Semanario anarquista Umanità Nova (Italia)
Como es bien sabido, el miedo es un impulso ancestral de la humanidad, es un impulso salvaje e irracional, preexistente en todas las etapas de la civilización y para cualquier forma de cultura y razonamiento, es un elemento inherente al estado de la naturaleza animal y es atribuible al instinto más antiguo y primordial de autoconservación de la especie. El miedo proviene de un sentimiento más que natural, es decir, el terror inconsciente e incontrolable de la muerte, por lo tanto, el miedo es un castigo que se debe afrontar y derrotar al vivir.
Desde sus inicios, la humanidad ha aprendido (por una necesidad incontenible y no por voluntad) a vivir con la consternación provocada por las furias naturales y sus terribles manifestaciones más frecuentes: truenos y relámpagos, terremotos, erupciones volcánicas y otros cataclismos. A lo largo de los milenios de la prehistoria, la humanidad ha tratado de exorcizar el miedo, procurando interpretar varios fenómenos físicos como eventos sobrenaturales de origen divino: de esta manera han surgido las antiguas religiones mitológicas que tienen sus raíces en los miedos más ancestrales y lejanos de nuestra especie.
Como es bien sabido, el miedo es un impulso ancestral de la humanidad, es un impulso salvaje e irracional, preexistente en todas las etapas de la civilización y para cualquier forma de cultura y razonamiento, es un elemento inherente al estado de la naturaleza animal y es atribuible al instinto más antiguo y primordial de autoconservación de la especie. El miedo proviene de un sentimiento más que natural, es decir, el terror inconsciente e incontrolable de la muerte, por lo tanto, el miedo es un castigo que se debe afrontar y derrotar al vivir.
Desde sus inicios, la humanidad ha aprendido (por una necesidad incontenible y no por voluntad) a vivir con la consternación provocada por las furias naturales y sus terribles manifestaciones más frecuentes: truenos y relámpagos, terremotos, erupciones volcánicas y otros cataclismos. A lo largo de los milenios de la prehistoria, la humanidad ha tratado de exorcizar el miedo, procurando interpretar varios fenómenos físicos como eventos sobrenaturales de origen divino: de esta manera han surgido las antiguas religiones mitológicas que tienen sus raíces en los miedos más ancestrales y lejanos de nuestra especie.
Incluso hoy, en una era aparentemente subyugada por el racionalismo y el engaño/complejo de la omnipotencia técnica y utilitaria del hombre, el miedo es un elemento constante de nuestra existencia. Asume innumerables manifestaciones, se insinúa en los meandros más oscuros y ocultos del alma humana, como un virus astuto y letal que genera más daños y lesiones que cualquier enfermedad y cualquier epidemia infecciosa.
No hay duda de que el miedo es uno de los rasgos más típicos y peculiares de la naturaleza animal que es inherente a la humanidad, pero no debe ser una obsesión que no otorgue paz ni alivio. Sin embargo, la realidad que vivimos hoy está cada vez más acosada por los miedos, desde el miedo a morir hasta el miedo a vivir. No es casualidad que la triste primacía de los suicidios, especialmente entre las generaciones más jóvenes, sea disputada por las naciones más opulentas y avanzadas de Occidente, Japón a la cabeza.
No es casualidad que las sociedades se rijan también a través del uso del miedo y que los estados más avanzados en el frente tecnológico también utilicen los miedos para ejercer una forma de control social cada vez más extendida. No es coincidencia que las elecciones políticas se ganen jugando la carta de idiosincrasia o fobia histérica hacia alguien, un enemigo, un otro diferente, para ser demonizado y sacudido como un saco de boxeo.
En primer lugar, el "miedo al comunismo", que todavía constituye una aversión y una inquietud obsesiva de la burguesía. El "espectro del comunismo", después del fracaso del "comunismo real", después de la caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS, se utiliza mucho más que en el pasado, precisamente para conquistar y preservar el poder y orden establecido
En el pasado reciente, un nuevo miedo encarnado en la gripe aviar fue importado del Lejano Oriente a Italia. haciendo la similitud con las peores plagas de siglos pasados. En esa icasión, como ocurrió en otras ocasiones, el pánico resultó ser mucho más pernicioso que la propia patología ornitológica. Los pollos reales demostraron ser las víctimas pasivas y propiciatorias de las campañas de desinformación masiva. La gripe aviar resultó ser un engaño, ya que en 1998/99 numerosos pollos perecieron debido a la infección, pero los medios de comunicación no lo mencionaron y todos continuaron comiendo pollos sin alarmas de salud.
El susto provocado por la gripe aviar en aquellos años puso de rodillas a toda una economía agrícola, lo que ayudó a aumentar los beneficios ya colosales de las multinacionales farmacéuticas. La historia confirma el papel anormal de los medios de comunicación, cuya "influencia" es mucho más dañina que cualquier virus de la gripe.
El ministro de propaganda nazi, Goebbels, tenía toda la razón cuando dijo: "Una mentira, repetida una y otra vez, es aceptada por las masas populares como una verdad indiscutible". En los años 80, el virus del VIH (SIDA) sembró una gran psicosis en el mundo occidental: todavía representa una de las principales enfermedades infecciosas en África y en el sur del mundo, una enfermedad mucho más letal que la tuberculosis y la malaria, que causa exterminios en masa. Mientras que en Occidente el virus del SIDA ahora está sustancialmente bajo control gracias a los resultados obtenidos en el campo de la investigación, en los países del Tercer Mundo mata más que cualquier otra enfermedad debido a los costos exorbitantes de los antivirales, impuestos por las multinacionales farmacéuticas, que son poderosas y totalitarias como son las compañías petroleras y las relacionadas con la industria de la guerra, por lo que se encuentran entre los amos absolutos e indiscutibles de nuestro planeta.
En las edades oscuras de la historia, el terror causado por la peste bubónica causó más daño que la enfermedad misma. Por ejemplo, en la Europa medieval, el miedo a los vistos como causantes de la peste era mucho más dañino y letal que la peste misma que segó millones de vidas. Los testimonios que Boccaccio y Manzoni nos dejaron en sus obras (El Decameron y la Historia de la Columna Infame ) nos transmiten enseñanzas muy valiosas. Pero, como suele suceder y decía Antonio Gramsni, la historia enseña, pero no tiene quien quiera aprender de ella.
Los eventos relacionados con el nuevo virus, Covid-19, mejor conocido como Coronavirus, confirman que el miedo es mucho más sutil y más pernicioso que cualquier enfermedad epidémica, sin embargo, al mismo tiempo, puede resultar rentable para aquellos que, de manera cínica y sin escrúpulos, logran sacar provecho de ello. La histeria colectiva generada por el nuevo virus es un fenómeno de proporciones inmensas y aterradoras. Nuestra hipótesis, dictada por experiencias históricas, es que las actuales campañas mediáticas de alarmismo y terrorismo psicológico masivo, servirán para justificar y alentar a la futura carrera a comprar millones de dosis de vacuna a título de precaución y prevención, lo que hará el beneficio de los principales gigantes farmacéuticos multinacionales.
[Texto original en italiano en https://umanitanova.org/?p=11742. Traducido por la Redacción de El Libertario.]
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