Rafael Uzcátegui
El 28 de mayo de 2007 comenzó a emitir la denominada
“Televisión Venezolana Social” (TVES) en la frecuencia de señal abierta
correspondiente al Canal 2, la misma que había utilizado desde 1953 Radio
Caracas Televisión (RCTV), hasta el final de su concesión. Los expertos en comunicación
estimaban que por costumbre, tradición o curiosidad, en su primera quincena de
arranque TVES conservaría por lo menos un tercio de la sintonía del canal del
león, un 12%, lo que constituiría su base de rating para la programación. Sin
embargo esto no pasó, y hasta hoy, TVES no ha superado el 2% de sintonía. Una
explicación es que conscientemente, amplios sectores de la población,
especialmente de ese sector popular que mantenía arriba a RCTV con el 36%, hoy
se niegan a ver TVES. Al reducir el canal de Bárcenas exclusivamente a su
dimensión ideológica, el Ejecutivo obvió las consecuencias de eliminar un canal
de televisión, que guste o no, había construido parte del imaginario cultural
de la Venezuela contemporánea. Por ello la gente de los sectores populares
sintió que, por primera vez, el gobierno de Hugo Chávez no les daba
(expectativas, reconocimiento, retribuciones materiales…) sino que les quitaba algo. La respuesta no
fue acompañar las protestas de clase media por el cierre del canal, sino sencillamente
negarse a sintonizar ese medio que usurpaba aquello que alguna vez les fue
cercano.
De esta manera el denominado “chavismo popular”, que no está en las instituciones y no pertenece a partidos políticos, se revela como un actor mucho más complejo que sus simplificaciones, y que constantemente mantenía con el liderazgo carismático de Hugo Chávez una relación más de transacción que de subordinación. Dos hechos electorales reforzarían esta hipótesis: no haber votado por la reforma constitucional de 2007 y parcialmente, de 800 mil votos hablamos, haber desobedecido la orden póstuma de sufragar por Nicolás Maduro. Agregamos más. A pesar de haber apoyado y reconocido el liderazgo del zurdo de Sabaneta, el chavismo popular se oponía, consciente o inconscientemente, a su proyecto autoritario “con la mitad de cada uno de sus gestos cotidianos”, parafraseando la explicación de Castoriadis sobre la resistencia bajo los socialismos burocratizados. Cualquiera que haya estado cerca de los organismos del llamado “poder popular” con los que se ha intentado estatizar la vida cotidiana sabe que la indisciplina, el llegar tarde, el comprometerse y no cumplir ciertas tareas, entre otros aspectos del sabotaje desde adentro, es la norma y no la excepción, que los termina estrangulándonos a corto plazo, lo que el funcionario de turno cataloga como “falta de conciencia revolucionaria”. Cualquier iniciativa que pretenda catalizar la implosión de la hegemonía política bolivariana debe comprender, en toda su densidad, motivaciones, anhelos y aspiraciones de ese grueso sector de la población que apostó por la figura de Hugo Rafael Chávez Frías. @fanzinero
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