Enébe
Muchas veces los términos ciberactivismo o hacktivismo suelen confundirse o fundirse en una mismo concepto, o en otros casos se incluye al hacktivismo como una de las ramas o maneras de realizar el ciberactivismo. Es así que charlatanes periodistas tales como Mario Tascón y Yolanda Quintana en su trabajo "Ciberactivismo, las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas" buscan confundir estas dos prácticas como una misma. No está de más aclarar que estos dos periodistas mercantiles publican sus obras bajo copyright, por lo que, partiendo de esa base, nada serio se puede rescatar de su trabajo, pretendido divulgador y alternativo, pero falaz y lucrativo en rigor.
Desde mi postura me permito disentir con forzar la fundición de los dos términos en uno solo, debido a que, por un lado, el ciberactivismo juega el papel de herramienta de difusión virtual de actividades y mítines, práctica que hasta no hace mucho quedaba solo plasmada en volantes, afiches, propaganda en publicaciones o grafittis; y por el otro -y a través de las redes sociales más específicamente- el ciberactivismo busca ser motor de movilización social, de manifestaciones espontáneas. Así es como a esta práctica se le suele atribuir un importante papel en lo que fue la incitación a tomar las calles en Egipto y otras regiones en el contexto de la primavera árabe, como así también en los movimientos de “indignados” u “Occupy” en el marco de la crisis financiera internacional.
Por otra parte, si hablamos de hacktivismo, no estamos hablando meramente de un medio de difusión de actividades o de exclusiva incitación a realizar manifestaciones callejeras espontáneas, sino que, por consiguiente, puntualizamos que esencialmente se trata de una forma de acción directa en el marco virtual contra las instituciones del Estado/Capital, y en este punto podemos citar como ejemplos de público conocimiento a la comunidad de hackers Anonymous o al sitio Wikileaks, entre varios otros casos.
Desde sus comienzos, la comunidad de hackers Anonymous fue evolucionando sensiblemente de un grupito de nerds que se entretenían bastante por internet creando páginas como 4chan, hasta que fue tomando una real dimensión en lo que refiere a acciones específicas contra grupos fascistas e instituciones y personalidades del Estado/Capital. De hecho, fue por medio de los Ataques Distribuidos de Denegación de Servicio (Ddos) – hackeo de cuentas bancarias, tarjetas de crédito, páginas webs de empresas, webs estatales, e-mails y redes sociales, entre otras acciones - que la comunidad de hackers interfirió páginas web y cuentas de las proveedoras de crédito que negaron a wikileaks de disponer de donaciones que otorgaban las personas para solventar los costos del sitio web, al momento que estas empresas sí otorgaban crédito a grupos neonazis. Anonymous también contribuyó para poner en funcionamiento (mediante ciber-trucos) las redes sociales cuando los gobiernos del Medio Oriente daban de baja internet para evitar que se contagiara el ciberactivismo que incitaba a las insurrecciones callejeras en el contexto de la Primavera Árabe.
Hablando específicamente de Wikileaks, la finalidad de este sitio web se centra más en el hacktivismo con propósito de sacar a la luz, es decir, de socializar información clasificada de los archivos de Estado -sean estos partes de guerra, posibles invasiones, cables diplomáticos, datos sobre Guantánamo, etc- que los mass media lógicamente ocultan. Son aproximadamente unos 1.200.000 los documentos clasificados estatales de diferentes paises que el sitio web va publicando hasta la fecha. Debido a la fuerte exposición mediática en la que el mismo se metió, Julian Assange, uno de los fundadores de Wikileaks, fue blanco de acciones judiciales sobre supuestos abusos sexuales, situación que entre otras llevó al ciberportal Wikileaks a ir perdiendo influencia en el hackeo de información confidencial de los estados.
Ahora bien, de un modo mucho más subterráneo existen los hacklab o laboratorios de hackers, donde desde una esencia más bien de bajo perfil, no buscan ni persiguen exposición mediática, o adscribirse de forma explícita a una comunidad de hackers o a un sitio especítico, y no por esos su accionar en el ámbito digital deja de ser menos efectivo.
Bien, para ir cerrando el eje sobre ciberactivismo y hacktivismo, debo recalcar que no se trata de adscribir o rechazar a tal o cual práctica sin llevar a cabo antes un análisis crítico, ya que si nos referimos al “ciberactivismo” podemos esgrimir que puede resultar nocivo si se cede demasiada información en las incitaciones que se realizan por medio de redes sociales, situación que hace relamer a los servicios de inteligencia. En tanto que sobre el hacktivismo, y sabiendo de la heterogeneidad ideológica de sus exponentes, podemos denotar que, muchas veces, se dirige la acción directa virtual hacia un blanco específico y de manera reiterativa, dejando de atacar a otros objetivos o agentes del Estado/Capital tanto o más importantes.
A modo personal, sabiendo de las características de la región en la que escribo esta nota, agrego que en el ámbito virtual es preferible -en ciertos casos- el ataque anónimo a los dispositivos digitales del enemigo económico/estatal, antes que la sobreexposición ciberactivista mediante redes sociales en lo que se refiere a las incitaciones abiertas a manifestarse callejeramente, puesto que en reiteradas ocasiones estamos viendo o escuchando en la actualidad como varias de estas intentonas virtuales son desbaratadas por el enemigo estatal antes de cristalizarse en el mundo real.
[Este texto es parte de un artículo más extenso, titulado "Dimes y diretes sobre la Generacion.com", incluido en la publicación anarquista Rebelión # 4, verano 2013-14, Buenos Aires. La edición completa es accesible en http://es.scribd.com/doc/239243831/Rebelion-4.]
Muchas veces los términos ciberactivismo o hacktivismo suelen confundirse o fundirse en una mismo concepto, o en otros casos se incluye al hacktivismo como una de las ramas o maneras de realizar el ciberactivismo. Es así que charlatanes periodistas tales como Mario Tascón y Yolanda Quintana en su trabajo "Ciberactivismo, las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas" buscan confundir estas dos prácticas como una misma. No está de más aclarar que estos dos periodistas mercantiles publican sus obras bajo copyright, por lo que, partiendo de esa base, nada serio se puede rescatar de su trabajo, pretendido divulgador y alternativo, pero falaz y lucrativo en rigor.
Desde mi postura me permito disentir con forzar la fundición de los dos términos en uno solo, debido a que, por un lado, el ciberactivismo juega el papel de herramienta de difusión virtual de actividades y mítines, práctica que hasta no hace mucho quedaba solo plasmada en volantes, afiches, propaganda en publicaciones o grafittis; y por el otro -y a través de las redes sociales más específicamente- el ciberactivismo busca ser motor de movilización social, de manifestaciones espontáneas. Así es como a esta práctica se le suele atribuir un importante papel en lo que fue la incitación a tomar las calles en Egipto y otras regiones en el contexto de la primavera árabe, como así también en los movimientos de “indignados” u “Occupy” en el marco de la crisis financiera internacional.
Por otra parte, si hablamos de hacktivismo, no estamos hablando meramente de un medio de difusión de actividades o de exclusiva incitación a realizar manifestaciones callejeras espontáneas, sino que, por consiguiente, puntualizamos que esencialmente se trata de una forma de acción directa en el marco virtual contra las instituciones del Estado/Capital, y en este punto podemos citar como ejemplos de público conocimiento a la comunidad de hackers Anonymous o al sitio Wikileaks, entre varios otros casos.
Desde sus comienzos, la comunidad de hackers Anonymous fue evolucionando sensiblemente de un grupito de nerds que se entretenían bastante por internet creando páginas como 4chan, hasta que fue tomando una real dimensión en lo que refiere a acciones específicas contra grupos fascistas e instituciones y personalidades del Estado/Capital. De hecho, fue por medio de los Ataques Distribuidos de Denegación de Servicio (Ddos) – hackeo de cuentas bancarias, tarjetas de crédito, páginas webs de empresas, webs estatales, e-mails y redes sociales, entre otras acciones - que la comunidad de hackers interfirió páginas web y cuentas de las proveedoras de crédito que negaron a wikileaks de disponer de donaciones que otorgaban las personas para solventar los costos del sitio web, al momento que estas empresas sí otorgaban crédito a grupos neonazis. Anonymous también contribuyó para poner en funcionamiento (mediante ciber-trucos) las redes sociales cuando los gobiernos del Medio Oriente daban de baja internet para evitar que se contagiara el ciberactivismo que incitaba a las insurrecciones callejeras en el contexto de la Primavera Árabe.
Hablando específicamente de Wikileaks, la finalidad de este sitio web se centra más en el hacktivismo con propósito de sacar a la luz, es decir, de socializar información clasificada de los archivos de Estado -sean estos partes de guerra, posibles invasiones, cables diplomáticos, datos sobre Guantánamo, etc- que los mass media lógicamente ocultan. Son aproximadamente unos 1.200.000 los documentos clasificados estatales de diferentes paises que el sitio web va publicando hasta la fecha. Debido a la fuerte exposición mediática en la que el mismo se metió, Julian Assange, uno de los fundadores de Wikileaks, fue blanco de acciones judiciales sobre supuestos abusos sexuales, situación que entre otras llevó al ciberportal Wikileaks a ir perdiendo influencia en el hackeo de información confidencial de los estados.
Ahora bien, de un modo mucho más subterráneo existen los hacklab o laboratorios de hackers, donde desde una esencia más bien de bajo perfil, no buscan ni persiguen exposición mediática, o adscribirse de forma explícita a una comunidad de hackers o a un sitio especítico, y no por esos su accionar en el ámbito digital deja de ser menos efectivo.
Bien, para ir cerrando el eje sobre ciberactivismo y hacktivismo, debo recalcar que no se trata de adscribir o rechazar a tal o cual práctica sin llevar a cabo antes un análisis crítico, ya que si nos referimos al “ciberactivismo” podemos esgrimir que puede resultar nocivo si se cede demasiada información en las incitaciones que se realizan por medio de redes sociales, situación que hace relamer a los servicios de inteligencia. En tanto que sobre el hacktivismo, y sabiendo de la heterogeneidad ideológica de sus exponentes, podemos denotar que, muchas veces, se dirige la acción directa virtual hacia un blanco específico y de manera reiterativa, dejando de atacar a otros objetivos o agentes del Estado/Capital tanto o más importantes.
A modo personal, sabiendo de las características de la región en la que escribo esta nota, agrego que en el ámbito virtual es preferible -en ciertos casos- el ataque anónimo a los dispositivos digitales del enemigo económico/estatal, antes que la sobreexposición ciberactivista mediante redes sociales en lo que se refiere a las incitaciones abiertas a manifestarse callejeramente, puesto que en reiteradas ocasiones estamos viendo o escuchando en la actualidad como varias de estas intentonas virtuales son desbaratadas por el enemigo estatal antes de cristalizarse en el mundo real.
[Este texto es parte de un artículo más extenso, titulado "Dimes y diretes sobre la Generacion.com", incluido en la publicación anarquista Rebelión # 4, verano 2013-14, Buenos Aires. La edición completa es accesible en http://es.scribd.com/doc/239243831/Rebelion-4.]
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