Víctor Vallejos y Juan Williams, militantes de
Solidaridad – Federación Comunista Libertaria
[Nota previa de El Libertario: reproducimos este post, escrito por plataformistas chilenos, especialmente porque indica el intento - al menos de algunas personas adscritas a esta tendencia - por revisar de algún modo la previa posición de este grupo en cuanto a apoyar abiertamente al gobierno venezolano pretendidamente popular y revolucionario. Ojalá que este esfuerzo por recoger velas en la vergonzosa postura anarcomadurista que había hecho pública este grupo chileno - ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/02/desde-chile-se-lanza-documento-para.html - a la que en su momento se dio desde este blog merecida respuesta.]
El
presente artículo, constituye un humilde intento de aportar a un balance
crítico del proceso de cambio en Venezuela y su situación política actual. No
pretende ser un documento exhaustivo y reconocemos que presenta limitaciones
teóricas. Nuestro análisis parte de una mirada abiertamente militante, que echa
raíces y se reconoce en el comunismo libertario. Gran parte de estas
reflexiones, surgen a partir de una serie de entrevistas a militantes y
organizaciones sociales y políticas venezolanas, las cuales fueron realizadas
en Caracas y en el Estado de Lara, durante el mes de febrero de este año.
En
los últimos 17 años, Venezuela ha experimentado un proceso de transformación
social de avanzada para el contexto internacional que, junto con situar
nuevamente al socialismo como horizonte a conquistar, ha permitido la
politización y el desarrollo de un extenso movimiento popular -de raíces
históricas profundas que exceden ampliamente a la irrupción de Chávez en el año
1992- apostando además, a una integración latinoamericana que aunque se ha dado
principalmente por “arriba” -entre Estados y gobiernos- logró instalar en lo
discursivo la necesidad de formar un polo revolucionario desde América Latina y
de romper con la hegemonía de los Estados Unidos en la región.
No
obstante, como todo proceso real, el venezolano también ha estado atravesado
por múltiples contradicciones. Si bien el gobierno bolivariano logró impulsar
una política redistributiva que permitió destinar parte significativa de la
renta petrolera hacia la mejora en las condiciones de vida de amplias capas de
la población, en estos 17 años no se han dado pasos claros hacia la superación
bajo perspectiva socialista del modelo rentista petrolero[1]. El ejecutivo ha
quedado atrapado entre políticas que han apuntado a un capitalismo de estado[2]
y la conformación de alianzas con sectores de la burguesía “productivista”,
estrategias que han fracasado en su objetivo de diversificar la matriz
productiva del país y que le han costado caro al movimiento popular en términos
de la pérdida de su autonomía frente al empresariado y al Estado.
El
carácter del Estado en Venezuela tampoco se ha modificado de manera sustancial.
En un primer momento, el chavismo logró desplazar del centro del poder político
-mas no del poder económico- a la vieja oligarquía tributaria del pacto de
punto fijo[3], avanzando además, en la institucionalización de espacios de
participación abiertos al protagonismo popular, lo que en un contexto de
avanzada del pueblo movilizado, permitió vislumbrar la posibilidad de ir
superando las lógicas de la democracia representativa tradicional. No obstante,
en la medida que el campo popular cedía terreno[4] como fuerza movilizadora y
autoorganizada, se terminó consolidando una estructura estatal burocrática,
clientelar y permeable al surgimiento de sectores identificados con el
chavismo, o ligados en forma oportunista a este, los cuales usurparon la
riqueza colectiva y se enquistaron en posiciones de poder en pos de la defensa
de sus propios intereses de clase[5].
Por
otra parte, la muerte de Chávez sacó a la luz otro de los problemas que
arrastra el proceso venezolano. La pérdida de claridad estratégica y de
iniciativa política que se evidencia desde ese momento refleja la ausencia de
una dirección colectiva, posibilidad ahogada en un primer momento por el
liderazgo apabullante ejercido por Chávez, elemento constantemente reforzado en
el marco de una cultura política caudillista, característica arraigada en la
historia del país caribeño[6].
La situación económica
Como
mencionábamos previamente, el rentismo petrolero es uno de los principales
rasgos de la economía venezolana. Esto es, que Venezuela capta del mercado
internacional una cantidad enorme de valor no producido en el propio país. La
venta del petróleo supera holgadamente el 90% de las exportaciones del país,
constituyendo la principal entrada de divisas en dólares. Esta condición
monoexportadora ha sido así desde hace muchísimo tiempo antes del chavismo y
fue determinando el sesgo parasitario de su burguesía[7], la cual ha dependido
de manera directa del traspaso de parte de la renta petrolera bajo la forma de
subsidios para la importación y producción.
Uno
de los grandes logros del gobierno bolivariano fue haber nacionalizado
realmente la producción petrolera y redistribuir los excedentes a amplias capas
de la clase trabajadora[8], excluida hasta ese momento de tales recursos. Esto
permitió la aplicación de fuertes políticas sociales que elevaron el nivel de
vida y la dignidad del pueblo trabajador.
No
obstante, esto no implicó desplazar la condición hegemónica de la burguesía
sobre la economía del país, al punto de mantener prácticamente intacta la
preeminencia del sector privado en este ámbito[9]. De hecho, el mismo proyecto
bolivariano, le asigna al empresariado “nacionalista y productivo” un rol
importante dentro del proceso de cambio[10].
Por
otro lado, el alto precio del petróleo durante la década de los 2000, permitió
aumentar la acumulación de parte importante de la burguesía venezolana al mismo
tiempo en que se aumentaba fuertemente el gasto social. Esta repartición de la
renta tanto para la burguesía como para la clase trabajadora -llamada
equilibrio distributivo entre las clases por el economista uruguayo Rodrigo
Alonso[11]-, es la que se volvió insostenible desde que comenzó a bajar el
precio internacional del petróleo, sobre todo a partir del año 2012. La
creciente demanda interna -dependiente de las importaciones y, por lo tanto, de
divisas- y los cada vez menores ingresos en dólares al país provocados por la
baja del precio internacional del petróleo, son la base material del ciclo
inflacionario del país. Por su parte, el ‘bachaqueo’, el acaparamiento y el
contrabando constituyen fenómenos secundarios que agravan la inflación, pero
que en primer lugar están incentivados por ella al volverse más rentables estas
prácticas[12].
En
tal sentido, la actual crisis económica debe ser entendida como el límite del
propio capitalismo rentista venezolano para sostener procesos de inclusión y
elevación del nivel de vida de la clase trabajadora, mientras paralelamente la
burguesía mantiene tasas de ganancias elevadas y no como el fracaso de una
experiencia socialista que no ha sido tal todavía[13]. De hecho, las
discusiones frente a las posibles salidas apuntan todas a la necesidad de
cortar este equilibrio distributivo entre las clases, ya sea haciendo pagar a
la clase trabajadora o a la burguesía el costo de la crisis. Por una parte, hay
quienes apuestan por las típicas medidas de ajuste neoliberal (reducir el gasto
social, liberación de precios, precarización laboral, etc.). Y por otra, se
plantea un avance en sentido expropiador (control del comercio exterior,
nacionalización de la banca y de empresas estratégicas, aumento de la carga
impositiva a la burguesía y sobre todo fin a sus subvenciones). Esto, con mayor
o menor énfasis en el control popular de tales medidas, pero siendo el gobierno
y otros poderes del Estado quienes deberían protagonizar las intervenciones.
En
todo el espectro de fuerzas en disputa, existe plena conciencia del
catastrófico costo político que traería la aplicación de las medidas de ajuste.
Además, ya sea si se descargan los costos de la crisis a la clase trabajadora o
la burguesía, se asume que el nivel de conflictividad entre las clases
necesariamente aumentará. Estos últimos años, el aumento de la deuda pública y
la emisión de bonos soberanos han suplido la carencia de entrada de divisas,
pero esto solo ha permitido ganar tiempo[14]; tiempo que también se está
agotando.
La situación política
La
derrota del chavismo en las elecciones de la Asamblea Nacional el 6 de
diciembre fue contundente e inesperada en su magnitud. Aunque la compleja
situación económica hacía prever que el resultado no sería favorable para el
PSUV, ni en la derecha se imaginaban que ganarían con tanta holgura la mayoría
de la Asamblea Nacional. No obstante, al mirar los resultados con atención, si
bien se profundiza la tendencia del oficialismo a perder apoyo electoral, esto
tampoco se ha traducido en un crecimiento significativo de la oposición. Si se
compara la elección del 6 de diciembre del 2015 con la elección presidencial
del 2013, el chavismo perdió cerca de 2 millones de votos (un 26,2%), pero la
derecha sólo creció en 343.434, es decir un 4,6%. Si a esto le agregamos el
alto porcentaje de votos nulos[15] (4.77%, casi el triple de votos nulos que en
la elección parlamentaria anterior), la tesis del “voto castigo” como expresión
de sectores chavistas descontentos con la conducción del gobierno, adquiere
sentido.[16]
Este
descontento con el gobierno, manifestado en las votaciones no se explica
exclusivamente por la escasez de productos básicos o la inflación. Venezuela
vivió una crisis económica comparable en el periodo comprendido entre el golpe
de abril del 2002 y el paro petrolero de fines de ese mismo año, el cual se
extendió hasta principios del 2003. Si bien aquella situación fue más breve, en
ese momento la devaluación de la divisa y la contracción de la economía fueron
enormes[17] y aun así la población mantenía un apoyo fuerte al gobierno,
representado en la consigna “con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”. De
hecho, fue justo un momento en que la movilización popular en respuesta al
golpe permitió radicalizar el proceso, tomar control de empresas estratégicas y
ganar terreno en distintas instituciones. Justo lo opuesto que ha ocurrido
ahora, cuando luego de una nueva arremetida violenta por parte de la derecha
expresada en las “guarimbas” del 2014, se impulsaron una serie de mesas de
diálogo que llevaron a que el gobierno cediera y se abriera a poner a
disposición del empresariado venezolano, recursos adicionales en dólares[18] y
mayores facilidades para sus importaciones y exportaciones; todo ello
supuestamente para fortalecer la capacidad productiva del país. Esta tendencia
se ha ido profundizando y como botón de muestra tenemos la creación del Consejo
Nacional de Economía Productiva compuesto principalmente por empresarios y la
nominación como vicepresidente de economía productiva al ex presidente del gremio
empresarial Fedeindustria Miguel Pérez Abad, quien estará al mando del
Ministerio de Economía Productiva[19].
La
derrota electoral del oficialismo no solo le abrió la posibilidad a la derecha
de desmantelar las políticas redistributivas del gobierno bolivariano,[20] sino
también, le permitió volver a plantear abiertamente la salida de Maduro antes
que termine su mandato. Si a esto le sumamos la pérdida de liderazgo de Maduro
al interior del oficialismo y la ineficacia de las medidas impulsadas desde su
gobierno para superar la crisis económica, se configura un escenario en donde
amplios sectores coinciden en la posibilidad cierta de que el PSUV con Maduro a
la cabeza, pierda el ejecutivo en el corto plazo.
En
ese contexto, parte considerable del PSUV y del gobierno están impulsando una
política de acercamiento y negociación con sectores del empresariado
“productivo”, buscando profundizar una alianza con este sector de la burguesía
como herramienta que les permita superar la crisis económica y estabilizar la
situación política. Esto, intentando agudizar las supuestas contradicciones
entre esta burguesía “productivista” y su par “parasitario”.
Al
mismo tiempo, los sectores más lúcidos de la derecha, acarician la posibilidad
de una transición pacífica y negociada, que les permita recuperar el ejecutivo
evitando mayores niveles de conflictividad y agudización de las contradicciones
de clases, apostando a que las primeras medidas de ajuste económico típicamente
neoliberales comiencen a impulsarse durante el gobierno de Maduro. Esto, por la
incapacidad de la oposición de derecha de superar sus divisiones internas y
recuperar el liderazgo político que mantuvo en otras décadas. Al decir del
profesor Roberto López Sánchez: “Un eventual ascenso de la derecha pro-imperialista
tendría escenarios de ingobernabilidad muy superiores a los que haya podido
afrontar el chavismo en estos años[21]”.
La
priorización de la alianza con la burguesía arrastra consigo el deterioro en la
correlación de fuerzas para el campo popular, lo que se expresa además, en la
agudización de las contradicciones entre sectores de avanzada de la clase
trabajadora y el gobierno bolivariano. Como botón de muestra podemos mencionar
el conflicto que protagonizan los trabajadores de la Empresa de Propiedad
Social Directa Comunal (EPSDC) “Proletarios Unidos” en conjunto con la comuna
Pío Tamayo en la ciudad de Barquisimeto, Estado de Lara.
La
EPSDC “Proletarios Unidos”, surge a partir de la iniciativa de los trabajadores
de la cervecería de capitales brasileños Brhama, quienes frente al abandono
injustificado de la empresa por parte de sus anteriores dueños, deciden no
aceptar el finiquito que les ofrecían y optan por ocupar la fábrica bajo la
perspectiva de hacerla producir en forma autogestionada. A partir de ese
momento, los trabajadores se ven obligados a resistir y enfrentarse no solo a
los antiguos dueños de dicha fábrica, sino también, a la gobernación de
derechas de Lara y a los funcionarios que dentro del gobierno socavan y
obstaculizan la posibilidad de que el proyecto de “Proletarios Unidos” se
consolide. En ese proceso, los trabajadores se articulan con los comuneros de
“Pío Tamayo”, quienes también han sido protagonistas de una interesante
experiencia de construcción de poder popular de carácter territorial y
productivo.
No
obstante, pese al enorme potencial que evidencia el esfuerzo de los
trabajadores de la ex Brhama y la comuna de Pío Tamayo, el gobierno se ha
abierto a la posibilidad del traspaso de la fábrica al grupo Cisneros,
propiedad de uno de los más grandes empresarios de Venezuela, miembro de la
Barrick Gold Corporation[22]. Lo anterior se basa en el supuesto de que una
alianza con este grupo económico exponente de la burguesía “industrial”, le
permitiría al gobierno mermar el poder económico de Lorenzo Mendoza, presidente
de empresas Polar, grupo que actualmente hegemoniza el mercado de las cervezas
y de la alimentación en Venezuela.
Esta
situación es homologable a la que experimentan otras empresas que intentan ser
autogestionadas por sus trabajadores en alianza con organizaciones populares
articuladas en las Comunas. En la misma ciudad de Barquisimeto, empresas de
propiedad social directa comunal como Beneagro y Alfareros del Grez, han visto
obstaculizado su desarrollo no sólo a causa del boicot empresarial, sino
también, producto de las lógicas burocráticas del Estado venezolano y la
política de alianza del gobierno con sectores de la burguesía.
El ‘Factor Pueblo’[23]: la clase trabajadora
como motor de cualquier transformación
No
cabe duda que el proceso Bolivariano, con sus contradicciones incluidas, ha
permitido la politización de amplias capas de la población además del
desarrollo de verdaderas experiencias de poder popular. Con estas últimas nos
referimos a las comunas[24], a las empresas bajo control obrero, a expresiones
de autoconstrucción en los barrios, entre otros espacios tanto urbanos como
rurales[25]. Lamentablemente, estas genuinas organizaciones de la clase
trabajadora distan mucho de ser hegemónicas en el país caribeño. Más bien, se
trata de organizaciones que han debido sortear y sobreponerse a la promoción de
relaciones clientelares que han sido facilitadas por la entrega de ingentes
recursos económicos desde el gobierno. De hecho, a lo largo de los años, estas relaciones
fueron apaciguando la iniciativa política de muchas otras expresiones de clase.
Creemos
que es la fuerza del pueblo trabajador -factor decisivo para impulsar hacia un
sentido revolucionario la actual crisis- la que se ha perdido de vista desde miradas
superficiales que entienden que el futuro del proceso se juega exclusiva o
principalmente en el ámbito gubernamental o en las instituciones del Estado.
Como
lo relata López Sánchez[26], por lo menos desde mediados del siglo XX y en
términos generales, la izquierda venezolana ha adolecido de la capacidad de
acoplarse a los tiempos propios del desarrollo de la clase trabajadora. Esto se
ha expresado en que se ha privilegiado la construcción de relaciones
instrumentales con la clase trabajadora, relegándola al mero apoyo electoral o
al seguimiento de incursiones de carácter vanguardista y foquista, es decir,
como masa de maniobra[27].
No
obstante, si observamos la historia venezolana reciente, fue la respuesta más o
menos espontánea del pueblo trabajador la que cambió las correlaciones de
fuerza para detener el golpe de abril del 2002, abriendo con ello un escenario
distinto tanto para Venezuela como para el continente. En este caso, ni los
golpistas ni el propio gobierno bolivariano consideraron que el pueblo
trabajador sería quien finalmente inclinaría la balanza hacia la profundización
del proceso de cambio. Asimismo, fue la participación de ese mismo pueblo y la
capacidad operativa de los trabajadores de PDVSA los que permitieron reanudar
la producción en el contexto del golpe petrolero de 2002-2003 a pesar de la
incredulidad de los gerentes golpistas[28]. Para ese momento la conducción
chavista ya tenía prevista una respuesta organizada al golpe, la cual pudo
apoyarse en el respaldo popular, siendo particularmente llamativo el rol que
cumplieron los círculos bolivarianos.
Justamente,
luego de la coyuntura de 2002-2003, es cuando se desató con mayor fuerza la
autoorganización de la clase trabajadora, bajo formas diversas y enormemente
masivas y donde la juventud y la mujer adquirieron un nuevo protagonismo. Este
proceso tuvo su auge y un progresivo declive después del 2006-2007. Se trate de
las masivas redes de medios comunitarios agrupados en ANMCLA[29], de la
renovación sindical que supuso la creación de la Unión Nacional de Trabajadores
(UNT) frente a la descompuesta CVT (Confederación de Trabajadores de Venezuela)
o la creación de los Consejos Comunales como formas de auto-administración
territorial; todos debieron enfrentarse al problema de la independencia frente
al gobierno. Ello suscitó los quiebres de algunas de estas organizaciones (como
ANMCLA), la desaparición y el virtual reemplazo de otras (como la UNT por la
Confederación Bolivariana Socialista de los Trabajadores, CBST) o de la aceptación
clientelar de otras (como la mayoría de los Consejos Comunales, que al día de
hoy son principalmente herramientas para percibir renta). La no resolución de
este problema desde una perspectiva de independencia de clase es la raíz de lo
que algunos identifican como el declive de este proceso auto-organizativo.
Al
día de hoy la clase trabajadora de Venezuela todavía cuenta con múltiples y
variadas organizaciones con importante capacidad de lucha y combate. Una de las
más interesantes es la articulación entre organizaciones comunales con control
efectivo del territorio, las cuales representan auténticas expresiones de poder
popular. Sin embargo, es claro que estas y otras organizaciones se encuentran a
la defensiva[30]. Lo más preocupante es que en los posibles escenarios futuros
se encontrarán todavía más asediadas.
Tendencias actuales
Por
el momento, es claro que las medidas impulsadas por el gobierno de Maduro no
han logrado abrir un camino que permita la superación de la crisis
económica[31] en curso, afectando con ello a millones de miembros de la clase
trabajadora venezolana incluidas sus capas más acomodadas. Son ellos y ellas
quienes sufren cotidianamente la devaluación de sus salarios, la escasez de
medicinas y la dificultad para conseguir alimentos y artículos de primera
necesidad.
Por
su parte, el bloque opositor empuja una estrategia marcada por un delicado
equilibrio entre una posición de fuerza en las calles -con marcados tintes
fascistas[32]- que obligue a Maduro a salir del ejecutivo y, una tardía apuesta
por un referéndum revocatorio en el marco de la constitución bolivariana. Este
eventual referéndum debiese ejecutarse durante el 2016 para que se convoque a
nuevas elecciones y la derecha pueda retomar el poder político por la vía
electoral.
A
nivel internacional, esta estrategia se articula con el rol que juegan los
Estados Unidos y las derechas de otras latitudes. La constante infiltración de
paramilitares colombianos con el objetivo de aumentar los niveles de violencia
y generar una situación de caos es una de sus apuestas más peligrosas si
consideramos además los constantes llamados a la aplicación de la carta
democrática de la OEA[33]. Sumados, ambos elementos amenazan con la posibilidad
de una intervención militar extranjera. Esto no quiere decir que la
intervención necesariamente vaya a ocurrir, pero la amenaza constituye en sí
misma un elemento de presión.
En
ese contexto, desde el gobierno de Maduro se ha ido profundizando la política
de alianza con sectores del empresariado ‘industrial’, a la vez que ha ido
adquiriendo rasgos cada vez más autoritarios expresados en el fortalecimiento
de los lazos con la cúpula del ejército y en los intentos por retrasar[34] la
realización del referéndum revocatorio.[35] Por su parte, es un verdadero
secreto a voces el acercamiento de personajes importantes de gobierno a
sectores de la oposición política para hablar sobre la transición pacífica.
Evidentemente,
esta situación favorece la tendencia del gobierno a perder apoyo popular, a que
parte importante de su militancia ‘se abra’[36] y a que sectores críticos
intenten capitalizar el descontento. En esta senda, organizaciones expulsadas
de facto del PSUV como Marea Socialista han podido aglutinar parte del
desencanto. No obstante, en lo programático no se distinguen significativamente
de las tendencias críticas internas del propio PSUV, pues acentúan más la
necesidad de las auditorías, el ataque a la corrupción, etc. pero a nuestro
juicio, no apuntan a las dimensiones estructurales de la actual crisis. Por lo
demás, dadas sus dimensiones y su nivel real de inserción dentro de las organizaciones
de la clase trabajadora, tampoco constituyen por sí solos una alternativa real
a la situación política.
La
mayor parte de la izquierda -bases de apoyo del PSUV, como quienes se sitúan
fuera de su órbita- se mantiene en una llamativa pasividad respecto a estas
peligrosas tendencias en desarrollo. Parte importante de ellas, una generación
completa de jóvenes, se resignan a asumir la posibilidad de perder el gobierno
después de 17 años. Otra parte, minoritaria, asume estas posibilidades. Pero
sus mayores preocupaciones se centran en la posibilidad de una eventual
victoria electoral en un futuro post Maduro, para lo cual sobrevaloran los
resguardos democráticos de la institucionalidad burguesa y la capacidad futura
que tendrá el aparato electoral del PSUV luego de una derrota que no sólo será
electoral, sino que afectará directamente a las organizaciones de lucha en el
terreno económico y social. Por último, existen tendencias aún más minoritarias
que las anteriores que asumen las consecuencias de un posible escenario de
retroceso y que ello pondrá a la clase trabajadora a la defensiva, en una
situación de resistencia. Lamentablemente, en ellas predominan estrategias más
militaristas que de desarrollo en el plano social, no asumiendo con todas sus
implicancias las desastrosas experiencias de los años 60’ y 70’. En general, se
observa una preocupante inercia por parte de los sectores honestamente
revolucionarios del contexto venezolano, los cuales parecieran estar a la
espera de un nuevo caudillo o liderazgo al cual seguir, en lugar de asumir la
responsabilidad de renovar la discusión estratégica y programática.
Reflexiones finales
Desde
hace años, diversas organizaciones de izquierda en Chile hemos abordado una
serie de discusiones en torno a las estrategias que nos permitan abrir un
camino hacia la superación del capitalismo y sus especificidades neoliberales,
teniendo como horizonte el socialismo. En esas discusiones, las referencias a
los gobiernos progresistas o de izquierda en América Latina han sido
inevitables. Pero lamentablemente, muchas veces estas experiencias se evalúan
desde miradas superficiales y acríticas.
En
un momento político a nivel latinoamericano, marcado por el estancamiento,
retroceso o crisis abierta de estos procesos y sus expresiones gubernamentales
que -con matices- se plantearon en oposición a la hegemonía neoliberal
predominante en los 90’, debemos revisar en profundidad estas experiencias, de
manera de ir esclareciendo nuestros propios problemas que se abren a la hora de
emprender un camino de transformación profunda.
Al
respecto, mirando la experiencia venezolana, hay varios elementos que nos
parecen pertinentes mencionar.
En
primer lugar, la política de alianzas policlasista impulsada por el gobierno,
donde se le asigna un papel relevante a sectores de la burguesía ‘industrial’,
parece un error si lo que se persigue es un proyecto postcapitalista.
Recordemos que este sector es prácticamente insignificante en una economía de
carácter rentista como la venezolana. Además, es evidente que esta alianza en
conjunto con los vínculos que se han establecido con otros países de mayor
poderío industrial y sus respectivas burguesías, tampoco le ha permitido a
Venezuela diversificar su matriz productiva, en base a un componente industrial
propio que le permita a su economía superar dicho carácter rentista petrolero.
Al
contrario, dicha alianza ha tendido a debilitar a la clase trabajadora
venezolana y sus experiencias de autogestión directa de la producción, lo que
incluso ha dado pie para que se agudicen contradicciones objetivas entre el
movimiento popular venezolano y el gobierno bolivariano.
Pero
estas contradicciones no sólo se dan en el plano económico-productivo. Uno de
los aspectos que más nos llama la atención, es el abismo que se produce entre
un aparato estatal que en el plano institucional, abre enorme posibilidades
para el protagonismo popular en la gestión de los asuntos públicos, pero que en
la práctica, no sólo se encuentra cooptado por una burocracia altamente corrupta
que se ha ido constituyendo en una nueva fracción de la clase dominante (la
“boliburguesía”), sino que también, ahoga y desnaturaliza experiencias de
construcción de poder popular de avanzada, que terminan cediendo al peso de la
burocracia o apaciguándose bajo las lógicas clientelares del gobierno.
En
la misma línea, la ausencia de un liderazgo colectivo, que permita superar
aquella conducción apabullante que representó Hugo Chávez, nos parece un
elemento central que explica en parte la desorientación y pérdida de claridad
estratégica en la que se encuentra el movimiento popular venezolano y la
izquierda revolucionaria. La discusión sobre los instrumentos políticos que
permitan canalizar dicha conducción colectiva se vuelve cada vez más relevante
bajo estas circunstancias. Si bien, compañeras y compañeros valiosos, tanto
dentro como fuera del PSUV han ido planteando en los últimos años estos
elementos, dichos esfuerzos hasta el momento aún no se han logrado cristalizar.
Finalmente,
si bien insistimos en que la izquierda debe mantener una mirada crítica frente
a este u otros procesos de transformación, no podemos negar que a lo largo de
estos 17 años, la clase trabajadora venezolana nos ha dado a los pueblos de
Latinoamérica y del mundo entero numerosas lecciones de valentía, convicción y
creatividad, por lo que en los actuales y duros momentos que atraviesan
nuestros hermanos y hermanas en Venezuela, no podemos perder de vista la
necesidad de crear y fortalecer puentes de solidaridad concreta y efectiva
entre los pueblos que luchan.
NOTAS:
1.
En esto coinciden diversos investigadores e investigadoras, quienes señalan que
la base capitalista y específicamente rentista de la economía venezolana se ha
mantenido intacta. Recomendamos revisar, entre otras, las argumentaciones de
Cira Pascual, profesora de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de
Venezuela. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206456 y
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=208627.
2.
A modo de ejemplo, podemos mencionar el caso de SIDOR. En el 2008 y en
respuesta a los trabajadores movilizados, el gobierno bolivariano decide
comprar a los empresarios argentinos este complejo industrial orientado a la
producción de acero. Si bien inicialmente se plantea un modelo de “control
obrero” con participación comunal en la gestión de la fábrica, finalmente el
gobierno opta por dirigir la empresa de forma burocrática, poniendo a militares
como gerentes y relegando la participación de los trabajadores a un segundo
lugar. Los resultados han sido nefastos, disminuyendo progresivamente su producción,
debido también a la crisis económica que atraviesa el país. Ver “Control Obrero
y Autogestión, el ejemplo del compejo industrail SIDOR en Venezuela”, Sébastien
Brulez, recopilado en “América Latina, Emancipaciones en Construcción, Franck
Gaudichaud.
3.
Pacto político entre COPEI (de tendencia demócrata cristiana) y Acción
Democrática (socialdemocracia “renovada”) quienes se repartieron el poder desde
1958 a 1998. Actualmente forman parte del bloque opositor MUD (Mesa de Unidad
Democrática).
4.
Principalmente en el terreno de la autoorganización de clase, pero también en
el plano institucional pues por un parte, durante un momento significó un
‘asedio’ a la institucionalidad heredada y por otra, se reflejó en la
conducción de nuevas instituciones estatales (por ejemplo, las Misiones). Ver
apartado 1.3 de este escrito.
5.
El surgimiento de la llamada “boliburguesía”, término poco preciso pero
bastante difundido que refiere a grupos principalmente empresariales que se han
enriquecido con el acceso a determinados negocios, prebendas y subvenciones
gracias a su cercanía al gobierno chavista o a la participación dentro de éste.
6.
El “caudillismo” como elemento arraigado en la cultura política venezolana, se
evidencia claramente en el excesivo culto a la imagen de Chávez y una visión
acrítica de su liderazgo que predomina en amplios sectores del espectro
político y social venezolano. No obstante, este elemento es previo a la llegada
de Chávez y rastreable a lo largo de la historia postindependentista venezolana:
“Al igual que en 1814, la muerte del líder que guiaba el movimiento
revolucionario de las masas, Ezequiel Zamora, dejó inconclusas las aspiraciones
del campesinado. […] Nuevamente, la ausencia de un sólido liderazgo colectivo
que continuara la lucha cercenó las posibilidades de triunfo de los
desposeídos”. López, R. 2015. El Protagonismo Popular en la Historia de
Venezuela. Editorial Trinchera.
7.
Este carácter parasitario se expresa en el hecho de que para la burguesía
venezolana, históricamente ha sido más rentable apropiarse de la renta
petrolera importando bienes de consumo, evitando los riesgos de invertir dentro
del país en pos de la diversificación de la matriz productiva. Durante buena
parte del siglo XX y XXI, los conflictos sociales en el país pueden ser
analizados desde la disputa por la apropiación de la renta petrolera.
8.
Incluida la así llamada ‘Población obrera sobrante’, es decir aquellos sujetos
excluidos del proceso de producción capitalista.
9.
La participación estatal en la economía sólo ha subió un 0,37% entre el año
1999 y 2014. http://www.aporrea.org/trabajadores/a213256.html
10.
Entre otros, en el desarrollo de las fuerzas productivas del país.
12.
Según el investigador del investigador del Centro de Investigación y Formación
Obrera (CIFO) y recientemente despedido de la Universidad Bolivariana de
Venezuela, Manuel Sutherland: La cada vez más barata importación [con un tipo
de cambio enormemente sobrevaluado] fue mutando en la desviación de divisas
destinada a importar bienes y servicios, en aras de usar esas divisas para
fugar capitales o para revenderlas en el mercado paralelo con ganancias que en
la actualidad rozan el 15773 %. En: https://alemcifo.wordpress.com/2016/02/17/2016-la-peor-de-las-crisis-economicas-causas-medidas-y-cronica-de-una-ruina-anunciada/
13.
Como el mismo Rodrigo Alonso lo sostiene en este escrito:
http://brecha.com.uy/crisis-del-socialismo-del-siglo-xxi/.
14.
Pascual, Cira. Ibíd.
15.
El alto porcentaje de votos nulos de esta elección, al parecer también
dependería de una serie de problemas relacionados con la emisión misma del
voto. Por otra parte, la derecha efectivamente ha incrementado su votación de
manera constante desde el 2007, a la vez que fue acortando su brecha con el
chavismo.
17.
Sánchez, G. 2012. La Nube Negra. Vadell Hermanos, Editores.
18.
Según algunas fuentes de prensa, estos recursos habrían supuesto miles de
millones de dólares.
http://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2014/04/140423_venezuela_economia_anuncios_maduro_msd
19.
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160215_venezuela_ministro_economia_salas_destitucion_az
20.
El proyecto de ley que abre la posibilidad de especulación inmobiliaria con la
Gran Misión Vivienda constituye un buen ejemplo.
21.
López, R. 2015. El Protagonismo Popular en la Historia de Venezuela. Editorial
Trinchera.
22.
Conocida en Chile por mega proyectos como Pascua Lama.
23.
Tomamos prestada la expresión de Roberto López Sánchez. Ibídem.
24.
Las que efectivamente existen y tienen un protagonismo popular, no a aquellas
comunas de “papel” que están para inflar estadísticas y que son muchos de los
casos.
25.
Cabe mencionar que, según entrevistas realizadas y las limitadas experiencias
que hemos podido observar, muchas organizaciones populares que ya existían
antes del primer gobierno de Hugo Chávez, aprovecharon de manera particular el
proceso para fortalecerse.
26.
Ibíd
27.
Piñate, E. 2013. El Partido Socialista Unificado de Venezuela y su Relación con
el Movimiento de Masas. Editorial Trinchera.
28.
Sánchez, G. 2012. La Nube Negra. Vadell Hermanos, Editores.
29.
Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos: Nació en
2004. Según Modesto Guerrero, para 2006 contaba con 324 medios de prensa
tradicional, de la web, semanarios, quincenarios, radios, canales de televisión
y cine, controlaban salas de cine. Militantes: 3 a 5 mil.
http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-33/constitucion-dinamica-y-desafios-de-las-vanguardias-en-la-revolucion-boliva
30.
Las fábricas recuperadas resistiendo los intentos de desalojo, las Comunas
centradas en resolver sus problemáticas al nivel local, etc.
31.
Agudizada además por una crisis energética ocasionada por una de las peores
sequías que le ha tocado enfrentar al país caribeño.
32.
Recordar las “guarimbas” de febrero de 2014 como estrategia desestabilizadora
impulsada por la derecha venezolana, manifestaciones violentas que adquirieron
el carácter de ensayo de guerra civil, dejando como resultado decenas de
muertos (la mayoría personas afines al proceso de cambio bolivariano) y de
edificios públicos destruidos. Ver “Una Revuelta de Ricos, Crisis y destino del
Chavismo”, del periodista Modesto Emilio Guerrero. Los rasgos fascistas de
aquellas revueltas también son descritos por el autor.
34.
Si el referéndum revocatorio se realiza durante el 2017, en caso de que Maduro
pierda, no se convocan a nuevas elecciones y el vicepresidente asume el
ejecutivo hasta el fin del período.
35.
“A donde nos conducen Maduro-Cabello”, Roberto López Sánchez. Disponible en
http://www.aporrea.org/actualidad/a228327.html
36.
Lo que en Chile se llamaría ‘dar un paso al costado’; abandonar la militancia,
o asumir pasividad dentro de ella, resignándose al desarrollo predominante
dentro del partido.
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