Francesco Codello
“La alternativa anarquista es aquella
que propone la fragmentación y la escisión en lugar de la fusión, la diversidad
en lugar de la unidad, propone una masa de sociedad y no una sociedad de masas.”
Colin Ward
Muy
significativa es esta afirmación de Colin Ward, pero también muy forzada. Sobre
todo porque hay que tener la certeza, y también la capacidad, de demostrar que
las formas organizativas que se basan en un centralismo en la dirección no han
funcionado como declaraban las premisas. En otras palabras, significa que la
organización de la vida social, en todas sus variantes, cuando se centra en una
secuencia jerárquica no satisface las necesidades comunes de la vida.
El
modelo social dominante en todo el mundo prevé estructuras centrales de
gobierno y apelando a la racionalidad, a la eficiencia y a la relación positiva
entre costes y beneficios, se presenta como el único sistema organizativo que
se puede proponer.
Podemos
constatar, con la misma evidencia, como este modelo fracasa sistemáticamente en
todas las organizaciones de servicios sociales (educación, sanidad, producción,
distribución, etc.) menos, obviamente, las instituciones que se rigen
precisamente por este mecanismo (pienso, por ejemplo, en el Estado, el
Ejército, el Gobierno, etc.)
Una
mirada escéptica, o al menos un poco abierta, no puede dejar de verificar como
la rigidez jerárquica y la burocrática estructura social no pueden, en vista de
la mayor complejidad de la vida social, ayudarnos en la gestión de los
servicios esenciales en nuestra vida cotidiana. Está ahora tomando fuerza un
cierto conocimiento de que este fracaso sistémico solo puede ser superado
proyectando una alternativa basada en una red de elementos conectados
directamente entre sí, en vez de estarlo a través de un centro.
Se
hace por ello muy actual aquella luminosa definición de anarquía escrita para
la Enciclopedia Británica en 1910,
que debemos a Piotr Kropotkin, según la cual, en una sociedad sin gobierno la
armonía social es el resultado de una continua adquisición y readquisición de
equilibrio entre un gran número de fuerzas e influencias. Estas se materializan
en una “tupida red compuesta de una variedad infinita de grupos y federaciones de
todo tipo y dimensión: locales, regionales, nacionales e internacionales, que
pueden ser temporales o más o menos permanentes; unificadas para cualquier posible
objetivo: producción, comercio y consumo, sanidad, educación, protección mutua,
defensa del territorio, etc.; que permitan responder a un número creciente de
necesidades sociales, artísticas, científicas o literarias”.
Pensar la complejidad de forma atenta y
distante
Estas
afirmaciones, como es fácil comprender, contienen numerosas palabras clave que
merecerían ser profundizadas y discutidas. Solo por citar algunas, quiero
recordar: equilibrio, federaciones, temporalidad, objetivos, etc. (sobre todas
ellas sería interesante reflexionar y discutir).
Pero
lo que creo prioritario es asumir un punto de vista diferente –oblicuo, me
atrevería a decir- respecto al Poder, que produce inevitablemente un
condicionamiento complejo y engañoso. Hay que pensar la complejidad de forma
atenta y distante.
De
hecho, tras la referencia a la complejidad de los problemas, se puede insinuar
una interpretación extraña con respecto a nuestra sensibilidad. Frecuentemente se
utiliza el “espectro” de la complejidad para inducir a la impotencia o para
justificar la necesidad del Estado, de la jerarquía, de la centralización.
La
complejidad, al contrario, es seguramente una dimensión importante para nuestro
punto de vista, en cuanto que permite no incurrir en las simplificaciones de
slogan que caracterizan tantas opiniones políticas actuales. Sabemos bien, ante
un determinado problema, lo mucho que es necesario escrutarlo desde diferentes
puntos de vista para poderle conferir la dignidad real y, sobre todo, para
poderlo resolver.
Dicho
esto, si bien de forma esquemática, creo importante subrayar cómo un cambio de
paradigma, incluso en el imaginario libertario, se impone de forma evidente. Si
pensamos en una complejidad y variedad de formas sociales que convivan entre sí
y que, recíprocamente, se unan y se separen libremente según los objetivos y
las libres sensibilidades que las conformen, hay que nutrir una visión de una
sociedad diferente, libertaria, que se caracterice por una acentuada vocación
pluralista y experimental.
Probar y volver a probar
Una
“masa de sociedad” en lugar de una sociedad uniforme, rígida, esclerotizada y
arbitraria. Pero esto lleva consigo, inevitablemente, algunos problemas que
merece la pena al menos señalar, en la imposibilidad ibvia de afrontarlos en
profundidad en un artículo.
Pensar
y realizar una pluralidad de experiencias que puedan responder a las
necesidades y los objetivos que mujeres y hombres de toda edad tienen que
afrontar es inevitable. Pero debe ser un elemento que califique y caracterice
el estar juntos, incluso en el caso de la idea de multiplicidad de
federaciones.
Este
punto de confluencia es, para nosotros los anarquistas, el rechazo de toda
forma de dominio y las más amplias y completas igualdad y solidaridad posibles.
Dentro de este horizonte tenemos necesidad de construir una masa de sociedad
que tenga la posibilidad concreta y real de experimentar soluciones diferentes
y variadas ante los diferentes problemas que se presentan en la vida cotidiana.
No
debemos, por tanto, temer la experimentación, sino que hemos de animarla
siempre y en todo lugar, sin por ello incurrir en su deterioro, representado en
el experimentalismo como fin en sí mismo. No es un desafío fácil conjugar
pluralidad y unificación libremente reconocida y negociada, pero no creo que
sean alternativas sino fugas hacia adelante inconcluyentes, cuando no
contraproducentes. Escoger la solución antiautoritaria respecto a la
autoritaria, más conocida y aparentemente más eficaz, cada vez que nos
encontramos junto a los demás frente a una cuestión organizativa, empeña
nuestra voluntad e implica intensamente nuestra dimensión ética de la vida.
Pero tenemos necesida de que funcione, que sea verdaderamente útil para
permitirnos vivir mejor nuestra existencia.
Muchas
veces no podemos saber si la solución que tenemos en mente es verdaderamente
practicable y en qué medida puede funcionar mejor que otras. Aparte de que
resulta del todo evidente el hecho de que, com ya defendía Proudhon, no es
posible imaginar una sociedad sin conflicto; se trata entonces de desarrollar
una fuerza y no una debilidad.
Como
se ve, nada es fácil, pero nada es imposible. No queda más que probar y volver
a probar, proceder por continua aproximación, sin temor a la dificultad, el
fracaso, problemas que no suelen anunciar su aparición.
Tenemos
de nuestra parte la convicción y la experiencia de que solo la coherencia entre
fines y medios puede garantizar una clave de lectura y de valoración del camino
que emprendamos para hacer evidente a cuantas más personas mejor que este mundo
no es lo que el dominio nos quiere hacer creer y que, sobre todo, un modo más
libre y diferente para estar juntos no solo es posible sino que además cada vez
es más urgente y necesario.
[Artículo
tomado del periódico Tierra y Libertad
# 374, Madrid, diciembre 2019.]
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