Antonio Albiñana
En la novela La peste, tan recordada estos días, su personaje central, el doctor Rieux, un trasunto del propio Albert Camus, responde a quien lo interroga sobre cómo combatir la epidemia: “Puede parecer una idea ridícula, pero la única manera de combatir la plaga es la decencia”. Es una apuesta por la solidaridad, la fraternidad y la heroicidad del hombre común, que apela al temple de toda una sociedad digna, en un momento dramático como el que atraviesan Colombia y el mundo.
En la novela La peste, tan recordada estos días, su personaje central, el doctor Rieux, un trasunto del propio Albert Camus, responde a quien lo interroga sobre cómo combatir la epidemia: “Puede parecer una idea ridícula, pero la única manera de combatir la plaga es la decencia”. Es una apuesta por la solidaridad, la fraternidad y la heroicidad del hombre común, que apela al temple de toda una sociedad digna, en un momento dramático como el que atraviesan Colombia y el mundo.
Por ejemplo: de los testimonios individuales a lo social. En Cataluña (España), 3.500 estudiantes de la carrera de salud se han ofrecido como voluntarios para apoyar los esfuerzos clínicos contra la pandemia. En el mismo territorio, centenares de voluntarios echan una mano a las personas más vulnerables, organizadas mediante las redes sociales. La agresión del coronavirus apela a toda la ciudadanía en su responsabilidad cívica y personal. Como señala el premio nobel Joseph Stiglitz: “El coronavirus nos impulsa a repensar el significado de nuestra vida, nuestra forma de estar juntos, los peligros de la globalización, ya que es posible que nos devuelva una normalidad diferente, un renacer distinto”.
Una primera señal de alerta: ante la inseguridad difusa se plantea la tentación autoritaria. Y es cierto que la crisis ha demostrado la fragilidad y vulnerabilidad de las sociedades desarrolladas, y puede provocar la seducción del autoritarismo ante el miedo, pero nada sería peor que seguir una vía como la china, que conduce a una pesadilla orwelliana en la que desaparecería la libertad individual. Además, hay que situar en sus términos la supuesta eficiencia de la dictadura de Xi Jinping: según informaciones de diversos medios, que citan fuentes chinas, si la dictadura, en lugar de ocultar durante la primera semana la dimensión de la epidemia, hubiera actuado puntualmente, se habría evitado el 66 % de los contagios.
Lo que la crisis del coronavirus enseña al mundo occidental es la necesidad de contar con un buen sistema de salud pública, de atención médica para todos, la mejor inversión que puede hacer una sociedad. Por lo demás, en estos momentos de dificultad que vamos a vivir hacen falta la solidaridad y la cooperación. El “apoyo mutuo” del que hablaba el teórico anarquista Kropotkin, frente al neodarwinismo social de “la lucha por la vida” y, como señala el profesor Innerarity, “la necesidad de una gigantesca movilización social, del personal sanitario, de la ciencia, de los microcomportamientos individuales...”, es lo que nos está mostrando tanta gente que, a veces con trabajos precarizados, está laborando para salvar nuestras vidas.
Al final de ‘La peste’, el doctor Rieux/Camus, tras observar la miseria, la generosidad, el miedo y la nobleza de la gente, concluye que, en medio de tantas aflicciones, lo que uno aprende es “que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
[Versión resumida de artículo de opinión publicado en https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/antonio-albinana/el-triunfo-de-la-decencia-columna-de-antonio-albinana-475676.]
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