Pablo Stefanoni /
"La verdad de la milanesa"
Las alianzas en política tienen siempre sus consecuencias, y por estos días los Kirchner viven esta “ley de hierro” en carne propia: quienes la semana que pasó asesinaron a un militante de izquierda en una marcha de apoyo a los trabajadores ferroviarios tercerizados son parte de un sindicalismo mafioso y enriquecido aliado del gobierno. Por eso es que en la Casa Rosada hay “ansiedad y tensión” y sus asesores y publicistas ya buscan traducir la sensación de repudio ante el crimen que recorrió a gran parte de la sociedad argentina en aritmética electoral.
Es obvio que el gobierno no tiene nada que ver con el crimen. El escenario de la muerte de Mariano Ferreyra fue un acto en el que trabajadores precarios del ferrocarril –que trabajan en empresas subcontratadas- pedían ser incorporados como personal de planta al ferrocarril. La rancia burocracia sindical primero colgó carteles en los trenes rechazando el corte de vías de los trabajadores –afiliados de prepo al sindicato de la construcción y no al ferroviario para pagarles menos-. Y el “no vamos a permitir…” los piquetes se traducirá luego en una emboscada donde barrabravas de clubes de fútbol contratados por las empresas y la burocracia sindical atacaron a tiros a los manifestantes. Resultado: un muerto y una herida al borde de la muerte. Ambos, militantes del Partido Obrero. Además, se sospecha que la policía, en lugar de impedir el crimen “liberó a la zona”.
Pero la historia no acaba ahí: al menos una de las empresas que se benefician de las subcontrataciones y de la tercerización pertenece al capo mafia, atornillado al sindicato ferroviario, José Pedraza, un dirigente que cuenta su fortuna en millones: tiene decenas de negocios y propiedades. “Apoyé a Menem como lo hizo todo el peronismo, del mismo modo que ahora apoyo a Kirchner”, dijo alguna vez por si alguien dudara de su pragmatismo. En febrero de 2009, se hizo célebre por unas onerosas vacaciones tomadas en Brasil, en el Sheraton Río Hotel, uno de los más caros del elegante barrio carioca de Leblón, a un costo de 400 dólares diarios.
El "Gordo" Pedraza –como llaman en Argentina a los “pesados” caciques sindicales, muchos de ellos anti K- adhirió hace pocos días al acto de River, en el que el no menos pesado líder de la CGT Hugo Moyano, llenó el estadio para apoyar y mostrar fuerza propia frente a la Presidenta, que fue la oradora estrella. Moyano es también “empresario” y no menos audaz a la hora de defender su poder con métodos no precisamente republicanos. El monopolio sindical los ayuda: hace años que la CTA pide ser reconocida como central sindical en el marco de un nuevo pluralismo sindical, pero la CGT lo ha bloqueado con apoyo del gobierno.
De todos modos, en el oficialismo buscan ligar a Pedraza con el ex presidente y peronista antikirchnerista Eduardo Duhalde. Incluso mostraron la foto de una entrevista entre ambos hace un año como si fuera reciente. En el espacio de Factbook de la Lista Verde de Pedraza pueden encontrarse mensajes contra los "comunistas de mierda", y un fotógrafo de Clarín escuchó decir a los patoteros que mataron al joven Ferreyra (23 años) “un zurdito menos”.
La presidenta Cristina aseguró por Twiter, su nueva arma comunicacional, que “habrá justicia” y que se acabó el país de la impunidad. Pero la pregunta, que no es nueva aunque sí más acuciante, resuena en medio de quienes quieren presentar las disputas políticas argentinas como un simple clivaje progresismo vs. derecha: ¿es posible hacer progresismo de la mano de todo tipo de mafias, sin renovar mínimanente la forma de hacer política? La líder de las Madres de Plaza de Mayo y otros “setentistas” entusiastas creen que sí. Por eso ocupan las primeras filas de los actos oficiales cada vez que la presidenta anuncia alguna nueva batalla con un cuadro del Che atrás. La realidad dice que las cosas son algo más complicadas: que los K no son el pueblo ni todos los que los critican son representantes de la oligarquía.
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