Iñaki Arzoz
Hablamos de arte libre como de
software libre pero no podemos combinar impunemente ‘arte’ y ‘libre’ para
identificar simplemente un arte free (gratis), o un arte con alguna licencia
copyleft.
Arte libre ha de significar algo
más ya que si no, no tiene derecho a llamarse así, pues hablar de arte libre,
de arte intrínsecamente libre es hablar de un arte libertario: un arte libre
con conciencia política libertaria. Lo cual no significa una especie de arte excéntrico
o delirante que hace-lo-que-quiere. Una obra surrealista de Dalí, una
abstracción informalista o un performance callejero pueden ser pese a su
libertad interior, arte no-libre, si en última instancia se hayan sometidas a
las leyes del mercado del arte, de las instituciones museísticas y del
comisariado espectacular.
Una forma de arte es libre si tiene
conciencia política, que es autoconciencia de su papel político en la cultura y
en el mundo contemporáneo, lo cual significa autoconciencia sobre el papel de
la libertad en el arte y la cultura. Y ahí, en ese contexto, lo libre se ha de
entender como vocación libertaria; lo libre como apuesta por la libertad y por
la libertades, pero la libertades libertarias, aquellas que garantizan una
genuina libertad de libertades. Por ejemplo, la libertad de expresión, la
libertad de creación, la libertad de comunicación, etc., pero no esa libertad
espúrea, ciertas libertades del liberalismo, ya que en el fondo, en cierto
sentido, constituyen a menudo una anti-libertad. El liberalismo o el
neo-liberalismo, aunque el concepto parte del concepto de libertad, nada tienen
que ver con libertario o, habría que apuntar ya, lo neo-libertario. (Luego
veremos cómo lo liberal es la libertad individual y lo libertario es la
libertad con conciencia comunal universal. Al liberalismo le falta por tanto la
conciencia del ámbito extendido -comunal- de la libertad total).
Así, desde nuestro enfoque el arte
es arte libre -tiene derecho a llamarse arte libre-, porque es free o copyleft
pero también, previamente, porque tiene conciencia libertaria y actúa en consecuencia.
Tiene por tanto una proyección política libertaria, una estrategia libertaria a
favor de la libertad y de lo libre como libertario.
No hay razones objetivas para defender el arte libre sino argumentos
políticos
Se han dado numerosas razones
para defender el valor del arte o la cultura libre, todas bienintencionadas,
para el consumo interno de sus partidarios, pero difíciles de demostrar y, poco
eficaces para convencer a los indecisos. Podríamos destacar tres de las más
usuales. A saber, la cultura libre -del software libre al arte libre- es mejor
porque:
-estimula la creatividad general
-promueve un intercambio más
justo e igualitario de la cultura
-es la forma cultural original e
intrínseca de la humanidad
A pesar de los sugerentes que
suenan a nuestros oídos, creemos, sinceramente, que no hay ni una sola que sea
objetivamente convincente; no desde luego para un usuario o para un consumidor
pasivo que puede aceptarlas en tanto en cuanto le benefician como tal (al
descargar música de Napster, películas con el emule, etc.), mientras que actúa
como un celoso propietario el resto del tiempo, pero tampoco para un artista,
un creador, el primer eslabón de la cadena cultural.
Si a un artista plástico por
ejemplo -el artista del hambre por excelencia-, sin conciencia ni información
sobre el arte libre (como arte libertario), se le ofrece un beneficio o una
promesa de beneficio a través de la producción y venta de su arte como arte con
copyright o no-libre, lo aceptará, con toda seguridad. El régimen de
precariedad y supervivencia en el que habitualmente vive se lo impone
inexorablemente, aunque luego, excepto contadas excepciones, viva en la
indigencia, ya que ese sistema garantiza la opulencia para unos pocos artistas-estrella
y la hambruna para la mayoría de creadores...
La historia del arte, incluso del
arte más vanguardista, subversivo, político o crítico es, de hecho, la historia
de un arte no-libre sujeto al capricho de reyes, nobles, burgueses, clientes,
marchantes, museos o comisarios; una historia bajo la amenaza constante del
hambre y el sometimiento, en la que el artista, para conjurarlos, vende su
propia libertad creativa.
Así, desde esta perspectiva
ferozmente realista lo único que puede, incluso que debe convencer a un artista
-a todos los artistas-, es un argumento definitiva y explícitamente político,
acerca del modelo político del arte dentro de la injusta sociedad contemporánea
y su economía neo-liberal. En este sentido, la razón supuestamente objetiva no
es que el arte libre es mejor como tal arte que el arte no-libre, ni
necesariamente es más beneficioso para uno (si no que se lo expliquen, por
ejemplo, a Demien Hirst, caprichoso creador y multimillonario, uno de los
artistas más ricos del mundo). El argumento es político: el arte libre es más
necesario, más útil, más justo para uno mismo si se tiene conciencia política (libre
y libertaria) y, por tanto, para todos.
Desde una concepción ética, de
acuerdo con un cierto ‘principio de responsabilidad’ sobre el futuro del arte, del
planeta, etc., el arte libre/libertario es la única opción. Esto es, un
argumento político para la polis y para la República que no por ello tiene que
ver con la política en el sentido partidario, pues estamos hablando, aunque no
lo parezca, sobre argumentos como razones políticas básicas de la democracia
como pueden ser los derechos humanos. Derechos humanos que con el tiempo
abarcarán al menos alguna forma de derecho de acceso a la cultura libre...
El modelo político del arte libre es el comunalismo
Se habla en los últimos tiempos
del procomún (del pro-vecho de los bienes comunes) y más o menos entendemos de
qué se habla en el contexto de la cultura libre.
Pero nosotros preferimos hablar
del comunal, pues pro-común suena raro en castellano, parece incluso una
extraña traducción del inglés commons, cuando lo que queremos decir es comunal
y comunal hemos utilizado siempre, los que hemos conocido o participado del
comunal en nuestra tierra.
Un comunal es el terreno de
todos, del que todos nos servimos pero que todos cuidamos para que pueda
servirnos siempre, durante generaciones.
Un comunal es también el trabajo
en el que todos arrimamos el hombro para construir o mejorar las cosas comunes
a todos.
Un comunal es un bien común, de provecho
común pero también de obligación común, que está vivo y vive de un flujo
dinámico de derechos y deberes comunes, de habilidades y actividades de la
comunidad.
El comunal es básico para la
supervivencia de la comunidad y para mantenerlo en buen estado es precisa una
conciencia comunal, más allá del egoísmo o acaso como un egoísmo bien
entendido.
El comunal no es una antigualla
vernácula, es un concepto que sigue vigente y fructifica en nuestro tiempo, en
múltiples niveles y formas. Por ejemplo: el software libre es un comunal
digital, el mayor comunal tecnológico de los tiempos modernos, la
reinstauración del comunal a una escala universal. Cierto que no es todavía un
comunal absolutamente universal, accesible a todos, dada la hondura de la
brecha digital, pero esa es su vocación y su sentido final. Nada hay nuevo bajo
el sol, como señala el Eclesiastés, tan sólo formas diferentes de lo mismo. El
comunal digital del software libre es la forma contemporánea de una antiquísima
y universal cultura comunal, gracias a una mutación trans-vernácula que ha
adaptado la idea del comunal a los nuevos tiempos tecnológicos.
Pero comunal no es todavía
comunalismo.
El arte libre, el software libre,
el conocimiento libre y la cultura libre indican un dirección ciertamente hacia
el pro-comun(al) pero les falta todavía el horizonte político y estratégico, de
una revolución política no partidista, aunque
suene a izquierda alternativa, esta revolución no es finalmente ni de izquierda
ni derechas sino de puro sentido comun(al).
La cultura libre no sirve ni
tiene sentido en el mundo del turbocapitalismo neo-liberal, pero tampoco en el
escenario del obsoleto comunismo real (el comunalismo en todo caso sería el
comunismo posibilista). La buena o mala noticia es que comunalismo es
compatible con el capitalismo pero sólo en conflicto y en lucha (no violenta)
contra este, sobre todo con las manifestaciones más depredadoras del
“propietariado” (U. K. Le Guin). Por otra parte, pretender la cultura libre sin
más es como predicar que todos seamos buenos porque sí, el ‘buenismo’, es
simplemente hozar en el terreno baldío del altruismo y la caridad, sin
conciencia política (un arma en manos de los estados y las empresas, del
sistema capitalista y los propietarios). Es decir, apenas una confusa
ideología, embrionaria,valiosa sí, pero ineficaz, desorientada y
desorientadora, manipulable como el movimiento del voluntariado y cierto ‘oenegismo’
complaciente.
Pero, sin embargo, pretender la
cultura libre como parte de un modelo comunalista de la política, la sociedad y
la economía, sí es tener un propósito y un sentido real, imperfecto acaso, pero
sobre el que se puede avanzar vitalmente, se puede investigar científicamente y
se puede actuar políticamente de acuerdo con una estrategia clara. Adoptar una
visión comunalista es saber lo que se quiere: el pro-común sólo si es
pro-comun(al), lo que deviene inexorablemente en comunalismo...
Pero entonces ¿qué es comunalismo?,
nos pueden preguntar con toda legitimidad, aunque ya hemos advertido que no
venimos a ofrecer teorías sino en todo
caso a proponer teorías para articularlas comunalmente y, por tanto, el comunalismo,
esta nueva forma de comunalismo será lo que decida el think tank comunal. No
obstante, el comunalismo en la constelación de conceptos afines (comunismo,
comunitarismo, etc.) no es un concepto inédito. Comunalismo es una filosofía
política, más allá de alguna formulación actual (por ejemplo, el municipalismo
libertario que viene del ecologismo y propone Murray Bookchin), que pretende
reconstruir la sociedad sobre lo comunal. No es comunismo, esto es, no es ese
modelo estatalista en el cual no hay propiedad privada porque todo es del
Estado (pero por ello tampoco pueda haber comunal). En todo caso sería comunismo
originario, el de las tribus indígenas cuando no había Estado y las diversas
comunidades podían organizarse autónomanente, viviendo de ese gran comunal que
es la naturaleza.
Comunalismo es, puede ser, un
movimiento que propone el concepto de comunal como modelo de producción y participación
social, económica, cultural (y cognitiva).
En este modelo comunalista hay
propiedad privada pero y, he aquí la novedad, también hay propiedad comunal
reconocida. Al menos en un estado transitorio, un sistema de doble propiedad,
privada y comunal. Pero tampoco confundamos lo público del Estado, con lo
comunal de todos, aunque la ‘cosa pública’ sea una particular forma de comunal.
Pues hay ciertos bienes públicos y comunes que han de ser comunales más allá
del Estado y los estados.
Un comunal que como el lenguaje o
el aire sea de todos y de nadie, participado por todos, recreado por todos. Un
comunal posible que nunca se convierta en una utopía, sino en una forma de
resistencia pues, creemos sinceramente, la supervivencia de la humanidad
necesita del comunalismo como una genuina filosofía de lo sostenible en tiempos
de la amenaza bélica o medioambiental. Por ello el primer gran comunal que
necesitamos instaurar es el de la cultura y el conocimiento libres, con activa
conciencia política libertaria, del cual, en buena lógica, derivarían todas las
demás formas de comunal. La ciencia, las tecnologías, las artes, la filosofía,
la información, el conocimiento libre en su totalidad como proceso de
autorregulación comunal y comunalista ha de ser nuestro primer objetivo
estratégico.
Sin embargo, el comunalismo como
proyección total, para tener sentido, ha de abarcar finalmente todos los
ámbitos, redefiniendo y absorbiendo básicamente lo público como comunal; el transporte
público, la educación pública, la vivienda, la salud, etc., todos los bienes
básicos materiales o inmateriales recreados como bienes comunales.
Y es en este proceso cuando todo
nuestro complejo activismo libre y comunalista puede articularse, pieza a
pieza, hasta abarcar la naturaleza como primer comunal universal y más aún,
hasta la propia humanidad como comunal de supervivencia.
El comunalismo aparece entonces
como una filosofía comunitarista, al servicio de la comunidad humana y de su estructura
en una red de comunidades y el arte libre se abre el horizonte libertario del
comunalismo, participando de la gran tarea comunal del porvenir.
El mejor arte libre es el arte comunalista
El arte libre puede ser
comunalista si el artista lo es, tiene conciencia comunalista en su vida
cotidiana o como ciudadano. Pero aún es mejor el arte libre y comunalista
cuando es gestado como creación comunal, el arte libertario de una comuna o
comunidad creadora. Un arte comunal que practica lo que predica, en alguna de
sus múltiples vías estéticas, pues la libertad libertaria es una inagotable fuente.
Existen en la actualidad
numerosos y atractivos proyectos de arte colectivo, pero todavía no son arte comunal,
aunque puedan constituir su heraldo, por lo que es preciso aclarar que es o que
puede ser ese arte comunal a través de una serie de características.
A saber, como proposición al
comunal del arte libre, proponemos que el arte comunal es:
-un arte proyectual y procesual,
como proyecto vivo
-creado por varios, por muchos,
por una multitud, potencialmente por todos
-creado en una red horizontal sin
jerarquías, solo nodos de trabajo y distribución
-donde todos participan cogiendo
algo y aportando algo, mejorando y haciendo evolucionar el comunal artístico
-donde todos aportan no meras
adicciones a un conglomerado caótico, sino coordinadamente, según una forma, un
propósito o una estrategia comunes
-donde cada cual aporta según sus
habilidades y en la medida de sus posibilidades
-un arte abierto, work in
progress, sine die, hasta que ese proyecto ha dado todo de si o de manera
indefinida, al albur de los tiempos
-un arte lo más accesible posible
técnica y tecnológicamente, sin renunciar a la tecnología útil
-un arte con conciencia
libertaria y comunalista implícita y explícita, estratégica
-por supuesto, un arte gratuito
(en la medida de lo posible) y copyleft, con alguna licencia.
A modo de ejemplos de creaciones comunales
(imperfectas) podemos proponer algunas que Cibergolem ha estudiado o en las que
ha participado. Por ejemplo:
-El arte vernáculo de la
arquitectura popular
-el proyecto TESTER: www.e-tester.net
-la exposición virtual ZONA O:
www.artamugarriak.org
-la plataforma de Defensa del
Patrimonio de Navarra (en Altafaylla KulturTaldea): www.nabarralde.org
-la hiperfilosofía, propuesta en
el libro y proyecto de La Nueva Ciudad de Dios: www.siruela.com/ncd
[Fragmento
tomado del artículo “Creación comunal. Del arte libre al arte libertario”, que en
versión original completa es accesible en https://anarkobiblioteka.files.wordpress.com/2016/08/creacic3b3n_comunal-_del_arte_libre_al-arte_libertario_-_ic3b1aki_arzoz.pdf.]
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