R.M. (Uruguay)
Una nueva “sorpresa” nos trajo el capitalismo en estos tiempos. Aunque podría objetarse que no hay nada sorprendente en lo que ha pasado y que muchos avisos y advertencias se habían hecho sobre los problemas que trae la extrema explotación de la naturaleza. No vale la pena discutir y saturar aún más de argumentos acerca de cómo el coronavirus es una consecuencia directa del capitalismo. No hay objetorxs de esto, ni siquiera en lxs derechistas que últimamente fuerzan las redes para crear subjetividades neofascistas. Aceptan que el capitalismo acentuó este tipo de peligros desde lxs alt rigth [en U$A] hasta lxs militantes de Manini [líder de la derecha uruguaya].
Otra obviedad es la necesidad de una intervención seria de parte del movimiento revolucionario en general. Con fuerza, muchas personas demostraron un sentido profundo de solidaridad y las ollas populares han florecido en varios puntos. Un cercano recuerdo de la crisis del 2002 y varios resortes construidos lograron en tiempo récord la constitución de estructuras más o menos improvisadas de defensa frente al embate del sistema. De todas maneras, es necesario separar las aguas y superar el activismo. Esto no significa demostar o detener los espacios de apoyo mutuo surgidos sino por el contrario desarrollarlos.
Podemos concebir dos propuestas de solución a mediano y largo plazo para todo este quilombo actual. Una es una solución tramposa que plantea fortalecer al sistema, volviendo a la “normalidad” lo antes posible y la otra abre el abanico a soluciones antiautoritarias que no nos dejen repetir el problema. Lo primero será identificar de qué problema hablamos. Vivimos en un sistema adaptado a las “catástrofes” o más bien que las usa a su provecho. Pareciera ser casual o un golpe del destino, que cada vez que sucede algo terrible como los llamados “desastres naturales”, más bien antrópicos y capitalistas, vemos al sistema salir fortalecido. Incluso una y otra vez aquellas muestras de apoyo mutuo y solidaridad surgidas en momentos duros parecen ser usadas, y de hecho lo son, por lxs sostenedorxs del orden. Al final lo más lindo de la gente termina decorando la miseria y sirviendo de argumento para un “vale la pena lo que hay”.
Echando un vistazo al panorama actual vemos una catarata de aprovechamiento, de política y espectáculo. Amén de las marcas que utilizan el momento para hacer publicidad y lavar un poco su imagen, vemos a lxs empresarixs organizarse para enfrentar el presente y el futuro inmediato. Igual que ellxs, nosotrxs debemos saber qué hacer y buscar nuestros medios para conseguirlo. Superar las propuestas defensivas es una responsabilidad, la más alta responsabilidad social, de hecho. Hoy el dominio se prepara para asegurar su “normalidad”, la misma que nos trajo hasta acá.
Las estructuras defensivas, de apoyo mutuo, los buenos sentimientos de protección y empatía de las personas deben separarse de los intentos de acaparamiento de las estructuras estatales y paraestatales. Tampoco pueden ser las ollas y ayudas, iguales pero más débiles que las del poder creando la ilusión de la impotencia social frente al papá Estado-empresa. Para eso, habrá que meter un poco de espíritu de aventura, creatividad y cabeza.
Indudablemente también, como gustan decir en la tele, ésta es una oportunidad para una serie de cambios. Está en nosotrxs que no sean cambios que fortalezcan la explotación y la fe en las bondades absolutas del mercado. Tenemos una oportunidad de soltar los prejuicios y buscar nuevas formas de intervención, de hecho, lo inoportuno de agruparse en grandes masas puede ser una oportunidad. Pensar que las “viejas formas” se deben usar en cualquier contexto es no confiar en nuestras capacidades. La comunicación es lo que no debe desaparecer aunque el aislamiento no nos lo hace fácil.
Defender la autoorganización defensiva que surge en los barrios, alejarlas de la polítiquería y el espectáculo, alejar nuestras vidas de lo que produjo el problema es crucial. Para eso la claridad de las propuestas puede ayudar. Autoorganización, horizontalidad y objetivos subversivos claros. Que dar comida no se convierta en un deseo de recrear la normalidad. Hoy es necesario poner en cuestión lo establecido y responder a una pregunta crucial. Las falsas soluciones se están regalando, tienen mucho apoyo pero son débiles. Acá la solución falsa capitalista propone parches y es defendida por la derecha en el gobierno y por la izquierda del capital confusa y resentida por no tener el mando. El Frente Amplio acaba de asegurarle al nuevo gobierno su total apoyo para mantener el sistema a flote.
Las diferentes soluciones autoritarias se están disputando el campo entre ellas, a nivel mundial se ha encarecido el sistema de vigilancia chino, la confianza en la militarización, los estados de excepción y el centralismo. El hecho de que es el propio sistema jerárquico, militarizado, centralizado y de explotación el que produjo el desastre vuelve a ponerse de lado. El mundo globalizado y sus amenazas constantes sólo pueden sostenerse, dicen, con una capacidad monstruosa de control social. Incluso autoproclamadxs anticapitalistas hablan de que no puede haber soluciones a las sociedades complejas actuales sin mastodónticos aparatos burocráticos de decisión y representación global. Cómo, en sociedades complejas, formas autoorganizadas, comunales, de consejos o asamblearias pueden no gestionar este mundo sino crear uno acorde a la cultura del apoyo mutuo, el equilibrio ecológico y la justicia social debe ser una respuesta dada a través de hechos. No hay otra forma de ganarle a sus aparatos de propaganda que una realidad diferente que les rompa los ojos.
Fortalezcamos nuestras formas de defensa, rompámosle la boca a los autoritarismos viejos y nuevos mostrando no sólo que nos defendemos ante sus ataques sino que tenemos la capacidad de cuestionar el capitalismo en la práctica y vencerlo.
[Tomado de https://periodicoanarquia.wordpress.com/2020/04/01/la-hipotesis-viva-del-anticapitalismo.]
Una nueva “sorpresa” nos trajo el capitalismo en estos tiempos. Aunque podría objetarse que no hay nada sorprendente en lo que ha pasado y que muchos avisos y advertencias se habían hecho sobre los problemas que trae la extrema explotación de la naturaleza. No vale la pena discutir y saturar aún más de argumentos acerca de cómo el coronavirus es una consecuencia directa del capitalismo. No hay objetorxs de esto, ni siquiera en lxs derechistas que últimamente fuerzan las redes para crear subjetividades neofascistas. Aceptan que el capitalismo acentuó este tipo de peligros desde lxs alt rigth [en U$A] hasta lxs militantes de Manini [líder de la derecha uruguaya].
Otra obviedad es la necesidad de una intervención seria de parte del movimiento revolucionario en general. Con fuerza, muchas personas demostraron un sentido profundo de solidaridad y las ollas populares han florecido en varios puntos. Un cercano recuerdo de la crisis del 2002 y varios resortes construidos lograron en tiempo récord la constitución de estructuras más o menos improvisadas de defensa frente al embate del sistema. De todas maneras, es necesario separar las aguas y superar el activismo. Esto no significa demostar o detener los espacios de apoyo mutuo surgidos sino por el contrario desarrollarlos.
Podemos concebir dos propuestas de solución a mediano y largo plazo para todo este quilombo actual. Una es una solución tramposa que plantea fortalecer al sistema, volviendo a la “normalidad” lo antes posible y la otra abre el abanico a soluciones antiautoritarias que no nos dejen repetir el problema. Lo primero será identificar de qué problema hablamos. Vivimos en un sistema adaptado a las “catástrofes” o más bien que las usa a su provecho. Pareciera ser casual o un golpe del destino, que cada vez que sucede algo terrible como los llamados “desastres naturales”, más bien antrópicos y capitalistas, vemos al sistema salir fortalecido. Incluso una y otra vez aquellas muestras de apoyo mutuo y solidaridad surgidas en momentos duros parecen ser usadas, y de hecho lo son, por lxs sostenedorxs del orden. Al final lo más lindo de la gente termina decorando la miseria y sirviendo de argumento para un “vale la pena lo que hay”.
Echando un vistazo al panorama actual vemos una catarata de aprovechamiento, de política y espectáculo. Amén de las marcas que utilizan el momento para hacer publicidad y lavar un poco su imagen, vemos a lxs empresarixs organizarse para enfrentar el presente y el futuro inmediato. Igual que ellxs, nosotrxs debemos saber qué hacer y buscar nuestros medios para conseguirlo. Superar las propuestas defensivas es una responsabilidad, la más alta responsabilidad social, de hecho. Hoy el dominio se prepara para asegurar su “normalidad”, la misma que nos trajo hasta acá.
Las estructuras defensivas, de apoyo mutuo, los buenos sentimientos de protección y empatía de las personas deben separarse de los intentos de acaparamiento de las estructuras estatales y paraestatales. Tampoco pueden ser las ollas y ayudas, iguales pero más débiles que las del poder creando la ilusión de la impotencia social frente al papá Estado-empresa. Para eso, habrá que meter un poco de espíritu de aventura, creatividad y cabeza.
Indudablemente también, como gustan decir en la tele, ésta es una oportunidad para una serie de cambios. Está en nosotrxs que no sean cambios que fortalezcan la explotación y la fe en las bondades absolutas del mercado. Tenemos una oportunidad de soltar los prejuicios y buscar nuevas formas de intervención, de hecho, lo inoportuno de agruparse en grandes masas puede ser una oportunidad. Pensar que las “viejas formas” se deben usar en cualquier contexto es no confiar en nuestras capacidades. La comunicación es lo que no debe desaparecer aunque el aislamiento no nos lo hace fácil.
Defender la autoorganización defensiva que surge en los barrios, alejarlas de la polítiquería y el espectáculo, alejar nuestras vidas de lo que produjo el problema es crucial. Para eso la claridad de las propuestas puede ayudar. Autoorganización, horizontalidad y objetivos subversivos claros. Que dar comida no se convierta en un deseo de recrear la normalidad. Hoy es necesario poner en cuestión lo establecido y responder a una pregunta crucial. Las falsas soluciones se están regalando, tienen mucho apoyo pero son débiles. Acá la solución falsa capitalista propone parches y es defendida por la derecha en el gobierno y por la izquierda del capital confusa y resentida por no tener el mando. El Frente Amplio acaba de asegurarle al nuevo gobierno su total apoyo para mantener el sistema a flote.
Las diferentes soluciones autoritarias se están disputando el campo entre ellas, a nivel mundial se ha encarecido el sistema de vigilancia chino, la confianza en la militarización, los estados de excepción y el centralismo. El hecho de que es el propio sistema jerárquico, militarizado, centralizado y de explotación el que produjo el desastre vuelve a ponerse de lado. El mundo globalizado y sus amenazas constantes sólo pueden sostenerse, dicen, con una capacidad monstruosa de control social. Incluso autoproclamadxs anticapitalistas hablan de que no puede haber soluciones a las sociedades complejas actuales sin mastodónticos aparatos burocráticos de decisión y representación global. Cómo, en sociedades complejas, formas autoorganizadas, comunales, de consejos o asamblearias pueden no gestionar este mundo sino crear uno acorde a la cultura del apoyo mutuo, el equilibrio ecológico y la justicia social debe ser una respuesta dada a través de hechos. No hay otra forma de ganarle a sus aparatos de propaganda que una realidad diferente que les rompa los ojos.
Fortalezcamos nuestras formas de defensa, rompámosle la boca a los autoritarismos viejos y nuevos mostrando no sólo que nos defendemos ante sus ataques sino que tenemos la capacidad de cuestionar el capitalismo en la práctica y vencerlo.
[Tomado de https://periodicoanarquia.wordpress.com/2020/04/01/la-hipotesis-viva-del-anticapitalismo.]
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