Por La Colectividad
Muchas veces tendemos a perdernos en el mar de etiquetas que se ponen a la palabra ‘anarquismo’, sin preguntarnos tan siquiera si aquellas son realmente verdaderas, útiles, o beneficiosas. Una de las etiquetas que más llaman la atención es aquella de ‘insurreccionalista’, ya sea por la propia palabra en sí, por las personas que estereotípicamente son asociadas a ella, o por las acciones que son calificadas como ‘insurreccionarias.’ No obstante, las etiquetas, en muchas ocasiones, llevan a confusiones y rupturas entre personas que realmente son ideológicamente más cercanas de lo que pensarían. Las etiquetas se vuelven así una forma sencilla de ignorar los pensamientos de otras personas, pues nos facilitan encasillar y juzgar a les demás. Es por ello que pretendo con este texto aclarar, de forma muy somera, eso que tenemos por llamar ‘anarquismo insurreccionalista’ (AI). Además, al final de este texto encontraréis una lista de lecturas insurreccionalistas para profundizar en el tema, os animo a leerlas con atención y sin prejuicios.
En líneas generales, el AI se diferencia de otras posturas
en términos de organización y acción, y no tanto en términos teóricos o
filosóficos. La crítica a la organización formal y permanente, junto a la
defensa de la acción directa (incluyendo la que cae en la ilegalidad de los
distintos sistemas jurídicos que el capitalismo crea), serían los dos elementos
más característicos del AI. Así pues, el AI aboga por la organización informal
de afinidad frente al sindicato; el AI defiende el ataque directo (y violento
cuando sea necesario) contra el capital, el Estado, la autoridad, y todos los
símbolos de estos elementos.
Para el AI cualquier momento es bueno para comenzar la
revolución social. En tanto que vivamos en una sociedad autoritaria,
explotadora, y alienante (como lo es la sociedad capitalista), existirán
razones suficientes para empezar a movernos en busca de nuestra libertad. Las
crisis pueden acelerar los procesos revolucionarios, pero las razones ya
existen a día de hoy, haya crisis o no. ¿Por qué esperar para actuar? ¿Es que
no hablamos en serio cuando decimos que necesitamos construir una sociedad
mejor?
Lo anterior nos lleva a la continua búsqueda de la sociedad
anarquista. Dado que nosotres, les explotades, somos las contradicciones
vivientes del capitalismo, la lucha ha de ser diaria y en todos los aspectos de
nuestras vidas. El AI promueve la constante crítica de la realidad en la que
vivimos, lo que incluye superar todo aquello que es considerado como ‘bueno’ y
como ‘malo.’ El anquilosamiento mental que produce la tradición y la
inmovilidad es lo que el AI quiere dejar atrás. Haz las cosas por ti misme, con
quienes quieras, cómo quieras, y cuándo quieras. La revolución social no
necesita de jueces que juzguen la moralidad de tus acciones ni el momento
adecuado para empezar a buscar tu libertad.
La distinción entre ‘anarquismo individualista’ y
‘anarquismo social’ es vacía y carente de utilidad. Las personas individuales
no existen sin la comunidad, ni ésta sin aquéllas (por lo que el individualismo
y el comunismo pasan a ser dos caras inseparables de la misma moneda, no hay
contradicción entre ellas como a menudo se dice). La revolución social nace de
los deseos libertarios de personas individuales que buscan romper con la
realidad material y simbólica que les oprime cada día. Mientras que la libertad
viene dada por una realidad en la que el acceso a los recursos y
oportunidades/potencialidades de nuestras existencias son verdaderamente
iguales para todes. Lo individual y lo comunitario no son contradictorios, sino
que son interdependientes.
La revolución social no llegará jamás por medio de la
organización formal permanente ni por ‘revolucionaries profesionales.’ El AI
sostiene que las organizaciones permanentes terminan anquilosándose en su
praxis, es decir, que la propia organización en sí acaba por convertirse en la
razón de ser de la organización (o en otras palabras, “organizarse” se
convierte en la meta final). Esto deriva en inmovilidad e inoperancia al
deificarse la propia estructura del sindicato, la federación, o el partido. En
muchas ocasiones la acción viene una vez que la organización se ha creado, es
decir, primero se crea la organización permanente y luego se busca una causa
por lo que pelear. El AI defiende que la organización ha de ser un medio en
todo momento, nunca una meta final, y como medio, es susceptible de cambio y
extinción.
Frente a la organización formal permanente, el AI propone la
organización informal de afinidad. Los grupos de afinidad son por naturaleza
flexibles, cercanos, y orientados exclusivamente a la acción. La asociación de
individualidades con experiencias de explotación similares facilita la creación
de marcos de acción que van desde la defensa de unos intereses (una plaza en un
barrio popular) hasta al ataque directo (expropiación de un banco). El grupo informal
de afinidad, al estar basado en lazos humanos de carácter íntimo, proporciona
mayor seguridad a las personas que lo componen. La solidaridad y la confianza
dentro de este tipo de grupos potencia el apoyo mutuo que permite llevar la
lucha a niveles de mayor compromiso. De esta manera, para el AI el grupo es un
“caldo de cultivo” que potencia el desarrollo individual, el cual es únicamente
posible mediante la cooperación con otras personas. Cuando el grupo deja de ser
un catalizador para la acción o para el desarrollo crítico de la
individualidad, desaparece (sus componentes se disuelven y forman otros
grupos). Mejor cambiar de gente y seguir avanzando la lucha, que anquilosarse
en estructuras formales que idolatran la falsa “armonía” de las relaciones humanas.
Por otro lado, el AI no solamente trata de quemar coches
patrulla, lanzar cócteles molotov, o expropiar bancos. El AI no pretende idolatrar al ilegalismo ni
convertir a les insurreccionaries en héroes o mártires. El ilegalismo es un
medio más que ha de ser empleado según el contexto y según la valoración de
cada grupo de afinidad (o individuo). Es por ello que el AI no defiende estar
en la ilegalidad continuamente, pues todes nos vemos forzades a ser cómplices
del capitalismo en algún punto de nuestras vidas. No obstante, el AI tiene
presente que la ilegalidad y el ataque a los mecanismos del poder son dos
medios siempre al alcance de nuestras manos.
Tal vez la consigna más famosa del AI sea “ataca al Estado,
ataca al capital, ataca a la autoridad, ¡no van a desaparecer por sí solos!” El
AI se opone enérgicamente a las posturas (ya sean anarquistas, comunistas,
etcétera) que abogan por “esperar”, por “madurar la consciencia social”, por
“crear mayores movimientos de masas.” El AI no cree en la revolución social
como una revolución de masas caída del cielo. La revolución social, para el AI,
llegará por medio de insurrecciones diarias in crescendo. La idea de que la
revolución social llegará una vez que una amplia mayoría de la población esté
dispuesta a cambiar la sociedad es, desde el AI, simplemente irreal. ¿Cómo se
empieza una revolución si no se tiene experiencia en la acción? Así pues, el AI
entiende la insurrección diaria como la mejor propaganda: no solamente se
adquieren experiencias que nos enseñan a ver nuestros errores, sino que
adquirimos habilidades y destrezas que no se pueden adquirir de otra manera.
Además, la insurrección muestra a la gente que se puede atacar al Estado, que
éste no es intocable. Si un puñado de grupos pueden expropiar un banco, ¿qué
podría hacer toda una población? En definitiva: el AI sostiene que se aprende
actuando y que la acción es la única manera de perseguir nuestras metas. No
esperes a que “las masas se levanten”, porque si nunca se han levantado no
sabrán qué hacer. Actúa. Aprende. Comparte. No te quedes parade.
Finalmente, de lo anterior se deriva que las insurrecciones
son simplemente modestos intentos para llegar a la revolución social. Para el
AI la revolución social es una meta constante. Sin embargo, no deifica la
revolución ni la considera una utopía lejana. Para el AI la revolución social
es algo concreto, y es por ello que podemos avanzar hacia ésta en todo momento.
La insurrección diaria es la materialización de esta consciencia, por modesta y
pequeña que sea. Sabotajes, pequeñas expropiaciones, difusión de zines, arte
callejero… la insurrección está en todas partes y puede manifestarse de muchas
maneras, pues la insurrección es la ruptura con la normalidad que nos ahoga.
Solamente si rompemos con la alienante normalidad de nuestras vidas cotidianas
podremos llegar a la revolución social. La importancia de las insurrecciones
radica en su naturaleza “vírica.” Al ser acciones pequeñas, éstas son
fácilmente replicables, y la replicación conlleva aprendizaje y mejora.
La revolución no es ninguna utopía-fetiche: es una necesidad
vital. ¡Esperar es morir!
Lecturas
Extraído de http://www.regeneracionlibertaria.org/
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