La industria médica produce todo clase de medicamentos mágicos que su principal finalidad en curar en poco tiempo.
¿Hacia dónde nos lleva está carrera? Este modo de vivir que predomina en occidente ha desgastada la salud, la tranquilidad y la calidad de vida. A pesar de nuestros grandes logros técnicos, la humanidad ha sido víctima de su propio sistema. Dejamos de disfrutar el momento presente. Entre tantos avances tecnológicos, hemos olvidado vivir. Es importante reconocer que para vivir de verdad es necesario frenar. Hay que parar este tren neurótico y reflexionar con sensatez y quietud.
El tiempo es una ilusión. No existe. Es algo subjetivo y, por ende, mutable a voluntad. El tiempo es un instrumento de medida inventado por el hombre como una referencia. No es un absoluto. Es un engaño de la percepción.
El pasado no es otra cosa que un recuerdo. El futuro es una mera expectativa. Lo único genuino es el presente. El mañana siempre estará en el mañana. Y el ayer, en el ayer. La eternidad está en el instante. La felicidad está en el momento. La plenitud habita en el aquí y el ahora.
Tómalo con calma. Disfruta la vida. Tomate tu tiempo.
El mundo de hoy está obsesionado con la rapidez. En esta época que nos tocó vivir, cada segundo es oro. Escuchamos la frase - El tiempo es dinero- en todos partes. El hombre moderno vive atrapado en una carrera feroz en contra del tiempo. Hoy, no hay tiempo para nada. Bueno, no hay tiempo para otra cosa que no sea trabajo y dinero. Esta frenética carrera nos ha distraído y nos ha hecho olvidar el verdadero sentido de las cosas. ¿Porque corremos? ¿Para dónde vamos con tanta prisa?
Antes de la Revolución Industrial, o mejor decir, antes de la Reforma, el tiempo no era lineal sino cíclico. En algún punto, apareció la historia. Antes existían historias, pero no –Historia- como algo progresivo. El pasado se volvía futuro y el futuro pasado. Predominaba la creencia que el tiempo era una constante repetición.
El concepto lineal del tiempo implica que el tiempo es un recurso finito e irrecuperable. En Europa, sobre todo en los países de norte, la vida cotidiana, en la medida que fue adaptando el capitalismo, se fue convirtiendo en algo mucho más metódico y controlado. La gente trabajo más. Las grandes ciudades ahora tenían grandes relojes en los edificios públicos como en las iglesias donde se dictaba el ritmo del día con una precisión cada vez mayor. A los relojeros se les incrementaron los pedidos y la puntualidad se transformó en una virtud.
Anteriormente, la tradición impedía los cambios. Entonces, las personas vivían una vida muy similar a la vivida por sus abuelos. Ahora, no. Los jóvenes siempre viven algo nuevo. Ahora el pasado es un tiempo oscuro y remoto. El pasado es lo viejo y debemos dejarlo atrás. Nuestra mirada se posó en el futuro. Lo bueno está en el futuro. Quien se atreva a voltear al pasado se convertirá en una estatua de sal. El presente es simplemente un instrumento del futuro. Un puente, nunca un destino. Realmente, todo gira en torno al futuro. Y de cómo llegar a él lo más rápido posible. El presente ya no es el presente sino un estorbo hacia el anhelado porvenir.
En la modernidad, todo debe ser rápido y todos deben estar ocupados. La comida, el sexo, la diversión deben realizarse rápidamente.
Las librerías están repletas de libros que enseñan a la gente a ser feliz en cincos pasos, bajar de peso en siete días, aprender un idioma en tres semanas y cocinar en dos minutos. La tecnología moderna nos permite viajar velozmente, comunicarnos velozmente y trabajar velozmente. La industria médica produce todo clase de medicamentos mágicos que su principal finalidad en curar en poco tiempo.
¿Hacia dónde nos lleva está carrera? Este modo de vivir que predomina en occidente ha desgastada la salud, la tranquilidad y la calidad de vida. A pesar de nuestros grandes logros técnicos, la humanidad ha sido víctima de su propio sistema. Dejamos de disfrutar el momento presente. Entre tantos avances tecnológicos, hemos olvidado vivir. Es importante reconocer que para vivir de verdad es necesario frenar. Hay que parar este tren neurótico y reflexionar con sensatez y quietud.
El tiempo es una ilusión. No existe. Es algo subjetivo y, por ende, mutable a voluntad. El tiempo es un instrumento de medida inventado por el hombre como una referencia. No es un absoluto. Es un engaño de la percepción.
El pasado no es otra cosa que un recuerdo. El futuro es una mera expectativa. Lo único genuino es el presente. El mañana siempre estará en el mañana. Y el ayer, en el ayer. La eternidad está en el instante. La felicidad está en el momento. La plenitud habita en el aquí y el ahora.
Tómalo con calma. Disfruta la vida. Tomate tu tiempo.