Equipo de Relaciones Internacionales de
la CGT
El pasado
mes de abril tuvimos la oportunidad de conocer en primera persona a Bettina
Cruz Vázquez. Bettina es una mujer binnizá defensora de los derechos humanos
desde que tenía 14 años. Ella es integrante de la Red Nacional de Defensoras de
Derechos Humanos en México (168 mujeres), de la Asamblea de los Pueblos Indígenas
del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio, del Congreso
Nacional Indígena y del Concejo Indígena de Gobierno.
Esta ingeniera
agrícola ha sido represaliada, detenida, encarcelada y torturada en numerosas
ocasiones por las movilizaciones de resistencia civil que ha protagonizado. Es originaria
y habitante del Istmo de Tehuantepec, una región que se reparte entre los estados
de Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Veracruz en México, que une el océano Pacífico
con el Atlántico en algo más de 200 km, una zona rica en petróleo, recursos madereros
y eólicos. Si en el estado de Oaxaca viven 16 pueblos indígenas, 5 de ellos
están en el Istmo. A pesar de lo agreste de la zona, conviven en el mismo
territorio una diversidad originaria humana, cultural, de flora y fauna.
Las respuestas indígenas
Como
decíamos, Bettina es concejala del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), ente medular
del Congreso Nacional Indígena (CNI) que lo propuso en su 5º congreso y que en
diciembre de 2016 fue aprobado con la participación de 523 comunidades, de 25
estados del país y de 43 pueblos indígenas.
El CNI es
un espacio de confluencia de los pueblos indígenas de México que acoge a 66 de
ellos y el CIG es la forma como éste se organiza para encontrarse y tomar
decisiones. 22 años después del levantamiento zapatista, en el aniversario del
CNI, se formó el Concejo Indígena en el gobierno para dar un paso en la
transformación del país con organizaciones locales, voceras y visibilizar sus
luchas. Esta organización no ha entrado en la administración política oficial,
continúa con su “mandar obedeciendo”, desde abajo a la izquierda, y la
construcción de autonomía en los ámbitos personales y locales.
Desde hace
más de 10 años están respondiendo a la entrada de multinacionales en la zona
que bajo el epígrafe de empresas verdes para la extracción de energía
renovable, nada tienen que ver con el respeto al territorio, ni a la naturaleza
ni a sus habitantes. En la zona del Istmo hay vientos de más de 290 km/h, lugar
propicio para producir energía eólica, como dice Bettina, “nosotras no sabíamos
que el viento se podía vender”. Allí se producen actualmente más de 2.600 mega
watts de energía eléctrica que se sacan de la zona a través de las redes eléctricas
construidas por las administraciones estatales con el dinero público de sus contribuyentes.
Con este
discurso del desarrollo del empleo y de la modernización, empresas y gobierno
imponen unos modelos de desarrollo violentos, y despojan a sus habitantes de
sus tradicionales territorios de agricultura, pesca, rituales, caza y recolección;
y desplazando a las poblaciones indígenas. Es decir, que extraen la riqueza del
territorio, violentando a los habitantes humanos y no humanos que lo habitan,
sin beneficio alguno para éstos y éstas y siendo todos los impactos dañinos. Es
lo que el mal gobierno ha denominado ZEE, zonas especiales económicas.
Han
calculado que un mega-watt produce al año cerca de 300 millones de pesos (es decir,
más de 1.314 millones de euros). Si se producen 260 mgw por hora en el Istmo, ¿cuántos
millones de pesos producen? ¿Por qué no hay ninguna inversión en el territorio del
que se extrae? La población indígena que habita el territorio ni siquiera puede
utilizar esta energía extraída en su territorio, es más, muchas de ellas viven
sin electricidad porque no tienen acceso a esta energía.
Bettina
también denuncia que la energía renovable no genera autonomía sino dependencia,
beneficiando únicamente al capitalismo, corrompiendo a las autoridades locales,
agrarias y federales. Por ejemplo, una de las consultoras que certifican a las
empresas del impacto medioambiental de sus negocios pertenece al subsecretario
de la Secretaría de Medioambiente Federal, no hay imparcialidad.
Se
ignoran los impactos nocivos de las empresas, por ejemplo, cada turbina de los
aerogeneradores tiene 400-600 litros de aceite que si explotan, se expande,
además de gotear y filtrarse en la tierra, contaminando el suelo, las capas
freáticas, las aguas. Preocupa también la muerte de aves y murciélagos porque
en un año mata a más de 3.000 aves y 6.000
murciélagos que no pueden cumplir sus funciones en el ecosistema, como refleja un
estudio que hizo el Banco Mundial en uno de los parques eólicos. También se ignora
el ruido, que espanta a las personas que viven cerca así como a las aves; sin
consulta previa libre e informada a la población como dicta la ley (Convenio
169). Y para colmo, las empresas recientemente han solicitado un amparo federal
para evitar pagar impuestos. Por ejemplo, en la zona de Juchitán hay 15 parques
eólicos en 10 años. Las empresas dueñas de estos parques deben 500.000 millones
de pesos, es decir que no solo no hay reparto de la riqueza sino que ni
siquiera contribuyen en mantener los servicios públicos. En la misma zona, el
46% de la población está en extrema pobreza.
Neocolonialismo
Bettina
nos informa de que algunas de las empresas beneficiadas de este expolio son españolas,
como Iberdrola que ha promovido la aprobación de una ley anticonstitucional, el
96% de sus ingresos provienen de la energía fósil, a pesar de la imagen
“renovable” que pretende promocionar. Pero también Gas Natural Fenosa, Acciona,
Repsol, Renovalia Energy, Abengoa, Gambe SA, GESE (de origen y capital
gallego). Y también están EDF (Francia), SIEMENS (Alemania) y otras empresas
europeas.
Luchas de David contra Goliat
Las
indígenas constituyen una lucha de autodefensa de su territorio, tratando de
organizarse y de no atemorizarse por las amenazas, intento de asesinato,
desprestigio y detenciones ilegales, tratando de criminalizar su lucha. Bettina
tiene medidas cautelares de protección otorgadas por la Comisión Iberoamericana
de los Derechos Humanos para protegerla de las situaciones de riesgo y las
agresiones del Estado-gobierno de Oaxaca.
Con todo
ello, nos propone hacer una reflexión crítica de las energías renovables que promocionan
las mismas empresas que han provocado la debacle medioambiental.
Su visita
debería llevarnos a crear conciencia sobre la explotación de la tierra, el
despilfarro de la energía, “habría que disminuir el gasto eléctrico”. Pero
también a concienciarnos de la solidaridad, “entre todas podemos cambiar las
cosas”, por ejemplo enviando cartas a las autoridades, movilizaciones frente a
las multinacionales europeas, apoyo económico para procesos judiciales...
[Publicado
originalmente en el periódico Rojo y
Negro # 324, Madrid, junio 2018. Número completo accesible en http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20324%20junio.pdf.]
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