Periódico Gato Negro (Argentina)
Se deslizó
hasta mí, no pidió limosna. Vio una lata donde se había arrojado la basura del
día, y sacando un gancho comenzó a revolver los desperdicios que despedían un
hedor mortal. […]. Comprendí, en aquel instante, la grandeza del gesto
anarquista, y admiré el júbilo magnífico con que la dinamita atruena y raja el
vil hormiguero humano.
Rafael Barret
Entre los
anarquistas hay los revolucionarios que creen que es necesario abatir por la
fuerza a la fuerza que mantiene el orden presente, para crear el ambiente en el
cual sea posible la libre evolución de los individuos y de las colectividades,
y hay educacionistas que piensan que sólo se puede llegar a la transformación
social modificando antes a los individuos por medio de la educación y la propaganda.
Existen partidarios de la no violencia, o de la resistencia pasiva, que rehúyen
la violencia aunque sea para rechazar la violencia […]. Además, hay
discordancia respecto de la actitud de las anarquistas frente al movimiento
sindical, disenso sobre la organización o no organización propia de los
anarquistas, diferencias permanentes u ocasionales sobre las relaciones entre
los anarquistas y las otros movimientos subversivos. Justamente son éstas y
otras cuestiones semejantes las que requieren que tratemos de entendernos; o
si, según parece el entendimiento no es posible, hay que aprender a tolerarse,
trabajar juntos cuando se está de acuerdo, y cuando no, dejar que cada uno haga
lo que le parezca sin obstaculizarse unos a otros. Porque, en verdad, si se
toman en cuenta todos los factores, nadie siempre tiene razón.
Enrico Malatesta
En movilidad y haciéndonos oír, pero obedientes
y democráticos. Multitudinaria y organizada, pero placebística e inerte. La
moralidad burguesa, progresista y reformista, funciona como un narcótico
paralizante que nos encuadra en la pacífica pasividad democrática. ¿Podemos
hacer un esfuerzo por salir mental y materialmente de los límites de la
democracia opresora y alienante en la que estamos?, ¿podemos realizar el
intento de ir un paso más allá del sendero político partidista y oportunista,
de ese circo electoralista, de ese circo de la democracia asesina que
legitimamos con el voto?
Las paredes hablan: “Todo Estado es terrorista”,
“Que la rabia desborde”, “Plantaron un cuerpo, plantaremos venganza”. Sí,
slogans, pero incomprendidos. En cambio, este slogan caduco y putrefacto se
entiende a la perfección: “Marcha pacífica”. La paz es de ellos, no de
nosotrxs. Los medios de comunicación actúan en dos frentes. En los declarados fascistas de derecha afines al
“no cortar las calles”, “perjudicas al otro”, “vayan a laburar”; y los
progresistas con una pizca de discurso izquierdista (y hasta compañerxs, creo
que eso es lo que más duele) análogos al “manifestarse pero en paz, sin
violencia”, “actitud provocadora y violenta de grupos ajenos a la marcha”, “los
infiltrados de siempre” (aunque sí hay policías de civil haciendo inteligencia,
pero hay que ser bastante miope al confundir
un anarquista con un milico). De esta manera, se condena cualquier actitud que
difiera con su caja, urna, cápsula, jaula democrática que atente contra las
buenas costumbres de ejemplares ciudadanos que transitan en la colorida y
fulgurante manifestación del placebo. Manifestación que prioriza paredes y que
es capaz de transformar a el buen ciudadano en policía, al periodista en
policía, al militante de izquierda en policía, (los policías de rojo
custodiando la valla policial es una imagen imborrable. La prioridad es
electoralista, el Partido no puede ser manchado).
Mucho discurso revolucionario, pero un pequeño y
simbólico golpe al Estado y ya surge ese microfascismo defensor del orden y de
la paz afín al prototípico ciudadano respetable y educado:
«Por muy
actual y poderoso que sea en muchos países, el viejo fascismo ya no es el
problema de nuestro tiempo. Se está instalando un neofascismo en comparación
con el cual el antiguo quedará reducido a una forma folklórica […]. En lugar de
ser una política y una economía de guerra, el neofascismo es una alianza
mundial para la seguridad, para la administración de una paz no menos terrible,
con una organización coordinada de todos los pequeños miedos, de todas las
pequeñas angustias que hacen de nosotros unos microfascistas encargados de
sofocar el menor gesto, la menor cosa o la menor palabra discordante en
nuestras calles, en nuestros barrios y hasta en nuestros cines» (Gilles Deleuze).
Hemos repetido y transportado la inercia miles
de veces. No intentamos ser hipócritas, la hemos reproducido con rabia, alegría
y dolor. No intentamos obligar a nadie a hacer algo que no quiera ni se sienta
listx, pero es urgente el comenzar a pensar, replantear, resignificar, en esta
actual coyuntura política (¡sino cuando!), otro tipo de acciones, y por sobre
todo, no condenar la acción directa y estratégica de quienes se atreven a ir
más allá de lo permitido por el Poder, más allá de la mera pancarta o bandera.
Acción directa que tiene que funcionar como un disparador de cambios
estructurales fuertes, de planteamientos organizativos anarquistas que se
profundicen en todos los ámbitos en los que circulemos. Acción directa no es
mera violencia, sino que es la realización inmediata del ideal concebido. Es la
ejecución de un acuerdo colectivo por la colectividad misma, ya sea interpelar
al Estado, ocupar una fábrica, tomar tierras, organizar comedores populares,
intervenciones artísticas, crear escuelas libertarias, etc., sin ponerlo en
manos de políticos jerarcas ni encargárselo a ningún intermediario.
Las manifestaciones son visibilizaciones
necesarias y presiones políticas urgentes, pero que nuestro reclamo no se agote
en el transitar la calle análogo a una procesión católica. La caducidad de esa
mera instancia es notoria. Para que la Revuelta germine es necesaria una tarea
en conjunto de todxs los oprimidxs en la diversidad de los espacios, ya sean
educativos, culturales, laborales, sindicales, y sobre todo en el espacio
visible, público: la calle; pero puede ser un interesante comienzo seguir la
acción de esos grupos anarquistas tan difamados por la prensa hegemónica y la
opinión pública que se organizan para contestar con firmeza y convicción al
Estado-Capital... el responsable y ejecutor de la miseria, la desigualdad y la
violencia, el sanguinario burócrata que administra el terror.
¡La violencia es detestable, despreciable,
horrible! Pero más horrible es tolerar con resignación la violencia de arriba,
la violencia del Poder, del Estado, de todas sus fuerzas de inseguridad y
demonizar la violencia y la organización de abajo, ya que estas son un acto de
autodefensa y el sentimiento de indignación del oprimido para dejar de serlo.
[Versión resumida de artículo originalmente
publicado en https://periodicogatonegro.wordpress.com/2018/01/02/la-protesta-como-procesion-catolica.]
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