Relaciones Internacionales CGT
La
Nakba (catástrofe iniciada en 1948) es como se define al asesinato de
miles de palestinos, la destrucción
de sus pueblos y aldeas, la expulsión y exilio
de aproximadamente 750.000
personas, el robo de territorio por la fuerza de las armas y el inicio de
la colonización sionista del
pueblo palestino.
Ben Gurión declaró públicamente
el nacimiento del Estado de
Israel el día 14 de mayo de 1948, con el apoyo
explícito de Gran Bretaña, responsable del mandato británico
de Palestina (1923 a 1948) y que al día siguiente, el 15 de
mayo de 1948 abandonó oficialmente el terreno, así como
la complicidad de la comunidad política internacional que,
sin tener en cuenta la oposición de la población autóctona
palestina, reconoció al nuevo y usurpador Estado.
El 29 de noviembre de 1947 la
Asamblea General de la ONU
dictó la resolución 181 II, por la cual Palestina
se dividiría en dos Estados, uno judío y otro árabe, quedando
Jerusalén bajo mandato internacional. Al Estado judío se le
concedía un 55% del territorio (en ese momento los judíos
sólo poseían un 7% del territorio). Al Estado palestino se
le concedía un 44%. El Comité Superior Árabe rechazó de
plano el Plan de Partición; el liderazgo judío sionista dominante con Ben Gurión a la cabeza,
acogió públicamente el plan. Ben Gurión, flamante presidente del
nuevo país, ya declaró en esos días que las fronteras
entre ambos estados serían determinadas por la fuerza de las
armas y no por la Resolución de la Partición.
Casi inmediatamente después de la
aprobación del plan de partición estalló la violencia entre
palestinos y judíos, los primeros en una clamorosa inferioridad
numérica de combatientes, mal
entrenados y peor armados.
El 10 de marzo de 1948 el
liderazgo sionista comandado por Ben Gurión aprobó el Plan Dalet o Plan
D, referido a la limpieza étnica de Palestina. Comenzaba
una violencia sin límites contra la población civil
palestina, llevada a cabo por grupos armados judíos como el Haganá,
Stern, Irgún y otros, ante la pasividad y muchas veces,
complicidad, del ejército británico, objetivo en varias
ocasiones de ataques judíos.
A partir de la creación del
Estado sionista, sus ataques se incrementaron exponencialmente tanto en
cantidad como en intensidad. Se trataba de vaciar de
palestinos y apropiarse del
mayor territorio posible.
En esta estrategia de limpieza
étnica, fue determinante lo ocurrido en Deir Yassin, una pequeña aldea
cercana a Jerusalén, de la que
no queda ni un solo vestigio. El 9
de abril de 1948 los grupos
judíos armados Irgún y Stern (entre cuyos dirigentes figuraban dos futuros
primeros ministros israelíes, Menajen Beguin y Yizhak Samir)
cercaron y atacaron la aldea
matando a 300 de 350 personas, 50 consiguieron
huir. Esta matanza tuvo un efecto devastador
entre la población palestina,
provocando una oleada de pánico. Deir Yassin se convirtió en un elemento de
la estrategia militar sionista
para lograr la huida de la población
rural palestina. Ante la amenaza de un ataque 750.000 palestinos
abandonaron sus casas, tierras, propiedades y, acosados por
los grupos de guerrilleros sionistas, emprendieron el camino del exilio, bien interior
(Cisjordania o Gaza), o en los países vecinos como Líbano, Jordania o
Siria. En la actualidad el
número de refugiados palestinos se estima en
unos 7 millones. La mayoría de
estos refugiados viven en
pésimas condiciones en campos
de refugiados y dependen para
sobrevivir de la Agencia para los Refugiados de Palestina, la
UNRWUA, un organismo de las Naciones Unidas creado en diciembre de 1949.
Por el derecho al retorno
Según el derecho internacional,
todos los refugiados tienen el derecho legal de regresar a sus hogares
y propiedades. En diciembre de 1948 la Asamblea General de
la ONU aprobó la resolución 194 reconociendo el derecho
al retorno de los refugiados o a pagar una indemnización a
aquellos que elijan no volver,
en compensación por la pérdida o daño
de sus bienes. 72 años
después, a pesar de que Israel es
miembro de la ONU, sigue incumpliendo la resolución.
Conclusión
En tantos años de opresión,
represión, sometimiento y violencia, Israel ha integrado en su
sociedad el ejercicio del mal hasta llegar a lo que Hanna Arendt
llamó “la banalidad del mal”, la ejecución sistemática de la
violación de los derechos
humanos como algo insustancial.
Sin cuestionar en absoluto la
existencia del Estado de Israel
(esta afirmación podría ser objeto de otro artículo),
sí rechazamos frontalmente su
política de ocupación y colonización
del territorio palestino, la violencia constante,
la sistemática vulneración de
los derechos humanos y el régimen
extremadamente racista al que tiene sometida a la
población palestina. Nos preguntamos por qué Israel puede
incumplir las leyes del derecho internacional y las resoluciones de la ONU sin que se le
aplique ninguna sanción, ¿a qué intereses responde esta impunidad? y
nos negamos a ser rehenes de la complicidad de los
gobiernos y organismos políticos
que tanto presumen de democráticos y humanitarios.
Por ello exigimos:
* El fin de la ocupación de
Cisjordania
* El levantamiento del asedio a
Gaza
* La destrucción del muro del
apartheid
* La aplicación del derecho al
retorno de los refugiados
* La búsqueda e implementación de
soluciones ajustadas a los deseos de toda la población, sin injerencia de intereses ajenos.
[Publicado originalmente en el
periódico Rojo y Negro # 346, junio
2020. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20346%20junio.pdf.]
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