Por Rafael Uzcátegui
En la década de los 80´s y 90´s los adolescentes en Venezuela debíamos enfrentarnos, 3 veces al año, con uniformados que reclutaban para el servicio militar obligatorio (SMO). Durante 15 días miembros de las Fuerzas Armadas, a veces sin uniforme, pedían documentos en la calle. Y quien no poseía la llamada “libreta militar” era literalmente secuestrado y arrastrado contra su voluntad a un cuartel. Por eso, 45 días por año andábamos con cuidado por los lugares donde suponíamos que reclutaban. Y más de una vez escapamos de la requisa. A quienes nos encontrábamos en esta situación de ilegalidad jurídicamente se nos denominaba “renuentes”. En ese tiempo si participabas en organizaciones políticas juveniles de izquierda, especialmente las de naturaleza antiautoritaria, ser “renuente” era la norma, no la excepción. Demostraba que poseías un nivel de conciencia tal que te estimulaba a rechazar la obediencia y los valores conservadores propios del mundo militar. Que era como “civil” que deseabas cambiar el mundo.
En la década de los 80´s y 90´s los adolescentes en Venezuela debíamos enfrentarnos, 3 veces al año, con uniformados que reclutaban para el servicio militar obligatorio (SMO). Durante 15 días miembros de las Fuerzas Armadas, a veces sin uniforme, pedían documentos en la calle. Y quien no poseía la llamada “libreta militar” era literalmente secuestrado y arrastrado contra su voluntad a un cuartel. Por eso, 45 días por año andábamos con cuidado por los lugares donde suponíamos que reclutaban. Y más de una vez escapamos de la requisa. A quienes nos encontrábamos en esta situación de ilegalidad jurídicamente se nos denominaba “renuentes”. En ese tiempo si participabas en organizaciones políticas juveniles de izquierda, especialmente las de naturaleza antiautoritaria, ser “renuente” era la norma, no la excepción. Demostraba que poseías un nivel de conciencia tal que te estimulaba a rechazar la obediencia y los valores conservadores propios del mundo militar. Que era como “civil” que deseabas cambiar el mundo.
En 1992 los que rechazábamos el servicio
militar obligatorio hicimos de las campañas informativas sobre el reclutamiento
forzoso un primer paso para difundir en el país el derecho a la objeción de
conciencia, que es negarse a participar en los ejércitos por razones éticas y
morales. En 1994 organizaciones de derechos humanos crearon un movimiento
específico para promoverlo, que con el tiempo se llamó “Movimiento de objeción
de conciencia elige la paz”, donde confluían religiosos, activistas de derechos
humanos, marxistas y anarquistas. Se realizaron muchas actividades, como la
presentación pública ante notarías de objetores y objetoras de conciencia.
Además, se realizaban intercambios con grupos similares de otros países
latinoamericanos. En 1999, a raíz de la redacción de una nueva Carta Magna,
algunos de los constituyentistas habían sido sensibilizados por este trabajo. Y
fueron quienes en aquellos debates defendieron y lograron introducir el
concepto en el artículo 61, eliminaron la obligatoriedad del SMO y plasmaron la
prohibición de la recluta. Además, y no sin tensiones, lograron que el artículo
134 de la Carta Magna le diera la misma jerarquía a un servicio militar que a
uno civil.
Cuando parecía que los tiempos de la
renuencia quedarían atrás, el presidente Chávez inició una progresiva
militarización del país, inundando la administración pública de militares,
otorgando grandes partidas presupuestarias a las Fuerzas Armadas, organizando a
la propia sociedad según razonamientos propios del ejército y transformando los
conflictos inherentes a una sociedad democrática en una guerra. Maduro, un
civil, ha llevado la militarización a nuevas fronteras. En días pasados se
aprobó una normativa, la “Ley de Registro y Alistamiento para la Defensa
Integral de la Nación”, que obliga a todas las personas (naturales y jurídicas)
a inscribirse en la jurisdicción militar, negando además que por razones de
conciencia se rechace ingresar a las filas. Hay viejas rebeldías que vuelven,
cuando hay razones. Renuencia al registro militar obligatorio.
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