El veganismo es insuficiente. Cambiar estilos de vida no traerá la revolución
Ali Seiter
En otras ocasiones he hablado bastante cuestionando hábitos de consumo, lo que constituye una extensión de mi perspectiva política anticapitalista, antiespecista, antirracista y feminista radical. En tal sentido, consumir productos veganos difícilmente constituye un acto revolucionario en o por sí mismo, de hecho, considero que creer eso juega justo dentro del discurso capitalista del «poder adquisitivo» e individualismo. Es esta creencia —que podemos llamar «política del estilo de vida»— la que quiero rebatir y desafiar en este post.
Por supuesto, no hay nada malo con ninguna de estas acciones, y casi siempre son bien intencionadas. Sin embargo, basar la política de una/o en estas acciones individuales del estilo de vida, genera varias cosas:
1. Oculta la necesidad de organización revolucionaria.
2. Perpetúa una visión individualista del mundo.
3. Apoya la retórica capitalista del «poder del consumidor.
Desde una perspectiva socialista radical, el cambio social sólo vendrá cuando los trabajadores del mundo se unan y se levanten contra la clase dominante que explota sistemáticamente la Tierra y todos sus habitantes en nombre de la constante acumulación de ganancias. Organizarse para este fin constituye una estrategia política que traerá al colectivo la liberación que todos queremos ver, y depende de la colaboración de los y las compañeras de la clase trabajadora.
De modo contrario, la política del estilo de vida —en lugar de hacer un llamamiento a los colectivos explotados para unirse contra la opresión sistemática— alienta a los individuos a alejarse (o mejor dicho, intentar alejarse) de estos sistemas en vez de enfrentarlos, para distanciarse de aquellos de su alrededor que siguen comprometiéndose con «comportamientos problemáticos». Lejos de fomentar la solidaridad entre los colectivos oprimidos, la política del estilo de vida puede propiciar fácilmente una visión de la sociedad de «soy más santo que tú» o «yo contra el mundo», en la que comenzamos a demonizar a los individuos como fracasos morales por actuar de una determinada forma (mayormente en las formas relacionadas con los hábitos de consumo) en lugar de tomar conciencia y luchar contra las mayores estructuras y sistemas de poder que condicionan las acciones de la gente. Efectivamente, como Poelker apunta, dentro de la retórica de «lo personal es poítico», «parece que hemos olvidado que la estructura es también algo político».
Así, en lugar de requerir la mejor estrategia colectivamente determinada—basada en un análisis sistemático de las enfermedades de la sociedad—para levantarse y ganar una lucha contra las clases dominantes, la política del estilo de vida se preocupa primeramente de un «activismo de productos» y de hacer decisiones «éticas» como consumidores. Bajo la política del estilo de vida, creemos que por comprar o boicotear ciertos bienes —como una táctica individualizada y consumista— podemos solventar un problema colectivo.
Pero esto es exactamente cómo quieren que pensemos los que están en el poder. Williams explica más adelante: «si suscribimos una política del estilo de vida entonces nos vemos a nosotras/os mismas/os como las corporaciones y élites políticas quieren que nos veamos— como consumidores. Aquí no es donde reside nuestro poder. Permite al capitalismo seguir como siempre, con más y más contaminación y daño medioambiental, mientras nosotras/os estamos calmados creyendo que realmente estamos haciendo algo».
De hecho, el activismo del estilo de vida se desarrolló específicamente para funcionar dentro de los confines del capitalismo neoliberal, a medida que los movimientos con conciencia revolucionaria de la década de los 60 y 70 iban decayendo (Poelker). La política del estilo de vida, en otras palabras, está diseñada precisamente para no desmantelar las estructuras de gran poder contra las que, engañándonos a nosotros mismos, creemos estar luchando.
Resta decir que no pienso que toda persona que logísticamente pueda hacer eso no deba practicar los hábitos de consumo vegano. Eso sería ciertamente un cambio enorme en la dirección correcta. Sin embargo, dar ese paso no puede significar el final de nuestro activismo. No debemos engañarnos a nosotros mismos creyendo que tener más opciones veganas en restaurantes, fundando la siguiente innovadora empresa vegana, o comprando una nueva variedad de queso vegano, hará siquiera una mella en el sistema capitalista que constantemente infringe la autonomía corporal/física de todos los seres, humanos y no. Como he afirmado muchas veces antes, el consumo vegano es una mera consecuencia, lo que yo veo como una extensión lógica, de una política radical que incluye el antiespecismo.
Así que sí, sigamos comprando nuestro queso vegano (si es que podemos), pero no nos engañemos creyendo que eso es un acto revolucionario. Seamos realmente revolucionarios. Organicémonos.
Desarrollemos un análisis sistemático de las enfermedades de la sociedad. Aprendamos de la historia de la lucha por los derechos laborales, de la mujer, los derechos civiles, los derechos LGTBQ, los derechos de los indígenas/nativos, y más allá. Comprendamos que el anti-especismo y todas otras formas de opresión no serán erradicadas hasta que vayamos más allá del capitalismo. Hagamos todo esto y más, y hagámoslo colectivamente, unidos, juntos.
[Tomado de https://traslosmuros.com/blog/critica-la-politica-del-estilo-de-vida-en-relacion-al-veganismo.]
Crítica al Veganismo desde un punto de vista anarquista
Ex Nihilo
El veganismo es una dieta* como cualquier otra, es decir, si todos nos hiciésemos veganos y el sistema-capital persiste, este obtendría nuevas formas de satisfacer el consumo humano, al margen de que éstos nuevos productos lleven la etiqueta de “Vegan”, se seguirían produciendo alimentos en base a la imposición de la servidumbre, sólo que en este caso sería una condición servil humana, por ello, realmente la situación nos distaría de la actual, apuntamos a destruir el especismo y el capitalismo simultáneamente para que no se pueda tomar como rehén a ninguna especie, sea la que sea.
El veganismo no es la solución al problema si ésta dieta no tiene un componente político revolucionario, naturalmente no hablamos de representacionismo o dirigismos baratos, una dieta que pretende la abolición del especismo-capitalista debe tomar una dirección por esencia revolucionaria porque si el veganismo toma una consigna representacionista o dirigencial sin tener en cuenta la raíz del problema con su respectiva respuesta radical a el mismo, se convertiría en un discurso barato, un producto que sigue la linea del consumismo impuesto por el capitalismo, una moda, una posición jerárquica o una práctica de carácter burgués. Nuestra crítica debe ser abordada hacía nosotros mismos, muchos compañeros antiautoritarios son indiferentes frente al especismo-capitalista, nuestro objetivo como libertarios es destruir un sistema basado fundamentalmente en las relaciones de dominación, poder y autoridad, por lo tanto, esta destrucción, esta rabia que ríe a carcajadas debe ser dirigida a ambos frentes de lucha, tanto las relaciones de dominación entre nuestra propia especie, como también las respectivas relaciones que nosotros practicamos con nuestros homólogos no-humanos.
Al igual que nosotros, los animales no-humanos son la base de explotación del engranaje capitalista y reciben el castigo de la sociedad y el poder, es por eso necesario destruir ambas cautividades. Unos somos considerados mano de obra barata y otros son considerados productos de consumo, vestimenta y experimentación. Una dieta no lo es todo, más allá de la negativa a consumir productos y subproductos de origen animal debe existir una política revolucionaria abolicionista de carácter antiautoritario, una actitud disidente en la sociedad democrática donde sólo existe la dominación.
Cuestionarnos la propaganda capitalista sobre el consumo de productos de origen animal es fundamental para romper con el engranaje servicial al que estamos expuestos los humanos como los no-humanos. El sistema-capitalista en ningún caso tomará una postura animalista porque verían sus beneficios económicos desvanecerse rápidamente, al igual que éste no tomará una postura social donde el trabajo servicial se vea abolido, donde los centros de enseñanza no confeccionen productos eficientes al servicio del capital, porque naturalmente basan su existencia y su riqueza en la confección de mercadería animal no-humana y humana.
Si cómodamente expresamos que no se logra nada asumiendo cambios empezando por nosotros mismos, esperando que la masa gregaria responda, actué o reaccione, estamos destinados a la derrota sin haber luchado siquiera, si nuestro objetivo es destruir el sistema en su totalidad, es necesario desposeernos de los valores democráticos burgueses a los cuales nos hemos visto expuestos desde nuestra más tierna infancia. La transformación social es la suma de las revoluciones individuales, vivimos absorbidos por el consumismo, en una realidad deformada, confeccionada y ajustada a los intereses de una pequeña élite de banqueros capitalistas, la demolición de esta sádica deformación de la realidad como todo lo que esta representa, es una necesidad constante que no debemos ignorar.
*Con el término dieta, hacemos referencia a una filosofía de vida, esto es así, porque la dieta constituye algo más que una mera alimentación; se expande a todos los ámbitos de nuestra vida.
[Tomado de http://exnihilodistribuidora.blogspot.com/2015/01/critica-al-veganismo-desde-un-punto-de.html.]
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