Grupo REDES
Las
luchas de los últimos años del movimiento feminista han roto con el discurso
hegemónico de feminismo blanco, occidental y reformista que había imperado
desde la entrada en los gobiernos de las mujeres socialistas en los años de
1980. Un nuevo relato en el que se da cabida a múltiples realidades y que
pretende organizarse con herramientas que no son ajenas al movimiento
libertario ha entrado con fuerza en el tejido social. Son muchos los retos a
afrontar en estos momentos y muchas las oportunidades que las organizaciones
anarquistas tienen de participar y confluir.
Durante
años, los medios de comunicación han difundido el discurso de un feminismo
blando y dócil a los grandes agentes económicos. Era un movimiento más
preocupado de que las mujeres privilegiados entraran en el ámbito público que
de cuestionar el orden establecido, o defender derechos sociales. Nunca ha sido
cierto que solo existiera este feminismo, siempre ha habido mujeres defendiendo
un feminismo obrerista. De clase, paralelo a los movimientos revolucionarios.
La
hegemonía del feminismo oficialista comenzó a decaer en los países capitalistas
centrales tras la mal llamada crisis de 2007/2008 que con sus recortes y nuevas
formas de explotación, trajo consigo el despertar de gran parte de esa sociedad
que no se involucraba habitualmente con las luchas que ya existían (laborales,
sociales, etc.) quizás conforme con un falso “Estado de bienestar”.
En
este contexto, las redes feministas que sen ido manteniendo y han confluido en
el tiempo, han seguido avanzando y profundizando en el debate, buscando la complicidad
de las iguales a través de las interseccionalidades de las luchas (género,
clase, raza) señalando las raíces que mantienen y perpetúan una desigualdad
que, cada vez más mujeres, entienden como estructural.
Juntas
hemos ido descubriendo que solo con un cambio de sistema desde la raíz, una
revolución que modifique las relaciones entre las personas, que cuestione las
relaciones de dominación, que cambie las lógicas económicas de beneficio y rentabilidad
por otras en las que las personas sean el principal valor, será posible la
libertad y la igualdad que impida la opresión constante de las personas. Y en
este sentido, creemos que cada vez son más en estos últimos años las prácticas
dentro del feminismo que tienen un innegable cariz libertario.
Las
asambleas de base, donde cada mujer es un voto, apartando el antiguo influjo de
partidos políticos y sindicatos, que, a través de sus subvenciones y relaciones
clientelares controlaban los acuerdos, se han ido haciendo cada vez más
activas, autónomas y participativas. Estas asambleas nos parecen un aspecto a
valorar por su práctica de la democracia directa, pero debemos evitar que se
repitan errores, estando presentes y privilegiando el consenso sobre el voto, escuchando
todas las voces presentes y controlando relaciones de dominio-sumisión que
pudieran aparecer dentro de las propias asambleas.
También
nos interesa como elemento libertario la suma de las defensas de las diferentes
opresiones, dando voz no solo a las mujeres blancas occidentales y con empleos
estables, sino a todas aquellas que padecen dobles, triples y muchas más discriminaciones,
como las mujeres migradas, racializadas, trans, discapacitadas, con empleos
precarios y que ejercen de cabezas de familia, monoparentales… Así mismo se han
ido incorporando colectivos que han sumado a las luchas feministas sus luchas
contra un sistema que oprime a todas las personas, y que construye proyectos y
programas muy próximos a los anarquistas.
Además
esta diversidad de personas y realidades, integradas en un discurso común y
aceptando cada una de las individualidades con sus múltiples identidades
refleja el concepto de humanismo integral defendido por el comunismo libertario
y que trasciende la explotación económica, teniendo muy presentes otras, como
las símbólica, cultural, social, sexual.
En
cuanto a las prácticas, nos parecen fundamentales la autoorganización y la
autogestión de algunos de los nuevos colectivos que llevan adelante una
formación colectiva de perfil ideológico y cultural, pero también práctico,
adquiriendo viejos saberes que el Estado había arrinconado y que son esenciales
para nuestra autonomía económica, personal y colectiva (cultivo de alimentos,
elaboración de productos artesanales, ropa, etc.).
Finalmente
un aspecto claramente libertario es, sin duda, la creatividad en las luchas,
alejándose de las viejas solicitudes paternalistas al Estado para que modifique
o tome medidas, y exigiendo en su caso que se dejen de aplicar aquellas que
discriminan y oprimen. Por el contrario se defiende la desaparición del Estado
a través de la acción directa, sin intermediarios, un planteamiento que muchas
luchas actuales también incorporan, siendo un punto que nos une. Una
creatividad que promueve espacios alternativos, la creación de alternativas de
vida, de formas diversas de amar, criar, etc. Que están presentes en los
movimientos feministas y también en el anarquismo actual y pasado. Así mismo
hace referencia a formas nuevas de protesta en las que también cabe el gozo y
la celebración junto a la rabia, la revuelta y la alegría.
Estos
nuevos feminismos han venido poniendo sobre la mesa de3scursos de organización
social y económica (economía feminista, ecofeminismo, del bien común,
ecologista y otras) que propugnan, cuando no están mediatizados por el propio
sistema que trata de apropiárselos, una organización social horizontal, sin
jerarquías ni poderes, que ponga en el centro de la vida a las personas, que
cuide y respete la Naturaleza, no solo por la urgencia climática, sino con el
reconocimiento de La Naturaleza como parte de nuestras vidas.
Son
muchos los retos que aparecen en el horizonte del movimiento feminista, y el
sistema ha puesto en marcha, como siempre, los mecanismos a su alcance para
reconducir todo aquello que es mas transgresor. Pero la experiencia de todos
estos años, nos ofrece la oportunidad de no dejarnos llevar por iguales
derroteros y no cometer los mismos errores.
Todas
nosotras, participemos en organizaciones mixtas o no, como componentes de esta
sociedad que si lo es, tenemos como reto la participación de los hombres
partiendo de una crítica al “esencialismo” (“las mujeres son en sí mismas”),
que ya está presente en muchos escritos históricos anarcofeministas. Es importante
que esta crítica permita entender que “a ser mujer/hombre se aprende”, es
decir, que somos constructos histórico-culturales que pueden variar, y que, de
hecho, no son iguales en todas las épocas y culturas que existen o han
existido.
Y
para llevar adelante este reto sigue siendo preciso el compaginar los espacios
no mixtos por necesidades de seguridad y potencialidad, con los espacios mixtos
de diálogo donde toda persona puede deconstruirse y reconstruirse, para así
ayudarnos en la tarea de crear ese mundo libre.
[Versión
resumida del artículo de igual título publicado originalmente en la revista Libre Pensamiento # 100, Madrid, otoño
2019.]
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