CRIMETHINC - [El Libertario, # 44, septiembre-octubre 2005.]
La única utilidad del mercado de las ideas, como la de cualquier otro mercado, es la de ser saqueado.
La propiedad intelectual
Desde pequeños se nos ha enseñado que no hay nada nuevo. No hay ideas nuevas, no se puede inventar ya música, todo se ha expresado ya de alguna manera en cada forma artística posible,... excepto que a veces algún genio, cosa increíble dentro de este universo tan lleno de ideas hechas y apropiadas, sale y...
Cuando un niño tiene una nueva idea excitante, una persona más mayor le indica rápidamente que o bien esa idea se probó antes y no funcionó, o que alguna otra persona no sólo tuvo esa idea antes, sino que la desarrolló hasta límites mayores de los que el niño jamás podría. “Aprende y elige de las ideas y creencias que ya están en circulación, en lugar de intentar desarrollar y componer las tuyas”, parece ser el mensaje; y este mensaje en occidente se nos envía con claridad a través de los métodos de instrucción en las escuelas públicas y privadas.
A pesar de esta actitud habitual, o más bien gracias a ella, somos muy posesivos con nuestras ideas. El concepto de “propiedad intelectual” está tan o más arraigado en la alucinación colectiva que el concepto de propiedad material. Una buena cantidad de pensadores han afirmado que “la propiedad es un robo” respecto al capital físico, pero pocos se han atrevido a hacer consideraciones similares sobre sus propias ideas. Incluso los pensadores más notoriamente “radicales” han proclamado orgullosamente sus ideas como, principalmente, sus ideas.
En consecuencia, se suelen hacer escasas distinciones entre los pensadores y sus pensamientos. Los estudiantes de filosofía aprenderán la filosofía de Descartes, los de economía Marxismo, los de arte las pinturas de Dalí. En su peor extremo, el culto a la personalidad que se desarrolla alrededor de famosos pensadores evita cualquier consideración útil de su arte o ideas; los partisanos adoradores del héroe jurarán fidelidad a un pensador y a todas sus ideas, así como otros que tengan un rechazo - justificado o no - a quien las ha concebido, lo pueden tener difícil para no adquirir prejuicios contra las propias ideas. En el mejor de los casos, este énfasis sobre el “autor-propietario” es sencillamente irrelevante respecto al valor del arte o propuestas del autor, incluso si lo que se dice acerca del individuo en cuestión es interesante y puede alentar a un pensamiento creativo.
Aquello que se asume con el concepto de “propiedad intelectual” requiere más atención de la que le hemos dado. Los factores que afectan a las palabras y hechos de un individuo son muchos y variados: y no es el menor el clima socio-cultural y los otros que le rodean. Decir que cualquier idea tiene sus orígenes en un único individuo es una grosera simplificación. Estamos acostumbrados a reclamar objetos como nuestros y aceptar cuando otros lo hacen, en la salvaje competición para adquirir y dominar de la economía de mercado (donde deberíamos decir en realidad para ser adquiridos y dominados).
Nuestra tradición de reconocer los “derechos de propiedad intelectual” es peligrosa en cuanto a que resulta en una deificación del “pensador” y el “artista” públicamente reconocidos en detrimento del resto de las personas. Cuando las ideas se asocian siempre con nombres propios (y siempre los mismos nombres propios), esto sugiere que pensar y crear son habilidades especiales que pertenecen a unos pocos individuos selectos. Por ejemplo, la glorificación del “artista” en nuestra cultura, que incluye el estereotipado de los artistas como “visionarios” excéntricos que existen al borde (el “avantgarde”) de la sociedad, anima a la gente a creer que los artistas son en alguna categoría fundamental, diferentes de otros seres humanos. Cualquiera puede ser un artista y todo el mundo lo es, hasta cierto punto; ser capaces de actuar creativamente es un elemento crucial de la felicidad humana. Pero cuando se nos lleva a creer que ser creativos y pensar críticamente son talentos que sólo unos pocos poseen, aquellos que no son lo suficientemente afortunados para ser alzados como “artistas” o “filósofos” por sus comunidades no harán un gran esfuerzo por desarrollar estas habilidades. En consecuencia, dependeremos de otros para muchas de nuestras ideas, y tendremos que contentarnos como espectadores del trabajo creativo de otros: alienados e insatisfechos.
Otro problema que surge cuando asociamos ideas con individuos específicos es que esto promueve la aceptación de tales ideas en su forma original. A los estudiantes que aprenden la filosofía de Descartes, se les anima a hacerlo en su forma ortodoxa: esto es, en lugar de aprender las partes que encuentran relevantes para sus propias vidas e intereses y combinando estas partes con ideas de otras fuentes. Como deferencia al pensador original, deificado como lo está en nuestra tradición, sus textos y teorías se preservan tal y como están, sin ser situados en nuevas formas o contextos que podrían revelar nuevas intuiciones. Momificadas, muchas teorías se vuelven totalmente irrelevantes en la existencia moderna, cuando podría habérseles insuflado vida útil si se les hubiera tratado de forma un poco menos reverente.
Podemos ver entonces que nuestra aceptación de la tradición de la “propiedad intelectual” tiene efectos negativos sobre nuestros intentos de pensar críticamente y aprender de nuestra herencia artística y filosófica. ¿Qué podemos hacer para enfrentarnos a este problema? Una de las soluciones posibles, es el plagio.
El plagio y la revolución moderna
El plagio es un método especialmente efectivo de apropiación y reorganización de las ideas, y como tal puede ser una herramienta útil para quien intente promocionar ideas nuevas y excitantes en otros. Se trata también de un método revolucionario en cuanto a que no reconoce los derechos de la “propiedad intelectual”, sino que golpea contra ella y contra los efectos negativos que tiene su reconocimiento.
Centraríamos la atención con esta técnica en el contenido y lejos de asuntos casuales, haciendo los orígenes genuinos del material - como en este artículo - imposibles de averiguar. De paso, se podría argumentar que los “orígenes genuinos” del contenido de la mayor parte de las ideas es imposible de determinar en cualquier caso. Firmando con un nuevo nombre o sin ningún nombre en absoluto en un texto, el plagiador pone el material en un contexto completamente nuevo, y esto puede generar nuevas perspectivas y nuevas ideas sobre el tema tratado que no han aparecido antes. El plagio también hace posible combinar lo mejor o lo más relevante de varios textos, creando así un nuevo texto con muchas de las virtudes de los anteriores y algunas nuevas, ya que la combinación del material de distintas fuentes ha de resultar en efectos imprevisibles y podría abrir significados o posibilidades ocultos en los textos durante años. Por último, pero como punto más importante, el plagio es la reapropiación de las ideas: cuando un individuo plagia un texto que aquellos que creen en la propiedad intelectual considerarían “sagrado”, niega que haya una diferencia real entre sí mismo y el pensador del que lo toma. Obtiene las ideas del pensador para sí, para expresarlas como cree conveniente, en lugar de tratar al pensador como una autoridad a cuyo trabajo se debe para preservarlo como se pretendía originalmente. Niega, de hecho, que haya algún tipo de diferencia fundamental entre el pensador y el resto de la humanidad, apropiándose del material del pensador como propiedad de la humanidad.
Después de todo, una buena idea debería estar disponible para todos, y pertenecer a todos, si realmente es una buena idea. En una sociedad organizada con el objetivo de la felicidad humana, las leyes de copyright y restricciones similares no obstaculizarían la distribución y recombinación de las ideas. Estos impedimentos sólo hacen más difícil para quienes buscan material que suponga un reto o una inspiración compartirlos con otros.
Así, si realmente no hay “nada nuevo bajo el sol”, toma esto al pie de la letra y actúa en consecuencia: toma aquello que parece relevante para tu vida y tus necesidades de las teorías y doctrinas preparadas por los que vinieron antes. No tengas miedo de reproducir palabra por palabra aquellos textos que parecen perfectos para ti, de modo que puedas compartirlos con otros que también puedan beneficiarse. Y al mismo tiempo, no temas saquear ideas de distintas fuentes y reorganizarlas en formas que encuentres más útiles y excitantes, más relevantes para tus necesidades y experiencias. Intenta crear un cuerpo construido personalmente de pensamiento crítico y creativo, con elementos recogidos de una cantidad de fuentes mejor cuanto más amplia, en lugar de elegir una de las ideologías prefabricadas que se te ofrecen.
Lo cual, vaya, no quita que... cuando uno se encuentra ideas interesantes puede resultar positivo y constructivo relacionarlas con un autor para seguir sacando de esa fuente de inspiración y dar a quienes se encuentren interesados un hilo por el que penetrar en una producción artística/intelectual más profundamente desarrollada. Por esto, se podría argumentar en contra que alguna forma de identificación del origen, sea cual sea esta, puede ser útil (no necesariamente la autoría: se entiende, en el sentido de proporcionar una o varias referencias que permitan investigar en profundidad).
Puede argumentarse también que, a no ser que expresemos con otras palabras lo que dice un autor para aclararle cuando utiliza un lenguaje específico y conceptos que haya desarrollado en otras partes, una referencia puede servir como eje para la interpretación. Esto se daría junto con la idea de que una biografía puede ayudar a situar las ideas y de donde surgen: pero evitarla, como se indica anteriormente, puede permitir reinterpretar el texto: ¿será entonces el problema más bien tomar conciencia de nuestra actitud?... (y si a alguien le gusta este texto, ¿por qué no estaría bien que se diera un paseo por http://www.crimethinc.com/? ) ...y en fin, de ahí, en nuestra era, podríamos gritar: ¡vivan los apodos en Internet, que pueden ser creados y destruidos en cualquier momento y trazar líneas de unión en hilos de ideas!
La única utilidad del mercado de las ideas, como la de cualquier otro mercado, es la de ser saqueado.
La propiedad intelectual
Desde pequeños se nos ha enseñado que no hay nada nuevo. No hay ideas nuevas, no se puede inventar ya música, todo se ha expresado ya de alguna manera en cada forma artística posible,... excepto que a veces algún genio, cosa increíble dentro de este universo tan lleno de ideas hechas y apropiadas, sale y...
Cuando un niño tiene una nueva idea excitante, una persona más mayor le indica rápidamente que o bien esa idea se probó antes y no funcionó, o que alguna otra persona no sólo tuvo esa idea antes, sino que la desarrolló hasta límites mayores de los que el niño jamás podría. “Aprende y elige de las ideas y creencias que ya están en circulación, en lugar de intentar desarrollar y componer las tuyas”, parece ser el mensaje; y este mensaje en occidente se nos envía con claridad a través de los métodos de instrucción en las escuelas públicas y privadas.
A pesar de esta actitud habitual, o más bien gracias a ella, somos muy posesivos con nuestras ideas. El concepto de “propiedad intelectual” está tan o más arraigado en la alucinación colectiva que el concepto de propiedad material. Una buena cantidad de pensadores han afirmado que “la propiedad es un robo” respecto al capital físico, pero pocos se han atrevido a hacer consideraciones similares sobre sus propias ideas. Incluso los pensadores más notoriamente “radicales” han proclamado orgullosamente sus ideas como, principalmente, sus ideas.
En consecuencia, se suelen hacer escasas distinciones entre los pensadores y sus pensamientos. Los estudiantes de filosofía aprenderán la filosofía de Descartes, los de economía Marxismo, los de arte las pinturas de Dalí. En su peor extremo, el culto a la personalidad que se desarrolla alrededor de famosos pensadores evita cualquier consideración útil de su arte o ideas; los partisanos adoradores del héroe jurarán fidelidad a un pensador y a todas sus ideas, así como otros que tengan un rechazo - justificado o no - a quien las ha concebido, lo pueden tener difícil para no adquirir prejuicios contra las propias ideas. En el mejor de los casos, este énfasis sobre el “autor-propietario” es sencillamente irrelevante respecto al valor del arte o propuestas del autor, incluso si lo que se dice acerca del individuo en cuestión es interesante y puede alentar a un pensamiento creativo.
Aquello que se asume con el concepto de “propiedad intelectual” requiere más atención de la que le hemos dado. Los factores que afectan a las palabras y hechos de un individuo son muchos y variados: y no es el menor el clima socio-cultural y los otros que le rodean. Decir que cualquier idea tiene sus orígenes en un único individuo es una grosera simplificación. Estamos acostumbrados a reclamar objetos como nuestros y aceptar cuando otros lo hacen, en la salvaje competición para adquirir y dominar de la economía de mercado (donde deberíamos decir en realidad para ser adquiridos y dominados).
Nuestra tradición de reconocer los “derechos de propiedad intelectual” es peligrosa en cuanto a que resulta en una deificación del “pensador” y el “artista” públicamente reconocidos en detrimento del resto de las personas. Cuando las ideas se asocian siempre con nombres propios (y siempre los mismos nombres propios), esto sugiere que pensar y crear son habilidades especiales que pertenecen a unos pocos individuos selectos. Por ejemplo, la glorificación del “artista” en nuestra cultura, que incluye el estereotipado de los artistas como “visionarios” excéntricos que existen al borde (el “avantgarde”) de la sociedad, anima a la gente a creer que los artistas son en alguna categoría fundamental, diferentes de otros seres humanos. Cualquiera puede ser un artista y todo el mundo lo es, hasta cierto punto; ser capaces de actuar creativamente es un elemento crucial de la felicidad humana. Pero cuando se nos lleva a creer que ser creativos y pensar críticamente son talentos que sólo unos pocos poseen, aquellos que no son lo suficientemente afortunados para ser alzados como “artistas” o “filósofos” por sus comunidades no harán un gran esfuerzo por desarrollar estas habilidades. En consecuencia, dependeremos de otros para muchas de nuestras ideas, y tendremos que contentarnos como espectadores del trabajo creativo de otros: alienados e insatisfechos.
Otro problema que surge cuando asociamos ideas con individuos específicos es que esto promueve la aceptación de tales ideas en su forma original. A los estudiantes que aprenden la filosofía de Descartes, se les anima a hacerlo en su forma ortodoxa: esto es, en lugar de aprender las partes que encuentran relevantes para sus propias vidas e intereses y combinando estas partes con ideas de otras fuentes. Como deferencia al pensador original, deificado como lo está en nuestra tradición, sus textos y teorías se preservan tal y como están, sin ser situados en nuevas formas o contextos que podrían revelar nuevas intuiciones. Momificadas, muchas teorías se vuelven totalmente irrelevantes en la existencia moderna, cuando podría habérseles insuflado vida útil si se les hubiera tratado de forma un poco menos reverente.
Podemos ver entonces que nuestra aceptación de la tradición de la “propiedad intelectual” tiene efectos negativos sobre nuestros intentos de pensar críticamente y aprender de nuestra herencia artística y filosófica. ¿Qué podemos hacer para enfrentarnos a este problema? Una de las soluciones posibles, es el plagio.
El plagio y la revolución moderna
El plagio es un método especialmente efectivo de apropiación y reorganización de las ideas, y como tal puede ser una herramienta útil para quien intente promocionar ideas nuevas y excitantes en otros. Se trata también de un método revolucionario en cuanto a que no reconoce los derechos de la “propiedad intelectual”, sino que golpea contra ella y contra los efectos negativos que tiene su reconocimiento.
Centraríamos la atención con esta técnica en el contenido y lejos de asuntos casuales, haciendo los orígenes genuinos del material - como en este artículo - imposibles de averiguar. De paso, se podría argumentar que los “orígenes genuinos” del contenido de la mayor parte de las ideas es imposible de determinar en cualquier caso. Firmando con un nuevo nombre o sin ningún nombre en absoluto en un texto, el plagiador pone el material en un contexto completamente nuevo, y esto puede generar nuevas perspectivas y nuevas ideas sobre el tema tratado que no han aparecido antes. El plagio también hace posible combinar lo mejor o lo más relevante de varios textos, creando así un nuevo texto con muchas de las virtudes de los anteriores y algunas nuevas, ya que la combinación del material de distintas fuentes ha de resultar en efectos imprevisibles y podría abrir significados o posibilidades ocultos en los textos durante años. Por último, pero como punto más importante, el plagio es la reapropiación de las ideas: cuando un individuo plagia un texto que aquellos que creen en la propiedad intelectual considerarían “sagrado”, niega que haya una diferencia real entre sí mismo y el pensador del que lo toma. Obtiene las ideas del pensador para sí, para expresarlas como cree conveniente, en lugar de tratar al pensador como una autoridad a cuyo trabajo se debe para preservarlo como se pretendía originalmente. Niega, de hecho, que haya algún tipo de diferencia fundamental entre el pensador y el resto de la humanidad, apropiándose del material del pensador como propiedad de la humanidad.
Después de todo, una buena idea debería estar disponible para todos, y pertenecer a todos, si realmente es una buena idea. En una sociedad organizada con el objetivo de la felicidad humana, las leyes de copyright y restricciones similares no obstaculizarían la distribución y recombinación de las ideas. Estos impedimentos sólo hacen más difícil para quienes buscan material que suponga un reto o una inspiración compartirlos con otros.
Así, si realmente no hay “nada nuevo bajo el sol”, toma esto al pie de la letra y actúa en consecuencia: toma aquello que parece relevante para tu vida y tus necesidades de las teorías y doctrinas preparadas por los que vinieron antes. No tengas miedo de reproducir palabra por palabra aquellos textos que parecen perfectos para ti, de modo que puedas compartirlos con otros que también puedan beneficiarse. Y al mismo tiempo, no temas saquear ideas de distintas fuentes y reorganizarlas en formas que encuentres más útiles y excitantes, más relevantes para tus necesidades y experiencias. Intenta crear un cuerpo construido personalmente de pensamiento crítico y creativo, con elementos recogidos de una cantidad de fuentes mejor cuanto más amplia, en lugar de elegir una de las ideologías prefabricadas que se te ofrecen.
Lo cual, vaya, no quita que... cuando uno se encuentra ideas interesantes puede resultar positivo y constructivo relacionarlas con un autor para seguir sacando de esa fuente de inspiración y dar a quienes se encuentren interesados un hilo por el que penetrar en una producción artística/intelectual más profundamente desarrollada. Por esto, se podría argumentar en contra que alguna forma de identificación del origen, sea cual sea esta, puede ser útil (no necesariamente la autoría: se entiende, en el sentido de proporcionar una o varias referencias que permitan investigar en profundidad).
Puede argumentarse también que, a no ser que expresemos con otras palabras lo que dice un autor para aclararle cuando utiliza un lenguaje específico y conceptos que haya desarrollado en otras partes, una referencia puede servir como eje para la interpretación. Esto se daría junto con la idea de que una biografía puede ayudar a situar las ideas y de donde surgen: pero evitarla, como se indica anteriormente, puede permitir reinterpretar el texto: ¿será entonces el problema más bien tomar conciencia de nuestra actitud?... (y si a alguien le gusta este texto, ¿por qué no estaría bien que se diera un paseo por http://www.crimethinc.com/? ) ...y en fin, de ahí, en nuestra era, podríamos gritar: ¡vivan los apodos en Internet, que pueden ser creados y destruidos en cualquier momento y trazar líneas de unión en hilos de ideas!
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