Humberto Decarli
Una efeméride más de la conmemoración del día de la juventud. Las precarias instituciones venezolanas siempre invitan a una persona de alguna manera representativa de la fecha a tratar para pronunciar un discurso relativo al tema en celebración. Este año la Asamblea Nacional convocó a un personaje vinculado a la música comercial como personero juvenil. Seguramente por su discurso oposicionista a todas luces como una senda para enrostrarle al oficialismo su pésimo desempeño.
Sin embargo, esta actitud tiene muchos bemoles porque en los momentos de aguda crisis que atravesamos en todos los órdenes y en especial el sector juvenil, debía buscarse figuras más conectadas a la situación grave que vivimos y no a una figura del entretenimiento.
El espectáculo como emblema
El avance del poder en el mundo ha apelado al empleo de otras formas sociales de dominación fuera de los mecanismos disciplinarios, como los denominaba Michel Foucault. Además de la coercibilidad y la coacción materializada por el derecho, la policía y los militares, la dominación contemporánea ha utilizado otros vehículos, quizá más eficaces, para estabilizarse.
Para tal fin se usa a los medios de comunicación, la ideología, el lenguaje, el conocimiento y la educación. Son instrumentos generadores de una visión del mundo, no tan solo desde las posiciones altas de sumisión sino de la creación de significantes, praxis y subjetividades. Una de ellas es el espectáculo como dispositivo de transmisión de valores y evasión.
Este tema ha sido tratado en profundidad por el intelectual situacionista Guy Debord y tangencialmente por Mario Vargas Llosa. El primero con un texto y una película donde enfoca cómo las relaciones sociales de poder se transmiten con el entretenimiento y el segundo con una óptica de moralina sobre el mismo aspecto.
Las élites en el mundo desde hace mucho tiempo han incursionado en la farándula como forma de dominación social e incorporan imágenes del entretenimiento a través de las cuales forma esos íconos. Ejemplos de esta orientación sobran como el caso de Ronald Reagan en Estados Unidos, la ex top model Carla Bruni en Francia como cónyuge de Sarkosy, Silvio Berlusconi, empresario televisivo, en Italia, Beppe Grillo como outsider en el país de Garibaldi, Abdala Bucaram en Ecuador, Jimmi Morales en Guatemala y Joseph Estrada en Filipinas, son muestras de la participación de la farándula en las posiciones cimeras políticas de todos esos países.
Ante la crisis del valor fundamental de la revolución liberal, la representación, se ha recurrido a estas figuras impuestas por los medios de difusión de masas como fórmula de gobernabilidad. A través de estos liderazgos se reconforta el poder. Las relaciones de sumisión se colorean y alegran para apostar por la estabilidad.
La banalización de la crisis
Venezuela está sumida en una ingente coyuntura económica, social, sanitaria y cultural. La pobreza, la inflación, la recesión, la escasez, la delincuencia, el desabastecimiento y la precariedad educativa, están en pleno auge y para enfrentarla se requiere un esfuerzo ciclópeo con el objeto de enjugarla.
Ha sido una martingala de vieja data el trajinar sobre informaciones que al reiterase terminan por convertirse en algo trivial y no causan ningún estupor a pesar de ser contundentes. La actual gestión ha hecho uso de este recurso de manera recurrente y ha alcanzado una eficaz salida ante tantos desaguisados.
La oposición nucleada en la M.U.D., mayoría determinante en la Asamblea Nacional, hace causa común con el oficialismo para desviar la raíz de los problemas nacionales hacia compartimientos complacientes. Pareciera no convenirle combatir la debacle frontalmente.
En este orden de ideas se inscribe la dirección de recibir a un miembro de la sociedad del espectáculo para hablar del día de la juventud tratando de aprovechar su popularidad para jugar a ganador. Pero omiten la calidad que en todo caso es el factor fundamental de cualquier panacea a la situación.
La música comercial hermanada con la política
El cantante Nacho, integrante de un dúo intérprete de una música eminentemente comercial, ha obtenido un ostensible éxito económico con las ventas de sus grabaciones y sus presentaciones. Esa eficacia económica es el aval de su presencia en la opinión pública y es válida su militancia en esa clase de ritmos bailables, sencillos, baladíes y con letras insulsas, Pero de allí a ubicarlo como genuino representante de la juventud venezolana hay una distancia descomunal.
El hecho de convocarlo para ser orador de orden en tan significante fecha delata la naturaleza de esa oposición abigarrada nucleada alrededor de la M.U.D. Es una opción superficial, sin un proyecto alterno que permita sacar a país del marasmo y declinación en la cual se encuentra.
Ante la gravedad de la situación, otras son las opciones
El día de la juventud debe ser presentado en el podio asambleario con personas jóvenes de trayectoria en el plano de la lucha. Hay muchos adolescentes y adultos jóvenes en las cárceles luego de padecer torturas y violaciones de sus derechos. Existen dirigentes estudiantiles curtidos en las movilizaciones y obreros presos por la criminalización de la protesta, capaces de dirigir un mensaje de hondo contenido. Y qué decir de quienes se encuentran al frente de organizaciones defensoras de derechos humanos y con nexos internacionales de relevancia, aptos para blandir su voz en representación de la juventud venezolana.
El eco lamentable de esta orientación opositora ha terminado con una polémica a través de las redes sociales entre Chino, el otro integrante del dúo los mackediches, con Winston Vallenilla, dirigente de una emisora televisiva sin pena ni gloria del oficialismo, en la cual se lanzan acusaciones subalternas.
Diferente sería la presencia de un joven combativo, con coraje, iniciativa, ideas y un plan distinto a los existentes. Allí estaría la voz de la gente iconoclasta, contestataria y seria en la búsqueda de una utopía y no la distopía orwelliana que vivimos en Venezuela. Pero sería mucho pedir a una oposición favorecida por el voto castigo y polarizado pero no por significar un espacio distinto a los postulados populistas reinantes.
Una efeméride más de la conmemoración del día de la juventud. Las precarias instituciones venezolanas siempre invitan a una persona de alguna manera representativa de la fecha a tratar para pronunciar un discurso relativo al tema en celebración. Este año la Asamblea Nacional convocó a un personaje vinculado a la música comercial como personero juvenil. Seguramente por su discurso oposicionista a todas luces como una senda para enrostrarle al oficialismo su pésimo desempeño.
Sin embargo, esta actitud tiene muchos bemoles porque en los momentos de aguda crisis que atravesamos en todos los órdenes y en especial el sector juvenil, debía buscarse figuras más conectadas a la situación grave que vivimos y no a una figura del entretenimiento.
El espectáculo como emblema
El avance del poder en el mundo ha apelado al empleo de otras formas sociales de dominación fuera de los mecanismos disciplinarios, como los denominaba Michel Foucault. Además de la coercibilidad y la coacción materializada por el derecho, la policía y los militares, la dominación contemporánea ha utilizado otros vehículos, quizá más eficaces, para estabilizarse.
Para tal fin se usa a los medios de comunicación, la ideología, el lenguaje, el conocimiento y la educación. Son instrumentos generadores de una visión del mundo, no tan solo desde las posiciones altas de sumisión sino de la creación de significantes, praxis y subjetividades. Una de ellas es el espectáculo como dispositivo de transmisión de valores y evasión.
Este tema ha sido tratado en profundidad por el intelectual situacionista Guy Debord y tangencialmente por Mario Vargas Llosa. El primero con un texto y una película donde enfoca cómo las relaciones sociales de poder se transmiten con el entretenimiento y el segundo con una óptica de moralina sobre el mismo aspecto.
Las élites en el mundo desde hace mucho tiempo han incursionado en la farándula como forma de dominación social e incorporan imágenes del entretenimiento a través de las cuales forma esos íconos. Ejemplos de esta orientación sobran como el caso de Ronald Reagan en Estados Unidos, la ex top model Carla Bruni en Francia como cónyuge de Sarkosy, Silvio Berlusconi, empresario televisivo, en Italia, Beppe Grillo como outsider en el país de Garibaldi, Abdala Bucaram en Ecuador, Jimmi Morales en Guatemala y Joseph Estrada en Filipinas, son muestras de la participación de la farándula en las posiciones cimeras políticas de todos esos países.
Ante la crisis del valor fundamental de la revolución liberal, la representación, se ha recurrido a estas figuras impuestas por los medios de difusión de masas como fórmula de gobernabilidad. A través de estos liderazgos se reconforta el poder. Las relaciones de sumisión se colorean y alegran para apostar por la estabilidad.
La banalización de la crisis
Venezuela está sumida en una ingente coyuntura económica, social, sanitaria y cultural. La pobreza, la inflación, la recesión, la escasez, la delincuencia, el desabastecimiento y la precariedad educativa, están en pleno auge y para enfrentarla se requiere un esfuerzo ciclópeo con el objeto de enjugarla.
Ha sido una martingala de vieja data el trajinar sobre informaciones que al reiterase terminan por convertirse en algo trivial y no causan ningún estupor a pesar de ser contundentes. La actual gestión ha hecho uso de este recurso de manera recurrente y ha alcanzado una eficaz salida ante tantos desaguisados.
La oposición nucleada en la M.U.D., mayoría determinante en la Asamblea Nacional, hace causa común con el oficialismo para desviar la raíz de los problemas nacionales hacia compartimientos complacientes. Pareciera no convenirle combatir la debacle frontalmente.
En este orden de ideas se inscribe la dirección de recibir a un miembro de la sociedad del espectáculo para hablar del día de la juventud tratando de aprovechar su popularidad para jugar a ganador. Pero omiten la calidad que en todo caso es el factor fundamental de cualquier panacea a la situación.
La música comercial hermanada con la política
El cantante Nacho, integrante de un dúo intérprete de una música eminentemente comercial, ha obtenido un ostensible éxito económico con las ventas de sus grabaciones y sus presentaciones. Esa eficacia económica es el aval de su presencia en la opinión pública y es válida su militancia en esa clase de ritmos bailables, sencillos, baladíes y con letras insulsas, Pero de allí a ubicarlo como genuino representante de la juventud venezolana hay una distancia descomunal.
El hecho de convocarlo para ser orador de orden en tan significante fecha delata la naturaleza de esa oposición abigarrada nucleada alrededor de la M.U.D. Es una opción superficial, sin un proyecto alterno que permita sacar a país del marasmo y declinación en la cual se encuentra.
Ante la gravedad de la situación, otras son las opciones
El día de la juventud debe ser presentado en el podio asambleario con personas jóvenes de trayectoria en el plano de la lucha. Hay muchos adolescentes y adultos jóvenes en las cárceles luego de padecer torturas y violaciones de sus derechos. Existen dirigentes estudiantiles curtidos en las movilizaciones y obreros presos por la criminalización de la protesta, capaces de dirigir un mensaje de hondo contenido. Y qué decir de quienes se encuentran al frente de organizaciones defensoras de derechos humanos y con nexos internacionales de relevancia, aptos para blandir su voz en representación de la juventud venezolana.
El eco lamentable de esta orientación opositora ha terminado con una polémica a través de las redes sociales entre Chino, el otro integrante del dúo los mackediches, con Winston Vallenilla, dirigente de una emisora televisiva sin pena ni gloria del oficialismo, en la cual se lanzan acusaciones subalternas.
Diferente sería la presencia de un joven combativo, con coraje, iniciativa, ideas y un plan distinto a los existentes. Allí estaría la voz de la gente iconoclasta, contestataria y seria en la búsqueda de una utopía y no la distopía orwelliana que vivimos en Venezuela. Pero sería mucho pedir a una oposición favorecida por el voto castigo y polarizado pero no por significar un espacio distinto a los postulados populistas reinantes.