Luzbert (desde la península ibérica)
¿Sigue vivo el anarquismo hoy en día? Pues claro, vaya pregunta más obvia, ¿no? Bien, pero los tiros van más allá y es que si el anarquismo sigue vivo, entonces es más que conveniente analizar el estado general del anarquismo en esta coyuntura para poder avanzar en pos de construir un referente político y social en la lucha de clases. Utilizando estos criterios, tratemos de poner sobre la mesa las características generales del anarquismo presente y a partir de allí, corregir los errores, aprovechar oportunidades, reforzar los puntos fuertes y sortear las amenazas. Aquí no podré abarcar todas las particularidades territoriales en donde se desarrolle el anarquismo o movimiento anarquista, pero sí trazar unas pinceladas con el fin de ponernos en situación. Para ello, recurriré a la herramienta que utilizan las empresas para analizar su propia posición en el mercado. Dicha herramienta es el análisis DAFO (Debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades). Ésto en realidad tendría la forma de matriz representada en el gráfico que acompaña a este texto:
Debilidades
—La atomización del actual anarquismo hasta llegar a los personalismos y de cada individuo con su anarquismo personal. Esto, lejos de crear una diversidad dialéctica, ha supuesto que mucha gente de nuestros ambientes queden excusándose de cualquier atisbo de responsabilidad social, compromisos y cumplimiento de acuerdos colectivos.
—El sectarismo de algunos grupos los termina aislando de la realidad social, creando grupos marginales incapaces de comunicar nuestras reivindicaciones al resto de mortales.
—La estética tribuurbanista del punk y el skinhead, el culto a la violencia, las consignas vacías y las actitudes nihilistas de rechazo a todo lo que no sea una misma. En general, el infantilismo político de algunas personas que obstaculiza la creación de movimiento.
—La nocividad de la organización como fin o el rechazo absoluto a la misma impide materializar cualquier proyecto político-social y acumular experiencias en la lucha.
—La sobreideologización es otro enorme lastre a la hora de articular respuestas ante la actual coyuntura, creando ambientes conservadores, impidiendo avanzar a partir de las luchas inmediatas.
—La falta de proyectos políticos definidos y adaptados al contexto actual, que permitan alcanzar objetivos reales a corto plazo y la construcción de proyectos de futuro. Es una tarea pendiente entre muchas anarquistas.
—Por desgracia, todavía siguen habiendo actualmente peleas internas que nada ayudan. Ciertamente las seguirá habiendo pero creo que va siendo hora de ir superándolas.
Fortalezas
—La diversidad de los métodos y la flexibilidad que otorga la descentralización debería ser provechosa para que el anarquismo se adapte a todo tipo de contextos sociales.
—Los principios como la solidaridad, el apoyo mutuo, el asamblearismo y las estructuras horizontales o de base son herramientas al alcance de todos y todas. Permiten una mayor facilidad en cuanto a la creación de movimiento y mantener su autonomía frente a intereses partidistas y el oportunismo.
—La organización a todos los niveles (político y social) como una herramienta para la lucha de la clase trabajadora y la inserción social como estrategia política es la vía por la cual sacamos de la marginalidad el anarquismo, creando un nexo de unión entre el anarquismo y la clase trabajadora mediante la construcción de movimiento social y fuerza política para volver a ser un referente para la lucha de clases.
Análisis externo
Amenazas
—La escalada represiva en los últimos años contra los movimientos sociales debido a la crisis capitalista supone otro obstáculo a superar. La represión nos pretende aislar, neutralizar y desgastar, nos quiere despolitizar y alejarnos de la realidad social empujándonos a una lucha mano a mano contra el Estado y los intereses económicos.
—La propia ofensiva neoliberal con la privatización de los servicios públicos y recortes en derechos sociales.
—Los movimientos fascistas crecen en los países capitalistas avanzados con la complicidad de las instituciones y la burguesía. La amenaza del fascismo no solo está en las calles por los grupos parapoliciales, que actúan en ocasiones codo a codo con la policía como en el caso de Grecia, sino también en las instituciones y en los consejos de administración de empresas.
—Paralelamente, la socialdemocracia también sería un peligro en cuanto pretende acaparar el descontento social y encauzarlo por la vía del pacto social, en detrimento de la lucha de clases. Esto se traduciría en la neutralización del movimiento obrero y dejaría una clase trabajadora desorganizada e incapaz de autoorganizarse.
Oportunidades
—La crisis capitalista a su vez ha despertado la conciencia política de más gente, que ha comenzado a movilizarse. En este punto, es importante conocer cómo se desarrollan los procesos sociales y comenzar a actuar en consecuencia, respondiendo a las necesidades inmediatas de la clase trabajadora y trazando alternativas futuras a partir de las luchas presentes.
—La decadencia de la izquierda institucional y los sindicatos de concertación podría dar pie a nuevas formas de hacer política y la radicalización de los movimientos sociales, así como el panorama sindical. Si bien esto puede suponer que la derecha pueda meter mano en este asunto, no está de más que comencemos a poner sobre la mesa nuestras alternativas y poner en práctica los métodos asamblearios y la horizontalidad, sustituyendo el modelo representativo por el de la democracia directa, el modelo centralista por un modelo federativo, y el de la delegación de responsabilidades por la responsabilidad colectiva.
—La multitud de asambleas tanto estudiantiles como en el centro de trabajo o en los barrios son un punto de partida para articular un movimiento social independiente y desde las bases, superando la atomización de la actual sociedad y dar pie a la creación de alternativas políticas, económicas y sociales.
Algunas valoraciones y conclusiones
La atomización se diferencia de la diversidad en cuanto que lo primero supone el aislamiento, una profunda división interna, una disputa de egos y personalismos que impiden el debate sano, y la diversidad es la variedad de puntos de vista que en conjunto forman un ente dinámico, en los cuales, dichos puntos de vista mantienen una relación dialéctica. La atomización nos conduce al ostracismo, la diversidad, a garantizar nuestra supervivencia.
El sectarismo es hacer política desde grupos herméticos y solo para sí. Esto no es trabajar en pos de avanzar hacia una revolución social, sino folclore y autocomplaciencia. El actuar al margen de todo lanzando consignas maximalistas y alejado de la realidad de las luchas sociales también es una estética, es gastar inútilmente las fuerzas haciendo proselitismo. Podría polemizar mucho sobre el tema de las subculturas y tribus urbanas pero no voy a tratar aquí, solo apuntar que estas estéticas de rebeldía en general no responden necesariamente a la política anarquista. Pero desgraciadamente, existen clichés y estereotipos que identifican el anarquismo con el punk, lo cual, es despolitizar el anarquismo al reducirlo a una simple estética. Esto va unido al culto a la violencia, la cual muchas veces no se leen los trasfondos ni otros factores como el contexto, los movimientos sociales, el tejido social, etc, sino que se cae en la ilusión de que destrozando cosas se está avanzando hacia la revolución., cuando lo que realmente permite el avance de las luchas es la creación y fortalecimiento del poder popular (tejido social, organizaciones populares, sindicales y políticas, etc…) o capacitación material del pueblo y la clase trabajadora. Del sectarismo, la estética y el folclore se origina el infantilismo político, que es la incapacidad para ofrecer análisis rigurosos de la realidad social, lo que impide sacar propuestas políticas concretas en el presente, y ampararse irracionalmente en la ideología para lanzar críticas destructivas a todo aquello que se salga de un determinado marco ideológico, táctica o estrategia de acción.
La ideología ha de servir como base para dotar de orientación política a los movimientos sociales, no tiene que ser una enorme losa, un enorme peso muerto que lastrea las luchas. Y los principios que tenemos son para aplicarlos y ponerlos al alcance de cualquiera que aspire a un cambio radical en la sociedad, demostrar que son medios útiles y no simple palabrería y estética. Es importante saber leer los contextos en que nos encontramos, que no estamos solas, que todo sigue unos procesos y dependerá de cómo actuemos, con quiénes nos aliamos y con quiénes no, conozcamos quiénes son los enemigos y quiénes, posibles aliados. Así, la ideología debe ser algo dinámico, no inmutable e invariable en el tiempo y en el espacio porque las sociedades están en constante cambio y existen multitud de coyunturas según en qué parte del mundo nos encontremos. No tener en cuenta estos factores es caer en abstracciones ideológicas e idealismos, lo que se traduciría en inoperancia. Por ello, saber adaptar la ideología a los diferentes contextos es vital para poder construir alternativas políticas posibles.
La organización es siempre una herramienta, nunca puede ser tomada como un fin en sí, sino como medio para alcanzar unos objetivos. Tan pernicioso es la organización por la organización, es decir, tomarlo como fin en sí mismo, como la informalidad o el rechazo a la misma, o sea, el no querer asumir responsabilidades colectivas, compromisos y acuerdos, perdiendo además los medios para la acumulación de fuerzas a nuestro favor y experiencias en la lucha, y teniendo que empezar de cero cada cierto tiempo. A la hora de organizarnos, siempre hemos de tener en cuenta que estamos recurriendo a una herramienta, un medio material o una estructura para materializar unos objetivos. Y para materializarlos, necesitamos bases materiales y sociales. A través de la organización en todos los niveles, es donde podemos ir definiendo nuestro proyecto político y unos programas en el curso de las luchas. Es importante que comencemos a ser actores políticos y no unos residuos marginales que se niegan a morir.
Como cualquier actividad política en contra del sistema imperante, el Estado siempre desplegará su maquinaria represiva sobre nosotras. Debemos saber por dónde llegan los golpes represivos y cómo lo hacen. La represión puede venir de diferentes maneras: detenciones arbitrarias mediante montajes policiales, desgaste económico mediante multas, control social a través de seguimientos, dividirnos con infiltraciones, etc, que tienen por objetivo debilitarnos y neutralizarnos. Ante estos ataques, responder con atentados o pasar a la clandestinidad para ejecutar ataques contra sus símbolos es un suicidio, es precisamente allí donde nos quieren tener: alejados de las luchas sociales, golpeando a un enemigo mucho más poderoso y dejar las actividades políticas y sociales para sumirnos en una guerra de desgaste sin apenas apoyo popular. La mejor forma de afrontar la represión es visibilizarla, crear vínculos con los movimientos sociales y no aislarnos, y crear redes de solidaridad y apoyo mutuo en el curso de la lucha social.
El fascismo es una amenaza similar a la represión estatal y es otro palo en la rueda que debemos quitar para poder avanzar. Actualmente, el fascismo con su cara amable trata de captar sectores autóctonos descontentos mediante discursos nacionalistas y anticapitalistas copiados de la izquierda. Mientras que cara al público se muestran como buenas personas que prestan ayuda desinteresada, a espaldas actúan como grupos parapoliciales que agreden y hostigan a los movimientos antifascistas. Por otro lado, la socialdemocracia es la cara progresista de la burguesía y actúa como sedante del movimiento obrero al conducir las luchas hacia el delegacionismo y las promesas de paz social. El reformismo socialdemócrata solo apunta a cambiar las formas pero no la estructura. Además, se ha demostrado en la historia que la socialdemocracia es incapaz dar salidas a las crisis económicas y que, con una clase trabajadora desorganizada, es fácil que la reacción acabe con las pocas conquistas que nos queda a la clase trabajadora o termine por imponer dictaduras fascistas.
A pesar de todo, tenemos oportunidades a nuestro alcance hoy con el resquebrajamiento de la paz social, la polarización de la sociedad y el surgimiento de diversos movimientos sociales que están superando la incapacidad e inoperancia de la izquierda institucional, pero que fácilmente podrían ser fagocitados por los mismos si no entramos en escena. Es por ello que es imprescindible que libremos las batallas en el terreno social, ganar terreno a formaciones políticas que solo tienen intereses partidistas y demostrar que la vía antiautoritaria es posible. El anarquismo ha de volver a ser una herramienta útil al alcance de todos y todas para la emancipación social, una alternativa seria que, además de servir para la defensa de los intereses inmediatos, aspirar a la revolución social en el seno de la sociedad, en concreto, de la clase trabajadora. Perdamos el miedo a ensuciarnos y caminemos.
[Tomado de http://www.regeneracionlibertaria.org/analisis-anarquismo-actual.]
¿Sigue vivo el anarquismo hoy en día? Pues claro, vaya pregunta más obvia, ¿no? Bien, pero los tiros van más allá y es que si el anarquismo sigue vivo, entonces es más que conveniente analizar el estado general del anarquismo en esta coyuntura para poder avanzar en pos de construir un referente político y social en la lucha de clases. Utilizando estos criterios, tratemos de poner sobre la mesa las características generales del anarquismo presente y a partir de allí, corregir los errores, aprovechar oportunidades, reforzar los puntos fuertes y sortear las amenazas. Aquí no podré abarcar todas las particularidades territoriales en donde se desarrolle el anarquismo o movimiento anarquista, pero sí trazar unas pinceladas con el fin de ponernos en situación. Para ello, recurriré a la herramienta que utilizan las empresas para analizar su propia posición en el mercado. Dicha herramienta es el análisis DAFO (Debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades). Ésto en realidad tendría la forma de matriz representada en el gráfico que acompaña a este texto:
Debilidades
—La atomización del actual anarquismo hasta llegar a los personalismos y de cada individuo con su anarquismo personal. Esto, lejos de crear una diversidad dialéctica, ha supuesto que mucha gente de nuestros ambientes queden excusándose de cualquier atisbo de responsabilidad social, compromisos y cumplimiento de acuerdos colectivos.
—El sectarismo de algunos grupos los termina aislando de la realidad social, creando grupos marginales incapaces de comunicar nuestras reivindicaciones al resto de mortales.
—La estética tribuurbanista del punk y el skinhead, el culto a la violencia, las consignas vacías y las actitudes nihilistas de rechazo a todo lo que no sea una misma. En general, el infantilismo político de algunas personas que obstaculiza la creación de movimiento.
—La nocividad de la organización como fin o el rechazo absoluto a la misma impide materializar cualquier proyecto político-social y acumular experiencias en la lucha.
—La sobreideologización es otro enorme lastre a la hora de articular respuestas ante la actual coyuntura, creando ambientes conservadores, impidiendo avanzar a partir de las luchas inmediatas.
—La falta de proyectos políticos definidos y adaptados al contexto actual, que permitan alcanzar objetivos reales a corto plazo y la construcción de proyectos de futuro. Es una tarea pendiente entre muchas anarquistas.
—Por desgracia, todavía siguen habiendo actualmente peleas internas que nada ayudan. Ciertamente las seguirá habiendo pero creo que va siendo hora de ir superándolas.
Fortalezas
—La diversidad de los métodos y la flexibilidad que otorga la descentralización debería ser provechosa para que el anarquismo se adapte a todo tipo de contextos sociales.
—Los principios como la solidaridad, el apoyo mutuo, el asamblearismo y las estructuras horizontales o de base son herramientas al alcance de todos y todas. Permiten una mayor facilidad en cuanto a la creación de movimiento y mantener su autonomía frente a intereses partidistas y el oportunismo.
—La organización a todos los niveles (político y social) como una herramienta para la lucha de la clase trabajadora y la inserción social como estrategia política es la vía por la cual sacamos de la marginalidad el anarquismo, creando un nexo de unión entre el anarquismo y la clase trabajadora mediante la construcción de movimiento social y fuerza política para volver a ser un referente para la lucha de clases.
Análisis externo
Amenazas
—La escalada represiva en los últimos años contra los movimientos sociales debido a la crisis capitalista supone otro obstáculo a superar. La represión nos pretende aislar, neutralizar y desgastar, nos quiere despolitizar y alejarnos de la realidad social empujándonos a una lucha mano a mano contra el Estado y los intereses económicos.
—La propia ofensiva neoliberal con la privatización de los servicios públicos y recortes en derechos sociales.
—Los movimientos fascistas crecen en los países capitalistas avanzados con la complicidad de las instituciones y la burguesía. La amenaza del fascismo no solo está en las calles por los grupos parapoliciales, que actúan en ocasiones codo a codo con la policía como en el caso de Grecia, sino también en las instituciones y en los consejos de administración de empresas.
—Paralelamente, la socialdemocracia también sería un peligro en cuanto pretende acaparar el descontento social y encauzarlo por la vía del pacto social, en detrimento de la lucha de clases. Esto se traduciría en la neutralización del movimiento obrero y dejaría una clase trabajadora desorganizada e incapaz de autoorganizarse.
Oportunidades
—La crisis capitalista a su vez ha despertado la conciencia política de más gente, que ha comenzado a movilizarse. En este punto, es importante conocer cómo se desarrollan los procesos sociales y comenzar a actuar en consecuencia, respondiendo a las necesidades inmediatas de la clase trabajadora y trazando alternativas futuras a partir de las luchas presentes.
—La decadencia de la izquierda institucional y los sindicatos de concertación podría dar pie a nuevas formas de hacer política y la radicalización de los movimientos sociales, así como el panorama sindical. Si bien esto puede suponer que la derecha pueda meter mano en este asunto, no está de más que comencemos a poner sobre la mesa nuestras alternativas y poner en práctica los métodos asamblearios y la horizontalidad, sustituyendo el modelo representativo por el de la democracia directa, el modelo centralista por un modelo federativo, y el de la delegación de responsabilidades por la responsabilidad colectiva.
—La multitud de asambleas tanto estudiantiles como en el centro de trabajo o en los barrios son un punto de partida para articular un movimiento social independiente y desde las bases, superando la atomización de la actual sociedad y dar pie a la creación de alternativas políticas, económicas y sociales.
Algunas valoraciones y conclusiones
La atomización se diferencia de la diversidad en cuanto que lo primero supone el aislamiento, una profunda división interna, una disputa de egos y personalismos que impiden el debate sano, y la diversidad es la variedad de puntos de vista que en conjunto forman un ente dinámico, en los cuales, dichos puntos de vista mantienen una relación dialéctica. La atomización nos conduce al ostracismo, la diversidad, a garantizar nuestra supervivencia.
El sectarismo es hacer política desde grupos herméticos y solo para sí. Esto no es trabajar en pos de avanzar hacia una revolución social, sino folclore y autocomplaciencia. El actuar al margen de todo lanzando consignas maximalistas y alejado de la realidad de las luchas sociales también es una estética, es gastar inútilmente las fuerzas haciendo proselitismo. Podría polemizar mucho sobre el tema de las subculturas y tribus urbanas pero no voy a tratar aquí, solo apuntar que estas estéticas de rebeldía en general no responden necesariamente a la política anarquista. Pero desgraciadamente, existen clichés y estereotipos que identifican el anarquismo con el punk, lo cual, es despolitizar el anarquismo al reducirlo a una simple estética. Esto va unido al culto a la violencia, la cual muchas veces no se leen los trasfondos ni otros factores como el contexto, los movimientos sociales, el tejido social, etc, sino que se cae en la ilusión de que destrozando cosas se está avanzando hacia la revolución., cuando lo que realmente permite el avance de las luchas es la creación y fortalecimiento del poder popular (tejido social, organizaciones populares, sindicales y políticas, etc…) o capacitación material del pueblo y la clase trabajadora. Del sectarismo, la estética y el folclore se origina el infantilismo político, que es la incapacidad para ofrecer análisis rigurosos de la realidad social, lo que impide sacar propuestas políticas concretas en el presente, y ampararse irracionalmente en la ideología para lanzar críticas destructivas a todo aquello que se salga de un determinado marco ideológico, táctica o estrategia de acción.
La ideología ha de servir como base para dotar de orientación política a los movimientos sociales, no tiene que ser una enorme losa, un enorme peso muerto que lastrea las luchas. Y los principios que tenemos son para aplicarlos y ponerlos al alcance de cualquiera que aspire a un cambio radical en la sociedad, demostrar que son medios útiles y no simple palabrería y estética. Es importante saber leer los contextos en que nos encontramos, que no estamos solas, que todo sigue unos procesos y dependerá de cómo actuemos, con quiénes nos aliamos y con quiénes no, conozcamos quiénes son los enemigos y quiénes, posibles aliados. Así, la ideología debe ser algo dinámico, no inmutable e invariable en el tiempo y en el espacio porque las sociedades están en constante cambio y existen multitud de coyunturas según en qué parte del mundo nos encontremos. No tener en cuenta estos factores es caer en abstracciones ideológicas e idealismos, lo que se traduciría en inoperancia. Por ello, saber adaptar la ideología a los diferentes contextos es vital para poder construir alternativas políticas posibles.
La organización es siempre una herramienta, nunca puede ser tomada como un fin en sí, sino como medio para alcanzar unos objetivos. Tan pernicioso es la organización por la organización, es decir, tomarlo como fin en sí mismo, como la informalidad o el rechazo a la misma, o sea, el no querer asumir responsabilidades colectivas, compromisos y acuerdos, perdiendo además los medios para la acumulación de fuerzas a nuestro favor y experiencias en la lucha, y teniendo que empezar de cero cada cierto tiempo. A la hora de organizarnos, siempre hemos de tener en cuenta que estamos recurriendo a una herramienta, un medio material o una estructura para materializar unos objetivos. Y para materializarlos, necesitamos bases materiales y sociales. A través de la organización en todos los niveles, es donde podemos ir definiendo nuestro proyecto político y unos programas en el curso de las luchas. Es importante que comencemos a ser actores políticos y no unos residuos marginales que se niegan a morir.
Como cualquier actividad política en contra del sistema imperante, el Estado siempre desplegará su maquinaria represiva sobre nosotras. Debemos saber por dónde llegan los golpes represivos y cómo lo hacen. La represión puede venir de diferentes maneras: detenciones arbitrarias mediante montajes policiales, desgaste económico mediante multas, control social a través de seguimientos, dividirnos con infiltraciones, etc, que tienen por objetivo debilitarnos y neutralizarnos. Ante estos ataques, responder con atentados o pasar a la clandestinidad para ejecutar ataques contra sus símbolos es un suicidio, es precisamente allí donde nos quieren tener: alejados de las luchas sociales, golpeando a un enemigo mucho más poderoso y dejar las actividades políticas y sociales para sumirnos en una guerra de desgaste sin apenas apoyo popular. La mejor forma de afrontar la represión es visibilizarla, crear vínculos con los movimientos sociales y no aislarnos, y crear redes de solidaridad y apoyo mutuo en el curso de la lucha social.
El fascismo es una amenaza similar a la represión estatal y es otro palo en la rueda que debemos quitar para poder avanzar. Actualmente, el fascismo con su cara amable trata de captar sectores autóctonos descontentos mediante discursos nacionalistas y anticapitalistas copiados de la izquierda. Mientras que cara al público se muestran como buenas personas que prestan ayuda desinteresada, a espaldas actúan como grupos parapoliciales que agreden y hostigan a los movimientos antifascistas. Por otro lado, la socialdemocracia es la cara progresista de la burguesía y actúa como sedante del movimiento obrero al conducir las luchas hacia el delegacionismo y las promesas de paz social. El reformismo socialdemócrata solo apunta a cambiar las formas pero no la estructura. Además, se ha demostrado en la historia que la socialdemocracia es incapaz dar salidas a las crisis económicas y que, con una clase trabajadora desorganizada, es fácil que la reacción acabe con las pocas conquistas que nos queda a la clase trabajadora o termine por imponer dictaduras fascistas.
A pesar de todo, tenemos oportunidades a nuestro alcance hoy con el resquebrajamiento de la paz social, la polarización de la sociedad y el surgimiento de diversos movimientos sociales que están superando la incapacidad e inoperancia de la izquierda institucional, pero que fácilmente podrían ser fagocitados por los mismos si no entramos en escena. Es por ello que es imprescindible que libremos las batallas en el terreno social, ganar terreno a formaciones políticas que solo tienen intereses partidistas y demostrar que la vía antiautoritaria es posible. El anarquismo ha de volver a ser una herramienta útil al alcance de todos y todas para la emancipación social, una alternativa seria que, además de servir para la defensa de los intereses inmediatos, aspirar a la revolución social en el seno de la sociedad, en concreto, de la clase trabajadora. Perdamos el miedo a ensuciarnos y caminemos.
[Tomado de http://www.regeneracionlibertaria.org/analisis-anarquismo-actual.]
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