Miguel Romero
En el ejercicio de la medicina, dentro o fuera de la
institución médica, el médico consciente o servidor del sector salud, siempre
tendrá el poder de cómo ejercer éticamente su perfil, a lo largo de siete años
de instrucción —científica— o por duplicado (13 o 14 años —especializaciones,
instrucción que por cierto, jamás desestimará el estudio y la canalización de
la bio-ética, de la psicología y, de la filosofía de la empatía) el instruido
quedará expuesto a un compendio de conocimientos, que, necesariamente le
llevarán (si es consciente) a la muestra del camino correcto, o parafraseando
al padre de nuestro oficio —Hipócrates "al ejercicio de la virtud del
ser" per se—, ergo la máxima va a ser la consciencia de éste en el rubro
de su adecuación a un sistema opresor, uno donde la negligencia y la iatrogenia
(acto médico dañino) se asoman como simples espasmos producto de su naturaleza.
La sentencia definitoria es, tratar de ejercer una currícula
médica del modo más libertario posible, aunque se esté mediado por una
estratificada y bien hilvanada estructura de jerarquías y objetivaciones que,
cosifican las relaciones (en especial las relaciones médico-pacientes) será la
voluntad de poder (no se me confunda el adagio, con atisbos nietzscheanos) la
tajante, la terminante, la decisiva y en definitiva la concluyente, la que
marcará un antes y un después en el sendero del acto médico en eyección.
Ese monólogo, donde el médico es igual Dios y el paciente es
igual al Objeto de Estudio resultante, debe acabar para siempre, también ese
estereotipo que nos lleva a pensar que existe un status superior —superioris
tractus— de parte de los pacientes y la sociedad en general para con los
médicos.
Respecto al tema farmacológico, es bastante incómodo notar, como algunos
detractores de nuestro oficio, nos reducen a mata-sanos -iatrogénicos- por el
uso y la promoción de los preparados farmacológicos en el tratamiento de las
distintas etiopatogenias, como si no supiéramos realizar o hacer otras
cuestiones, en lo que, se procura —alcanzar un estado de salud factico—
entiéndase ésta (salud) como el completo estado de bienestar bio-psico-social
del ser en su ser, y no, como la mera ausencia de las enfermedades.
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