Rafael Cid
La tradición de las generaciones muertas oprime
como una pesadilla el cerebro de los vivos
(Carlos Marx. El 18 Brumario de Luis Bonaparte)
La cultura política de los partidos comunista dispone en su arsenal de primeros auxilios de un contundente exorcismo para descalificar a la izquierda que ose cuestionar su supremacía ideológica. “Desde un punto de vista objetivo, hacen el juego a la derecha”, es la frase talismán con la que estigmatizan a sus oponentes. “Objetivamente”, o sea, sin que lo sepa el sujeto. Tanto el que da como el que toma. Y por tanto sin achaques de problemas de conciencia. En sí y no para sí. Como aquel “no es nada personal” con que el capo mafioso Vito Corleone solía dictar sentencias inapelables. Mediante esta fórmula expeditiva refutaron a rabiar las críticas al criminal pacto germano-soviético; encubrieron la “desaparición” forzada de Andrés Nin y el brutal asesinato de Trotsky; justificaron la invasión militar de Hungría primero y más tarde de Checoslovaquia; atizaron el boicot al Mayo Francés del 68; y, aquí y ahora, la arremetida contra el movimiento ciudadano por el derecho de autodeterminación en Catalunya.
La tradición de las generaciones muertas oprime
como una pesadilla el cerebro de los vivos
(Carlos Marx. El 18 Brumario de Luis Bonaparte)
La cultura política de los partidos comunista dispone en su arsenal de primeros auxilios de un contundente exorcismo para descalificar a la izquierda que ose cuestionar su supremacía ideológica. “Desde un punto de vista objetivo, hacen el juego a la derecha”, es la frase talismán con la que estigmatizan a sus oponentes. “Objetivamente”, o sea, sin que lo sepa el sujeto. Tanto el que da como el que toma. Y por tanto sin achaques de problemas de conciencia. En sí y no para sí. Como aquel “no es nada personal” con que el capo mafioso Vito Corleone solía dictar sentencias inapelables. Mediante esta fórmula expeditiva refutaron a rabiar las críticas al criminal pacto germano-soviético; encubrieron la “desaparición” forzada de Andrés Nin y el brutal asesinato de Trotsky; justificaron la invasión militar de Hungría primero y más tarde de Checoslovaquia; atizaron el boicot al Mayo Francés del 68; y, aquí y ahora, la arremetida contra el movimiento ciudadano por el derecho de autodeterminación en Catalunya.
Un caso, este último, en el que sus posiciones corren en paralelo con las implementadas por la extrema derecha y el gobierno del Partido Popular a la hora de reprimir el procés sin contemplaciones. Carlos Jiménez Villarejo, el ex fiscal anticorrupción de la etapa felipista que ignoró a los GAL, lo expresó meridianamente en una reciente entrevista en un diario digital de sesgo republicano-leninista :<<Con el independentismo no se puede ni pactar, ni ceder, ni mostrase más débil>> (Crónica Popular 20-10-17). Aunque a nadie con un mínimo de sentido común y ética democrática se le ocurría deducir de esa apelación terminator que el antiguo miembro del PSUC está actuando “objetivamente” como títere del 155. Y mucho menos que su motivación traiga causa de los posos totalitarios de cuando en 1962, en lo peor de la dictadura, ocupó plaza de fiscal en la Audiencia Provincial de Barcelona. Un club-bunker, conviene recordar, que tenía reservado el derecho de admisión exclusivamente a quienes juraban los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, el partido único fascista.
Pero hechos semejantes han abundado durante los días en que el apoyo del referéndum para proclamar la república catalana alcanzaba su clímax. Es el caso del también dirigente del PCE en la transición Nicolás Sartorius, hoy vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, una suerte de think tank de Ferraz en la reserva para cuando su realpolitk pinche en hueso. En esta ocasión el lugar elegido para el pronunciamiento antisoberanista ha sido el diario de Juan Luis Cebrián, el buque insignia desde el que la Marca España ha dirigido la contraofensiva al procés y saboteado intelectualmente la idea misma del derecho a decidir. Todo ello utilizando a nutrida intelligentsia afín reclutada en su día por “el camarada” en jefe Javier Pradera ya fallecido, que ha servido para homologar democráticamente al Régimen del 78 desde sus inicios.
En un artículo titulado “La izquierda y la autodeterminación” (El País. 24-10-17), Sartorius recorre los lugares comunes del ontologismo proletario para intentar demostrar la obsolescencia de la rebelión popular que ha llevado a muchos ciudadan@s catalanes a abrazar la república. Que el derecho de autodeterminación es una reivindicación reaccionaria; incluso involucionista; impropia de partido y sindicatos progresistas; y otros argumentarios de parecida declinación sirven a su autor para colocar a la tropa indepe haciendo “objetivamente” el juego a la derecha en el poder. Y lo hace con una pretendida cita de autoridad como preámbulo. Haciendo decir a Bertolt Brecht: <<El nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo de los de abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo, cuando los pobres lo llevan dentro, no mejora, es un absurdo total>>. Divinas palabras. No hay más nacionalismo bueno que el expurgado. Todo en ese ismo conspira contra la gente humilde. ¿También el nacionalismo español que Franco legó a la monarquía constitucional bendecida precisamente por la izquierda a la que Sartorius representa? ¿Seguro que ese procés pacífico, cívico y democrático, que ha llevado a los que piensan como Sartorius pero por motivos diferentes, a encarcelar a dos portavoces de la sociedad civil, es el tipo de nacionalismo tenebroso que retrata el texto? ¿Vale el paradigma del nacionalismo de entreguerras para describir axiológicamente lo que está sucediendo desde su arranque municipalista en la comunidad-red de una de las regiones más cultas y avanzadas de la Europa del siglo XXI? Porque incluso los sabios pueden echar un borrón cuando el escenario cambia bajo sus pies. En el mismo Brecht hay otros Brechts. Por ejemplo, aquel que linchaba de arriba-abajo a los condenados por Stalin en los Procés de Moscú al sostener: <<Cuanto más inocentes son, más merecen morir>>.
Desde luego todo el mundo tiene derecho a expresarse e incluso a contradecirse. Pero no todas la opiniones son igual de respetables. En nuestro contexto, la izquierda borbónica es la que menos credibilidad ostenta. Hay otra izquierda, no institucional, que fue coherente con su trayectoria y no engañó a nadie. Y de todas ellas el movimiento libertario es quien más coherencia histórica atesora. Por su decidido comportamiento en contra del apaño de la transición mutante capaz de lograr que una España que se acostó en modo dictadura se levantara en modo democracia con los mismos dirigentes que habían coronado el franquismo. Pero también es cierto que los libertarios son mucho más que una simple izquierda. Solo estos “antisistema” tuvieron la valencia y el coraje ético de combatir en las ideas y en los actos el fraude que se estaba cometiendo por “la izquierda borbónica” al entronizar por todo lo alto la Monarquía del 18 de Julio.
Lo hicieron oponiéndose a esos Pactos de La Moncloa que ahora cumplen cuarenta años, insuflando en el sindicalismo no cooptado por el régimen una huelga de gasolineras en Barcelona ampliamente secundada por la ciudadanía en paralelo a la firma de esos acuerdos por la izquierda política y sindical. Acuerdos que supusieron una derrota estructural para el movimiento obrero cuyas consecuencias nunca se han revertido, para dar la estabilidad política-económica y social que necesitada el nacionalismo español en su versión renovada. Pactos preconstitucionales sellados el 27 de octubre de 1977 por las Cortes con el único voto en contra del vasco Francisco Letamendia, por gentes de izquierda como Villarejo y Sartorius en el PCE y el PSUC, de la mano del PSOE, CCOO y UGT. Y volvieron de nuevo los “antisistema” a la lucha social y democrática al denunciar el fraude de una Constitución que suponía acatar la monarquía en la figura del rey designado por Franco como jefe de Estado y de las fuerzas Armadas. Y a cuya redacción contribuyó el PCE-PSUC a través de Jordi Solé Tura, uno de “los siete padres” de la Carta Magna
Episodios patrióticos cumplimentados por ese bloque hegemónico de la izquierda borbónica que con tanta desmemoria y precaria autoridad moral, por su inestimable contribución al mayor y más peligroso nacionalismo vigente, clama hoy contra la sociedad civil movilizada en el procés por su deriva “reaccionaria”. Si como pretenden sus más dilectos detractores es una conspiración dirigida por la oligarquía del Principado, no se comprende el porqué de esa fuga masiva de bancos y grandes corporaciones. Una impostura flagrante porque a la hora de criticar la presunta alianza de los nuevos indignados con los herederos del clan Pujol y del partido-caco del tres por ciento, olvidan que fueron precisamente los cuadros del PSUC quienes aportaron la experiencia política necesaria para su mantenimiento ininterrumpido en el poder durante veinticinco años. Ocupando puestos de relevancia en la administración, fundaciones, medios de comunicación y universidades del entramado pujolista. La lista es interminable y no se excusa con la sobada monserga de “la concurrencia de debilidades”. Quizás esas afinidades derecha-izquierda expliquen que, para borrar pistas, la manifestación “por la unidad de España” del pasado domingo en Barcelona haya contado entre sus oradores de cabecera con Francisco Frutos, doble secretario general del PSUC y del PCE, que ha tildado a los republicanos catalanes de fomentar el “racismo identitario”.
[Tomado de http://rojoynegro.info/articulo/ideas/la-izquierda-borb%C3%B3nica.]
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