Germinal Cerván
La iniciativa “Construir un pueblo fuerte para posibilitar otro mundo” y su primera concreción “Apoyo Mutuo” han despertado un cierto interés entre los libertarios y una relativa ebullición en el reducido espacio que los anarquistas ocupamos en las engañosas redes sociales. Una acertada y atractiva presentación pública, un manifiesto de alcance ambiguo y el aval de algunos pensadores de público entregado han colaborado en el alcance que está consiguiendo esta iniciativa.
Sin embargo, no observo, a pesar del modesto alboroto que se ha producido, ningún debate en el que se clarifiquen dos cuestiones que me parecen fundamentales: el contenido del manifiesto y la estructura de que esta organización-plataforma-iniciativa se va a dotar para conseguir sus objetivos.
El manifiesto en cuestión dice, entre otras cosas, lo siguiente:
“Ha llegado el momento de impulsar la independencia popular respecto de otras estructuras para poder de dar un paso adelante y erigirnos como pueblo para vencer. Superar la simple defensa de lo ya logrado para pasar a la ofensiva. Impulsar la autoorganización y el autogobierno para recuperar la fe en nuestra capacidad de alcanzar una sociedad libre e igualitaria. Conquistar juntas una verdadera democracia:
· DEMOCRACIA ECONÓMICA, con un modo de producción que sustituya al capitalismo por la economía de propiedad colectiva, gestionada por productores y consumidores de forma cooperativa.
· DEMOCRACIA POLÍTICA, con un régimen que sustituya al Estado por la decisión confederal en pie de igualdad de todas las personas que habitan cada territorio.
· DEMOCRACIA DE PARTICIPACIÓN DIRECTA Y EFECTIVA, con representantes que cumplan lo decidido por sus representados y sean revocables en todo momento.
· DEMOCRACIA INCLUSIVA DE TODAS Y PARA TODOS, que escuche, empatice y comprenda que el mundo son muchos mundos, que asuma e integre todas aquellas luchas que buscan un cambio hacia una sociedad más igualitaria.
· UNA DEMOCRACIA LIBERTARIA, DE LAS PERSONAS Y NO DE LOS MERCADOS.”
La primera impresión que uno tiene al leer el manifiesto es que es de una ambigüedad calculada. La utilización de palabras polisémicas sin definir su significado en este contexto facilitan el que pueda ser asumido por compañeros que, en realidad, pueden estar en las antípodas unos de otros: independencia, autoorganización, autogobierno, democracia (verdadera, nada menos), representantes; si a esto le añadimos conceptos cargados de indefinición “per se” como régimen que sustituya al Estado, propiedad colectiva, el mundo son muchos mundos, decisión confederal, nos encontramos con un manifiesto calculadamente vacío de contenido real, pero en que la palabrería puede resultar atractiva para muchos.
¿Por qué digo vacío de contenido? Pues por la ausencia de cuestiones que, aunque mil veces debatidas, habría que definir en un documento de este tipo:
a) El análisis y descripción de la situación actual
b) La identificación de los responsables (el capitalismo y su brazo ejecutor, el Estado, el autoritarismo, el militarismo, la dominación, la explotación...)
c) La decisión de organizarse y luchar contra los responsables y el cómo hay que hacerlo, incluida la toma de decisiones, de forma que acabemos, sin repetirlos, con los males de la situación actual.
Como muestra de lo anterior, elegiré una frase especialmente intrincada: “DEMOCRACIA POLÍTICA, con un régimen que sustituya al Estado por la decisión confederal en pie de igualdad de todas las personas que habitan cada territorio”. ¿Significa esto que pondremos “algo” (que no llamaremos Estado) en lugar del Estado? Los anarquistas siempre hemos tenido claro que el Estado forma parte del régimen inicuo imperante, así que hemos preconizado su desaparición desde que surgió la palabra anarquía como definición de nuestra corriente de pensamiento. ¿Quiere decir el manifiesto que los anarquistas renuncian a luchar por la desaparición del Estado y proponen su substitución por “otra cosa” más llevadera?
Por otro lado, ¿qué significa la "decisión confederal en pie de igualdad de todas las personas que habitan cada territorio"? ¿Cómo se conjuga lo confederal con "todas las personas en pie de igualdad"? ¿A qué llamamos "cada territorio"? En definitiva, no sabemos qué estructura tiene esta plataforma-organización-iniciativa ni cómo se toman sus decisiones.
Finalmente, ante tanta inflación de la palabra democracia, no puedo más que preguntarme: ¿estamos por la democracia o por la acracia?
No voy a ser yo quien reniegue de la necesidad de buscar caminos hacia la coordinación de los libertarios que haga más efectiva la imperiosa necesidad de que nuestro pensamiento tenga incidencia real en los movimientos sociales y en las luchas populares, pero no puedo estar de acuerdo en que para sumar sea necesaria la ambigüedad y la mistificación calculadas. Más bien al contrario, considero una virtud deseable y necesaria la claridad en nuestros planteamientos y el dejar de utilizar el lenguaje del poder, cuestión que no tiene otra finalidad no manifestada que el dotarnos de una capa de respetabilidad ante ciertos medios de comunicación o ante ciertas presuntas élites que usan la etiqueta libertaria para justificar sus planteamientos individualistas o de superioridad intelectual.
La influencia de los libertarios en la sociedad actual es mínima, pero no conseguiremos incrementarla jugando a la política o a la democracia. La experiencia nos aconseja todo lo contrario: definir como enemigos de la humanidad el capitalismo y el Estado, fomentar la organización de abajo hacia arriba, huir de la falsa división entre trabajadores y consumidores y difundir la necesidad de luchar por la construcción de una nueva sociedad que no esté basada en la explotación ni en la desigualdad. Eso es casi todo, y no es poco.
En cuanto a la plasmación concreta de la nueva sociedad, es futurología. Dejémosla a la decisión de quienes les toque hacerlo, sin hipotecas ni alternativas coyunturales.
[Publicado originalmente en La Campana # 33, Pontevedra, julio 2015. Edición completa en www.revistalacampana.info.]
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