Por Carlos Solero
En la alborada de 1994, más precisamente en el mes de Enero el mundo se vio conmovido porque emergía a luz el alzamiento revolucionario zapatista. En efecto desde el sur de México en el estado de Chiapas un grupo de mujeres y hombres embozados cobraba visibilidad con una serie de denuncias y reclamos que en sus manifiestos adquieren perfil singular interpelando a la humanidad toda señalando la iniquidad del sistema capitalista, su esencia patriarcal, expoliadora y predadora.
En la alborada de 1994, más precisamente en el mes de Enero el mundo se vio conmovido porque emergía a luz el alzamiento revolucionario zapatista. En efecto desde el sur de México en el estado de Chiapas un grupo de mujeres y hombres embozados cobraba visibilidad con una serie de denuncias y reclamos que en sus manifiestos adquieren perfil singular interpelando a la humanidad toda señalando la iniquidad del sistema capitalista, su esencia patriarcal, expoliadora y predadora.
Estas
mujeres y hombres anticiparon con su clamor la profunda crisis de un sistema
que no dio ni dará nunca respuestas a las injusticias, pues está en su esencia
y existencia perpetuarlas.
El año que despedimos dejó en evidencia que las guerras continúan siendo un pingüe negocio para los mercaderes y banqueros. La xenofobia y el racismo brotan en los países, principalmente de Europa y EE UU apenas las tasas de desempleo suben y los inmigrantes son los chivos expiatorios de las crisis de las que son víctimas y no victimarios.
En latitudes más cercanas es posible observar la impudicia de los legisladores cuyos ingresos mensuales llegan hasta los 30.000 pesos, muy lejos de los salarios de las trabajadoras y trabajadores de a pie que deberemos batallar para que en los debates de convenciones colectivas de trabajo al menos se compense la inflación que nos erosiona.
En algunas de sus cartas el subcomandante insurgente Marcos decía que si se quería saber quien se era había que mirarse en el espejo, mirándonos en los espejos de la crisis reinante en el mundo contemporáneo podemos reconocernos en Grecia, en España, en Londres y porque no en New York o Oklahoma.
Todo está tan lejos y tan cerca que deben hermanarnos las luchas pues el común denominador debe derrotar el paroxismo consumista y la expoliación de los terratenientes latifundistas, las petroleras, las megacorporaciones mineras y los rapaces banqueros.
¿Guerreros
del arco Iris? Quizá sea esa la divisa de la rebeldía en ciernes en esta nueva
era.
Carlos A.
Solero
enero
2012-01-01
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