Rodolfo Montes de Oca
Desde
abajo, es una serie de entrevistas que busca abordar la inauguración
presidencial de Donald Trump en USA bajo una óptica distinta, haciendo énfasis
en los movimientos sociales y los grupos de base que no se ven representados en
este gobierno. En esta entrega hablamos con Alexander Chaparro, venezolano
radicado en Nueva York, editor de la revista superjodido.com y co-organizador
de la escuela de arte anticapitalista y gratuita, Sundae School.
Como venezolano… ¿Cómo ves la elección de
Donald Trump?, ¿Sientes que es un Chávez americano?
Yo
soy mitad gringo, mitad criollo (mi papá es de Judibana y mi mamá de San Diego,
California) así que siempre le he seguido la pista a la política estadounidense
de cerca, por la pena que acarrea ser asociado con un país cuya política
exterior jode a mitad del mundo. Durante la época de Bush había un intenso
sentimiento anti-estadounidense alrededor del mundo, especialmente en un país
como Venezuela que intentaba concientizar (así sea en discurso) contra el
neocolonialismo. Esta “medio-cara-e-gringo” que heredé siempre me ha dado un
poco de pena… a la gente le da arrechera a veces. George Bush representó en su
momento a todo gringo, blanco, medio que por su ignorancia y prepotencia se
caga sobre el resto de la humanidad. Trump sigue el legado, pero es otro tipo
de monstruo. Un monstruo del mal asumido. Del racista descubierto. Del llamado
“bully”, que ya no esconde su agresión tras moralismos (“batalla cotra el eje
del mal”), sino que se enorgullece de ella como muestra de su brutalidad y brío
(la filosofía de “siempre gano / I always win”). Creo que ahora la población
mundial tiene hasta cierta simpatía con los ciudadanos estadounidenses que
tienen que lidiar con Trump a diario y tan de cerca. Pero con la simpatía no se
disminuye la pena, y todos saben que aunque esta presidencia de ultraderecha
atenta tanto contra la infraestructura de servicios públicos y de justicia
social dentro de los EEUU (derecho universal a la salud pública, acceso a
educación superior, el sueño de reformar el sistema penitenciario para sacar el
interés privado que oprime sistemáticamente a la gente por no ser blanca,
apertura a vías de documentación para inmigrantes y defensa de sus derechos
civiles), siempre los más afectados de le derecha estadounidense son los que
viven fuera de sus fronteras, ahora más con un gobierno ultranacionalista que
acentúa el motivo étnico/racista de la expansionismo imperialista (el enemigo
no es el radicalismo islámico, sino todos los musulmanes), y que ha puesto a un
petrolero expansionista como secretario de la defensa. A los gringos les toca
asumir como sus principios ideológicos y sus conflictos sociales irresueltos
han creado a este Frankenstein – este monstruo de la supremacía blanca colonial
y el egoísmo salvaje capitalista- y les toca la difícil tarea de luchar contra
este fascismo institucionalizado de frente y de dentro de los fundamentos de su
propio país.
Trump,
al igual que Chavéz, es un candidato que tomó control del poder estatal por
presentar una alternativa a un sistema bipartidista deslegitimado. Los EEUU
también tuvo su puntofijismo, y su siglo XX estuvo marcado por el intercambio
de poder pacífico entre un bando y otro; creando un estatus quo político que se
volvió tan obsesionado por el teatro de mantenerse en poder que se volvió inútil
para hacer más nada sino eso. A mi Trump me preocupa como venezolano porque yo
he visto lo vacía y triste que puede ser la formación simbólica de una “nueva
república”, de un “nuevo orden político” que mantiene la misma infraestructura
de privilegios y exclusiones que supuestamente vienen a desmantelar.
La
historia va así: llega el demagogo populista que expone las corrupciones de la
red de poder instituida, y propone que él solo por su cuenta puede arrancar un
nuevo proyecto de país sobre su personalidad – no le haca falta seguir con
ningún legado político. Los partidos viejos se disuelven (ciao Demócratas y
Republicanos), estos son remplazados por nuevos partidos pequeños de gente
joven (los derechistas racistas del alt-right (la derecha alternativaI) por un
lado y los jóvenes de Bernie por el otro), y estos arrancan una batalla feroz
por controlar el vacío de poder que dejó el pasado. Todo esto suena emocionante
y necesario, pero ya sabemos lo vicioso que puede llegar a ser este ciclo en
donde no se desmantela el sistema de dominación y exclusión que está engranado
en la democracia representativa. En Venezuela vivimos como la quinta república
se convirtió en el reflejo de la cuarta, como las eternas elecciones,
referendums, convocatorias, lucha por gobernaciones y congreso, nos dejó con un
bipartidismo tan trancado como el anterior, y una red de poder igual de
corrupta. Pareciese ser que todos los recursos y los esfuerzos del proceso
revolucionario se enfocaron en “controlar el poder” viejo (claro de esto también
es culpable la oposición que le montó, desde el principio, una resistencia
racista obsesionada en la destitución y la recuperación del poder oligarca
tradiciomal) y no en crear un nuevo modelo de democracia directa que haga cada
vez más innecesaria a la democracia representativa. En cada instancia de poder
que asegura y controla el gobierno en nombre del pueblo, en cada uno de esos
rincones se fomenta la corrupción y se estanca el poder.
Lo
que me preocupa es que pase lo mismo que en Venezuela, que por fin se
desmantele a los adecos y copeyanos de este país, tan sólo para que vuelvan a
resurgir, idénticos y más putrefactos diez años después.
Trump
prometió “vacilar el pantano” de Washington, romper con el balance de poder que
mantiene cerrado al sistema y que no permite la entrada de voces externas ni
intereses fuera de la clase dirigente. Pero si vemos su elección de gabinete:
banqueros de mega instituciones de Wall Street como Goldman Sachs, billonarios
religiosos obsesionados con privatizar los servicios públicos (Betsie DeVos), y
el presidentes de una compañia petrolera que han destruido sistemáticamente al
medio ambiente global simplemente para avanzar el lucro de su interés privado
(Rex Tillerson); podemos ver claramente que el pantano va a seguir igual de
espeso y apestoso. Trump, al igual que Chavéz, prometió ser la voz de los que
han sido ignorados por el poder estatal, el problema es que al igual que
Chavez, no pretende desmanetalar el poder del Estado, que en esencia es
corrupto, representativo (alienante), y excluyente.
¿Cuáles fueron las causales que contribuyeron a
la elección de Trump?
Como
dije antes, logra ser elegido por presentar una alternativa a un sistema
bipartidista putrefacto, pero también porque representa una reconfortante seguridad
en el pasado. Ahora en los Estados Unidos hay una batalla ideológica fuerte
entre dos concepciones políticas del mundo que se oponen; antes era entre la
liberal y conservadora, pero las contradicciones internas de cada posición (su
tibio reformismo de política representacional que cada vez más enfoca su poder
sólo en perpetuarse, y no en acción colectiva) hace que se intensifique el
elemento radical de cada bando: ahora, en universidades, espacios de trabajo,
en el Internet, el conflicto es entre una nuevo frente joven opuesto al
colonialismo del imperio (dispuesto a enfrentar -así sea en discurso- las
implicaciones y agresiones que acarrea la supremacía blanca, el colonialismo,
el capitalismo y el patriarcado) y una derecha racista (que bueno… es racista,
y están comenzando a aceptarlo). A partir del surgir del movimiento de “Black
Lives Matter” (Las Vidas Negras Importan), producto de los repetidos incidentes
recientes en el que se ha documentado y hecho público el asesinato de
estadounidenses negros por abuso policial (por la violencia legítima del
Estado), se ha despertado un debate nacional en torno al sistema de opresión de
“supremacía blanca” que sigue en pie en el país inclusive después de la
supuesta abolición de la esclavitud a finales del siglo XIX y la segregación
racial en los 60ta. Documentales como “The 13th” sobre el sistema penitenciario
privado en los Estados Unidos, demuestran claramente y sin duda como la
estructura de dominación racial nunca fue desmantelada y se ha perpetuado constantemente
a través de reformas legales (a la 13ava enmienda constitucional que prohíbe la
esclavitud y el trabajo contra voluntad se la agregó la cláusula de “excepto
como castigo a un crimen”, lo cual ha sido explotado para crear un sistema
legal que encarcela desproporcionadamente a la gente que no es blanca) . Este
conocimiento de causa ha obligado a una concientización del joven
estadounidense, el llamado personaje “woke” (“el que ha despertado”) que
aprende a ser consciente de cómo el sistema colonial sólo acepta un modelo de
subjetividad étnica cultural (el blanco occidental), al igual que el
patriarcado excluye en torno a un solo tipo de subjetividad de genero (la
heteronormatividad) y el capitalismo sólo defiende la libertades que perpetúan
la ventaja injusta de una clase sobre otra. Es una concientización de la
“política de intersecciones”
(intersectional politics) que demuestra como las injusticias sociales en
torno a raza, género y clase siempre han estado entrecruzadas e implicadas
entre si.
Hay
una cierta línea trazada en la arena, en la que se exige reconocer y rechazar
la opresión sistemática ya que se perpetúa al no denunciarla: Ya no es
suficiente ser “no-racista” (“yo no soy racista”), hay que ser “anti-racista”
(reconocer cómo la supremacía blanca está arraigada sistemáticamente en esta
sociedad y rechazar los privilegios que nos hacen cómplices) si se aspira a una
verdadera justicia social.
Podrá
sonar ilógico, pero Trump gana la presidencia porque representa una posición
mucha más “media” que la que representaba Clinton. La senadora de Nueva York
representaba el linaje nepotista de poder tradicional, era la primera vez que
un mismo apellido apostaba a la presidencia después de los Bush y los Kennedy;
pero el empuje a la izquierda que le obligó tomar la campaña de Bernie Sanders
la convirtió en un candidato en alianza con esta nueva concientización social
que a muchos le cuesta aceptar.
Trump
obviamente atrajo a la ultraderecha, a la base cristiana y conservadora (los
que apoyan a la supremacía blanca abiertamente); pero ganó porque también
atrajo al papá de clase media que todavía es incapaz de admitir que el Estado y
la policía es inherentemente racista, aquellos que les parece “muy exagerado”
referirse una persona que desafíe las convenciones de genero con un pronombre
sin género (lo que los punks hemos hecho por años calcando la @ para hacer que
los artículos sean indiferentes al género), aquellos que todavía no están
listos para reconocer que el capitalismo es un sistema injusto que reproduce
las mismas ventajas y desventajas históricas. Estas posturas son “muy
radicales” para un estadounidense medio que todavía se beneficia del sistema de
exclusión que le favorece.
Este
personaje medio capaz nunca se declare como racista y capitalista, pero tampoco
se va a declarar como anti-racista y anti-capitalista (lo que necesitamos en
este momento). Trump es el candidato que le permite permanecer en esa
ambigüedad nefasta de complicidad silenciosa.
¿Cómo se prepara la comunidad de latina para
afrontar un gobierno de claro carácter xenófobo?
Es
difícil agrupar a todas las comunidades latinas de los Estados Unidos en un
mismo frente político; hay algunas que sufren de los sistemas de exclusión con
mayor gravedad y algunos que están más conscientes de los mecanismos de
opresión que otros. Ciertos Latinos, muchos en Nueva York – puertorriqueños,
dominicanos- son de la segunda o tercera generación de residencia en los
Estados Unidos, y su cómodo estatus legal y capaz su asentada posición
económica les hace indiferente ante la presión que sienten los latinos
indocumentados o con un estatus precario. Conozco muchos latinos, ricos y
pobres, que votaron felizmente por Trump, porque representaba” la mano dura que
hacía falta”.
Aunque
yo creo que toda la comunidad latina tiene que estar clara que no encaja dentro
de la concepción de “blanco” que tiene la supremacía blanca que controla a este
país. Siento que cada vez más se va a hacer evidente que la exclusión de
subjetividades sobre la que se fundamenta este proyecto de derecha, nos va a
afectar a todos los que no reflejamos el semblante del opresor. Cada vez se va
a hacer más evidente que este “Make America Great Again / Haz America Estupenda
De Nuevo”, sólo se refiere a una parte de los Estados Unidos específica que no
acepta diversidad ni diferencias internas, y que depende de una jerarquía
estable entre una clase y otra, entre una subjetividad específica y todas las
demás. el ACLU, (la “Unidad de los Derechos Civiles Americanos”, una
organización sin fines de lucro y no-partidaria, que hoy cumple 97 años) ya se
ha declarado tajantemente contra las políticas xenofóbicas de Donald Trump
(normalmente no se declara contra un candidato de esta manera) y ha arrancado
una campaña nacional en la que le piden a la gente que haga una promesa de que
defenderán a todos los estadounidenses musulmanes si se llegase a implementar
el registro religioso que propone Trump. Me preguntó si el ACLU, o alguna otra
organización parecida, hará alguna otra campaña de solidaridad masiva para
apoyar a todos los latinos que están amenazados por el plan de deportación
masiva que propone Trump, especialmente por ser inmigrantes de países
subdesarrollados (hay una gran diferencia entre el inmigrante europeo y el
inmigrante marrón).
Ahora
hay un peo armado porque Obama estableció un programa llamado DACA (Acción
Diferida para los Llegados en la Infancia) que le ofrecía un camino a la
ciudadanía a la gente que entró al país de manera ilegal a temprana edad.
Millones de inmigrantes “salieron de las sombras” y se registraron este
programa gubernamental que les ofrecía permiso de trabajo temporal y la promesa
de un trato digno y justo como ciudadano de este país. Pero ahora Trump está
amenazando revertir el programa y utilizar la información recolectada para los
fines de su plan de deportación. Hay que ver que redes de solidaridad y
resistencia civil que se pueden armar para defender contra este engaño del
Estado. Los inmigrantes indocumentados trabajan en casi todas las industrias de
servicio de este país (los papeles falsos funcionan sin complicaciones para
conseguir un trabajo en una cocina, pero no en una oficina), pagan impuestos,
pero no se les permiten recolectar beneficios, servicios públicos ni seguridad
social. TODO el mundo esta consciente de que esto sucede, todos los
restaurantes de lujo a los que atiende Trump
(y de los que es dueño) son operados por esta población desamparada, y
todos toleran la injusticia ya que este país acepta sin problema la distinción
entre ciudadanos de primera y segunda
categoría.
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