Andrés
Jiménez
* Extraído de un artículo más extenso, titulado “La
ciudad como límite: Crítica a un modelo de ciudad latinoamericana”, publicado
originalmente en la revista La Brecha
# 4, Santiago de Chile, 1er. semestre 2017. Número completo de la revista en https://revistalabrecha.files.wordpress.com/2017/10/la-brecha-4-finalweb.pdf.]
La tipología de urbanizaciones cerradas se ha convertido
en predominante. Cada vez aparecen más opciones habitacionales bajo esta
modalidad, ya sea de forma vertical y horizontal que están destinadas, mayoritariamente,
a una clase social media y alta. Lo anterior provoca que se constituyan
“comunidades” de iguales, generando una segregación socioespacial marcada por
la diferencia de clase. Estas urbanizaciones generan una desconexión con el
contexto territorial, generando hábitats cada vez más alejados de la idea de
comuna, la cual era vista como el hogar, no simplemente su entorno [9]. La
comuna era un nodo territorial que articulaba relaciones; era un espacio físico,
emocional, económico, cultural y político.
El complemento de las urbanizaciones cerradas, en
tiempos recientes, viene estando representado por los centros comerciales
malls. Estos espacios representan ese lugar donde las personas acceden a bienes
y servicios varios, desde alimentación (en algunos malls existen supermercados)
hasta prendas de vestir, pero además, son espacios que ofrecen una oferta cultural
y de entretenimiento [10], lo que hace que las personas “habiten” estos lugares
por más tiempo.
En su origen, el mal [11] logró capturar a la población
suburbana, quienes buscaban espacios para la sociabilidad, ya que en sus
entornos estos eran escasos [12]. Con esto vemos como se empieza a gestar una desconexión
entre los lugares de habitación y de encuentro, por lo que los malls capturan a
una población que anda deseosa de tener espacios de ese tipo y que no
encuentran en otros lugares, o bien, las condiciones presentes no son las
adecuadas.
El mall fue constituido como una infraestructura cerrada
y climatizada [13], que con el tiempo mutó de diversas formas, resignificando
su arquitectura pero afirmando otro tipo de exclusión basada en reglas pre-establecidas
que son impuestas por los administradores. Son espacios privados en su
categoría de propiedad y son privativos en cuanto a lo que permiten que suceda
dentro y quienes pueden ingresar.
El mercado, según Bookchin, tenía como característica
no solo ser un espacio para el comercio sino también para las ceremonias
públicas [14]. En este sentido, el mall pretende convertirse en ese espacio
donde se geste el consumo, el disfrute, lo cultural... evocado desde el ritual,
que lo posiciona en un espacio simbólico en la ciudad, ya que es un lugar de
enunciación y visita.
Tanto las urbanizaciones cerradas como los malls, con
el pasar de los años, y especialmente con mayor fuerza a partir de la década de
1990, proliferaron en las geografías urbanas de Costa Rica, convirtiéndose en
un modelo de lo que es vivir la ciudad. Estas formas urbanas promueven la
individualidad, lo que provoca una pérdida del carácter colectivo de lo que es
vivir la ciudad, haciendo que las personas queden despojadas de toda
responsabilidad ante la sociedad.
De esta manera se construye un imaginario hacia estos
espacios como autosuficientes, lo que provoca que las personas vivan en islas e
individualicen sus relaciones sociales. Con esto se limita la creación de comunidades
territorializadas donde prime un sentido de cooperación y apoyo mutuo ampliado,
donde las relaciones no estén mediadas por un consumo a través del dinero.
En ambas formas urbanas se crea la virtualidad de
un espacio público caracterizado por ser cerrado, controlado y aséptico, en
contraposición de un espacio público abierto y de construcción colectiva. El espacio
común creado en las urbanizaciones cerradas y en los malls, se acerca a las
dimensiones de escala humana, lo que había sido perdido cuando las ciudades
adquirieron ciertas dimensiones que escapan a la comprensión de la comunidad [15].
Pero esto genera una ceguera, ya que si bien las dimensiones se acoplan a una
escala humana, su administración, gestión y control queda enfrascado en manos
de actores privados que determinan sus contenidos. Para el caso de las urbanizaciones
cerradas, Alvarado y Jiménez señalan que lo que se puede encontrar allí son
espacios comunes de tránsito, ya que no existe una mixtura de funciones y
pluralidad de usos, lo que caracteriza a un espacio público [16].
El proceso descrito conduce a crear ciudades fragmentadas
en “...enclaves excluyentes y ferozmente hostiles entre sí” [17], esto ha
tenido como eje estructurante la masificación de una forma de transporte individualizado
en la ciudad [18], lo que ha conducido a crear problemas de movilidad urbana
que tienen su máxima expresión en los tiempos elevados de desplazamiento entre
distancias cortas. Todo esto crea un tipo de crisis de la urbanidad, que hace
referencia a esa condición de vivir juntos y generar una sociabilidad urbana [19],
generando distanciamientos entre las personas y limitando crear verdaderas
comunidades de autogestión del territorio.
Bookchin señala que en la metrópolis moderna el poder
muta de las personas a las instituciones [20], y en tiempos del neoliberalismo,
entra con mayor influencia explícita, la acción de actores privados en conjunción
con el Estado. De acá es que sucede un traspaso del papel organizador del
espacio público, que migra de la predominancia del Estado a la influencia de capitales
globalizados [21], quienes construyen una geografía condicionada por el
consumo.
La demanda de seguridad, debido a una inseguridad
real o imaginaria, es uno de los motores que ha potenciado la proliferación de
las urbanizaciones cerradas y los malls. Estas formas urbanas se constituyen
como un “paraíso” que protege de la otredad: peligrosa y dañina. Para ello se
instauran distintos sistemas de control y seguridad de la actividad social que
puede ingresar al adentro de estos espacios. Esto simplemente hace que se
nieguen las causas estructurales de las distintas formas de inseguridad, dejando
esta protección a cargo de dispositivos mecanizados y actores privados,
alejando a las personas de una gestión de estos elementos, limitando que las
personas dialogen, negocien y desarrollen una forma de autogestionar sus
territorios.
Tanto las urbanizaciones cerradas como los malls son
desarrollados por empresas inmobiliarias, las cuales condicionan la producción
del espacio, dirigiendo las actividades hacia el interés de lucro y limitando
una construcción comunitaria [22] del territorio.
Teniendo lo anterior como referencia, afirmamos que
en estos espacios el tipo de apropiación que sucede es artificializada, ya que
si bien existen procesos de este tipo, son los propietarios los que en último
término deciden que se queda y que se elimina. Es decir, si no existe un
proceso de apropiación acompañado de un control comunitario de estos espacios,
se seguirá estando bajo el dominio de los intereses de actores privados.
Notas
[9] Murray Bookchin, Los límites de la ciudad,
1978, España. p.49.
[10] José Finol, “Globalización, espacio y
ritualización: de la plaza pública al mall”, Rev. Espacio abierto. Vol. 14, n° 4. Universidad de Zulia, Venezuela,
2005, pp. 52-53.
[11] Los malls aparecieron en Estados Unidos en la
década de 1950.
[12] Miguel Pérez, “Cuando los indeseados se
congregan en el mall: prácticas socioespaciales de adolescentes en un espacio semi-público”.
Tesis de la Maestría en Desarrollo Urbano, Pontificia Universidad Católica de
Chile, 2010.
[13] Rodrigo Salcedo y Liliana De Simone, “Una
crítica estática para un espacio en constante renovación: el caso del mall en Chile”,
Rev. Atenea 507, 2013, pp.117-132.
[14] Bookchin,
1978, op.cit. pp.46-47.
[15] Bookchin, 1978, op.cit. p.58.
[16] Alejandro Alvarado y Gustavo Jiménez, Urbanizaciones
cerradas en Costa Rica: Transformaciones socio-espaciales en la urbanidad y
segregación socio-residencial en el distrito San Rafael de Escazú (1990-2012).Tesis
para optar al grado de Licenciatura en Sociología. Universidad de Costa Rica,
2014. p.11.
[17] Bookchin, 1978, op.cit. p.62.
[18] Programa Estado de la Nación,
Vigesimoprimer Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible. Costa
Rica, 2015.
[19] Alvarado y Jiménez, 2014, op.cit. p.37.
[20] Bookchin, 1978, op.cit. p.72.
[21] María del Carmen Araya, San José. De “París en
miniatura” al malestar en la ciudad. Medios de comunicación e imaginarios
urbanos. San José, EUNED, 2010, p.16.
[22] Alvarado y Jiménez. 2014, op.cit., p.107.
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