Laura M.
(La Ley Orgánica Sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia en su artículo 14 de señala: “La violencia contra las mujeres a que se refiere la presente ley comprende todo acto sexista o conducta inadecuada que tenga o pueda tener algún daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, emocional, laboral, económico o patrimonial; la coacción o la privación de libertad, así como la amenaza de ejecutar tales actos, tanto si se produce en el ámbito público o privado”. Pero, ¿qué tipo de atención recibimos las mujeres? Laura M. -nombre ficticio- nos relata su experiencia.)
Todo comenzó en el 2015. Fui citada en tres oportunidades a la fiscalía de menores por el padre biológico de mi hijo bajo una demanda por paternidad, él exigía que mi hijo de un año de edad tuviera su apellido; nunca se presentó a ninguna de estas citas. Un año después ocurre exactamente lo mismo, y de nuevo las tres ocasiones en que fui citada el demandante no asistió, mi impresión es que lo hacía para molestarme, ya que nunca se interesó en tener una relación afectiva con mi hijo. A la par de esta situación yo recibía mensajes constantes en plan de acoso sexual, jamás se comunicó conmigo para preguntarme por mi hijo, tuve que cambiar mi línea telefónica tres veces.
(La Ley Orgánica Sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia en su artículo 14 de señala: “La violencia contra las mujeres a que se refiere la presente ley comprende todo acto sexista o conducta inadecuada que tenga o pueda tener algún daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, emocional, laboral, económico o patrimonial; la coacción o la privación de libertad, así como la amenaza de ejecutar tales actos, tanto si se produce en el ámbito público o privado”. Pero, ¿qué tipo de atención recibimos las mujeres? Laura M. -nombre ficticio- nos relata su experiencia.)
Todo comenzó en el 2015. Fui citada en tres oportunidades a la fiscalía de menores por el padre biológico de mi hijo bajo una demanda por paternidad, él exigía que mi hijo de un año de edad tuviera su apellido; nunca se presentó a ninguna de estas citas. Un año después ocurre exactamente lo mismo, y de nuevo las tres ocasiones en que fui citada el demandante no asistió, mi impresión es que lo hacía para molestarme, ya que nunca se interesó en tener una relación afectiva con mi hijo. A la par de esta situación yo recibía mensajes constantes en plan de acoso sexual, jamás se comunicó conmigo para preguntarme por mi hijo, tuve que cambiar mi línea telefónica tres veces.
Después de cuatro largos años en este proceso, me atiende directamente una fiscal mujer, al mostrarle los mensajes me explica que era yo quien debía demandarlo a él en la unidad de atención a la víctima, me dice que debo buscar un amparo porque lo que yo presentaba era un caso de acoso; nada de esto fue considerado por ninguno de los fiscales varones que llevaban el caso. Yo no quería denunciar, la verdad me parecía perder el tiempo porque sabía que la denuncia no iba a tener resultados, aun así fui a la Unidad de Atención a la Víctima mostrando todas las pruebas (mensajes de texto y correos electrónicos) y la respuesta que recibí fue que era un “problema de convivencia ciudadana”, la justificación era que “había un vínculo filial” porque él era el padre biológico de mi hijo, sin embargo yo jamás quise mantener una relación con él y nunca se interesó por ser parte de la vida de mi hijo.
Con este pretexto me mandaron a la policía comunal, ellos le enviaron una citación a él y no asistió ni en esa ocasión ni a las otras dos citaciones que se le presentaron, ante esto me dijeron que tenía que regresar a la Unidad de Atención a la Víctima para que me dieran otra remisión e iniciar nuevamente el proceso para otras tres citaciones; no existían consecuencias para él por no presentarse a dichas citas. Sentí que me estaban peloteando.
Mientras tanto todo continuó en la fiscalía de menores, me sugirieron comenzar un proceso de solicitud de la patria potestad unilateral, fui a la oficina de Parque Central y llené la planilla con todos mis datos personales para solicitarla. El fiscal asignado a mi caso me dice que tenía que esperar a que el niño cumpliera cinco años para realizar el proceso, una incoherencia ya que me habían remitido desde la misma institución; decidí esperar, entonces. Cuando llegué a mi casa recibí tres mensajes del fiscal que me atendió, invitándome a salir, diciéndome que yo era bonita, y cosas por el estilo; ignoré estos mensajes. Él obtuvo mi numero de una planilla pública, usando su posición conseguir información privada sin mi consentimiento. Al día siguiente recibo un nuevo mensaje, me molestó y decidí responderle, de manera educada le expresé mi descontento con la situación y le pedí que dejara de escribirme.
Estaba siendo de nuevo acosada pero ahora por el fiscal, insistió tantas veces que ya me sentía hostigada. No sabía qué hacer, no tenía la confianza de hablar con mis hermanos, o con mi pareja sobre todo lo que me estaba ocurriendo por miedo a las consecuencias de sus acciones si decidían enfrentar a este fiscal. Sientes que puedes desencadenar un problema peor teniendo en cuenta la impunidad de la que gozan los altos funcionarios.
Fue muy frustrante porque yo pensé que era mi responsabilidad, me pregunté si le había enviado una mala señal, me pregunté si me había vestido de forma muy provocativa. Luego me di cuenta de que no era eso, es una manera de actuar sistemática de las instituciones: te ponen trabas, te hacen perder el tiempo, subestiman tu caso, sufres constantes humillaciones, te cuestionan moralmente, te desmoralizan.
Al final me di cuenta de que muchas veces naturalizamos el acoso y otras actitudes. Situaciones similares nos pasan a lo largo de toda nuestra vida y consideramos que es normal y estamos siempre en el rol de víctima sin proponérnoslo. El hecho de no haber denunciado desde el primer mensaje que recibí lo demuestra y después de todo este tiempo tendemos a soportar numerosas agresiones de este tipo.
(Esto no es particular del caso de Laura, el mismo tratamiento institucional fue aplicado a Melissa Arcila Ruíz y Mayell Hernández , quienes denunciaron repetidamente a sus agresores ante los oídos sordos de las autoridades, ambos casos finalizaron con el feminicidio de las mencionadas. Así también, cientos de casos permanecen engavetados mientras las víctimas continúan recibiendo vejaciones.)
[Tomado de https://www.laizquierdadiario.com.ve/Que-pasa-cuando-las-mujeres-vamos-a-denunciar-casos-de-acoso-en-la-fiscalia?.]
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