Esteban Vidal
Son
relativamente frecuentes los casos de aquellos trabajadores a los que no les
entusiasma su trabajo y que lo ven fundamentalmente como una forma de ir
tirando, como un medio para sobrevivir aunque sea de manera precaria como
habitualmente sucede. A pesar de la alienación que impone el trabajo, este tipo
de casos son diferentes, pues los trabajadores no le tienen un apego especial a
la labor que desempeñan, debido a que la llevan a cabo porque no queda más
remedio. Este descontento latente, y que cada trabajador sobrelleva de la mejor
manera que puede, establece ciertos límites al nivel de compromiso con su
propio trabajo. Se trabaja sólo en la medida en que es fuente de un sustento,
pero no existe una entrega incondicional al trabajo, ni una identificación
especial con este. Debido a esto el trabajador tiene ciertos límites en
relación a lo que estaría dispuesto a hacer por su trabajo, normalmente con
vistas a mantener unos ingresos regulares. De este modo el trabajador está
alienado, no se posee a sí mismo en tanto en cuanto permanece secuestrado por
su jornada laboral y supeditado a las órdenes y directrices de su patrón, pero
con la particularidad de que no siente un especial apego a su trabajo que es, a
fin de cuentas, fuente de innumerables tormentos.
Sin
embargo, en la actualidad nos encontramos con una forma de alienación diferente
a la que históricamente ha predominado. Así, ha emergido un nuevo discurso en
el terreno laboral que enfatiza que los trabajadores hagan lo que aman. Se
trata, en definitiva, de que el trabajador haga de sus pasiones su trabajo, o
en caso de que esto no sea posible convertir su trabajo en su pasión. Indudablemente
esta nueva alienación es presentada de una manera favorable para, de este modo,
ser efectiva. En este sentido destaca la apariencia de que un discurso de estas
características únicamente puede beneficiar al trabajador al hacerle sentirse
satisfecho con el trabajo que realiza, en vez de sentirse alienado por un
trabajo con el que no se identifica. A través de este procedimiento se
desarrolla toda una manipulación psicológica encaminada a que el trabajador obtenga
satisfacción y entretenimiento de su trabajo, de manera que las fronteras entre
lo lúdico y lo laboral son hábilmente difuminadas. Es una estrategia dirigida a
convertir el trabajo en una herramienta de realización personal que en vez de
generar toda clase de daños psíquicos e insatisfacciones genera, por el
contrario, una gran satisfacción psicológica hasta el punto de convertirse en
fuente de felicidad.
Lo
anterior no deja de ser una forma sofisticada y perfeccionada de alienación en
la que el trabajador es conciliado con su condición de esclavo al hacerle amar
su propia esclavitud representada por el trabajo que desempeña. De esta manera
el trabajo se convierte en un placer con el que se establece un apasionado
vínculo, al mismo tiempo que es considerado una forma de realización personal.
Esto es lo que permite que en cada vez más sectores laborales las cotas de
explotación sean mayores gracias al consentimiento de los trabajadores, quienes
resultan ser unos entusiastas de lo que hacen hasta el punto de aceptar unas
condiciones laborales completamente deplorables. Frente a las condiciones
laborales objetivas marcadas por la incertidumbre, la precariedad y los sueldos
bajos, existen una serie de factores subjetivos que hacen que estos trabajos
sigan resultando atractivos para algunos trabajadores, sobre todo en la medida
en que constituyen una fuente de satisfacción en el terreno moral.
Distintos
estudios constatan este tipo de actitudes en diferentes sectores económicos,
como ocurre, por ejemplo, en las artes al tratarse de una industria creativa
que, pese a los elevados niveles de precariedad laboral que la caracterizan,
constituye un espacio en el que muchos trabajadores encuentran especial
satisfacción al poder maximizar la autoexpresión, además de proporcionar una
atractiva justificación del estatus personal, lo que opera como mecanismo
disciplinario que facilita la tolerancia del trabajador a la incertidum-bre y
la autoexplotación, algo que en numerosas ocasiones hace que los profesionales
de este sector permanezcan en él y no lo abandonen aún cuando pierden dinero
por ello. Pero este tipo de actitudes y comportamientos también se dan en otros
sectores menos creativos como la investigación universitaria o las asociaciones
culturales. El hecho de trabajar en organismos e instituciones que detentan
cierto prestigio parece constituir una razón suficiente para conservar trabajos
precarios. A esto se suma la importancia de hacer algo con placer, de manera
que el trabajo es identificado con el placer y facilita que el propio
trabajador acceda a trabajar más horas.
Naturalmente
este tipo de alienación está revestida del correspondiente discurso
justificador que los empresarios, y demás representantes del entramado
capitalista, se encargan de elaborar y propagar. En este sentido resulta
bastante elocuente lo dicho por el fundador de Apple, Steve Jobs, durante su
célebre discurso en la universidad de Standford. “Tienes que averiguar qué
amas. Y eso se aplica tanto a tu trabajo como a tus parejas. Tu trabajo va a
ocupar una parte importante de tu vida, y la única manera de estar satisfecho
de verdad es hacerlo bien. La única forma de conseguirlo es amando lo que
haces”.
Obviamente Jobs no hablaba nada
de los sueldos, pero de sus palabras pueden deducirse muchas cosas respecto al
papel central que es asignado al trabajo en el mundo capitalista. En este
sentido la alienación consiste en fusionar una pasión que es fuente de algún
tipo de satisfacción con el trabajo, con la explotación económica, lo que inevitablemente
conduce a la persona a amar su explotación en tanto en cuanto le reporta una
satisfacción en el terreno moral que en muchas ocasiones le permite sentirse
realizado. Debido a que el trabajador construye su imagenpersonal
a partir de lo que hace, y consecuentemente a partir de su trabajo, este último
cobra una importancia capital que va más allá de la función económica que
históricamente se le ha asignado como medio para satisfacer unas necesidades
materiales de vida.
La
identificación con el trabajo constituye una forma de alienación cada vez más
frecuente ya que implica la identificación con la explotación que, finalmente,
se convierte en autoexplotación voluntaria que, además, es deseada y amada. Los
trabajadores entusiastas y apasionados con lo que hacen generan un contexto
laboral bastante oscuro ya que están dispuestos a hacer ciertas cosas que en
las condiciones de un trabajo que no les resultase tan atractivo o estimulante
no ha-rían. Esto se concreta en trabajar más horas por menos salario o incluso
sin recibir ninguna remuneración a cambio, renunciar a las vacaciones, aumentar
la disponibilidad más allá de la jornada laboral hasta extremos de convertir
las 24 horas del día de los 7 días de la semana en una jornada de trabajo continuada,
estar dispuesto a aceptar salarios cada vez más bajos, menor duración de los
contratos, etc. Este tipo de actitudes son perjudiciales no sólo para quienes
las tienen interiorizadas y las manifiestan en la aceptación de unas crecientes
cotas de explotación laboral, sino que también repercuten negativamente en el
resto de trabajadores tanto del sector económico en cuestión como en el
conjunto del denominado mercado de trabajo. Esto conlleva el aumento de la
precariedad, de la inestabilidad, del control de los jefes y empresarios sobre
los trabajadores, y la conversión del trabajo en un completo tormento para un
mayor número de trabajadores.
Asimismo,
las actitudes antes descritas abocan irremediablemente a una dinámica completamente
destructiva que se manifiesta en las razones justificadoras utilizadas. En lo
que a esto respecta no puede olvidarse que en la sociedad capitalista el
mercado laboral es altamente competitivo, lo que hace que explotarse a uno
mismo sea considerado en muchas ocasiones la única manera de mejorar la
empleabilidad. El resultado de esta dinámica es bastante paradójico debido a
que los trabajadores, cuanto más intentan superar su alienación subjetiva a
través de fantasías de empleabilidad, más alienados están.
La
autoexplotación, tanto material como psicológica, resulta ser la forma más
habitual que muchos trabajadores tienen de hacerse con un trabajo al ofrecerse
como mano de obra más rentable. No sólo se está dispuesto a aceptar cada vez
peores condiciones de trabajo, sino que además de esto el propio trabajador
está dispuesto a adaptarse a lo que sus jefes le exijan. Este comportamiento
está respaldado por la convicción de que de esta manera el trabajador encaja
mejor en las necesidades de los empresarios, lo que al mismo tiempo supone un
aparente aumento de su poder de autodeterminación. Lo que finalmente se
consigue con todo esto es precarizar el trabajo, aumentar la explotación,
perjudicar a los demás trabajadores y reforzar los valores capitalistas de
producción de beneficios además del poder de los empresarios. El entusiasmo y
la pasión por el trabajo se convierten en un arma letal contra el trabajador
que lo que hace es impulsar la degradación de las condiciones laborales, empobrecer
a la clase trabajadora, y sobre todo alienarle aún más si cabe al conducirle a
una situación de completa desposesión de sí mismo.
A
tenor de todo lo hasta ahora expuesto puede concluirse que en el terreno
psicológico e ideológico el capitalismo ha sido capaz de borrar la frontera
entre trabajo y placer, entre trabajo y pasión, entre trabajo y autorrealización,
entre trabajo y diversión. El resultado son trabajadores que se explotan a sí
mismos de manera entusiasta, que son felices haciéndolo, que son más rentables
y productivos, que consienten mayores cotas de explotación y dominación en el
trabajo, y que renuncian completamente a sus vidas que son sacrifica-das en el
altar del trabajo asalariado. Se trata, en definitiva, de una curiosa e
innovadora forma de estajanovismo que el capitalismo de mercado ha logrado
desarrollar y que en muchos casos da unos innegables buenos resultados. En
cambio, el coste de este tipo de prácticas que cada vez más trabajadores
asumen, interiorizan y reproducen en su cotidianidad son muy elevados. Estos
entusiastas del trabajo llegan a un nivel de desposesión que produce pavor,
hasta el punto de que vida y trabajo se funden en una misma y única realidad,
de tal modo que se vive para el trabajo. Vidas vacías y seres nada que pueblan
las sociedades capitalistas en las que el trabajo asalariado sojuzga al
individuo hasta pulverizarlo por completo.
Así
pues, el gusto por una determinada actividad y la pasión que eventualmente
pueda derivarse de ella no tiene por sí mismo nada de negativo en la medida en
que no sea insertada en el marco del trabajo, y consecuentemente pase a formar
parte del contexto de las relaciones de explotación y dominación que imperan en
la esfera laboral y económica. De esto se deduce el gran peligro que supone que
la pasión por algo sea sometida a la lógica del capital, y pase a estar
monetizada y mercantilizada. El entusiasmo y la pasión devienen en un
combustible que alimenta y empuja con nuevos bríos la productividad y la
explotación de la maquinaria capitalista, y despoja al trabajador de todo valor
humano. La alienación feliz se manifiesta como una amenaza incomparablemente mayor
que las restantes formas de alienación hasta ahora conocidas en el mundo del
trabajo. Por esta razón cualquier aspiración dirigida a romper el círculo
vicioso y enfermizo que impone la alienación laboral en la sociedad capitalista
pasa por una resistencia activa al trabajo, el rechazo del mismo en tanto que
actividad forzada, lo que exige una labor ideológica encaminada a despertar
conciencias y a estimular entre los trabajadores los deseos de libertad que les
permitan poner fin a su alienación a través de la revolución social.
[Artículo
aparecido originalmente en la publicación anarquista Siglo XXI # 36, Madrid,
julio 2018. Número completo accesible en http://grupopensamientocritico2014.blogspot.com/2018/07/siglo-xxi-n-37.html.]
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