Mikel Las Heras
A partir del 26 de septiembre -día de elecciones- la conflictividad, manifestada principalmente por protestas, ha ido en aumento. El 26S podría haber marcado un punto de inflexión en la percepción que la gente tiene del gobierno y del poder. A lo mejor el número de votos obtenidos por la oposición -o los obtenidos por el oficialismo- haya traído, a falta de un número justo y proporcional de diputados, una pérdida de miedo en la gente que ve al gobierno debilitado y derrotable.
Estamos viendo -y viviendo- desde paros de trabajadores de la gobernación de Apure -impensable en años recientes- hasta protestas de los usuarios del Metro de Caracas, pasando por los más diversos conflictos de origen laboral, o reclamos por los servicios públicos (básicamente por problemas de electricidad, pero también por falta de aguas blancas o de colapso de aguas negras), o por la inseguridad reinante, o los protagonizados por gremios y estudiantes universitarios, o por los presos.
Hay quienes opinan que Venezuela es un “hervidero” y no les falta razón.
El gobierno presidido por Chávez, lejos de hacer unas lectura adecuada de los resultados electorales, ha optado -ya nos tiene acostumbrados- por una huída hacia delante y ha radicalizado sus políticas de expropiación -Agroisleña, Owens Illinois, desarrollos habitacionales- y sus amenazas -si la oposición gana. no llega a Miraflores, el pueblo y el ejército no lo permitirán-, alimentando con combustible esas hogueras -candelitas les llamó hace tiempo el propio presidente- que arden a lo largo y ancho de nuestra geografía. Parece que en esta oportunidad el terrorismo de estado que practica el gobierno no está causando efecto. Algo está cambiando.
Ahora bien, todas esas protestas a las que aludimos anteriormente son, en su mayoría, protestas aisladas -no importa el tamaño- que no están relacionadas entre sí. La gente (vecinos, usuarios de servicios), los gremios, etc, manifiestan su descontento, su protesta o sus reivindicaciones de forma individual y espontánea pero, no se solidarizan con las protestas que otros sectores hacen. Son protestas sin ningún tipo de conducción y eso las hace manejables y disminuidas por un gobierno que maneja muy bien la comunicación y la propaganda y que tiene además todos los poderes del estado a su favor.
Uno de los objetivos que nuestros actuales gobernantes se propusieron y lograron fue separar a la sociedad venezolana en bloques -¿irreconciliables?- de manera tal que el ejercicio del poder se hiciera más manejable y ¿duradero?
El gobierno tendrá mucho de que preocuparse -y posiblemente tendrá que comenzar a atender las demandas de la gente- cuando vea a los trabajadores de Guayana solidarizándose con los presos de Vista Hermosa, o las profesores universitarios en solidaridad con los trabajadores de las empresas expropiadas, o a los sindicatos de la salud marchando con las universidades, o a todos juntos exigiendo servicios públicos dignos y eficientes o manifestándonos contra la inseguridad y por el derecho a la vida. Ante un gobierno que ha puesto en práctica el “divide y vencerás”, nosotros, los ciudadanos, los civiles, la gente, el pueblo, estamos obligados a implementar el “en la unión está la fuerza” que en el plano político-electoral ha comenzado a dar muy buenos resultados. Tenemos que tomar conciencia que los problemas del vecino son los nuestros, y tenemos que, además, apoyarlo. Tenemos que generar y practicar la solidaridad entre nosotros para poder forjar un gran movimiento que obligue al poder a escuchar y atendernos.
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