Hugo M. Sandoval
“La pregunta por la actualidad de algo pone siempre en relación a un
pasado con un presente, esto es, relaciona posibilidades de hoy con la memoria
de un ayer. En la pregunta por la actualidad del anarquismo, la memoria del
“anarquismo” que está en juego es un saber social y político, constituido por
una diversidad de prácticas sociales que han surgido en la historia como
respuesta a determinados problemas: la opresión social e individual, la
violencia política y religiosa, la guerra, la explotación, el desempleo, la
miseria, la masificación de los sujetos,
etc. Las posibilidades de hoy, por su parte, se refieren a una multiplicidad de
iniciativas, movimientos y experiencias sociales y culturales que han venido
surgiendo en las sociedades contemporáneas.”
- Alfredo Gómez Muller
“Por anarquismo crítico un anarquismo que, sin ser escéptico, no se
contente con las verdades adquiridas, con las fórmulas simplistas.”
- Camilo Berneri
“La historia de todos los pueblos es la historia de sus posibilidades
existenciales, y la reaparición esporádica de la cuestión del anarquismo —es
decir, de la pregunta por el poder jerárquico— significa, quizás, que la
posibilidad radical sigue abierta, y que a través de ella retorna lo reprimido
en el orden de la política.”
- Christian Ferrer
La emergencia del anarquismo en
la actualidad, está en la irrupción multiforme de formas de hacer política y de
organización, así como de posicionamientos ético-políticos afines o situados
dentro del horizonte libertario en una pluralidad de movimientos
anticapitalistas. La presencia de los posicionamientos y de la elucidación
crítica y cuestionadora, que históricamente se le ha atribuido al anarquismo,
en el antagonismo social del tiempo del
ahora, pone en crisis las certezas desde las que se afianzaba el propio movimiento y el pensamiento anarquista
entre la década de 1870 y buena parte del siglo XX.
El anarquismo ha adquirido un
papel protagonista en las luchas y resistencias contra el capitalismo del
presente; y ese protagonismo, en tanto proceso de actualización e innovación
que ha implicado el tener que recrear su hacer y su pensar desde la
cotidianidad del conflicto social, ha supuesto también que se trastoquen y
pongan en duda parte de las certidumbres que en cierto momento se consideraron
válidas. Se han incorporado nuevos saberes y prácticas, pero también, se han reafirmado y fortalecido posturas ético-políticas,
formas de organización y cuestionamientos que han sido instituyentes del
anarquismo desde sus orígenes. [57]
En la actualidad, se han generado
debates en torno a cómo pensar el horizonte ético-político libertario. En gran
parte de las iniciativas libertarias existen discusiones sobre cómo y desde dónde desplegar formas de hacer
política en una perspectiva anarquista. Cabe destacar por lo menos tres
posturas relevantes en los debates dentro del movimiento anarquista; en la
primera se encuentran los que reproducen, consciente o inconscientemente, las
mismas formas organizativas, discursivas y de hacer política que caracterizaron
al anarquismo desde sus primeras décadas de existencia; [58] en la segunda, están los que, ya sea por una
política de alianzas o por un intento de reinterpretar a autores como Mijail
Bakunin y seguir la tradición del plataformismo, [59] plantean formas de
organización que exigen una sólo línea política, asimismo, se proponen
construir poder popular “insertándose” en los movimientos y resisten-cias; [60]
y la tercera, quizás la más grande y la que se extiende por todo el mundo, son
los tal vez miles de colectivos que con una sensibilidad libertaria o tratando
de vivir explícitamente desde el horizonte ético-político anarquista de la
autogestión, la acción directa y la afinidad,
despliegan una gran variedad de iniciativas —centro sociales, ocupas, actividades
contraculturales, cooperativas, medios independientes— a la par que se
encuentran y disuelven, en el día a día, en las experiencias de lucha y
resistencia con otros colectivos, comunidades, barrios y organizaciones, bajo los principios de la
horizontalidad y el apoyo mutuo. [61]
Pensar la emergencia del
anarquismo conlleva reconocer las actualizaciones y los cambios, la irrupción
del anarquismo representa una ruptura de la repetición, “se puede decir que
existe un surgir de, pero no una continuidad, porque la continuidad es
continuidad de una estructura temporal. El surgir se propone algo nuevo, un
salto, que es un cambio de la estructura de la temporalidad” (Tischler, 2009:
79). Además, el surgir del anarquismo a partir de 1968 particularmente en
Europa y en 1990 en Latinoamérica, ha sacado al horizonte libertario del olvido
producto del desprecio que se “silencio en cuestión, que no era otra cosa que
el silencio del olvido, era silenciamiento, esto es, política del olvido”
(Gómez Muller, 2009: 9).
El ocultamiento de las prácticas
libertarias y sus posicionamientos no es casualidad, pues sus nociones, la
irreductibilidad ética que mostró el movimiento en cada momento de lucha,
increpa, descubre que parte de los discursos que se presentan como radicales,
revolucionarios y contestatarios “en realidad no son más que liberales: están
interesados en el ensanchamiento de las libertades individuales y en la
consecución de la justicia social” (Graeber, 2002: 139). Mientras que en el
mejor de los casos, se le ubica como “el pariente pobre del marxismo,
teóricamente un poco cojo pero compensando ideológicamente, quizás, con pasión
y sinceridad” (Graeber y Grubacic, 2012).
Romper con el silenciamiento
político, sacar del olvido al horizonte y a las prácticas libertarias, necesita
de una mirada a contrapelo del antagonismo social. Una historia a contrapelo
del anarquismo no es tratar de descubrir sus grandes hazañas del pasado, no es
hacer biografía de los militantes más entregados a la causa libertaria, no es
un esfuerzo por encontrar en el pensamiento anarquista de la segunda mitad del
siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, las respuestas para enfrentar la
dominación y la explotación en el presente. Una historia a contrapelo del
anarquismo es fijar la mirada en lo que está siendo hoy el horizonte libertario
y a partir de esa imagen crear una constelación con las experiencias, sujetos e
ideas del pasado; labor centrada en darle vitalidad, actualidad y movimiento a
los tiempos vividos de lucha e insubordinación, al convertir estos momentos de
ruptura y conflicto en astillas que se incrusten en la memoria rebelde de los
movimientos anticapitalistas del tiempo del ahora, en sus formas de hacer
política y en sus proyectos de creación de mundos otros.
Así, lo que irrumpe en el hoy, en
el hacer pensante de las colectividades en ruptura, no es lo que dijo Bakunin o
Malatesta, no es la tradición organizativa que instituyó el anarquismo mediante
el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo, no es el intento de
imitar los procesos insurreccionales y revolucionarios que se desplegaron con
una perspectiva anarquista en distintos momentos de la historia. Aquello que
hoy irrumpe del anarquismo es parte de sus nociones-prácticas, resignificadas y
situadas de acuerdo al contexto de conflicto de cada sujeto social. En las
colectividades en ruptura ha adquirido centralidad la congruencia entre medios
y fines, algo sobre lo que el movimiento anarquista siempre se ha mantenido
irreductible; en lo organizativo se ha contrapuesto la afinidad, la confianza y
la solidaridad a las formas instrumentales y verticales, como señala John Holloway,
la amistad o el compañerismo “es un concepto con profundas y poderosas raíces
en toda la tradición comunista, socialista, anarquista y anticapitalista: un
concepto crucial, aunque frecuentemente se ha subordinado u olvidado”
(Holloway, 2011: 47); al mismo tiempo, dichas colectividades están recurriendo
a la acción directa y a proyectos basados en la perspectiva de la autogestión
de la vida, como cuestionamiento de la representación y la heteronomía.
Los saberes que aporta el
anarquismo, a partir de sus historias y del trabajo reflexivo de los
militantes, [62] es una crítica radical
a la dominación, los cuestionamientos que desarrolla contra el capitalismo y el
Estado, contra la explotación, la democracia representativa, la idea de Patria,
el patriarcado y la crítica de los modos de vida parten de la negación de la
división social entre unos que mandan y otros que obedecen; desde la crítica de
la dominación se pone en duda toda forma extra-social, cualquier sujeto, cosa o
idea que se ponga por encima de la sociedad, además, se trata de “auscultar —y
eventualmente tensar— el malestar de una época” (Ferrer, 2006: 11-12), se
pretende una lucha “en el interior de la totalidad de las relaciones
constitutivas” (Colson, 2003: 33).
La impugnación de la dominación
se acompaña de una serie de nociones-prácticas que sobre todo están dirigidas a
tras-tocar e increpar la vida cotidiana, son nociones-prácticas que constituyen
formas de hacer política y de organización, que configuran relaciones sociales
y significaciones no-estatales y no capitalistas; son nociones-prácticas porque
al mismo tiempo se instituyen como un hacer y un pensar, simultáneamente son
una ruptura de la dominación y una “política prefigurativa (es decir, modos de
organización que conscientemente se asemejan al mundo que queremos crear”
(Graeber y Grubacic, 2012).
En términos generales, podemos
entender que para el movimiento anarquista la crítica de la dominación expresa
“la negación central de la filosofía anarquista […] y por tanto la afirmación
central de su valor fundante: la libertad” (Bertolo, 2005: 96). De ello podemos
inferir que el horizonte libertario abarca la “rebeldía visceral […] rechazo de
la democracia burguesa (representativa) […] una concepción de la historia
diferente […] la indisociabilidad entre individualismo y solidaridad […]
federalismo y autogestión […] educación integral […] revolución integral […]
ética vitalista sin sanciones […] coherencia entre los medios y los fines”
(D´Auria, 2007: 13).
Para pensar el horizonte ético-político
anarquista desde los que está siendo en el tiempo del ahora, hay que partir de
que “no es un sistema ideológico cerrado y bien delimitado, sino un conjunto abierto y en permanente
cambio de ideas y, sobre todo, de prácticas cuyo objeto es erradicar o limitar
al máximo posible las relaciones de dominación” (Roca Martínez, 2008: 11).
Aunque exista el supuesto riesgo señalado por Aníbal D´Auria, de que el
anarquismo pueda “desdibujarse como un collage de ideas inconexas”
(D´Auria, 2007: 11), es pertinente reconocer que si históricamente ha significado
“más una forma de ser que un discurso teórico, que consistía en unas vivencias
y en un compromiso existencial y ético más que en una doctrina sabiamente
construida” (Ibáñez, 2006: 176), con más razón es útil la noción de collage
para crear una imagen del horizonte libertario del ahora-tiempo.
Pues ahora el movimiento
libertario es un rizoma de colectivos, militantes e iniciativas dispersas por
todo el mundo, que se encuentran en una relación de afinidad y
complementariedad con otro rizoma de colectivos, barrios y comunidades en
lucha, organizaciones y proyectos que no se nombran anarquistas pero que
también se sitúan desde el anticapitalismo y la autonomía como proyecto,
«se
puede en efecto observar hoy en día el desarrollo de una serie de movimientos,
asociaciones y comportamientos individuales que, sin referirse necesariamente a
la etiqueta o identidad anarquista, promueven a nivel mundial una nueva crítica
del capitalismo y de las formas centralistas, verticales y burocráticas de
ejercicio de la política» (Gómez Muller, 2009: 15).
Esto fuerza a ver que para
«pensar
en el movimiento libertario hoy significa también esos colectivos como parte
integrante de ese movimiento y el sólo substancial en la composición y en la
características del movimiento libertario actual» (Ibáñez, 2006: 173).
Cuestión que hace visible que el
horizonte libertario del tiempo actual está incorporando saberes y experiencias
que las colectividades han creado en el presente desde sus instantes de lucha;
por ejemplo, se están integrando las “ideas y prácticas aprendidas de los
aliados indígenas a sus modos de organización o comunidades alternativas”
(Graeber y Grubacic, 2012).
Una primera aproximación al
horizonte libertario actual es que las pretensiones no están en construir una
Gran Teoría, sino en elucidar cualidades “para confrontar los problemas reales
e inmediatos que emergen de todo proyecto de transformación” (Graeber, 2011:
15). Se trata de un hacer instituyente cualitativo [63] que va hacia la
creación de una subjetividad radical, hacia la “construcción voluntaria de
nuevas subjetividades” (Colson, 2003: 30), ya que “una característica histórica
del anarquismo ha sido su preocupación por la cuestión de los modos de vida y,
a través de esta cuestión, por el problema de las condiciones de constitución
de una subjetividad libre y plena” (Gómez Muller, 2009: 21).
El compromiso ético-político del
movimiento anarquista con la germinación de una subjetividad otra, nos esclarece
que “el ideal libertario es el único que no pretende obligar a nadie a aceptar
sus presupuestos, es el único que no pretende, para alcanzar tal o cual
objetivo, incluir [a] los individuos en su seno, recurriendo a la fuerza si es
necesario” (Ibáñez, 2006: 11); un mundo no-capitalista y no-estatal, la
anarquía en palabras de Eduardo Colombo (2006: 36) “será posible solamente si
los hombres la desean, y ponen en acción una voluntad revolucionaria”. La
postura ético-política libertaria exigen ante todo congruencia entre fines y
medios; una sociedad libre y autónoma no se puede imponer.
Notas:
[57] Como la pertinencia de la
acción directa, la horizontalidad y la afinidad, junto con la crítica de la representación, la
jerarquía y la coerción para des-plegar formas de autogestión de la vida.
[58] Son experiencias que siguen
apostando por hacer una calca de las formas clásicas de organización
anarquistas, como los sindicatos, las federaciones de síntesis y los ateneos,
que repiten las mismas ideas que se produjeron a principios del siglo XX.
Reproducen las mismas frases y planteamientos, hablan de una realidad que
pareciera ser la de 1910 o la de 1880. No obstante el aislamiento o el
anacronismo que viven buena parte de estas organizaciones y militantes no ven la necesidad de
transformar o poner en duda ciertos postulados del anarquismo clásico, pues
consideran que atenta contra la pureza del anarquismo.
[59] Esta corriente nace del
llamado que hace el colectivo de rusos en el exilio llamado Dielo Truda, quienes
a partir de la experiencia que viven durante la Revolución Rusa de 1917,
reflexionan sobre las implicaciones de las estrategias de lucha y organización
anarquista. Incorporando ciertos aspectos del leninismo, como la necesidad de
que exista una sólo línea política en las organizaciones anarquistas y la
visión del pueblo y los trabajadores como masas que necesitan una organización
que traiga desde fuera la consciencia y
la cuestión de la acumulación de fuerzas, de esta forma se proponen dar un giro
al movimiento anarquista.
[60] En la actualidad, las
organizaciones que se dicen continuadoras de esta tradición se posicionan, como
bien lo observa Luis Armando Larrevuelta (2012), desde el falso planteamiento
de la inserción en los movimientos, los barrios
y comunidades en resistencia, pues se miran a sí mismos como militantes
que están más allá de los social, que pueden ver lo que el pueblo no ve, y por
tanto, como sujetos sociales capaces de dirigir el antagonismo social en
beneficio del anarquismo llegando a hablar incluso de absurdos dentro del
anarquismo como el partido anarquista, el centralismo democrático y la
dictadura del proletariado.
[61] En estas experiencias y con
estos militantes podemos encontrar las tentativas más importantes de resignificación,
actualización y de recreación de las formas de hacer política libertarias, de
cuestionamiento y crítica de la dominación actual, desde donde elucidan el
horizonte ético-político anarquista. Su hacer pensante se inspira y se
encuentra en una afinidad electiva con tradiciones de lucha y reflexiones
críticas como la situacionista, el zapatismo del EZLN, los saberes e historias
anti-coloniales de los pueblos indígenas, el feminismo radical y
anticapitalista y el temperamento anti-autoritario de los jóvenes, cuestión que
no es nueva, pues como señala D´Auria (2007: 11) “los anarquistas han estado
siempre abiertos a la influencia de autores y corrien-tes filosóficas de las
más diversas procedencias”. Lo que se está instituyendo desde estos sujetos es
un anarquismo multiforme, flexible, abierto y en permanente movimiento, que
camina desde la indeterminación y la incertidumbre. Y que en la mayoría de las
ocasiones no necesita nombrarse anarquista para existir como proyecto autónomo
en el antagonismo social.
[62] Es importante destacar que
en el anarquismo no ha existido la figura del intelectual profesional, cuya
función seria dar la línea política correcta y pretender ser la vanguardia de
los movimientos revolucionarios, si bien, ello no significa que en el
movimiento libertario esté ausente el pensamiento crítico y la reflexión, estos
han sido creación de los propios militantes, son el resultado de una
elucidación desde la propia práctica política y su visión sobre el contexto
histórico-social.
[63] Entiendo lo cualitativo como
“un resumen, una condensación, una comunicación directa” (Vaneigem, 1988: 207),
esos gestos, palabras, actitudes, pensamientos
y prácticas radicales que manifiestan “de manera innegable la presencia
de la posibilidad abierta a la poesía, es decir, a la construcción total de la
vida cotidia-na, a la inversión global de perspectiva, a la revolución”
(Vaneigem, 1988: 207).
Bibliografía citada
Berneri, Camilo (1998). Humanismo
y anarquismo. Madrid: Los Libros de la Catarata.
Bertolo, Amedeo (2005). “Poder,
autoridad, dominio: una propuesta de definición”. En Christian Ferrer (comp.). El
lenguaje libertario. Antología del
pensamiento anarquista contemporáneo (81-106). Argentina: Terramar.
Colombo, Eduardo (2006). La
voluntad del pueblo. Democracia y anarquía. Buenos Aires: Tupac.
Colson, Daniel (2003). Pequeño
léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze. Argentina: Nueva
Visión.
D´Auria, Aníbal (2007).
"Introducción al ideario anarquista". En Grupo de Estudios Sobre el
Anarquismo. El anarquismo frente al derecho. Lecturas sobre propiedad,
familia, Estado y justicia (11-49). Argentina: Terramar.
Ferrer, Christian (2006). Cabezas
de tormenta. Argentina: Libros de Anarres.
Gómez Muller, Alfredo (2009). Anarquismo
y anarcosindicalismo en América Latina. Colombia, Brasil, Argentina, México.
Colombia: La Carreta.
Graeber, David (2002). “Los
nuevos anarquistas”. New Left Review, 13, 139-151.
Graeber, David (2011). Fragmentos de
antropología anarquista. Bilbao: Virus.
Graeber, David y Andrej Grubacic
(2012). El anarquismo, o el movimiento revolucionario del siglo XXI.
http://zinternational.zcommunications.org/Spanish/1204graeber.htm.
Holloway, John (2011). “Agrietar
el capitalismo. El hacer contra el trabajo”. Argentina: Herramienta.
Ibáñez, Tomás (2006). “¿Por qué
A? Fragmentos dispersos para un anarquismo sin dogmas”. España: Anthropos.
Larrevuelta, Luis Armando (2012).
“La práctica anarquista”. El Surco,
34, 4
Roca Martínez, Beltrán (2008). Anarquismo
y antropología. Relaciones e influencia entre la antropología social y el
pensamiento libertario. Madrid: La Malatesta.
Tischler, Sergio (2009). Imagen y dialéctica. Mario Payeras
y los interiores de una constelación revolucionaria. Guatemala: F& G-BUAP-ICSH-Flacso.
Vaneigem, Raoul (1988). Tratado
del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones. Barcelona: Anagrama.
[Fragmento tomado del libro Prácticas
libertarias y movimientos anticapitalistas. Devenir revolucionario de las
colectividades en ruptura (Guadalajara, Grietas, 2013). Texto completo
accesible en https://www.academia.edu/37172925/Practicas_libertarias_-_Marcelo_Sandoval.pdf?email_work_card=view-paper.]
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