Enrique Contreras
Caminamos rumbo al suicidio sino paralizamos el calentamiento del planeta, si continuamos como vamos, la humanidad podría esfumarse y la madre tierra - como la llaman nuestros originarios- quedaría hecha un desierto ya que el extractivismo y los procesos industriales que despliegan los grandes conglomerados, no reconocen ni les importa los niveles de contaminación que le causan al planeta.
En las investigaciones, opiniones e interpretaciones que persistentemente estamos leyendo y oyendo en los diferentes medios informativos, acerca de las dificultades que viven Latinoamérica y el mundo, es habitual observar que los mismos están centralizados en la actividad o plano económico y sus derivaciones en el espectro socio-político.
Es muy raro ver algunos análisis económicos, donde se estudie y se establezca como una variable dependiente de la economía, la complicación del medio ambiente y sus efectos en el campo económico, producto quizás de la invisibilización del problema por intereses foráneos del gran capital, donde las teorías neoliberales prevalecen en los modelos civilizatorios existentes y donde se ve a la tierra como una mercancía que se puede mercadear y adquirir para su máxima explotación, no importa el daño que se le cause a la población y a su ecosistema.
Caminamos rumbo al suicidio sino paralizamos el calentamiento del planeta, si continuamos como vamos, la humanidad podría esfumarse y la madre tierra - como la llaman nuestros originarios- quedaría hecha un desierto ya que el extractivismo y los procesos industriales que despliegan los grandes conglomerados, no reconocen ni les importa los niveles de contaminación que le causan al planeta.
En las investigaciones, opiniones e interpretaciones que persistentemente estamos leyendo y oyendo en los diferentes medios informativos, acerca de las dificultades que viven Latinoamérica y el mundo, es habitual observar que los mismos están centralizados en la actividad o plano económico y sus derivaciones en el espectro socio-político.
Es muy raro ver algunos análisis económicos, donde se estudie y se establezca como una variable dependiente de la economía, la complicación del medio ambiente y sus efectos en el campo económico, producto quizás de la invisibilización del problema por intereses foráneos del gran capital, donde las teorías neoliberales prevalecen en los modelos civilizatorios existentes y donde se ve a la tierra como una mercancía que se puede mercadear y adquirir para su máxima explotación, no importa el daño que se le cause a la población y a su ecosistema.
La variabilidad y complejidad que presenta hoy día el escenario mundial, sobre todo en el campo de la economía política donde se manifiesta el inconformismo contra los modelos socio-económicos existentes, hace que dejemos de un lado parte de una variable o contexto ecológico que ya afecta en gran parte la vida en nuestro planeta, donde la economía quedara totalmente desarticulada y sobre todo el renglón alimentario que colocara la humanidad en una situación muy difícil de superar – incluyendo la guerra por el agua- además del daño irreversible a la tierra.
El mundo está y se encuentra en grave peligro, creo que ignorar esta situación es estar divorciado de una ambiente que ya nos afecta gravemente. La civilización de hoy día dentro del paradigma de la globalización, está profundamente cuestionada en sus modelos socio-económicos llámese capitalismo de estado o capitalismo privado, el esparcimiento del mismo en su era de mundialización, tanto en los países capitalistas como socialistas marchan vinculados en una tenebrosa crisis civilizatoria en todos los planos, pues pareciera que las clases dominantes de ambos modelos civilizatorios están empeñados en convertir el planeta en un desierto, sin detenerse analizar que la humanidad puede sufrir daños irreparables e incluso desaparecerla.
INFORMES QUE PREOCUPAN
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE) el calentamiento global es un hecho real, que de no colocársele los correctivos a tiempo, en el año 2020 la tierra sufrirá daños irreversibles que afectaran gravemente la vida en el planeta. Para tales fines la AIE insistió en aplicar sin tardanza algunas cuatro medidas energéticas que podrían salvar, según el organismo citado el desastre, es el de buscar limitar el calentamiento planetario y que éste no aumente dos grados (2ºC) más del que tenemos, objetivo que se aleja peligrosamente.
Las medidas consistirían en: Multiplicar los esfuerzos de eficacia energética en la construcción, el transporte y la industria. Su coste estaría más que compensado por los ahorros de energía logrados, según las proyecciones de la agencia. La segunda propuesta consistiría en limitar la utilización y construcción de centrales eléctricas de carbón de bajo rendimiento, sumamente contaminantes, y aumentar el recurso al gas y las energías renovables. La tercera consiste en reducir las emanaciones de metano (gas natural no quemado, de fuerte efecto invernadero) de la industria petrolera y gasífera.
En el mismo orden de ideas, los científicos David Spratt, director de investigación del Centro Nacional de Avance para la restauración del Clima en Melburne junto a Ian Dunlop, asesor independiente sobre cambio climático y gobierno de la energía, así como presidente de Safe Climate Australia, en un informe elaborado en conjunto que lleva por título “Riesgo de seguridad relacionado con el clima existencial: un enfoque de escenario”. Allí sostienen ambos científicos, coincidiendo con el informe de la AIE que la humanidad se colapsaría si la temperatura global sube a 2ºC más del que tenemos, al cual podríamos llegar de continuar la tendencia que llevamos.
Los científicos indican que hasta el año2050, es la fecha límite que poseemos los humanos para detener drásticamente y en la medida de lo factible las secuelas del cambio climático. Los “puntos de inflexión se producen cuando la humanidad no puede instituir reformas de emisiones de carbono en los años 2020 y 2030. Esto creará un efecto de invernadero en la Tierra, lo que conllevará a un rápido aumento del nivel del mar provocado por el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia y la pérdida generalizada del permafrost (capa de suelo permanentemente congelado) y la sequía y muerte a gran escala del Amazona”. Éste escenario, nos llevaría a que “el 35 por ciento de la superficie terrestre global, y el 55 por ciento de la población mundial, esté sujeta a más de 20 días al año de condiciones de calor letal, más allá del umbral que el humano puede soportar”. La conclusión de dicho informe termina señalando: “Es posible que más de mil millones de personas deban ser reubicadas y, en los escenarios de alto nivel, la escala de destrucción está más allá de nuestra capacidad de modelar, con una alta probabilidad de que la civilización humana llegue a su fin”.
Tal situación, ha establecido un sin número de conflictos en el orden ambiental que nos está transportando a la crisis más difícil que históricamente hemos conocido, pues el riesgo de la muerte global ya no es un cuento, si continuamos como vamos, la humanidad podría desaparecer como lo vienen señalando científicos y organismos internacionales y la madre tierra - como la llaman nuestros originarios- quedaría hecha un desierto ya que las tecnologías industriales que desarrollan los llamados países del primer mundo al lado del extractivismo voraz que poseen, no vigilan ni les importa los niveles contaminantes que provocan, perjudicando de esta manera gravemente la biosfera terrestre y envenenando cada vez más de manera precipitada el medio ambiente y la vida en general, lo que representa que vamos directamente al suicidio.
Lovelock (2007) con respecto al tema y para seguir referenciando lo que estoy señalando, nos indica lo siguiente: “Un cambio climático irreversible puede estar tan próximo que no es prudente confiar en que los acuerdos internacionales salven a nuestra civilización del calentamiento global. (…) Los lugares más vulnerables son las ciudades situadas al nivel del mar, entre ellas Londres y Liverpool. Ante todo, hay que protegerlas contra las primeras fases de la guerra climática y luego estar preparados para una retirada ordenada conforme progresen las inundaciones. Una vez que la tierra empiece a avanzar rápidamente hacia su nuevo estado más caliente el clima desbaratará el mundo político y empresarial”. (LOVELOCK, James. “La Venganza de la Tierra”. Editorial Arte. Venezuela. Pág. 33-34).
El mundo occidental parece estar orientado hacia un constante aumento de la incertidumbre, donde no deja de estar presente la crisis económica, política, social y ahora ambiental, producto de estas situaciones ambiciosas del gran capital, que incluso trae consecuencias de orden psíquico a la población. Nuestros modelos civilizatorios han querido ignorar -con o sin intención- el funcionamiento de la ecosfera entendida ésta como el ecosistema global del planeta tierra, que se encuentra conformado por todos aquellos organismos presentes en la biosfera y las relaciones que se establecen entre estos con el ambiente, de la cual la humanidad y todas sus funciones, actividades y quehaceres son inherentes.
LA AVARICIA DEL CAPITAL
Las nuevas tecnologías que se han desarrollado y sobre todo en ese teatro de las comunicaciones, han logrado que no exista lugar en la tierra que no haya sido explorado en la búsqueda de energía. Energía que requieren los países desarrollados y sus grupos de poder económico para seguir edificando sus imperios a través del gran capital. Donde hay petróleo, gas, carbón, thorium, oro, plata, coltan y todo lo que concierne a la minería, además de la biodiversidad -independientemente donde se encuentre- hay que tomarlo a cualquier costo y es el gran capital el que coloca las condiciones, porque para tales fines su concepción militarista para la dominación y opresión y bajo el llamado criterio del “desarrollo, civilización y progreso” lo toman, bajo la mirada complaciente –claro está de los gobiernos de las naciones que lo poseen-.
Ignorar estas realidades o querer hacerlos aparecer como una película de ciencia-ficción, es andar fuera del contexto de una situación que ya comienza a manifestarse y comienza a crear en algunos sectores preocupación al entender, que la voracidad de los grandes conglomerados por explotar los recursos de la tierra no tiene medida y lo peor es que cuentan con la aprobación de los gobiernos sin detenerse a pensar el daño que le causan a sus propias naciones.
Definitivamente, los modelos civilizatorios que en la actualidad conocemos llámese capitalismo o socialismo, andan cabalgando en el paradigma del mundo neoliberal globalizado y en una eterna competencia, donde los países industrializados intentan controlar el poder y los recursos de la tierra, sobre esto basta ver las ambiciones expansionistas de chinos, rusos, norteamericanos, ingleses, franceses –entre otros- donde se valen incluso de la guerra con tal de obtenerlos. Las “columnas que sostienen la seguridad mundial”, nunca habían estado tan amenazadas como ahora, estamos en presencia de una línea llamada “desarrollo” dispuesta arrasar con todo, sin mirar el daño que causan a la humanidad y al planeta, donde los grandes conglomerados valiéndose del poder real que poseen toman posicionamiento de territorios, para explotarlos dejando a su paso grandes desiertos, además del hambre y la miseria que le dejan a los pueblos.
Esa orientación de “progreso y desarrollo” que la civilización occidental promueve a través del gran capital ha generado la crisis que vive el planeta hoy día y lo peor de todo esto, es que la situación se puede agravar si seguimos el camino equivocado, donde la desinformación de los grandes contingentes humanos es otra variable a tomar en cuenta, situación que aprovechan los controladores del poder, en el marco de una sociedad panóptica alienada. Ese poder no le permite a la mayoría de los pueblos percatarse de los niveles de peligrosidad a la que está siendo sometida en esa política del extractivismo, ejecutada por los grupos que dominan el mundo, en su desenfreno de la acumulación acelerado del capital.
UN NUEVO PROYECTO CIVILIZATORIO
Hoy más que nunca, América Latina y el Caribe reclama un nuevo proyecto civilizatorio que se encuentre en el marco de la convivencialidad, con sus respectivas características: Solidaridad, Reciprocidad y Amor por la Humanidad y la Tierra. La Solidaridad asumida como una responsabilidad de todos, es colectiva. Esta se encuentra en el marco de la dimensión humana y su expresión o manifestación concreta, implica el compromiso solidario de ayudar a elevar en el colectivo humano, sus niveles de vida, en función del bien común, es un compromiso fraternal, se encuentra en la defensa de la dignidad del ser humano, su promoción en un acto sublime de mucha entrega y de amor por los semejantes, además de ser un acto de responsabilidad social. Reciprocidad es un acto de obligación humana, innato que exige un compromiso moral, pues se trata de comportarnos con los demás cuales quiera que sean, como desearíamos que los demás se comportaran con nosotros, es un trato de absoluta igualdad, sin distingos de clases, credos, religiones, razas, ideologías, sin relaciones de poder, donde los seres humanos deben ser en todo momento, hermanos.
Esto es para muchos como la utopía inalcanzable, pero es el reto que debe asumir la humanidad en un proyecto de civilización que reivindique la dignidad de los seres humanos. La utopía es la aspiración natural de la humanidad para la realización de sociedades más justas, es anti dogmática, humanista integradora, libertadora, solidaria, hermanada y socialmente necesaria, es parte de la dialéctica porque es constante, es de ayer, hoy, mañana y siempre. Los procesos de cambio, de transformación, de revoluciones auténticas y verdaderas en las utopías de los pueblos, representan necesariamente un proceso de construcción que hacen las patrias en colectivo y no los partidos, ni las vanguardias, ni los gobiernos, es hacer caminos, es reconocernos en términos de igualdad entre los seres humanos, es cooperación y al mismo tiempo, compartir sacrificios y muchos esfuerzos, es perseguir y recorrer caminos hasta encontrar objetivos comunes donde se aspire a un mañana mejor, para que el sol salga para todos y la “aurora de la libertad y la justicia resplandezcan en el horizonte de la patria”, como dice la cantata de Fabricio Ojeda.
Esos procesos de cambio y transformación deben expresar un profundo amor por la Humanidad y la Tierra, se trata de construir una ética que implique un respeto profundo por los derechos humanos y del medio ambiente natural. Es construir un lugar para la convivencialidad donde el hombre viva en armonía con la naturaleza, es un espacio para la práctica de la libertad que conlleve a valorarnos como seres humanos, a elaborar una deontología y una axiología con convicciones críticas y comprometidas que rechace toda actitud, comportamiento y acción que intente agredir y violentar la dignidad humana. Es unir la solidaridad, la reciprocidad y el amor por la humanidad y la tierra para construir un nuevo modelo civilizatorio que nos lleve a elaborar una nueva sociedad, un proyecto sin relaciones de poder y por lo tanto, sin oprimidos y sin opresores.
Desde esta bandera, proclamamos la necesidad de parir un nuevo modelo social y económico, una nueva civilización, ajustada a nuestras realidades, que recupere nuestra idiosincrasia, nuestro pensamiento mágico-religioso, nuestra cultura, nuestra libertad, nuestra auténtica forma de ser, que recupere nuestros ríos, quebradas, lagos y mares, nuestros bosques, nuestra fauna y donde seamos capaces de convivir en concordia con nuestro medio ambiente natural. Es la civilización de la esperanza, del nuevo amanecer, donde el sistema de producción que se genere, no sea para producir mercancías y llevarlas al mercado de la oferta y la demanda, sino para producir hombres libres y emancipados. Un nuevo modo de producción, capaz de satisfacer las necesidades del ser humano, que le dé tiempo al ocio creador, a ser libre, solidario, fraternal, educarse en plena y absoluta libertad, capaz de romper con la dependencia tecnológica y científica conocida hasta ahora y que sólo está al servicio de los que la pueden pagar.
Una sociedad capaz de romper con las relaciones de poder para abrirle espacios a la emancipación. Muchas de las ideas aquí expuestas, forman parte del debate colectivo que tienen los sectores más avanzados de América Latina y el Caribe, es la búsqueda de alternativas distintas a las conocidas hasta ahora, cada quien las toma y las adapta a sus realidades, se trata de encontrar un camino propio, que devuelva la esperanza a esa inmensa mayoría de excluidos, que aspirando y esperando cambios y transformaciones de su modo de vida, han caído en la frustración de sus sueños libertarios y de la posibilidad de tener una patria que dignifique la vida en unión. La connotación que en general le doy a este artículo, las ideas y argumentos, bien pueden resumirse en el intento de establecer criterios en un punto común: que alimenten el debate y sean capaces de romper las cadenas que atan el pensamiento libertario, emancipador y utópico para la construcción de la nueva civilización.
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