Sergio
Un difundido mito por todo el ámbito ácrata, es el mito que aquí llamaremos: “del Durruti feminista” este mito se origina en principio en un mal enten-dido, y tal vez en una información fraudulenta, y que luego muchos de los que admiramos a Durruti, entre los cuales me encuentro, han aceptado y difundido de buena gana y, según mi criterio, les ha faltado un poco de sentido común y espíritu crítico.
El corto verano de la anarquía, según Enzensberger, su autor, es una novela, en definitiva estaríamos ante una ficción, pero no todas los libros se encuadran tan fácilmente en categorías esquemáticas, algunos son libros de historia donde el autor, se toma algunas libertades para describir hechos y personajes de manera un tanto subjetiva, tratando de completar los espacios vacíos, que la historia no puede documentar con eficacia, otros son novelas que se han construido en base a hechos históricos comprobados, pero donde el autor tiene gran libertad para componer los hechos a su antojo.
Por todo lo expuesto hasta el momento, vamos entendiendo cómo analizar el libro de Enzensberger, que pretende ser una biografía de la vida de Buenaventura Durruti. Este autor, alemán, nunca conoció a Durruti, se encargó de recopilar fragmentos para su obra, personas que conocieron a Durruti, algunas que dicen que lo conocieron, otras que refieren haber escuchado un relato acerca de Durruti, libros, notas periodísticas, en fin, todo lo que puede recopilarse sobre su vida, además, existe el problema agregado que Durruti fue, principalmente un hombre de acción, no un teórico que dejara documentos escritos, casi nada hay escrito por Durruti, y solo se tienen unas pocas grabaciones de su voz, y otra particularidad también a tener en cuenta, su militancia fue en gran parte de su vida, ilegal y clandestina, lo que hace entendible la costumbre de no dejar huellas ni documentos comprometedores.
De esta manera Enzensberger fue armando la historia de Durruti, creando un relato colectivo, donde es difícil distinguir la realidad del relato idealizado, sobre todo en alguien como Durruti que es uno de los grandes mártires del anarquismo y del proletariado en general, alguien que murió combatiendo, y que su propia muerte está aún en un cono de sombras y nunca se pudo aclarar del todo, en definitiva, eso es lo que debe tenerse en cuenta a la hora de abordar el trabajo de Enzensberger, él mismo lo aclara a lo largo del libro en repetidas oportunidades:
“Todas las informaciones que poseemos sobre Durruti están bañadas de esa luz peculiar; es imposible ya distinguir entre aquello que puede ser atribuido estrictamente a su aura y aquello que sus comentaristas (incluso sus enemigos) le atribuyen en sus recuerdos”.
Como ya lo había señalado, todo el libro de Enzensberger es un compendio de citas, con el nombre del autor debajo, la cita en cuestión, que ocupa el presente artículo la transcribo entera tal como está en el libro.
“A principios de 1936 Durruti vivía justo al lado de mi casa, en un pequeño piso en el barrio de Sans. Los empresarios lo habían puesto en la lista negra. No encontraba trabajo en ninguna parte. Su compañera Émilienne trabajaba como acomodadora en un cine para mantener a la familia.
Una tarde fuimos a visitarle y lo encontramos en la cocina. Llevaba un delantal, fregaba los platos y preparaba la cena para su hijita Colette y su mujer. El amigo con quien había ido trató de bromear: “Pero oye, Durruti, ésos son trabajos femeninos.” Durruti le contestó rudamente: “Toma este ejemplo: cuando mi mujer va a trabajar yo limpio la casa, hago las camas y preparo la comida. Además, baño a la niña y la visto. Si crees que un anarquista tiene que estar metido en un bar o un café mientras su mujer trabaja, quiere decir que no has comprendido nada.””
Quien relata esta anécdota recogida por Enzensberger, es una persona llamada Manuel Pérez y este relato es tomado del periódico ¡Campo! Órgano de la Federación Regional de campesinos de Cataluña, Barcelona, 20 de noviembre de 1937. (Revista campesina. Número extraordinario dedicado a Durruti.) exactamente a un año de la muerte de Durruti que fue el 20 de noviembre de 1936.
Este es el relato que construyo la imagen de Durruti como alguien que tenía con su compañera una complementariedad que podríamos decir, con un lenguaje actual, lo hace un varón deconstruído, el relato ha circulado y circula por todos los medios y redes sociales, como ejemplo de alguien a imitar, pero, lo que llama la atención es que el relato podría muy bien corresponder a un varón contemporáneo, pero de ningún modo se ajusta a un varón heterosexual español de los años 30.
Por más revolucionario y “hombre de ideas avanzadas”, como se decía entonces que fuera Durruti, es al menos llamativa la anécdota, son muy pocos, o nadie, que pueda actuar y pensar muy por fuera de los parámetros culturales y sociales de una época determinada, y aquí aparece Durruti en una actitud fuera de contexto epocal que resulta poco creíble, para contrastarla y brindar una prueba documental en sentido contrario aporto un reportaje a la viuda de Durruti Emilienne Morín que supongo conocía más la vida cotidiana de nuestro compañero que el señor Manuel Pérez:
“En este sentido tenía la mentalidad de la época. Todos los anarquistas españoles no hacían más que hablar del amor libre y el anarquismo y eran incapaces de cocinar o de bañar a sus hijos. En su casa eran siete hermanos y Rosa la única mujer; hasta que se casó, y ya era muy mayor, no hizo otra cosa que hacerlo todo por ellos: la casa, la ropa, la comida…, ni a la mesa para comer se sentaba. Y a su madre, la abuelita, aún le parecía poco. Durruti sabía que yo tenía razón y por eso no podía llevarme la contraria. Alguna vez bañaba a la niña o me ayudaba a pelar patatas, pero muy de cuando en cuando. Recuerdo un domingo en Bruselas: él se había pasado toda la mañana charlando con sus compañeros y llego a comer. “No he guisado nada –le dije- ; yo también tengo derecho a disfrutar los domingos, ¿no crees? Comeremos en un restaurante”. No le gustó mi actitud de momento, pero no pudo decir que no. Hubiera sido un poco violento para un anarquista, ¿no?”
Aquí vemos un relato que refuta el mito feminista de nuestro querido compañero, para más datos dejo el link de la entrevista:
http://labibliotecafantasma.es/cartadebatalla/wp-content/uploads/2013/11/INTERVIU-0052-19770512.pdf
Finalmente, para poner todo esto en su justa medida y en su contexto histórico, ya que no puede haber una lectura apropiada de nada sin este contexto, deberíamos decir también que, si bien Durruti no debería sobresalir de los marcos culturales establecidos por el patriarcado de su tiempo, como muy bien lo señalaba su viuda, también es necesario señalar que no se nota en su accionar ningún machismo exacerbado.
Muy por el contrario hay que recordar la partici-pación y el lugar ocupado por la mujer miliciana en la columna Durruti, en un plano de igualdad o casi igualdad con los compañeros varones, combatiendo codo a codo contra el enemigo fascista, eso constituía en aquellos tiempos toda una novedad ya que la mujer tenía en los ejércitos un papel muy secundario y subordinado, a la retaguardia, en el lugar de enfermera o logística (cocina y cosas así) nunca en el frente combatiendo, y Durruti siempre defendió el esquema organizativo anarquista por “columna” milicia voluntaria y autodisciplina, se opuso a la militarización profesio-nal que termino sacando a la mujer del frente de combate.
Este tipo de actitudes nos muestra a un Durruti que, si bien no podemos calificarlo al modo del “varón deconstruido” actual, igualmente demostró en su tiempo una mirada tendiente a un igualitarismo progresivo con respecto a la participación de la mujer en la vida social y política.
[Artículo publicado originalmente en la revista Parrhesia # 34, Bahia Blanca (Arg.), diciembre 2020. Número completo accesible en https://www.mediafire.com/file/afq7n15uz5qdm22/Parrhesia.N%25C2%25BA34.pdf/file.]
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