Miguel Romero
Desde los pataleos de ahogado de bigotes descarriados
—Maduro— hasta los recientes escándalos de Dilma y Cristina, parece preludiarse
la conclusión de la histriónica tragicomedia que, resultó ser esa luna de miel
de la izquierda en Iberoamérica.
Durante los años 60 se vivió en la región un primer idilio.
Cuba en aquellos años representaba la opción ideológica, cultural y política en
contra del capitalismo y el «imperialismo yanqui». Tras el fracaso del eje
Cuba-Chile, La extrema derecha y los gobiernos militares llegaron para
instaurarse por un largo tiempo.
Fue hasta la caída del bloque comunista y la «apertura
democrática», que la izquierda tendría una segunda oportunidad. Tras sufrir una
metamorfosis patética, de férreos revolucionarios cheguevaristas a organizarse
en partidos y concursar en elecciones, poco a poco esta supuesta opción
salvadora de los hispanoamericanos comenzó a escalar posiciones.
Chávez, Evo, Correa, Lula, los Kirchner, López Obrador...
Hace diez años parecía inevitable su conquista total y absoluta.
Hoy, después de su paso fugaz y ominoso, los medios y la
«opinión pública» comienzan a «percatarse» que entre estos y los
ultraderechistas como Pinochet y Díaz Ordaz no existía mucha diferencia.
Pero no hay que ser optimistas: una vez más, siguiendo el
ciclo inacabable y masoquista de la democracia, seguramente presenciaremos la
alternancia y el nefasto viraje a la derecha, para continuar con un nuevo
episodio de la interminable tragicomedia electoral. Una tragicomedia que
pudiera ser comedia si sus consecuencias no fueran la catástrofe y decadencia
de todo un continente.
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