Alfredo González
De nuevo en Massenzatico (localidad cercana a Reggio Emilia, Italia) se ha celebrado otra edición de Las Cocinas del Pueblo, evento que reúne cada dos años a estudiosos del arte culinario y a simples aficionados al buen comer. En esta ocasión el hilo conductor de las jornadas ha sido Las Cocinas del Amor. Desde 2004, la Federación Anarquista Italiana de Reggio Emilia viene organizando esta magnífica manifestación de arte, cultura y buena mesa. Nosotros ya tuvimos la fortuna de asistir a la cita de 2008 (ver Tierra y Libertad 244, noviembre de 2008), así que esta vez sabíamos perfectamente lo que nos podíamos esperar. Pero nos sorprendimos agradablemente porque todo había mejorado, y ya era difícil.
Invitados por los compañeros de Reggio, no nos dejaron pagar absolutamente nada. Llegamos el jueves 29 de septiembre. Nos esperaban en el aeropuerto nuestros amigos Eliana y Gianandrea, que nos instalaron en su casa; nos llevaron a la sede de la FAI para ver al resto de compañeros (imposible citar aquí a todos) y para una cena fraternal en nuestro honor. Los macarrones all'amatriciana estaban deliciosos, pero esto no era más que el principio de unas jornadas verdaderamente gastronómicas. Además, durante todas las jornadas, vimos cómo trabajan los compañeros, combinando el trabajo intelectual (debates, discursos) con el propiamente físico (montaje de comedores, salón de actos, limpieza, servicio de mesas). Y no solo los de Reggio, numerosos compañeros de otras localidades acudieron para echar una mano.
De nuevo en Massenzatico (localidad cercana a Reggio Emilia, Italia) se ha celebrado otra edición de Las Cocinas del Pueblo, evento que reúne cada dos años a estudiosos del arte culinario y a simples aficionados al buen comer. En esta ocasión el hilo conductor de las jornadas ha sido Las Cocinas del Amor. Desde 2004, la Federación Anarquista Italiana de Reggio Emilia viene organizando esta magnífica manifestación de arte, cultura y buena mesa. Nosotros ya tuvimos la fortuna de asistir a la cita de 2008 (ver Tierra y Libertad 244, noviembre de 2008), así que esta vez sabíamos perfectamente lo que nos podíamos esperar. Pero nos sorprendimos agradablemente porque todo había mejorado, y ya era difícil.
Invitados por los compañeros de Reggio, no nos dejaron pagar absolutamente nada. Llegamos el jueves 29 de septiembre. Nos esperaban en el aeropuerto nuestros amigos Eliana y Gianandrea, que nos instalaron en su casa; nos llevaron a la sede de la FAI para ver al resto de compañeros (imposible citar aquí a todos) y para una cena fraternal en nuestro honor. Los macarrones all'amatriciana estaban deliciosos, pero esto no era más que el principio de unas jornadas verdaderamente gastronómicas. Además, durante todas las jornadas, vimos cómo trabajan los compañeros, combinando el trabajo intelectual (debates, discursos) con el propiamente físico (montaje de comedores, salón de actos, limpieza, servicio de mesas). Y no solo los de Reggio, numerosos compañeros de otras localidades acudieron para echar una mano.
Al día siguiente fuimos a dar un paseo por Reggio, y aprovechamos para saludar a Patty en su librería, donde no faltan nuestros libros y nuestra prensa, todo bajo un letrero que dice "Aquí punto FAI".
Ya en Massenzatico, empezamos a saludar a los compañeros que venían de otras ciudades (imposible también enumerarlos a todos). El gran compañero y amigo Roberto (el Barone Rosso della Lunigiana) nos preparó para comer una serie de exquisiteces, comenzando con ostras (sí, sí, ¡ostras!), que tomamos al aire libre. Por la tarde, dentro del local La Paradisa se inauguraron oficialmente las jornadas con la intervención de Pietro Bevilacqua, que habló de nuestro desparecido "anarcoenólogo" Luigi Veronelli y de cómo ha cambiado nuestra forma de vida en pocos años; y Carla Chelo, que nos habló de la cocina casera como lugar y, también, del hambre, que en sociedades industriales como la italiana parece que no se conociera.
Hay que señalar que en todo momento hubo una alternativa vegetariana (e incluso vegana) para los asistentes.
Subimos a la primera planta a degustar la cena, también preparada por nuestro Barone. Entre los asistentes, estaban representantes de los "esodati", uno de ellos nos dirigió la palabra. Los "esodati" son trabajadores que fueron despedidos de sus empresas pactando un subsidio hasta la edad de jubilación. Ahora el Gobierno italiano ha sacado una ley con efecto retroactivo por la que se les anula el subsidio, encontrándose en una situación dificilísima, pues ni trabajan ni pueden cobrar el subsidio de desempleo.
Tras la cena, volvimos a la planta baja para escuchar el concierto de Fabio Bonvicini y Francesco Benozzo (voz, flauta y arpa).
El día siguiente (sábado 1 de octubre) comenzó la actuación de Cecio y Verusca, con un sentido del humor que hacía sonreír al más serio. Estuvieron así durante todas las jornadas. Se repartió zabaione, bebida tradicional a base de huevo que se daba antiguamente a los niños para que empezaran con fuerza el día. Ya estaba montado en el jardín el puesto de libros, fundamental en todas las iniciativas libertarias. Además se sembró un arcén de la carretera de banderas rojinegras, que se veían desde lejos.
Sin abandonar el jardín, Luigi Rigazzi nos ofreció una cata de aceite de oliva siciliano y nos deleitó con una breve conferencia sobre los orígenes del consumo de aceite en la cuenca mediterránea. Después, Arturo Bertoldi nos habló de la costumbre obrera de fumar palolú, además de ofrecer a quien quisiera probar.
Ya dentro de La Paradisa, Paolo Passi ofreció su conferencia sobre "Píldoras de amor y canciones", que fue muy interesante, aparte de que nos amenizó con algunas canciones interpretadas a la guitarra. Finalizada su intervención, subimos a comer los platos que nos había preparado la Cocinera Rojinegra.
Por la tarde se celebró el simposio de estudios históricos sobre las Cocinas del Amor, evento central de las jornadas. Se celebró en el Teatro Artigiano, a dos pasos de La Paradisa. Comenzó con la intervención de Silvia Fabbi, que habló de la cocina y el amor, un binomio inseparable. Siguió Alberto Capatti, con una divertida conferencia sobre la cocina afrodisíaca. Luego le tocó el turno a Isabelle Felici, que trató de una forma documentada y a la vez amena la cocina de los emigrantes y exiliados italianos. Por último intervine yo hablando de la comida de los jornaleros españoles: Cucharada y paso atrás.
Tras una hora de charla entre los asistentes, el patio de butacas del teatro se convirtió en una comedor donde más de doscientas personas dieron cuenta del Veglione Rosso, unos capelleti que acostumbraban a tomar los compañeros el Primero de Mayo, menú que fue prohibido por los fascistas y que se siguió haciendo de manera clandestina; a los postres Stefano Virgilio Enea Raspina nos deleitó con la lectura dramatizada de "El Sputnik del sentimiento". Siguió un recital de Daniela Veronesi y Hernán Diego Loza, para acabar el día ingiriendo leche del amor, según una antigua receta india recuperada por Valentina.
El día siguiente, tras la ingesta del zabaione, Luigi Rigazzi nos habló del agua de regaliz, un producto que ha sido hecho casi desaparecer por las multinacionales de bebidas azucaradas (mejor no damos nombres) aparte de ofrecernos una degustación de este producto tradicional y natural. Refrescante y tonificante.
Stefano Scansani, director del diario Gazzetta di Reggio, nos ofreció una pequeña conferencia sobre "Amores y desamores en el comer". Hay que decir que este periódico sacó información sobre las jornadas cada uno de los tres días, y un artículo a toda página una vez finalizaron. También la televisión regional dedicó espacio a Le Cucine del Popolo.
Tras un rato de cháchara entre los asistentes, degustamos comida gitana y balcánica. Entrada la tarde, Gianni Vattimo, el más importante filósofo italiano de la actualidad, nos habló sobre el amor y sus "alrededores". Después, Philip Corner y R. Phoebe Neville, únicos supervivientes de su generación artística, nos ofrecieron una performance en clave Fluxus.
Tras la cena, que consistió en una gnoccata social, pudimos disfrutar del concierto de Alessio Lega y su grupo (percusión, contrabajo y acordeón). Nos cantó varias canciones suyas y, ¡cómo no!, bastantes canciones del repertorio anarquista clásico, donde todo el mundo cantaba. Estaba previsto que la noche -y las propias jornadas- finalizaran con el canto de La Internacional, y así fue; pero pedimos con insistencia que siguiera el recital, cosa que hizo (hicieron) dedicando una canción al ochenta aniversario de la Revolución española (La Varsoviana) y otra a los migrantes que arriesgan su vida, y a veces la pierden, para tratar de llevar una vida mejor. Con vivas a la anarquía terminaron estas jornadas de Las Cocinas del Pueblo dedicadas a las Cocinas del Amor. Dentro de dos años se celebrará una nueva edición, esta vez dedicada a las Cocinas de los Pueblos.
Aprovechando nuestra estancia de un par de días más, nuestros incondicionales amigos Eliana y Gianandrea nos llevaron a ver las placas dedicadas a compañeros en las localidades vecinas, a comer en casa de nuestro Barone Rosso (que pone el mismo cariño en la cocina que en tratar a los amigos) y a Carrara, ciudad tradicionalmente anarquista. Visitamos la Cooperativa Tipolitográfica, nuestra imprenta, cuando estaban acabando de imprimir un nuevo número del semanario anarquista Umanità Nova. Cerca de allí, en Gragnana, donde la FAI conserva y mantiene activo el Círculo Libertario más antiguo de Italia, los compañeros (canteros la mayoría) nos ofrecieron una cena fraternal que acabó, como no podía ser de otro modo, entonando todos canciones anarquistas. Un broche de oro a unos días cargados de buenas prácticas libertarias, con una difusión estupenda de nuestro ideal y, de alguna manera, demostrando que las ideas que llevamos en nuestras mentes y en nuestros corazones se pueden llevar a la práctica. Es cuestión de ponerse a trabajar.
[Publicado originalmente en Tierra y Libertad # 339, Madrid, octubre 2016. Numero completo accesible en https://www.nodo50.org/tierraylibertad.]
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