Poli Sotomayor
La anarquía, como eje epistemológico y que orienta la práctica política, ya sea desde lo individual o lo social, nos señala que los ejercicios del poder deben ser erradicados, y más aún cuando éstos implican violencia, ya sea hacia otro ser o para uno mismo. En este sentido, la anarquía es una filosofía y/o enfoque político que puede apelar a una práctica bondadosa y consciente, lo que en sánscrito podría llamarse ahimsa, o lo que en el imaginario común se entiende como “paz”. Esto no significa que, para conseguir el cese del ejercicio del poder sobre otros, no nos valgamos de estrategias como la confrontación o la desobediencia civil (en ocasiones percibidas equívocamente como actitudes violentas). También, hay muchas formas de vivir la anarquía y mis letras aquí, por hoy, no están para mencionarlas todas o para defender unas sobre otras.
Hoy te comparto este texto para reflexionar sobre el feminismo y el antiespecismo como epistemologías, enfoques y prácticas compatibles con la anarquía y por qué son, las tres, apuestas para una vida libre de violencia y que invitan a ampliar el criterio sobre la práctica diaria y sus ejercicios del poder.
La anarquía, como eje epistemológico y que orienta la práctica política, ya sea desde lo individual o lo social, nos señala que los ejercicios del poder deben ser erradicados, y más aún cuando éstos implican violencia, ya sea hacia otro ser o para uno mismo. En este sentido, la anarquía es una filosofía y/o enfoque político que puede apelar a una práctica bondadosa y consciente, lo que en sánscrito podría llamarse ahimsa, o lo que en el imaginario común se entiende como “paz”. Esto no significa que, para conseguir el cese del ejercicio del poder sobre otros, no nos valgamos de estrategias como la confrontación o la desobediencia civil (en ocasiones percibidas equívocamente como actitudes violentas). También, hay muchas formas de vivir la anarquía y mis letras aquí, por hoy, no están para mencionarlas todas o para defender unas sobre otras.
Hoy te comparto este texto para reflexionar sobre el feminismo y el antiespecismo como epistemologías, enfoques y prácticas compatibles con la anarquía y por qué son, las tres, apuestas para una vida libre de violencia y que invitan a ampliar el criterio sobre la práctica diaria y sus ejercicios del poder.
Te cuento: el feminismo es un paradigma desde el cual se entiende que el sexo y el género no son parámetros que deban distinguir la equidad social, política, cultural, laboral, económica ni de ningún otro tipo. Pero que, al mismo tiempo, entiende de modo sensible, cuáles son aquellas prácticas que sí construyen diferencias entre los sexos para reproducir los privilegios en las realidades. Por ejemplo, tú, como hombre, quizá te sientas cero macho, pero no reconoces (o quizá sí) tu privilegio sexual que, por convención social, te hace tener más seguridad al caminar por cualquier sitio público, sólo por el hecho de tener genitales masculinos y un género que los secunde. O tú, mujer, quizá no te sientas machista, pero no entiendes que al depilar tu cuerpo reproduces la violencia cultural que exige que las mujeres de esta cultura seamos percibidas como sucias o mal arregladas por algo que es natural, que no se aplica igualitariamente en los hombres y que es signo de control social y económico sobre el cuerpo y las emociones de la mujer.
La violencia de género está impresa en nuestra sociedad de un modo tan tajante y normalizado que sólo hacerla notar ha dado lugar a más violencia hacia quienes la señalamos, como el etiquetado con términos absurdos (como feminazi, chairx o machorra) y la estigmatización de lxs feministas en la vida diaria; una violencia semejante a la que los anarquistas también saboreamos cuando señalamos al poder y sus ejercicios, para después ser estigmatizados por los medios masivos de comunicación como “rebeldes sin estudios” o “jóvenes violentos”. Ahí es cuando los medios y la ignorancia esconden que los grandes héroes de la historia nacional mexicana eran también anarquistas (como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza o los hermanos Flores Magón), que los grandes pedagogos que han revolucionado la ciencia (como Paulo Freire o Antonio Gramsci) lo eran también y que, la mayor revolución social contemporánea, es la feminista y en América Latina fue iniciada por mujeres anarquistas.
De manera que la anarquía y el feminismo comparten un precepto central: ninguna persona o grupo debe ejercer dominación sobre otrx y, entonces, ¿cómo se puede ser anarquista sin aliarse a la causa feminista? Pero, ahora bien, ¿qué es el antiespecismo y qué tiene que ver con la anarquía y el feminismo? Bueno, pues el antiespecismo es también un enfoque, práctica, filosofía y paradigma que señala que la violencia ejercida entre especies animales es una forma de discriminación que debe desaparecer. Podríamos decir que el especismo es al racismo como el animal es a los indígenas, o que el especismo es al machismo, como la vaca es a la mujer; es decir, el especismo, como el machismo, el racismo, el fascismo o la homofobia, es una práctica violenta sustentada en la creencia de que unos seres son mejores, más dignos, más fuertes, más inteligentes, con más derechos, merecedores de más respeto o amor que otros o con supremacía general.
Si el especismo es una forma de discriminación y la anarquía promueve que no existan ejercicios de poder de unos seres sobre otros, entonces, ¿cómo se puede abrir diálogo a la anarquía sin también hacerlo al antiespecismo? ¿Cómo podemos pensar en no ejercer violencia sobre otros ni permitir que la ejerzan sobre nosotros mismos si nosotros contribuimos al holocausto animal al pagar por animales muertos en la chamarra, las botas, el champú y los tacos? ¿Cómo pensamos en una vida en pro de la libertad donde no ejerzan poder sobre nosotros? si, literalmente, nos comemos el cuento de los gobiernos y la ndustria alimentaria que nos dice que “tenemos que comer” muertos (carne) para sobrevivir y para estar saludables, y ese es un poder que ejercen sobre ti de dos a seis veces al día, cada que te alimentas o vistes. ¿En qué momento nos dejamos gobernar por el pensamiento de que la dieta estándar americana de productos lácteos, huevos y derivados de animales muertos son lo que necesitamos como especie? A este planteamiento le dejamos pasar por alto que las tres principales causas de muerte en el mundo se deben a comer alimentos que esa industria alimentaria y las políticas gubernamentales te facilitan y que, como especie, no tenemos ni colmillos ni garras ni habilidades instintivas para cazar animales, pero tampoco para digerirlos sin problemas gástricos. Pero, mucho más importante que los ámbitos de la salud, la costumbre y la economía, ¿en qué momento nos creímos que está bien matar para saborear? ¿Qué está bien el sufrimiento de un ser para no tener hambre? El hambre se quita comiendo. Comiendo y punto, no necesitas comer cadáveres.
Bueno y, ¿qué hay del antiespecismo y el feminismo? Pues, aquí el hilo conductor es mucho más visible: si no está bien violar a una mujer por placer sexual, ¿por qué está bien violar vacas (que gritan y sufren cuando se les insemina [eufemismo] igual que la hembra humana lo hace) por placer al gusto y para reproducir un mercado? Si no está bien obligar a una madre humana a no amamantar a su bebé en público ¿Por qué está bien obligar a una madre a no amamantar a su becerro, no volverlo a ver y quitarle toda su leche materna para comerciar con ella y con su bebé?
Tal como la cultura enferma nos ha enseñado que las mujeres son “frágiles”, “sentimentales”, “incapaces”, “propiedades”, “objetos bonitos para ver” y “satisfactoras de placeres sexuales”; se nos ha enseñado también que los animales son “productos”, “tontos”, “no sintientes” y “dadores de materias primas”. Pero no lo somos. No lo son, ni las unas, ni los otrxs. Somos animales todxs. No somos mercancías, no somos productos, no somos satisfactores, no somos bienes de cambio. No queremos que ejerzas poder sobre mi cuerpo, ni sobre nuestra carne, ni sobre mi busto con tu mirada, ni sobre mi leche con tu paladar, ni sobre mi vagina como madre impuesta, ni sobre mi vagina como productora de huevos. Esos huevos son mis hijos, son mis hermanos, son un ser vivo, como yo que te escribo, como mujer, como hembras, como humanos, como animal no humanx, y como tú, que lees esto y también eres un animal.
¿Dónde queda la coherencia en el discurso anarquista cuando este no es feminista y antiespecista? ¡La revolución tiene que ser feminista y antiespecista! Nuestras luchas deben ser una sola. ¡Liberación humana y liberación animal!Espero que leas mis letras como una invitación a la reflexión, como una invitación a luchar por la justicia y la anarquía. El antiespecismo (o el veganismo) no es una sensación de superioridad moral. Por el contrario, es la práctica consciente de que no somos mejores que otros, que no debemos ejercer poder sobre los animales y que ningún individuo o grupo nos pertenece. El antiespecismo, el feminismo y la anarquía son paradigmas de vida, reflexiones y prácticas desde el respeto y la justicia.
¡Ni opresorxs ni oprimidxs! ¡Animalxs Todxs
[Publicado originalmente en el periódico Acracia # 79, Valdivia, julio 2018. Número completo accesible en https://periodicoacracia.files.wordpress.com/2018/08/acracia79-online.pdf.]
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