Eva Sánchez
Hasta la última década delsiglo XX, las mujeres éramos prácticamente invisibles para la ciencia médica. Tanto en la vertiente asistencial como en la investigación, la mujer ha sido tratada durante toda la historia con los parámetros correspondientes a los hombres. Se ha constatado que, ante un mismo problema de salud, se realiza un menor esfuerzo de diagnóstico y terapéutico si quien padece la enfermedad es mujer.
En la mayoría de las sociedades,tanto pasadas como actuales, la mujer suele tener un menor estatus social y económico que el hombre, lo que se traduce en relaciones de poder desiguales, con menor posibilidad de acceso a los recursos de todo tipo, así como de control sobre los mismos.
En el otro ejemplo, el de la supuesta mayor predisposición a padecer enfermedades mentales, provoca que se invisibilicen quejas y síntomas porque desde un primer momento se asocian a la salud mental, cuando en muchas ocasiones están relacionados con otros factores. Es lo que sucede con los disruptores endocrinos ambientales, que afectan especialmente a las mujeres, y que en muchos casos están detrás de una anemia o un hipotiroidismo (uno de los principales problemasde salud laboral para las mujereses que nos afecta mucho más la exposición a contaminantes químicos). O de falta de atención a la sobrecarga de cuidados y trabajos menos remunerados. Por no hablar de las enfermedades autoinmunes, que padecen mayoritariamente las mujeres y que son infradiagnosticadas, o se tardan años en diagnosticar porque algunos de sus síntomas pueden coincidir con los de la ansiedad o la depresión, enfermedades que también pueden estar asociadas a déficits de ferritina o tiroxina, o a problemas autoinmunes, lográndose de esta manera una perfecta pescadilla que se muerde la cola que puede seguir hasta el infinito. Como en la película “Atrapado en el tiempo”, condenadas a repetir el día de la marmota una y otra vez.
A pesar de que hace alrededor de treinta años que se comenzaron a realizar los primeros estudios de investigación médica con perspectiva de género, los estereotipos siguen estando muy presentes en la medicina actual. Tanto en su vertiente asistencial como investigativa. Pero cuidado, he dicho que se comenzaron a realizar, no que se haya generalizado su realización. La realidad es que poco pueden cambiar los estereotipos si no se hace una apuesta decidida por integrar la perspectiva de género en la investigación médica. Si las ciencias de la salud, a pesar de ser ciencias cada vez más feminizadas en todas sus especialidades, no incluyen modelos diferenciados para explicar la salud de las personas y los grupos, poco podrán avanzar hacia una verdadera equidad en la atención.
Pero no se trata solo de las enfermedades, sino de las desigualdades que provocan las enfermedades. Como apuntaba al principio de este artículo, por todo el mundo las mujeres siguen sufriendo desventajas sociales y económicas, con las consiguientes consecuencias negativas para la salud. “La salud de las niñas y las mujeres se ve influida de manera definitiva por factores sociales y económicos, como el acceso a la educación, el nivel de riqueza y el lugar de residencia. En casi todos los países, las niñas y las mujeres de las familias más pudientes presentan menor mortalidad y usan más los servicios de asistencia sanitaria, por comparación con las que pertenecen a familias pobres. Estas diferencias no se limitan a los países en desarrollo, sino que también ocurren en los países desarrollados” (Organización Mundial de la Salud, 2009).
Por todo el mundo, la atención a la salud de la mujer se suele centrar en su faceta como hembra reproductora: los “programas de la mujer” en atención primaria suelen limitarse a citologías, embarazos y mamografías, como si a las mujeres no les afectase nada más. Es una especie de tradición que marca que lo importante en la mujer es la reproducción y que en todo lo demás es igual al hombre. Y, evidentemente, no es así.
Prestar atención a la salud de las mujeres es un medio necesario y eficaz para fortalecer los sistemas de salud en su totalidad, y ese fortalecimiento beneficia a toda la colectividad.
Mejorar la salud de las mujeres es mejorar el mundo.
[Tomado del suplemento especial 8 de marzo: día internacional de la mujer trabajadora, Madrid, febrero 2021. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/especial%208%20marzo%202021.qxd_.pdf.]
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