Rafa Rius
Desde
tiempos inmemoriales y en la inmensa mayoría de sociedades “el hombre” es el sujeto de la
historia y por tanto, en el idioma el genérico es masculino, cosa lógica por
otra parte desde los orígenes de la sociedad patriarcal: quien controla el
poder controla el lenguaje que lo sustenta y lo comunica. Puesto que, en
cualquier caso, es inevitable la existencia de un buen número de sustantivos
que designan de modo ineludible a personas de ambos sexos indistintamente, a
pesar de los intentos actuales de buscar sinónimos inclusivos (persona, etc.) –posible
en algunos casos pero imposible en todos- se hace necesario encontrar una
fórmula que supere la forma masculina como respuesta morfológica
generalizadora.
Dado
que a nadie se le ocurriría leer los siete tomos de En busca del tiempo
perdido o Poeta en Nueva York, pongamos por caso, repletos de “-os”,
“-as”, de “@” o de “x” cada vez que tropezamos con el problema, y teniendo en
cuenta que la mayor parte de editoriales y medios de comunicación escrita, por
no hablar de blogs y webs, demuestran una escasa o nula sensibilidad sobre el
asunto, quizás habría que enfocar la cuestión desde otra perspectiva.
Dejando
a un lado, por impracticable, de momento, la creación de un nuevo género que
englobara ambos sexos, desde hace algún tiempo viene desarrollándose una
corriente que aboga por la utilización del femenino como genérico. Dentro de la
confusión reinante al respecto, parece la solución más razonable. Si hemos
estado milenios utilizando el masculino, bien podríamos estar otro tanto usando
el femenino. Los varones acabaríamos acostumbrándonos y no creo que tuviéramos graves
problemas de identidad sexual por vernos designados en femenino. Respetando eso
sí, todo lo creado hasta la fecha, pues no se trata de reescribir –sería materialmente
imposible- toda la historia de la literatura universal.
Habría
un problema importante desde el punto de vista normativo, pues las academias,
formadas en su inmensa mayoría por hombres, no se han mostrado muy proclives
hasta el momento a entrar a considerar el tema. Si a ello añadimos que en un
contexto de sociedad capitalista de mercado, nunca se ha considerado una
cuestión relevante y que muchas mujeres siguen utilizando el masculino a la hora
de escribir, no parece de fácil solución.
Todo
lenguaje es producto de los valores dominantes en la sociedad que se utiliza y
si esa sociedad es neoliberal, machista y patriarcal, difícilmente aceptará de
buen grado el cambio en el paradigma sexista que la conforma. Si queremos
cambiar a mejor nuestra sociedad debemos cambiar paralelamente el paradigma
lingüístico que la sostiene. La lucha se prevé larga y difícil pero necesaria.
[Publicado
originalmente en la revista Al Margen #
103, Valencia (Esp.), otoño 2017.]
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