U. Capote, A. Tremont y E. Silva
* Reproducimos la sección final - "Balance", pp. 27/28 - del texto "Sistematización de experiencia. Los pensionados: Vanguardia de lucha", incluido en la compilación "Experiencias positivas de participación comunitaria", producida en CD por PROVEA, Caracas, 2016.
El C.P.J. ha sido vanguardia de lucha social en el país a finales del siglo XX y comienzos de S. XXI. Se trata de un movimiento que en sus inicios estuvo conformado por un grupo de personas avanzadas en edad pero con los bríos intactos para seguir luchando por sus derechos, los mismos que los gobiernos de turno venían conculcando, dada “la supuesta debilidad” de estos ciudadanos y ciudadanas, vistos como dignos de lástima por diferentes sectores de la sociedad y en especial, por las instituciones del Estado y la dirigencia política de la época. Bastó sólo un llamado a asamblea colectiva, para que más de 600 de estos ciudadanos y ciudadanas, en principio de Caracas y Miranda, se hicieran presentes en la mezzanina del Congreso Nacional aquel 11 de noviembre de 1991, convirtiendo el recinto de reunión en un escenario lleno de euforia contagiosa, de ganas de lucha, de aplausos, de voces unidas, alzadas, pidiendo calle, para convertirse luego en la voz de los que hasta entonces no tenían voz, de los que no eran oídos por los organismos encargados de darles respuestas y soluciones a sus reclamos.
* Reproducimos la sección final - "Balance", pp. 27/28 - del texto "Sistematización de experiencia. Los pensionados: Vanguardia de lucha", incluido en la compilación "Experiencias positivas de participación comunitaria", producida en CD por PROVEA, Caracas, 2016.
El C.P.J. ha sido vanguardia de lucha social en el país a finales del siglo XX y comienzos de S. XXI. Se trata de un movimiento que en sus inicios estuvo conformado por un grupo de personas avanzadas en edad pero con los bríos intactos para seguir luchando por sus derechos, los mismos que los gobiernos de turno venían conculcando, dada “la supuesta debilidad” de estos ciudadanos y ciudadanas, vistos como dignos de lástima por diferentes sectores de la sociedad y en especial, por las instituciones del Estado y la dirigencia política de la época. Bastó sólo un llamado a asamblea colectiva, para que más de 600 de estos ciudadanos y ciudadanas, en principio de Caracas y Miranda, se hicieran presentes en la mezzanina del Congreso Nacional aquel 11 de noviembre de 1991, convirtiendo el recinto de reunión en un escenario lleno de euforia contagiosa, de ganas de lucha, de aplausos, de voces unidas, alzadas, pidiendo calle, para convertirse luego en la voz de los que hasta entonces no tenían voz, de los que no eran oídos por los organismos encargados de darles respuestas y soluciones a sus reclamos.
El Comité, como instancia organizativa horizontal y libre en su conformación porque asiste quien quiera y de manera voluntaria, y porque se maneja de manera independiente y autónoma de partidos políticos, gobierno y empresarios, fue desde el inicio y así se mantiene, un espacio para el encuentro, para la convergencia de las diferentes experiencias de vida de quienes se acercan. Es también una plataforma de lucha para la defensa de los derechos de la gente de la tercera edad y un escenario para hacer amigos y amigas, para socorrerse mutuamente, escucharse y construir un espacio de desarrollo vital cuando la vejez llega. La reunión en la plaza, la organización de la marcha y la elaboración de la pancarta “nos hizo alcanzar la dignidad y ser tratados como personas, no como viejos o desechos sociales”, revelan algunos testimonios de las personas entrevistadas.
Si bien hubo la debilidad de la falta de recursos económicos y como reto la superación del menosprecio y la discriminación social con las que eran vistas las iniciativas que desarrolló El Comité, sus voceros y voceras señalan que “logramos diseñar formas creativas de organización que nos permitieron evadir la limitación de no contar con finanzas para pagar locales de reunión: usamos las plazas, pedimos locales en el IVSS y salimos a la calle a hacernos respetar. Tragamos gases lacrimógenos y tuvimos líderes detenidos arbitrariamente en manifestaciones, pero nadie podía decir que era injusta nuestra lucha. Nuestras caras y nuestras manos con arrugas y sobre todo nuestra valentía, hicieron retroceder muchas veces a la misma policía que sentía vergüenza de reprimir a los abuelitos y abuelitas.” Una de las lecciones de El Comité, indicado por sus integrantes, es la importancia de mantener la independencia de los movimientos sociales, a pesar que esa autonomía pueda acarrear muchos ataques, sobre todo del poder. También es fundamental, como reflexión de sus delegadas y delegados, contar con un medio de comunicación que ayude a la difusión de la información y eduque a la gente en la conciencia de sus derechos, especialmente en el caso de las pensiones y de la seguridad social en el país. Por eso, “es necesario divulgar la historia de estas luchas” dicen las personas entrevistadas.
Los ancianos y ancianas que desarrollamos esta experiencia de defensa de derechos, logramos dejar una de las luchas sociales en la Venezuela contemporánea, huella ndeleble, imborrable en la memoria histórica plasmada en la Constitución de 1999. Luchamos por el derecho a la seguridad social de todos y todas, sin exclusión de ningún tipo, sin distingos de raza, credo, ideología, edad, sexo. Los beneficios están a la vista y son tangibles para cada persona que llega a esa maravillosa edad de la vejez. Los fundadores de El Comité que viven, manifestaron en sus testimonios que sienten mucha satisfacción por el deber cumplido. Señalan que ahora el Estado tiene que ocuparse de cada uno de sus adultos y adultas mayores, pero con dignidad. “Nos sentimos extremadamente complacidos de haber vivido esta maravillosa experiencia junto a ellos, de haber luchado por muchos años a su lado, de haber conocido a cientos en todo el país, de haber aprendido tanto de ellos, de habernos introducido y nadado con ellos en las aguas profundas de la seguridad social, para poder así luchar y defender sus derechos con propiedad” indicó Edgar Silva.
Quienes contribuimos a este breve reseña, deseamos expresar desde aquí nuestro mayor agradecimiento a todos sus fundadores y a los que se han agregado posteriormente permitiendo la permanencia en el tiempo de este maravilloso y combativo movimiento. A los que ya se ha ido de este mundo, les decíamos “Dios se los pague” y les deseamos un reposo en paz de sus almas con la certidumbre de que no pasaron por aquí en vano, sino a cumplir una misión humana, social y solidaria para con sus semejantes!
Hoy los pensionados, jubilados, adultos mayores en general ya no son invisibles, ya no son débiles, ya no son la parte más delgada de la cuerda, ya tienen voz, ya son oídos, son incluidos en los programas de las diversas instituciones de la sociedad y del Estado, ya se encuentran en una mejor posición en el País y son más respetados por la colectividad, esa es otra gran ganancia. Incluso hoy día, la dirigencia política de diferentes signos, se pelea el afecto de los adultos mayores, compiten en propuestas dirigidas a estas personas mayores. Hoy abundan organizaciones de pensionados, jubilados y adultos mayores, que se mantienen activas luchando en sus propios espacios por sus reivindicaciones y beneficios económicos y sociales.
No obstante, falta camino por recorrer, metas y sueños que logar, como ha sido nuestro sueño y hemos luchado durante 24 años, por construir un sistema de seguridad social para todas y todos las venezolanas y venezolanos: integral, oportuno, transparente, eficiente, estable y blindado, donde cada venezolano y venezolana al nacer ya esté registrado en el mismo y al llegar a la edad del retiro, a los 55 años la mujer y 60 años el hombre, automáticamente se le otorgue la pensión de vejez, hayan o no cotizado, sin inconvenientes de ningún tipo, junto con la atención médica domiciliaria programada, medicinas, recreación, transporte, vivienda, empleo, suplementos alimentarios, cuidados especializados y así hasta poder lograr que el Estado garantice la mayor calidad y felicidad de vida, en los postreros años de existencia de nuestros adultos y adultas mayores, por cuanto sabemos que la seguridad social es un Derecho Humano Universal.
En la presente etapa que vive el país, mucho afecta al logro de estas expectativas la existencia de una grave polarización política, donde el tema de las pensiones se ha convertido en una bandera de la opciones partidistas para hacer campaña electoral y obtener votos. En este sentido, falta todavía mucho por andar, ya que la seguridad social es un tema inherente al ser humano y como tal debería ser asumido por los liderazgos partidistas y por los funcionarios y funcionarias del Estado.