Carlos Crespo
“Yo cuento contigo. Tú cuentas conmigo. Si necesitas tomas. Si te sobra dona”. Así reza el cartel colgado en una mesa donde reposan varios alimentos y vituallas. Sintetiza las prácticas de cooperación, solidaridad y empatía, que han florecido en el país con el coronavirus, la “peste negra del siglo XXI”.
Vecinos que se ofrecen para adquirir alimentos y medicamentos para viejitos y enfermos solitarios, colectivo de inquilinos que obsequia sus hortalizas producidas orgánicamente a los necesitados, docentes universitarios que donan su salario para estudiantes en situación crítica, gente que colecta alimentos para los varados en las fronteras. Un mensaje en Facebook: “Hermano de Tiquipaya, si no tienes nada que comer puedes colgar bandera blanca en tu ventana; así podemos ayudarnos entre vecinos”. O comunidades de territorios indígenas que se autoorganizan para protegerse de la pandemia.
Todas estas iniciativas se despliegan de manera autónoma, sin pedir permiso a nadie, y operan como dispositivos frente a la calamidad.
La cooperación es parte de la cuenta larga del planeta, es un factor clave de la evolución humana. Esto ya lo sabía Piotr Kropotkin, definiendo estas prácticas como El apoyo mutuo, título de uno de sus libros fundamentales, publicado en 1902. Él estaba convencido de la solidaridad y la espontaneidad creativa de la gente. Contra el darwinismo reduccionista, argumentaba que la lucha por la existencia es una lucha contra circunstancias adversas más que entre individuos de la misma especie. Con sus estudios biológicos en Siberia, mostró que en la naturaleza operaba la cooperación y que las especies con mayor grado de cooperación y soporte mutuo entre sus miembros tenían más posibilidades de florecer.
La cooperación es contradictoria a la servidumbre voluntaria, a las prácticas de demandar y esperar del Estado, iglesia, capital. Más aún, como apuntaba Gustav Landauer, el Estado autoritario es resultado de la pasividad humana, más que de una tiranía externamente impuesta.
El apoyo mutuo en la historia de la humanidad, por tanto, constituye un patrón común de conducta, una práctica que se ha ido reproduciendo y adaptando a los paisajes locales, una estrategia de vida frente a relaciones de dominación, en cualquiera de sus formas. La solidaridad designa una cualidad emancipadora de las relaciones sociales, pues está prefigurando, hoy, el mundo en el que se desea vivir.
Hoy más que nunca, el apoyo mutuo es imprescindible contra el coronavirus, y cuando se vienen días aciagos, repito a Pancho Villa: “ánimo cabrones, que más adelante está más feo”.
[Tomado de https://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20200406/columna/apoyo-mutuo-tiempos-coronavirus.]
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