Antonio Pérez Collado
Cierto que Moscú ya no es lo que era, que el PCUS ha dejado de decretar lo que automáticamente se convertiría en la verdadera biblia del revolucionario, así como de condenar lo que sería simple propaganda occidental, basura capitalista y vicios pequeñoburgueses. Bueno, es posible que el renacido Partido Comunista de la Federación Rusa lo siga haciendo, pero hoy no le hacen caso ni en la antigua Leningrado. Eso es tan cierto como la caída del Muro de Berlín o la llegada del "libre mercado" a Pekín (Beijing para los modernos) o Hanói.
Pero, no obstante, sigue existiendo una especie de confabulación mundial de profesores, artistas y escritores que actúan como si la Internacional (en sus versiones socialdemócrata o comunista) todavía tuviera la misión de decirnos lo que está bien para el pueblo y qué movimientos o grupos -de cualquier parte del planeta- son de los nuestros; de la izquierda revolucionaria, para que nos entendamos.
Luego está todo el coro de jóvenes vanguardias dispersas y viejos partidos proletarios del mundo (bastante desunidos, por cierto) que repiten como papagayos esas críticas feroces y las excomuniones lanzadas por los sabios profetas desde sus tribunas o columnas, sin contrastar tan tendenciosas opiniones y sin dar una oportunidad a lo que tuvieran que decir las partes anatemizadas.
Hoy sería imposible mantener las condenas que la vieja y falsa guardia de la moral revolucionaria emitiera contra intelectuales y militantes como George Orwell, Rosa Luxemburgo, Albert Camus, Camilo Berneri, Andreu Nin, Emma Goldman o el mismísimo León Trotsky, perseguidor y perseguido. No relataremos, por pudor, los negros tiempos en que esa ortodoxia hacía la vista gorda y en muchos casos justificaba las atrocidades de locos genocidas como Stalin, Ceausescu, Pol Pot y otros sanguinarios dictadores.
Afortunadamente ahora no es esa la situación; ni ellos -la internacional de la calumnia- tienen la misma fuerza, ni la gente se cree a pies juntillas las letanías y "vidas ejemplares" que nos cuentan. No obstante, continuamos esstando sometidos a esa especie de profetas de izquierda que se sienten autorizados para dar el carné de "revolución" a cualquier proceso de cambio de gobierno, simplemente por que se proclame antinorteamericano, y negarle el pan y la sal a experiencias verdaderamente autogestionarias y populares que se dan por multitud de lugares.
Como en Europa los correligionarios de estos expertos en el cambio desde dentro suelen tomar, de vez en cuando, ese poder que tanto se critica desde la oposición, no le queda más remedio que criticar muy moderadamente las medidas antisociales que los llamados partidos de izquierda aplican por doquier (no iban a poner a los suyos a caer de un burro, claro) y centrar su labor de propaganda en ensalzar cualquier lucha o estallido social que suceda lo más alejado posible de donde ellos viven y pontifican placidamente.
En Oriente Medio y África, como la composición social es tan diferente a la nuestra, suelen meter la pata muy a menudo. Ante la duda, apoyan al bando que dice estar contra la UE y los USA (posición que nos parece muy correcta, todo sea dicho de paso) pero cuando luego se ve que estos titubeantes nuevos gobiernos se arriman a Rusia o China, y cometen las mismas atrocidades que los "malos" contra su propio pueblo, pues entonces ya se callan y esperan otra "revolución". Donde más claro lo suelen ver, sobre todo desde nuestra península (será una secuela de la colonización española) es en Latinoamérica. Aquí si que la izquierda más izquierda lo tiene claro. su apoyo incondicional lo tienen todos los nuevos gobiernos que, apoyados por los partidos marxistas, los movimientos sociales o los pueblos indígenas, o por todos la la vez, están accediendo al poder en Venezuela, Ecuador, Perú, Uruguay, Bolivia, etc.
Nada que objetar a que intelectuales progresistas y ONG se alegren de que gobiernos de tinte socialista arrinconen en la Historia a las dictaduras que han martirizado a los pueblos de América Latina a lo largo de décadas, por supuesto. Pero lo mínimo que se puede exigir a estos apologetas nada rigurosos ante cualquier relevo de presidentes es que, sin dejar de apoyar los cambios sociales emprendidos en dichos países, señalen también las injusticias y errores que cometen los nuevos detentadores del poder, o al menos no se ofendan si otros lo hacemos con espíritu constructivo.
Desde el movimiento libertario estamos un poquito hartos del mutis por el foro que emprende la izquierda de la revolución a distancia cuando esos mismos líderes que desde aquí se han elevado a los altares de la revolución se quedan a mucho menos que mitad de camino, por no decir que algunos vuelven al punto de partida. cuando los Noriega, Ortega, Lula, Kirchner, Bachelet... de turno defraudan a su propio electorado echamos en falta algún tipo de reflexión, de crítica, de arrepentimiento. Qué menos que un simple gesto de humildad y sinceridad. Mención aparte merece el caso cubano: la más mínima duda, cualquier razonada crítica al régimen de los Castro te convierte automaticamente en "gusano" pro-yanquí, pagado por el exilio dorado de Miami. Da igual que critiques la poderosa burocracia que parasita en la isla, la vieja discriminación de los homosexuales, la imparable conversión de su economía al capitalismo, etc, te van a llover las acusaciones; y de nada te servira que reconozcas los avances de sanidad y educación de Cuba.
El caso más reciente es el de Venezuela; proceso que sinceramente merece atención y esperanza por la gran implicación popular en los cambios que el chavismo está animando. Pero de ahí a que esté mal visto avisar del peligro de burocratización, temer el excesivo poder del ejército y policía o simplemente bromear sobre las excentricidades de Maduro o el difunto Chávez hay un gran abismo.
La campaña desatada en Venezuela y exportada al resto del orbe por las redes sociales contra la publicación anarquista El Libertario nos parece no sólo exagerada, sino también muy injusta. El Libertario cuenta con una larga tradición como revista de difusión, de debate y de crítica social desde un punto de vistaa claramente antiautoritario. Que este veterano vocero discrepe de la versión oficial sobre la protestas en Caracas y otras ciudades venezolanas a comienzos de 2014 no es motivo suficiente paara que se acuse, así sin más matices, a El Libertario poco menos de estar alineado con la burguesía nacional y financiado por las potencias enemigas del pueblo. Todo ello porque desde el equipo redactor se ha apuntado que toda la gente que sale a protestar contra el gobierno y por la escasez de muchos productos no son jóvenes adinerados ni clases medias incondicionales de la oposición de derechas.
Desde Al Margen, que colabora desde hace años con ésta y otras publicaciones hermanas del Nuevo Continente, nos solidarizamos con El Libertario y defendemos su derecho a ejercer la libertad de opinión e información... y no por ello nos vamos a sentir menos solidarios con el pueblo venezolano y con todos los movimientos sociales de América Latina.
[Publicado originalmente en la revista Al Margen # 90, Valencia, verano 2014.]
Cierto que Moscú ya no es lo que era, que el PCUS ha dejado de decretar lo que automáticamente se convertiría en la verdadera biblia del revolucionario, así como de condenar lo que sería simple propaganda occidental, basura capitalista y vicios pequeñoburgueses. Bueno, es posible que el renacido Partido Comunista de la Federación Rusa lo siga haciendo, pero hoy no le hacen caso ni en la antigua Leningrado. Eso es tan cierto como la caída del Muro de Berlín o la llegada del "libre mercado" a Pekín (Beijing para los modernos) o Hanói.
Pero, no obstante, sigue existiendo una especie de confabulación mundial de profesores, artistas y escritores que actúan como si la Internacional (en sus versiones socialdemócrata o comunista) todavía tuviera la misión de decirnos lo que está bien para el pueblo y qué movimientos o grupos -de cualquier parte del planeta- son de los nuestros; de la izquierda revolucionaria, para que nos entendamos.
Luego está todo el coro de jóvenes vanguardias dispersas y viejos partidos proletarios del mundo (bastante desunidos, por cierto) que repiten como papagayos esas críticas feroces y las excomuniones lanzadas por los sabios profetas desde sus tribunas o columnas, sin contrastar tan tendenciosas opiniones y sin dar una oportunidad a lo que tuvieran que decir las partes anatemizadas.
Hoy sería imposible mantener las condenas que la vieja y falsa guardia de la moral revolucionaria emitiera contra intelectuales y militantes como George Orwell, Rosa Luxemburgo, Albert Camus, Camilo Berneri, Andreu Nin, Emma Goldman o el mismísimo León Trotsky, perseguidor y perseguido. No relataremos, por pudor, los negros tiempos en que esa ortodoxia hacía la vista gorda y en muchos casos justificaba las atrocidades de locos genocidas como Stalin, Ceausescu, Pol Pot y otros sanguinarios dictadores.
Afortunadamente ahora no es esa la situación; ni ellos -la internacional de la calumnia- tienen la misma fuerza, ni la gente se cree a pies juntillas las letanías y "vidas ejemplares" que nos cuentan. No obstante, continuamos esstando sometidos a esa especie de profetas de izquierda que se sienten autorizados para dar el carné de "revolución" a cualquier proceso de cambio de gobierno, simplemente por que se proclame antinorteamericano, y negarle el pan y la sal a experiencias verdaderamente autogestionarias y populares que se dan por multitud de lugares.
Como en Europa los correligionarios de estos expertos en el cambio desde dentro suelen tomar, de vez en cuando, ese poder que tanto se critica desde la oposición, no le queda más remedio que criticar muy moderadamente las medidas antisociales que los llamados partidos de izquierda aplican por doquier (no iban a poner a los suyos a caer de un burro, claro) y centrar su labor de propaganda en ensalzar cualquier lucha o estallido social que suceda lo más alejado posible de donde ellos viven y pontifican placidamente.
En Oriente Medio y África, como la composición social es tan diferente a la nuestra, suelen meter la pata muy a menudo. Ante la duda, apoyan al bando que dice estar contra la UE y los USA (posición que nos parece muy correcta, todo sea dicho de paso) pero cuando luego se ve que estos titubeantes nuevos gobiernos se arriman a Rusia o China, y cometen las mismas atrocidades que los "malos" contra su propio pueblo, pues entonces ya se callan y esperan otra "revolución". Donde más claro lo suelen ver, sobre todo desde nuestra península (será una secuela de la colonización española) es en Latinoamérica. Aquí si que la izquierda más izquierda lo tiene claro. su apoyo incondicional lo tienen todos los nuevos gobiernos que, apoyados por los partidos marxistas, los movimientos sociales o los pueblos indígenas, o por todos la la vez, están accediendo al poder en Venezuela, Ecuador, Perú, Uruguay, Bolivia, etc.
Nada que objetar a que intelectuales progresistas y ONG se alegren de que gobiernos de tinte socialista arrinconen en la Historia a las dictaduras que han martirizado a los pueblos de América Latina a lo largo de décadas, por supuesto. Pero lo mínimo que se puede exigir a estos apologetas nada rigurosos ante cualquier relevo de presidentes es que, sin dejar de apoyar los cambios sociales emprendidos en dichos países, señalen también las injusticias y errores que cometen los nuevos detentadores del poder, o al menos no se ofendan si otros lo hacemos con espíritu constructivo.
Desde el movimiento libertario estamos un poquito hartos del mutis por el foro que emprende la izquierda de la revolución a distancia cuando esos mismos líderes que desde aquí se han elevado a los altares de la revolución se quedan a mucho menos que mitad de camino, por no decir que algunos vuelven al punto de partida. cuando los Noriega, Ortega, Lula, Kirchner, Bachelet... de turno defraudan a su propio electorado echamos en falta algún tipo de reflexión, de crítica, de arrepentimiento. Qué menos que un simple gesto de humildad y sinceridad. Mención aparte merece el caso cubano: la más mínima duda, cualquier razonada crítica al régimen de los Castro te convierte automaticamente en "gusano" pro-yanquí, pagado por el exilio dorado de Miami. Da igual que critiques la poderosa burocracia que parasita en la isla, la vieja discriminación de los homosexuales, la imparable conversión de su economía al capitalismo, etc, te van a llover las acusaciones; y de nada te servira que reconozcas los avances de sanidad y educación de Cuba.
El caso más reciente es el de Venezuela; proceso que sinceramente merece atención y esperanza por la gran implicación popular en los cambios que el chavismo está animando. Pero de ahí a que esté mal visto avisar del peligro de burocratización, temer el excesivo poder del ejército y policía o simplemente bromear sobre las excentricidades de Maduro o el difunto Chávez hay un gran abismo.
La campaña desatada en Venezuela y exportada al resto del orbe por las redes sociales contra la publicación anarquista El Libertario nos parece no sólo exagerada, sino también muy injusta. El Libertario cuenta con una larga tradición como revista de difusión, de debate y de crítica social desde un punto de vistaa claramente antiautoritario. Que este veterano vocero discrepe de la versión oficial sobre la protestas en Caracas y otras ciudades venezolanas a comienzos de 2014 no es motivo suficiente paara que se acuse, así sin más matices, a El Libertario poco menos de estar alineado con la burguesía nacional y financiado por las potencias enemigas del pueblo. Todo ello porque desde el equipo redactor se ha apuntado que toda la gente que sale a protestar contra el gobierno y por la escasez de muchos productos no son jóvenes adinerados ni clases medias incondicionales de la oposición de derechas.
Desde Al Margen, que colabora desde hace años con ésta y otras publicaciones hermanas del Nuevo Continente, nos solidarizamos con El Libertario y defendemos su derecho a ejercer la libertad de opinión e información... y no por ello nos vamos a sentir menos solidarios con el pueblo venezolano y con todos los movimientos sociales de América Latina.
[Publicado originalmente en la revista Al Margen # 90, Valencia, verano 2014.]
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